Primeras exploraciones anales
Como descubrí la masturbación cuando tenía 10 años.
Hola, me llamo Gonzalo. Actualmente tengo 39 años. Esta historia comienza cuando tenía alrededor de 10 años..
Las primeras fantasías sexuales comenzaban a llenar mi cabeza, pero eran fantasías más románticas con mujeres. Por otro lado, los compañeros de colegio solían hablar de sexo y masturbación. Aún así me mantenía lejos de cualquier exploración, simplemente aún no había surgido en mí la curiosidad por tocarme.
En ese entonces yo dormía solo en una habitación del primer piso de mi casa, el resto de mi familia dormía en el segundo piso. Una noche me fuí a acostar y mientras me acomodaba en la cama descubrí que había dejado una bolsa plástica sobre mi cama cuando desenvolví algo que no recuerdo. Al verla, sin pensarlo mucho se me ocurrió llenarla de aire y hacer con ella una especie de globo.
En el momento me pareció divertido, así que me entretuve un tiempo lanzándola al aire y agarrándola. después se me ocurrió meterla bajo mis sabanas y ocuparla como almohada. La sensación al tacto de la bolsa-globo era muy suave, eso me animó a ponerla entre mis piernas (en ese momento solo dormía con slip y polera) Se sentía exquisito. De a poco comenzó a surgir una sensación de calor entre mis piernas que fue subiendo hasta mi pequeño pene de niño provocándome una durísima erección.
Me sorprendió mucho la excitación que sentía y el morbo llenó mi mente. Me bajé el slip descubriendo mi infantil miembro y comencé a acariciarlo con el globo. Era una sensación de otro mundo.
Compulsivamente comencé a frotarme con el globo hasta que se me ocurrió ponerlo en la cama y colocarme encima para montarlo. Lo hice y solo pasaron segundos donde la excitación llegó al límite y me provocó un intenso primer orgasmo.
Unas intensas contracciones anales me llenaron de placer y al mismo tiempo eran tan fuertes que llegaban a ser dolorosas. Miré mi pene que estaba blando nuevamente, no había salido nada de él.
Una sensación de arrepentimiento y vacío me inundó. Sentí que había hecho algo prohibido y me sentía humillado. Me prometí no hacerlo nuevamente. Pero la verdad es que había abierto una puerta que no se cerraría nuevamente y que me llevaría en un espiral de placer y morbo.
A partir de ese momento inició un ciclo de negación, excitación prohibida, morbo, exploración y arrepentimiento. Pasaban varios días negándome a pensar en sexo, pero poco a poco las situaciones cotidianas y mi imaginación comenzaban a volverse imágenes de excitación y fantasías que no podía sacar de mi cabeza. Hasta que llegaba el punto límite y comenzaba a masturbarme.
Al comienzo lo hacía imaginando mujeres, situaciones. A veces, encontraba una revista de ropa interior y las imágenes ahí resultaban un exquisito elixir para mi excitación de niño. Me masturbaba compulsivamente y solo duraba unos segundos que culminaban en un doloroso orgasmo anal y sin nada de eyaculación. Luego aparecía la sensación de cansancio, arrepentimiento y humillación. Y así se volvía a repetir el ciclo.
Pero entre más me negaba a pensar en sexo y sumado a mi curiosidad y ganas de conocer más todo ese mundo prohibido, más ganas tenía de probar nuevas formas de masturbación y nuevos límites. Así cuando ya la calentura no daba más, pensaba en experimentar.
Comencé a intentar no acabar tan rápido, tratar de alargar el placer del morbo y adentrar más mi mente en lo prohibido. Para eso deje de masturbarme compulsivamente y comencé a tocarme de formas distintas. Mas suave, con otras partes de mi cuerpo, ocupando mi saliva u otros líquidos como lubricante. Mis sesiones de masturbación se volvieron exquisitos rituales de consagración de mi entrega al placer. Si bien siempre venía al final, después de la eyaculación, la sensación de suciedad y hastío. El periodo de alejamiento y negación se terminaban transformando en el motor de mí excitación y morbo. Entre más lo intentara evitar, más morboso y osado sería cuando cayera en mis placeres carnales.
No había pasado mucho tiempo desde mi primera masturbación cuando en una de estas sesiones de exploración se me ocurrió meterme en la ducha y jugar con el chorro de la regadera. Estaba solo en mi casa, así que tenía toda la libertad para jugar con mi cuerpo.
Me metí en la ducha y regulé el agua. Dirigí el chorro de agua a mi pene. La sensación era muy intensa, casi me hizo acabar de inmediato. Seguí experimentando dirigiéndolo a distintas partes de mi pene sin apuntar directo a la parte inferior del glande que es la mas sensible. Luego de a poco, quise probar el chorro en mis testículos. Se sentía muy bien.
Seguí estimulando mis testículos y quise probar desde abajo. Así que abrí mis piernas y puse la punta de la regadera abajo apuntando hacia mis testículos. Se sentía muy exquisito, estaba muy caliente.
En eso el chorro se desvió y llego a la zona cercana a mi ano. Una electricidad recorrió mi cuerpo. La excitación subió a mil. No podía creer lo bien que se sentía. Pero al mismo tiempo surgió en mi un miedo. Sentía que estimular mi ano era algo aún más prohibido que todo lo que había hecho. Y sabía por mis compañeros de colegio que el sexo anal era algo muy sucio que solo hacían las putas y los homosexuales.
Una mezcla de sensaciones y pensamientos me inundaron. Lo prohibido me atraía de una forma innegable, las ganas de romper mis límites, de seguir explorándome. El morbo pudo más. De a poco fui dirigiendo más el chorro hacia mi ano. No podía creer lo delicioso que se sentía, y además no me daban ganas de eyacular, era un limite increíble del placer. Me fui entregando, abriendo mis nalgas para que el chorro llegara directamente a mi ano. Gemía de gusto.
En esa excitación límite otro pensamiento intrusivo surgió. uno aún mas transgresor, no podía creer que se me estuviera pasando por la cabeza. La curiosidad de introducir un dedo en mi ano llenó toda mi mente e hizo temblar mi cuerpo. Me negué a aceptarlo, la sensación de miedo, de estar entrando en una dimensión fuera de mis limites me abrumaba. Sentía que podía dañar mi ano, que no era algo normal, que me convertiría en gay. Pero aún así, la excitación y el deseo del morbo pudo más.
Sin pensarlo, y temblando de miedo y excitación, mojé con saliva uno de mis dedos. Puse un poco en mi ano y volví a poner mas saliva en mi dedo.
Mi mente quedó vacía solo sentía mi cuerpo temblando de placer. De a poco acerqué mi dedo y comencé a acariciar mi ano con él. se contrajo como un reflejo, un cosquilleo me recorrió por dentro. Sentí que mi ano se apretaba y se volvía a relajar con las olas de placer, hasta que se fue relajando mas y comencé a presionar mas con mi dedo.
Con cada centímetro que avanzaba mi ano se contraía y dolía. Pero la sensación de estar entrando en mi cuerpo, de estar forzando mi ano para que aceptara mi dedo dentro era de otro mundo.
Empujé más hasta que la punta de mi dedo entró. Mi ano se contrajo dolorosamente, una vibración de excitación me llenaba. Mi mente entregada al placer dejó de luchar. Mi ano se relajó nuevamente, y pude avanzar mas con mi dedo. Entró todo.
Comencé a tocarme por dentro, explorarme. El placer era infinito.
Mi pene de niño estaba a punto de explorar, la sensación de estar tocándome por dentro era indescriptible. La excitación llegó al limite y unas intensas ganas de acabar me llenaron. Sin pensarlo con mi otra manó tomé mi pene y me masturbé.
Solo bastó un par de movimientos para que llegara el orgasmo mas exquisito que había tenido hasta ese momento.
Mi ano apretando con contracciones muy fuertes apretando mi dedo, yo a punto de desvanecerme del placer. Estaba en el cielo.
Una vez pasada la sensación de placer vino el arrepentimiento. No podía creer lo que había hecho, aún tenía mi dedo dentro así que lo saque, pero mi ano había quedado muy apretado con el orgasmo y sacarlo fue doloroso. Sentía que mi ano había quedado abierto, vulnerado. Me llenó un miedo de que mi agujero no fuera el mismo nunca más, de haber quedado abierto.
Esa sensación duró un par de días, pero con el tiempo noté que mis pedos ya no sonaba igual, eso me llenó aún mas de una sensación de humillación y degradación, me prometí que nunca más me masturbaría analmente. Pero como antes, sería algo que no podría evitar..
El ciclo de morbo y entrega al placer se siguió repitiendo, explorando mis límites y experimentando cada vez más.
Pero eso lo contaré en futuros relatos…



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