Primer Sueño Erotico Gay
Estaba acostado boca arriba, entredormido. Alguien se asoma por la puerta y entra en la habitación; nervioso, ansioso y excitado, como a punto de hacer algo que no debía pero que anhelaba con locura. Salió y volvió acompañado de cuatro amigos. Todos heterosexuales, o al menos eso aparentaban..
No me gustan las clasificaciones hetero, bi o gay. Yo me considero un hombre sexual, y si bien no he tenido encuentros físicos con otros hombres, si me he masturbado con porno y relatos gay e imágenes de hombres. Aquí relato el primer sueño gay que tuve. Como en todo sueño algunas cosas no siempre tienen sentido, por lo que trate de describir y relatar lo que sentí, no solo en el cuerpo y la piel, sino también las emociones y sensaciones.
Estaba acostado en una habitación con dos camas, paralelas pero separadas una de la otra por un par de metros. La otra cama estaba libre y perfectamente hecha. Las luces estaban apagadas pero la oscuridad de la noche era interrumpida por la luz lejana que entraba por la puerta que se encontraba a medio abrir.
Yo estaba acostado boca arriba solo con un bóxer puesto. Entredormido con la cabeza hacia un lado tenía perfecta visión de la otra cama y la puerta. En eso, veo que alguien se asoma y entra en la habitación. Reconocí esa cara, era alguien conocido; creo haber escuchado por ahí que en los sueños la mente no puede crear caras nuevas, por lo que debe recurrir a personajes de la vida real. Entró para corroborar que no hubiera nadie que pudiese molestar, para comprobar que efectivamente no había moros en la costa. Se lo notaba nervioso, ansioso y excitado, como si estuviera a punto de hacer algo que no debía pero que anhelaba con locura.
Salió brevemente de la habitación para volver acompañado de cuatro amigos. Todos se veían aproximadamente de la misma edad que yo, entre 25 y 30 años. Parecía que venían de una fiesta, no borrachos, pero si alegres, cómplices. No pude distinguir sus caras, tampoco el detalle sus cuerpos; solo sabia que eran heterosexuales, o al menos eso eran puertas afuera de esta habitación.
Los cuatro amigos cuyas caras no reconocí se fueron directo a la otra cama. Uno de ellos se quedo parado a los pies de esta, observando, mientras los otros tres caminaron hasta quedar al lado de la cama, perfectamente delante de mí, tenía una vista privilegiada del espectáculo que se venía. Los tres comenzaron a besarse, lento, con seducción, gusto y pasión, pero sin ser bruscos. Pronto se sacaron sus remeras quedando con los torsos desnudos, tenían cuerpos normales, delgados como de quien hace actividad física, pero nada fuera de lo común. Con mis ojos entreabiertos veía como continuaban acariciándose; dos abrazan a uno; dos se besaban mientras el tercero besaba, acariciaba y olía la espalda de uno de ellos, para después cambiar lugares.
Yo sabía que iban a coger. Sabía que dos de ellos, más altos, iban a cogerse al tercero, más petizo, era obvio. Lo iban a hacer suyo, lo iban a usar, le iban a dar y tomar placer de su cuerpo. Sin embargo, con el correr de los besos y caricias se hizo evidente que en realidad era uno de los altos el que iba a recibir atención doble; me gusto eso, después de todo yo también soy petizo y me gusta la idea de un petizo activo.
Mientras todo esto sucedía ante mis ojos, el quinto chico, quien entro primero y cuya cara reconocí, se metió en mi cama. Subió encima mío y comenzó a llenarme de besos, suaves, dulces y eróticos. Pasaba sus labios por mis mejillas, mentón, cuello y boca, apoyando su peso sobre mí, mientras que yo solo fingía estar dormido.
Nunca había estado con un hombre. ¿Había fantaseado con ello? Sí. ¿Me había masturbado con porno gay? Si, muchas veces, pero nunca había estado cara a cara con un hombre, sintiendo su peso, su calor, su aroma, su piel, sus labios. Seguía fingiendo estar entre dormido, seguía espiando atentamente como se besaban y mimaban los otros tres, seguía sintiendo el contacto de mi compañero. Pero estaba muerto de miedo, de ansiedad, de vergüenza. Me daba vergüenza admitir que me excitaba, que me calentaba un hombre, que me gustaba lo que me hacía. ¿Qué iban a pensar de mí, se iban a burlar, o reírse? Pero ninguno de los cinco que estaban en la habitación parecían preocuparse por ello. Todos estaban concentrados, jugando, disfrutando, viviendo el momento, entregados al placer que solo la compañía de otros hombres puede dar.
No sé en qué momento el que estaba arriba mío se quedó en ropa interior. Solo podía sentir su pasión, me deseaba, le gustaba, quería más de mi cuerpo. Él también estaba excitado con otro hombre. Me di cuenta de que estaba en un lugar seguro, podía relajarme, podía disfrutar. Nadie nos iba a interrumpir, solo los seis éramos testigos del placer y morbo de hacer algo prohibido.
Me relaje y me entregue a disfrutar de los mimos y la calentura, estaba terriblemente excitado, tenía la pija durísima. Estaba saboreando cada beso, cada caricia, las cosquillas y placer en mi pija al frotarse y pajearse con la suya. Ver a los otros en la cama de al lado me ponía como loco, era prácticamente una porno gay real ante mis ojos. Iban a hacer de todo y yo era espectador en primera fila; mientras otro hombre disfrutaba y usaba mi cuerpo para su placer y el mío.
Sin embargo, era un sueño. En un abrir y cerrar de ojos, los cuatro que estaban en la otra cama desparecieron, la cama volvió a estar vacía e intacta, como si nunca hubiese habido tres cuerpos desnudos enredándose sobre ella. Mi compañero seguía conmigo, seguía frotando su bulto atrapado en su bóxer contra el mío, yo ya no fingía dormir, era participe tan activo como él. Pero la desaparición de los otros cuatros me dejo un sabor amargo. Yo quería verlos, me calentaba verlos, ver que hacían, imitarlos. Quería ser parte de su encuentro, aunque sea como mero testigo. ¿Dónde se habían ido?, ¿Qué había pasado con ellos? El que estaba conmigo respondió algo entre jadeos y besos no pude entender. Solo quedábamos nosotros dos, frotándonos cada vez más fuerte.
Por un momento quise parar, no sé porque, pero él no quería. El estaba terriblemente excitado, me besada, me acariciaba, me comía, me quería hacer suyo. Su morbo y ganas de coger eran terribles, me encantaba, me sentía deseado. Podía sentir perfectamente como su pija, gorda y dura, se frotaba fuerte y firme sobre el espacio que queda entre mis huevos y mi pierna. Hasta podía distinguir su tamaño y textura, a pesar de que no se la había visto ni tocado directamente. Nuestro morbo era imparable. Le dije que parara, aunque en realidad mi cuerpo no pedía lo mismo. Él solo me respondía susurrándome lo mucho que le calentaba la idea de que cojamos en público, en el parque o en el ascensor. El tipo estaba completamente ido al igual que yo.
Pero como arena en un reloj, mi sueño se fue escurriendo hasta que abrí mis ojos a la solitaria realidad de mi habitación. Mi pija dura como un hierro, frotándose suave contra la almohada que todas las noches abrazaba. Me sentí triste de saber que el sueño se había ido y ya nunca iba a saber y sentir como terminaba ese morboso encuentro entre seis chicos aparentemente heterosexuales.
Recordar, escribir y repasar este sueño, no hizo mas que disparar mi calentura e imaginación. Tal vez mas adelante escriba como me imagino que hubiese continuado este sueño, si mis cinco acompañantes no hubiesen desaparecido.
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