Predator’s confessions
Crónica novelada de algunas experiencias de mi vida como boylover..
Saliendo de trabajar, acercándome a la parada del autobús, me sorprendió cruzarme con un niño de no más de 11 o 12 años a esas horas. No es muy común ver niños solos por la calle cerca de las diez de la noche. Metros antes de cruzarnos en la acera, observé que vestía ropa deportiva, pantalón largo y chaqueta, y una gorra; todo en negro. Entendí que se trataba de un “gitanillo” que se movía por la zona cerca de la barriada donde seguramente vivía y muy poblada de familias de origen andaluz.
Al estar ya muy cerca, se me hizo inevitable saludarle con un guiño de ojos. A los amantes de los púberes se nos hace difícil resistirnos en ciertos casos. Bueno, a menos a mí se me hace difícil. El niño me miró, casi sorprendido, para nada asustado y se detuvo menos atrás. Iba a cruzar la calle, cuando al girarme lo veo allí, sonriendo y con una mano como en saludo. Hice lo mismo. Lo saludé con mi mano y seguí la marcha. Estábamos en plena calle y, aunque con pocos transeúntes, no era cosa de causar un escándalo.
Segundos después, otra vez mi curiosidad me hizo girar y descubrir que ese muchachito venía tras de mí. Doblando la esquina, llegando a la parada, tomé asiento. El indicador anotaba que faltaban quince minutos para el próximo bus. En lo que tardé en leer el anuncio electrónico ese niño se sentó a mí lado, y me soltó:
– ¿Qué andas buscando?
Sorprendido, no supe qué decirle más que un “nada” sin mayor razonamiento.
– ¡Ah!, pensé que me conocía y que quería comprar algo.
Me dijo que era Marito de la familia del Ñuño y que dedicaba a repartir encargos de marihuana y costo que le hacían a su tío el Ñuño, reconocido dealer de estos sectores. Me contó que solo hacía entregas, pero que a veces también le pedían a él y así conseguía una mejor propina del tío.
Me llamó la atención lo suelto y fresco que resultó su relato, la normalidad con la que me habló. Le cuestioné que si no sabía quién era yo podría meterse en problemas si se topa con alguien que le denunciara.
– Tranquilo, hombre. Ya estoy acostumbrado. Y si la movida se pone espesa, salgo por patas disparado a la carrera. ¡A ver quién me pilla! Además, mi tío tiene todo arreglado con la poli.
Estaba fascinado. Era sabido que este ambiente se mueve así. Pero nunca lo había apreciado en persona. Yo que a mis 35 había consumido mis porros en demasía en épocas juveniles, ahora lo hacía de tanto en tanto y en menor cantidad. Pero quienes me los suministraban en la actualidad era gente, por lo menos, de edades mayores. No un niño.
La maquinaria de mi cerebro se puso en funcionamiento. La imaginación se me desbocó por tramar algo con este jovencito. La edad era justa a mí atracción: 11 años y poco más. Las circunstancias personales del chaval me hacían caer en dudas y temores. No era cosa de meterse con alguien de esta afamada familia.
Pero… pudo más el deseo y la lujuria, y decidí al menos intentar entrar en confianza y, poco a poco, ver cómo se daban las cosas. Opté por reconocer que consumía marihuana y que tal vez necesitara un poco. Él sólo llevaba encima un porrito y yo no más que un billete de 10.
Se ofreció en llevarme más otro día. Le aclaré que sólo consumía en mi casa y que tendía que recibirla allí. Me dio un papelito con un número de móvil donde recibían los encargos, que usara Telegram para hacerlo y que su tío ya vería.
Me jugué y le dije que prefería que me lo llevase él mismo. Simpáticamente me sonrió, amistosamente golpeó mi hombro diciendo:
– Si no es lejos, puede ser. Pero le aclaro que me gustan las buenas propinas. Si no, nada.
Soltó una risa y salió, como a él le gusta decir, por patas y a la carrera.
… …
Llegado a mi casa, me di cuenta que seguía pensando en el chavalillo aquel. Los casi 30 minutos del trayecto en bus no había parado de pergeñar enredos y situaciones que me permitieran ganarme a este niño; se me plateaba un panorama problemático y, a su vez desafiante.
Vivo a las afueras y solo, en un chalet que alquilo a buen precio y al que llegué luego de dar tumbos de aquí para allá después de mi separación. Es para mí un reducto de sosiego, un templo donde vivir y disfrutar del hedonismo y la lujuria sin tanto vecindario. A veces me rio solo consolándome del “tiempo que perdía en moverme de casa al trabajo y del trabajo a casa lo ahorraba en explicaciones y ocultamientos”. Prefiero moverme en transporte público antes que en mi coche. Evito atasco en el tráfico y estresarme por conseguir un sitio donde aparcar cada día. Así soy libre y relajado.
Es así. Vivo con mucha libertad y tranquilidad en esta casa por demás confortable. Un extenso terreno todo vallado, apartado del gran mal de nuestro tiempo que es la indiscreción y el cotilleo. Piscina, jardín, asador y hasta un huerto y unos pocos árboles frutales. Vivienda acogedora con varias habitaciones, un par de salones acondicionados para los momentos de ocio, uno de invierno con la consiguiente chimenea y otro para el verano, de grandes ventanales que se abren uniéndose al jardín.
Recibo la visita de amigos y familiares de vez en cuando. Y sólo la dejo por breves espacios de tiempo para hacer algún viaje o excusión solo con mis perros y, en ocasiones, un amigo que tercie.
Esta libertad no la cambio por nada.
… …
El viernes por la noche encontré el papel con el número que me dio Marito aquella vez. Decidí escribir un mensaje presentándome y pidiendo precio. No precisaba marihuana; un poco tenía. Quería a Marito.
Tardaron unas horas en responder. El precio era bueno, aunque no era lo importante. Nada más que hasta el sábado por la tarde no podían llevarme nada, y así y todo me lo iban a confirmar recién a mediodía. Entendí que era por la distancia. Me preguntaron cómo los había contactado y les conté -más o menos- el encuentro con Marito. Noté que no les hizo mucha gracia. Luego supe que se había llevado una reprimenda por su temeridad.
A mediodía del sábado se lamentaban no poder llegar hasta mi casa. Mi ilusión que era escasa se desvanecía por completo. Me arriesgué y pregunté por el niño.
– ¿Qué pasa con el niño?, secamente espetaron.
– No, nada… Es que me había pensado que tal vez él sí podría acercarse.
– Hombre, es lejos… aunque este rapaz anda hasta muy tarde y solo, seguro se atreve. Si por él fuera viviría callejeando. No sé. Si le pasa algo su madre me mata.
Supe que hablaba con el Tío. Quedó en silencio. Y al rato:
– Vale. Irá el Mario. Lo hará en bici y metro. Pero quiere propina, ya sabe.
Mande mi ubicación a otro número que me dieron y ya me avisarían a qué hora estaría Marito por mi casa. Así logré dos cosas: saber lo importante que era el dinero para el chaval y tener su número de móvil.
La espera y el calor me tenían ansioso y agobiado. Calculaba que iba a llegar tipo las 3 de la tarde. Eran ya las 4, y nada.
… …
Me había puesto cómo para estar en casa como siempre en días calurosos. Una simple camiseta y bóxer. A mano dejé un short que colocarme cuando llamaran a la puerta. Desde la mañana había estado acabando un trabajo en mis ordenadores. Sólo había parado un poco para comer algo y refrescarme en la piscina.
Por fin llegó un mensaje a mi móvil diciéndome que estaba en la puerta. Le pedí que llamara al timbre a fin de poder abrirle desde dentro. Cuando atravesó la entrada vi que venía acompañado de quien me dijo era “su colega”, su amigo.
Fue muy simpático al saludar, como si nos conociésemos de años. Él su amigo no dejaban de admirar la casa, el jardín y, sobre todo, la piscina. Me entregó un paquetito y con algarabía estruendosa se quitó camiseta y zapatillas y en short que llevaba puesto se pegó un chapuzón que alteraron a mis perros.
– Muchacho confianzudo – pensé para mis adentros.
Su amigo, el Cristhian, tímido y cortado, permanecía a la distancia. Viendo que Marito había violado el precepto que tengo de que nadie entre en la piscina con ropa de calle, y sin más remedio, le dije:
– Ve tú también si quieres – e hizo lo propio.
Me percaté que no había hecho por ponerme el short. Continuaba en bóxer y, excitado por las circunstancias, comencé a desarrollar una erección que apenas podía disimular. Dos niños de 11 años disfrutaban del agua como lo que eran: niños.
Mi imaginación volaba. Eran casi idénticos. Delgados, morenos, de piernas largas y bien formadas, bastante más altos que la media y con unos culitos que se apreciaban pequeños y redondos como dos globos pequeños amarrados entre sí que resaltaban de su anatomía húmeda y brillosa y de sus shorts sintéticos, un poco amplios, adheridos como una segunda piel. ¿Sólo a mí me resulta erótico la imagen de un cuerpo mojado que reluce por el brillo del sol y unos shorts chorreantes de agua que poco ocultan sus traseros imberbes?
No podía dejar de mirar y tocarme en la proximidad de la galería contigua a la piscina. Salieron ambos del agua y se tendieron al sol sobre el césped.
– Aquí hay unas toallas.
– Deje nomás, que el sol está muy rico.
– Lo digo por sus pantalones, así escurren un poco el agua y se secan más rápido.
– Naaaa…
Y Marito primero, luego su amigo, se quitaron la ropa, la estrujaron y la tendieron ahí mismo al sol. Marito quedó con su bóxer lógicamente pequeño que denotaba mejor su apetecible culito. Cristhian al contario marcaba su redondez en un slip tontamente infantil. Parecía tener dibujos de coches antiguos, me parecía a la distancia. No hice por acercarme. Mi verga me traicionaba. ¿O era acaso la excusa para ser evidente en mi deseo y provocar algún interés en los niños? Alguna vez me había funcionado esta estratagema. Pero no estaba seguro en este caso.
Reposaron al sol un rato más. Boca arriba con sus piernas flexionadas. Boca abajo culito en pompa. Al fin, sentados, ambos charlaban, se reían y se golpeaban. Dos niños en su camaradería infantil. Más calmado ya -más tranquila mi chota- les ofrecí un refresco. De la cocina traje unas latas de Coca Cola y galletas dulces. Para mí, una cerveza.
Vinieron hacia la galería donde puse el refrigerio y pude por fin observarlos de cerca. Era evidente mi atracción. Estaba como en una ensoñación, sobre todo por Marito. Aunque tampoco despreciaría un revolcón con Cristhian. O con los dos a la vez. Ah… ¡cuántos recuerdos!
Los miraba, los observaba mucho, casi como al descuido y así, tan descuidado, que Marito parecía darse cuenta de lo que estaba pasando. Muy despierto el chaval, más que su amigo. Me observaba y sonreía. Se me planteaba el juego de ser yo quién sedujera al niño o ser él el conquistador. En cierto momento, la tensión se hizo patente: se levantó de la banca donde estaba, giró mirando a la piscina y se estiro desperezándose, brazos en alto, irguiendo la espalda y marcando culito.
– Me gusta mucho tu casa – exclamó a la nada. Me acerqué a su lado.
– ¿Qué es lo que te gusta?
– Me gusta todo.
– A mí también.
– Ahaja… más vale; si no, no vivirías aquí.
– Tienes razón.
– ¿Sabes una cosa? Me gustaría venir otro día a disfrutar de la piscina. Lástima que esté tan lejos.
– Bueno, sí. Es un poco retirado. Pero tienes bici. ¿No vas a cualquier parte en ella? Te gusta callejear, me han dicho.
– Pues sí. Así se me han puesto de duras las piernas.
– E irán a mejor, puede notarse.
– Sí, sí. Seguro. ¿Lo has notado? ¿Quieres tocarlas? A mí no me molesta.
El juego estaba hecho, y no sé si había un ganador. Ante un Cristhian ajeno a todo, sumido en galletas, Coca Cola y canturreo, estiré mi mano y con suavidad acaricié los muslos de Marito rodillas arriba subiendo y aproximándome al premio mayor de sus nalgas.
No di con ellas en plenitud. El chaval se quitó, corrió a recoger su short y el de su amigo, apurándolo a marcharse, pues entre bici, metro y más bici demorarían un rato en llegar a su barrio.
… …
Cerca de la medianoche de ese sábado, estando muy relajado fumándome un porrito en la galería, después de una paja muy buena e inevitable, recibí un mensaje:
– No me has dado lo mío.
Fue un shock. No sabía qué entender de lo que me decía.
– No me has dado la propina. Tendré que volver a ir por su casa.
Joder, bro
No se por donde empezar. Me trasmitiste toda la Tensión sexual de relato.
Ahora soy yo quien quiere fumarse y purro correrse una paja
Gracias, bro… date el gusto, para eso lo escribi.
Uff excelente, no demores en publicar mas partes.
Gracias… y en un par de días estará la continuación.
¡Qué rico!
Saludos Espero continúes esa delicia
Gracias… feliz de que les haya gustado este capítulo inicial. El lunes acabo de corregir la segunda parte y la cuelgo.