Primera vez con un alemán.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por random150596.
Fuimos al Stadtfest en la ciudad en la que estoy haciendo mi intercambio en Alemania.
Yo soy de México y estaré acá por un año.
Era nuestra cuarta cita (cuando nos conocimos fuimos a un café y luego caminamos cerca de cinco horas por la ciudad; la segunda fuimos en bicicleta a un lago a nadar, después regresamos a su casa a cenar y vimos una película; la tercera fuimos a un concierto de música clásica en un ex-convento).
Su nombre es Christoph: tiene ojos azules, cabello rubio, nariz respingada y una maravillosa sonrisa.
Nos quedamos de ver en su casa a las nueve de la noche.
Toqué el timbre, me dejó entrar y subí a su departamento.
Se estaba poniendo los tennis para salir a caminar.
Eran las nueve de la noche pasadas.
Como siempre, la plática fluyó de forma muy amena.
Ambos teníamos hambre así que nos dispusimos a buscar algo que comer.
‘Stadtfest’ significa la fiesta de la ciudad.
Había puestos de comida de todos los rincones del mundo, varios escenarios con música para todos los gustos, gente por doquier.
Mientras caminábamos platicábamos, no sé exactamente de qué, pero siempre encontramos tema.
Le gusta mucho hablar, a mí también, así que eso ayuda.
Encontramos un puesto de comida hindú, cada quién ordenó algo diferente (en mi caso ‘Chicken Curry’) y mi torpeza motriz hizo que tirara la comida cuando estaba por pagar (o tal vez me puse nervioso porque me gusta mucho el chaval, aunque no creo que sea eso).
Equis.
Nos sentamos en una banca a disfrutar la comida y la compañía.
Desde la primera vez que lo conocí me gustó mucho.
En la segunda y tercera cita yo intentaba tener contacto físico ‘accidental’ y notaba que discretamente lo evitaba, al parecer es un poco tímido con eso.
En esta ocasión sentí que buscaba acercarse más, buscaba más contacto físico.
En varias ocasiones nuestros brazos o manos rozaban mientras caminábamos, en los momentos que estábamos sentados nuestras piernas se encontraron sutilmente.
Después de llenar nuestros estómagos con alimentos sólidos, hacía falta llenarlos con líquidos: una cerveza era la respuesta.
Bla bla bla (la pasamos muy bien escuchando diferentes bandas, caminando, platicando.)
Su casa quedaba en el camino hacia el lugar en el que dejé mi bicicleta, caminamos en esa dirección.
Eran las dos de la mañana.
Estando en la entrada principal del edificio tuvo la intención de despedirse de mí, pero le pregunté si podía utilizar su baño (si lo necesitaba, pero también fue estrategia).
Asintió.
Subimos a su departamento y entré al baño.
Cuando salí platicamos unos minutos más sobre sobre la agradable noche que habíamos pasado.
Hubo un momento de silencio.
Después dijo: ‘Na, und?’ (algo así como: ¿Y bien?, o ¿y luego?).
‘Ich glaube ich gehe nach Hause’ (creo que ya me voy a casa) – respondí yo.
Nos dirigimos a la puerta.
Tomé la manija de la puerta para salir y volteé para despedirme.
Nos dimos un abrazo, y antes de separarnos por completo nos miramos a los ojos por unos segundos.
Sus profundos ojos azules y sus labios rojizos me gritaban: ¡bésame! Lo hice y él respondió cerrando sus ojos y uniendo sus labios con los míos.
Nos sumergimos en un largo y profundo beso, que inició como uno tierno y que poco a poco fue subiendo de intensidad.
Nos tomamos de las manos mientras nos besábamos.
Luego me abrazó y me apretó fuertemente contra él.
Las manos fueron bajando hasta encontrarse con nuestros traseros, después con nuestros genitales.
Frotamos nuestros cuerpos, nuestras manos, nuestros labios, nuestras vergas.
Lo tomé de las nalgas y pegué su espalda contra la pared.
Desabroché el primer botón de su camisa blanca y empecé a besar su cuello.
Sentía su barba raspar con mis mejillas.
Era inevitable.
Cerró la puerta que quedó abierta en mi intento de despedida, me tomó de la mano y me condujo a su habitación.
Lo seguí sin miramientos.
Volvimos a unir nuestros labios y nuestras lenguas al borde de su cama y con sosiego nos dejamos caer en el desorden que ahí tenía.
La cama estaba llena de libros, ropa y papeles.
Le dio risa porque caímos sobre unos libros que ahí estaban.
Das macht nichts – dije yo.
Empezamos a explorar nuestros cuerpos; con las manos, con la boca, con la piel, con nuestro ser.
Él se montó en mí y empecé a desabotonar el resto de su camisa.
Toqué su pelo en pecho y sus pectorales definidos.
Tomó la playera que traía puesta y me la quitó.
Se recargó sobre mi torso y sentí el calor de su piel con la mía, su piel blanca contrastaba con mi piel morena.
Eso me volvía loco, el chocolate con leche me encanta.
Nuestro beso se volvió más intenso, más apasionado.
Me dispuse a retirar el pantalón corto que traía puesto, ahora él estaba recostado sobre su espalda.
No tenía ropa interior puesta, así que directamente descubrí su sexo que estaba listo para ser disfrutado.
Regresé a unir mis labios con los suyos, y él retiró mi pantalón corto que ensucié cuando compramos la comida.
Quedamos completamente desnudos, tendidos en las sábanas blancas.
Estábamos desnudos en la cama, descubriendo nuestros cuerpos con caricias y besos, dispuestos a entregarnos.
De sus labios pasé a su cuello, besé sus pectorales y sus pezones, de ahí pasé por su vientre plano en mi camino hacia su pubis, en donde me encontré con su vello rubio de distribución androide.
En ese camino lo llené de besos, mientras con mis manos tomaba las suyas.
Prolongué el jugueteo: nos besábamos, luego regresaba hacia abajo para seguir conociendo su geografía, nos volvíamos a besar (que ricos besos los de este muchacho).
Después fui más allá de su pubis y mordí suavemente su ingle, a ambos lados de sus bolas.
Se sacudió un poco por el placer que le provocó.
Finalmente deslicé mi lengua por sus testículos y la subí por su pene hasta llegar al glande.
En ese momento introduje su falo en mi boca y empecé a darle placer.
Su cuerpo se estremecía con los movimientos de mi sinhueso, gemidos tenues me confirmaban que lo estaba haciendo bien.
Me embriagué con su verga durante un rato.
Entraba y salía de mi boca, jugueteaba con la lengua, de vez en cuando lamía sus testículos, su periné, jugueteaba con mis dedos en su ano.
Nos tomábamos de las manos, tocábamos nuestros cuerpos.
Me encantó besarlo, así que subí de nuevo a su boca para darle a probar un poco de lo que yo acababa de degustar.
Ahora era su turno.
Me mordió la oreja y sentí su respiración agitada en mi oído, bajó a mi cuello, a mis brazos y mis axilas.
Se detuvo en mi pecho y lamió mis pezones.
Después emprendió el camino hacia mi sexo, llenó de caricias y de besos mi piel morena.
Vibraba con su roce, con su contacto, con sus labios.
Empezó a mamarla y yo me volvía loco.
Retiró el prepucio de mi verga para descubrir las terminales nerviosas de mi glande que se movía junto con los latidos de mi corazón.
Lub dub lub dub.
El contraste de su piel con la mía me encendía, ver su espalda ancha y sus nalgas redondas me hacía desearlo aún más.
Movía su lengua con maestría mientras tenía mi falo en sus fauces.
Yo me sacudía por lo que me estaba haciendo sentir.
Nunca hablamos de roles en nuestras citas previas.
Frecuentemente en las Dating Apps uno puede poner la información de su rol en la cama: activo, pasivo, inter + activo, inter + pasivo.
Ambos omitimos esa información, así que yo no estaba seguro si él preferiría ser activo o pasivo (yo soy inter).
Regresamos al beso y después volví a bajar para disfrutar su entrepierna.
Mamé un poco su verga, pero ahora me concentré más en el periné mientras jugueteaba con mis dedos en su ano.
Acto seguido exploré su orto con mi lengua, clavé mi cara entre sus nalgas redondeadas, me deleité con su delicioso culo.
Sentía un poco de resistencia cuando introducía mis dedos en su ano, por eso no estaba seguro si continuar o no.
De alguna manera terminamos acostados de cucharita, con su abdomen sobre mi espalda y su verga jugueteando entre mis nalgas (los roles habían cambiado).
Me dejé llevar por la calentura y puse mis nalgas en posición para ser penetrado.
La cabeza de su pene se entretenía en la entrada de mi ano.
Soll ich rein? – preguntó.
No respondí con palabras, en su lugar me volteé completamente boca abajo y levanté mis nalgas que estaban listas para dar paso a su miembro.
Se puso un condón y llenó mi culo de lubricante.
Jugueteó con sus dedos en ojete mientras lubricaba su pito con la otra mano.
Colocó su pene en la salida de mis intestinos y con delicadeza dilató mi ano.
Me sentía estremecer con su miembro dentro mío.
Me tomó de las manos mientras me embestía.
Respiraba en mi oído, me daba besos en la nuca y yo me sentía en las nubes.
Aceleró el ritmo con el que me atravesaba: estaba al borde de la eyaculación.
De pronto sentí cómo su cuerpo vibraba mientras el semen salía de su verga, suspiros profundos combinados con espasmos de su cuerpo me hicieron saber que había exprimido su leche con mi culo.
Dejó caer su tronco sobre mi espalda, sentí su cuerpo caliente y sudado que hacía que nuestras pieles se resbalaran.
Sacó su pito de mis entrañas y se recostó a mi lado mientras me rodeó con el brazo y continuó besándome.
Empecé a masturbarme mientras nos besábamos y él exploraba con sus manos mi anatomía.
Lamentablemente no eyaculé esa noche porque me había masturbado ese mismo día y los días anteriores ¡Pendejo! Después de intentar venirme durante un rato me rendí y le dije que me había masturbado mucho y por eso no podía.
Le dio risa y me dio un beso de piquito.
Kein Stress.
Continuamos abrazados durante mucho rato, ambos estábamos cansados pero extasiados(eran cerca de las cuatro de la mañana).
Platicamos un poco, nos acariciábamos, nos mirábamos a los ojos.
Después, empezó a juguetear con mi verga que ya estaba casi flácida y la despertó de sus sueños.
Nos volvimos a besar (no de piquito, sino de lengüita), también empecé a jugar con su salchicha alemana.
Se volteó para darme la espalda y así también me dio las nalgas.
Mi verga erecta se abría paso entre sus posaderas mientras con mis dedos dilataba su esfínter.
Le devolví la pregunta: Soll ich rein? Respondió con acciones y estiró su mano al buró junto a su cama para tomar un condón (el segundo de la noche).
Me lo entregó en la mano junto con el lubricante y se volteó boca abajo con la pelvis ligeramente separada del colchón en el que estábamos echando pasión.
Tomé el dorso de su mano con la palma de la mía y llené su nuca de besos.
Mordí sus orejas, le respiré al oído.
En seguida llené su ano y mi pene de lubricante.
Estaba listo para ser penetrado, estaba listo para penetrarlo.
Coloqué mi miembro en la entrada y lentamente lo fui introduciendo en su recto.
Apretó mis manos cuando iba a la mitad y soltó un ligero gemido.
Mordió la sábana.
Me detuve un poco para permitir que se acostumbrara a mi pene.
Unos segundos después se recorrió hacia mí, permitiendo que mi verga se deslizara en su ano hasta que mi pubis conoció sus nalgas.
Mucho gusto, es un placer conocerlas – dijo mi sínfisis púbica.
Empezó el vaivén de mi pelvis que presionaba su cuerpo contra las sábanas llenas de sudor.
Con cada embestida gemía, vibraba, se sacudía.
La sensación de mi verga dentro de esas nalgas redondas me fascinaba.
Lo hacía lento, luego rápido, lo combinaba con besos en su nuca, en sus labios, tomando sus manos, recargando mi torso sobre su espalda.
Después de penetrarlo un buen rato saqué mi pene de su hoyo y lo volteé boca arriba con las piernas levantadas.
Ahí estaba su culo que me estaba embriagando, presto para ser infiltrado de nuevo.
Tomé sus talones con mis manos y me coloqué para volver a introducirme en él.
De igual manera variaba la velocidad del bamboleo.
Podía ver de frente su cara llena de placer, darle besos al por mayor y extasiarme con sus labios rojos, con sus ojos azules, con su cabello desordenado, con sus suspiros de placer.
Su sistema nervioso simpático creyó prudente llevarlo al orgasmo y a expulsar su semen.
Cuando me di cuenta de esto aumenté la intensidad de mi penetración para llevarlo al clímax del acto sexual.
Empezó a aventar líquido blanco y espeso mientras se masturbaba y gemía de placer.
Su abdomen quedó lleno de semen y mientras sacaba mi verga de su culo dilatado tocaba su cuerpo con mis manos y sus labios con los míos.
Cada roce de mi piel con la suya se traducía en un espasmo muscular, como si la electricidad corriera por su cuerpo.
Sentí una gota de sudor resbalar por mi espalda.
Con mi pene fuera de su organismo y ya sin condón me recosté a su lado y lo rodeé con mi brazo.
Ambos estábamos cansados, así que nos quedamos profundamente dormidos.
En la mañana cuando me levanté él no estaba en la cama.
Me puse la ropa interior y cuando salí a la cocina vi una nota que decía ‘Nicht wundern.
Bin kurz Brötchen holen ????’ (No te sorprendas.
Fui a comprar pan).
Regresé a la cama y dormí otro rato.
Escuché cuando regresó y me levanté.
Desayunamos en su casa, platicamos otro rato, me mostró algunos de los libros que tiene, sus cuadros de arte que ha comprado, el cuadro que está haciendo actualmente.
Es médico, pero le apasiona el arte y es algo que se nota al estar en su casa.
Nos despedimos y le di un beso de piquito.
Me acompañó a la puerta y nos dimos un abrazo.
-Bis bald!
-Bis bald!
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