Primera Vez con Mejor Amigo
Relato ficticio..
Pasó durante una juntada con mis mejores amigos de la secundaria, cuando teníamos catorce y quince años y de lo único de lo que hablabamos era videojuegos y sexo.
Esa noche todos nos quedamos a dormir en casa de Diego, el que tenía más espacio en su habitación pues era de una familia con dinero. Ahí nos acomodamos en parejas, siendo dos colchones inflables en el suelo y en la cama. A mí me toco en uno de los inflables, con Ariel, que era el chico más lindo del grupo, fanático del deporte y que a su corta edad ya tenía un físico bien trabajado.
Para las doce ya estabamos acostados. Lo primero que me llamó la atención de mi amigo fue el aroma de su perfume, que era muy agradable a la nariz, tanto que me obligó a acercarme y olfatearle más de cerca, todo de forma «discreta», porque nadie sabía que era gay y temía que me descubrieran y por ser homofóbicos me molieran a golpes, porque sí, todos eran heteros machos alfa que no permitirían que un maricón se atreviera a siquiera insinuarseles, o al menos eso era lo que creía de ellos.
Más tarde, a la una de la mañana, Ariel ya estaba roncando profundamente, dandome la oportunidad de olerle con más tranquilidad. Aproveché para pegarme a su cuello, donde sentí su piel suave chocar con la mía, que se erizó de inmediato.
Ahí en esa posición, con él de espaldas a mí, no pude resistirme a acercar mi entrepierna también, rozandola con su trasero que detrás de la pijama lucía firme y redondo. A los pocos minutos ya me había crecido una latente erección que no me dejaba de dar respingos bajo los boxers. Estaba tan duro que me comenzó a doler lo ajustado de mi ropa interior, por lo que tuve que sacarmelo todo y dejar mi polla libre. Esta ya estaba cubierta del presémen que no paraba de chorrearme de la punta.
Entonces, sin otro remedio, me comencé a pajear, porque sino esa erección no se iría nunca. Pero al masturbarme de esa forma tan cerca de Ariel, no pude evitar imaginar lo que sería estar dentro de él, o lo que se sentiría chuparlo en sus zonas más íntimas. Preso del deseo, bajé con cuidado su ropa, lo suficiente para dejar afuera su culo, del que por enmedio salían muchos vellos tersos y oscuros.
Despacio bajé por el colchón hasta quedar de frente con su parte privada más apetecible, la que siempre se marcaba en sus shorts deportivos. Con ambas manos separé sus nalgas, descubriendo su ano repleto de pelo a su alrededor. El olor a sudor me inundó y eso no hizo más que ponerme más caliente. Sin nada más que esperar ataqué su entrada con mi boca, diminuta por lo apretada que estaba. Lo bueno de que estuviera dormido era que no estaba tan tenso, por lo que me fue más fácil adentrarme a su húmedo interior, que abrazó mi lengua con viscosidad. Su sabor me enloquecía y me pidió quedarme ahí succionando sus carnes por unos cuantos minutos.
Cuand pensé que estaba preparado alejé el rostro, me acomodé de rodillas en el inflable y apunté mi glande contra su hoyo. Empecé a hacer presión contra él, pero sentí que ahora estaba más estrecho, y entonces me percaté de que lo había despertado. Volteé y Ariel me miraba con un gesto confundido, pero que no parecía querer que me detuviera. Lo confirmé cuando volví a hacer fuerza y solo se dedicó a soltar quejidos, sin decirme absolutamente nada. Fue una sorpresa muy grata.
—Ariel, necesito que te relajes, estas muy apretado —le dije de una forma en la que jamás me imaginé hablandole.
Él asintió y rapidamente destensó su ano, permitiendome pasar con facilidad. Mi saliva había resultado ser un perfecto lubricante y en cuestión de segundos le había metido ya la mitad de mi pene, unos siete centimetros y medio.
—Me duele —jadeó Ariel.
—Lo siento, iré más despacio.
Siguiendo lo que le prometí tardé minutos en introducirla por completo, pero valió la pena cuando logré tener a su intestino envolviendome con fuerza, sintiendose como si miles de lenguas me estuvieran lamiendo la polla.
—-Me voy a mover —le avisé y saqué un poco el miembro para volverlo a meter.
Su primer gemido me hizo perder el control, y no pude hacerme caso en lo de ir despacio. Con velocidad y brusquedad comencé un ruidoso vaivén en el que nuestros huevos chocaban por debajo y mi pélvis chocaba con sus nalgas por arriba. Ahora, por fin, me estaba cogiendo por primera vez a un chico, y era al más lindo del colegio.
Para lograr llegar más adentro lo tomé de la cintura, además me dejé caer sobre él para tener su cabeza contra la almohada y el culito subido hacia mi verga, a la que le daba un placer que me llevaba al cielo.
Estuvimos unos diez minutos así, hasta que me corrí y lo llené de mi leche por dentro. Al salir sentí un dolor en toda la zona que también se había puesto roja, probablemente por lo apretado que estaba Ariel.
Cansado me dejé caer a su lado, pero me di cuenta de que él no había acabado y me dispuse a darle una mamada. Lo acomodé yo sobre el colchón porque él no podía moverse, y dejé que su mástil tieso quedara frente a mí. Entonces empecé a comerlo de forma inexperta, tratando de imitar lo que veía en videos porno.
Le succionaba, intentaba llegar al fondo de mi garganta, con mi lengua jugaba con su tronco, que por cierto estaba lleno de venas, y con mi carne más profunda abrazaba su punta carnosa y rojiza. No tardó en eyacularme la boca.
Una vez terminado, nos volvimos a acomodar en el colchón, nos tapamos con las frazadas y no nos dijimos nada antes de quedar dormidos. Eso sí, no pude quitar la sonrisa de mi rostro.
como sigue