Preñado por Adrián en un baño público
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por MonsterGuy.
Adrián y yo habíamos acordado vernos aquel día para platicar un momento antes de que él se fuera al trabajo y justo cuando yo de mi clase de teatro en la prepa.
—Acompáñame a cambiarme la ropa, Roberto —me pidió, después de un rato de platicar.
Accedí a su petición inmediatamente, de modo que nos dirigimos a un gimnasio que se encontraba al lado de mi escuela preparatoria y que era propiedad de esta misma.
El lugar se encontraba en remodelación, pero era fin de semana, así que no habían más de unos pocos trabajadores que, ensimismados en sus tareas, ni siquiera nos vieron pasar a los baños, los cuales carecían de iluminación en aquel momento.
Inocente, me quedé de pie cerca de la entrada de los baños, esperando que Adrián entrara a uno de los cubículos y se cambiara rápidamente pero, cuando éste estaba a punto de cerrar una puerta tras de sí, me llamó:
—Oye, Roberto, ayúdame con mi ropa.
Ingenuo, lo obedecí y me aproximé al cubículo en el que se encontraba, el cual era el último, pero justo cuando quede a su lado, me tomó con fuerza de la cintura y me estrechó contra su cuerpo, mientras con su otra mano cerraba la puertecilla del espacio.
Sorprendido, no pude mover ni un músculo, pero comencé a sentir un hormigueo en el estómago que me supo a adrenalina, entonces Adrián estampó su boca contra la mía e introdujo su húmeda lengua en mi garganta, alternando sus movimientos con intensos mordiscos en mis delgados labios rosa.
Excitado, me sujeté a sus brazos con mis manos y disfruté el recorrido que una de las suyas hizo desde mi cintura, hasta una de mis nalgas, la cual apretó con fuerza, mientras, con su otra mano, despegó una de las mías de uno de sus brazos y la llevó hasta su entrepierna, donde palpé un voluptuoso bulto.
Continuamos devorándonos las bocas mientras una de su mano, ahora introducida bajo mi ropa interior, presionaba mi ano, haciendo pequeños círculos sobre él, mientras mi mano desabrochaba su pantalón y buscaba a tientas aquel falo erecto, el cual, nada más dar con él, humedeció mis dedos con una cantidad excesivamente abundante de espeso líquido preseminal.
¡Wow!
Cuando tomé la verga de Adrián entre mis dedos, un par de subidas y bajadas de su prepucio fueron suficientes para hacerlo proferir un gemido extasiado, después del cual tomó mi cabeza con una de sus manos y me empujó hacia abajo, dejándome de rodillas frente a su miembro.
El redondo e hinchado glande de Adrián latía, chorreando presemen, pero justo cuando pude captar el olor a hombre y sexo que despedía su vello púbico empapado de éste, Adrián empujó mi cabeza hacia sí, de modo que tuve que abrir la boca deprisa para introducir aquel pedazo de carne en mi garganta.
Su verga sabía deliciosa, levemente salina por el abundante presemen que estaba secretando, así como por el olor de aquella mata espesa y abundante de gruesos vellos negros que decoraban su pubis; ambos sabores, la sal y el sudor, se mezclaban en mi garganta e inundaban mis fosas nasales con el olor a hombre de Adrián.
Chupé aquella jugosa verga con devoción, sujetándome con ambas manos de sus piernas, de modo que me resultara más fácil mover mi cabeza de adelante hacia atrás, rosando con mis labios su redonda cabeza rosa, para volver a succionarla y llevármela hasta la garganta, propiciando una cadena de suspiros extasiados por parte de Adrián.
Así continúe chupándole la verga, oliendo su exquisito vello púbico cada vez que su verga alcanzaba su máxima profundidad en mi garganta, hasta que, al cabo de un rato, comencé a degustar sus huevos flácidos, dándoles vueltas en mi boca, alternando una suave mordida en el escroto que arrancaba gemidos efectivos del pecho de Adrián.
Tener el control me duró poco.
Adrián tomó mi cabeza con ambas manos, las cuales habían permanecido en sus caderas, y comenzó a bombear su verga erecta en mi boca, clavándomela en la garganta, sacándola hasta que mis labios acariciaban su glande hinchado, y así sucesivamente, variando la velocidad.
Por ratos tomaba mi cabello entre los dedos de una de sus manos y colocaba la otra en su cadera, para empujar mi cabeza hacia su verga, en vez de su verga hacia mi boca, y así poder descansar un momento para poder volver a follarme la boca con renovadas —y redobladas— energías.
—Párate —me pidió al cabo de unos minutos, y así lo hice—.
Ponte contra la pared —y así lo hice también.
De pie, mirando hacia la pared, coloqué mis manos abiertas contra ésta para darme soporte, y curveé mi espalda tanto como pude, dejando mi trasero a merced de Adrián, el cual se aproximó a mí, arrimando su verga contra mi aún vestido ano, y desabrochó mis pantalones para bajármelos hasta media pierna, arrastrando mis pequeños bóxers consigo, dejando mis nalgas blancas desnudas.
Adrián levantó mi playera de uniforme para dejar mi espalda descubierta, y me la sacó del cuello, dejándomela únicamente en los hombros.
Finalmente, Adrián recorrió mi columna vertebral con los dedos de una de sus manos hasta llegar a una de mis nalgas, la apretó y comenzó a tocarme.
Al principió acarició mi pequeño ano con su dedo medio, pero mientras más doblaba mi espalda de placer, su dedo comenzó a trazar círculos sobre él, fundiéndose cada vez más dentro de mí.
Pero, de repente, sentí un empujón exagerado, por lo cual creí que me había penetrado.
—¿Me penetraste? —le pregunté.
—No, son mis dedos —me respondió—.
¿Quieres que lo haga?
Lo pensé durante unos segundos, pues lo había conocido hace dos semanas pero.
—Sí, penétrame —le supliqué.
En ese momento, Adrián me agarró de las caderas con una de sus manos, mientras que con la otra colocó la cabeza hinchada y babeante de su verga sobre la suave piel de mi ano.
Sentí una pequeña presión y.
Adrián me la dejó correr todita, hasta el fondo
—Aaaaaaaaaah —suspiré, quebrándome la espalda.
Adrián me había dilatado lo suficiente con sus habilidosos dedos lo cual, sumado a la cantidad exagerada de presemen que secretaba su verga, había hecho de la penetración algo tan fácil y sin dolor que casi pude sentir toda la extensión de su miembro resbalarse a través de las terminaciones nerviosas de mi ano, así como su glande rosa perforar mi sensible próstata.
Adrián comenzó a penetrarme lentamente, dándose soporte con sus manos, las cuales estaban clavadas a mis caderas.
Se movía de adentro hacia afuera con tal paciencia, que casi podía calcular cuánto le faltaba a su húmedo glande para salir de mi ano, así como sentir su par de huevos gordos revotar contra mi ingle.
Pero yo quería más.
Cuando su glande estaba a punto de abandonar el interior de mi cuerpo para volver a deslizarse dentro de él, apoyé mi mejilla contra la pared que tenía en frente para darme soporte y, con mis ahora libres manos, tomé sus piernas y las empuje hacia mí, clavando su cuerpo en el mío.
—Rápido.
le pedí casi suspirando.
Adrián obedeció mi orden, pero dejó pasar unos cuantos segundos antes de comenzar a penetrarme con rapidez y fuerza.
Cuando lo hizo sus embestidas fueron brutales, y me sacudieron tanto que tuve que volver a usar mis manos para sostenerme.
Su verga entraba y salía velozmente de mi cuerpo y se empapaba con mis fluidos cada vez que tocaba fondo.
Adentro, afuera; adentro, afuera; adentro, afuera y.
aaaaah.
Suspiros.
Su glande se enterraba cada vez más profundo en mi próstata, y perforaba mi culo como un taladro, a una velocidad inimaginable mientras yo luchaba por no gemir demasiado alto, pues no se me olvidaba que estábamos en un baño público.
Me sentía como una perra con la verga de Adrián clavándose en mi culo.
Incluso recordé que lo había conocido hace dos semanas y que era recién egresado de mi misma escuela, pero eso no me importó.
estaba disfrutando de su cogida.
Era perfecto: su verga se deslizaba tan deliciosamente dentro de mi, y las paredes de mi ano acariciaban su glande rosado, estimulándolo, mientras sus huevos flácidos golpeaban mi ingle con cada clavada.
Después de perderme en el momento, las manos de Adrián se aferraron a la carne de mis nalgas blancas y comenzó a penetrarme a máxima velocidad, hasta que me dijo:
—Me voy a venir.
—Hazlo —gemí.
Con sólo dar la orden, Adrián comenzó a tambalearse detrás de mi cuerpo, vertiendo chorros espesos de exquisita leche en mis entrañas.
Sus gemidos eran música para mis oídos y su orgasmo era como si fuera el mío también.
Suspiré, excitado.
Pasado un pequeño, pero muy pequeño momento, Adrián se apartó de mi cuerpo, sacando su verga de mi ano con un deslice perfecto.
Me dio una nalgada que me hizo dar un brinquito y en seguida sentí un hilo de semen salirse de mi ano y chorrearse por mi pierna hasta mi pantorrilla.
—Ya vámonos —me apuró, mientras se subía los pantalones y se los cerraba.
Su indiferencia me excitaba.
Para él era como si no hubiera pasado nada, aunque en realidad me acababa de dejar preñado como una perra.
Sin embargo, lo obedecí de inmediato.
Me subí los pantalones y sentí mis bóxers mojarse con sus mecos, los cuales todavía se escurrían de mi ano.
Salimos casualmente de los baños y cada quien se fue a realizar sus respectivas tareas como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!