Pulgarcito: Capítulo 2: En el nombre del Padre. del Hijo.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
A la mañana siguiente, de que había sido llevado a esa finca, el guardia que estaba a mi cargo, se levantò de madrugada, y solo pude sentir como despegò su cuerpo del mio, y saliò de allí en silencio.
A lo lejos podía escuchar el rumor de dos personas que hablaban en voz baja, y asomé a ver quienes eran.
El espesor de la neblina, no me dejaba ver nada, y solo pude escuchar pasos que se acercaban.
Regresé a la colchoneta, me acobijé, y entre ojos cerrados, pude divisar la figura del hombre que me condujo hacia la finca.
Pude ver como se despojaba de su ropa, y dejaba al descubierto su pecho velludo, y poco a poco se quitaba las botas tipo militar y el pantalòn vaquero.
Un bulto grande, era cubierto por un slip color blanco, y no podia asimilar lo que me pasaba.
Por qué esos dos hombres; el guardia y este rubio, me ponian nervioso?
Estaba empezando a quedarme dormido nuevamente, cuando sentí que el señor rubio, John, levantaba las cobijas y se acurrucaba a mi lado.
He de confesar que sentir su pecho velludo sobre mi espalda, me hizo sentir escalofríos, y él ha de haber percibido eso, porque me abrazò, y con una voz muy ronca y varonil, me dijo al oído:
– Sé que te tù haberte portado bien, y que no haber has causado problemas, yo también cuidarte y protegerte.
–
Sentí esa voz, como un estremecimiento en todo mi cuerpo, y empezò a besar mi oreja derecha, y sus manos recorrían mi cuerpo, y poco a poco fue bajando con el pie, mi calzoncillo, logrando tal hazaña de una forma hábil, y dejândome desnudo completamente.
Podía sentir, como el bulto que estaba oculto bajo el slip, se hacía mas grande y yo sentía mi cuerpo estremecer por todas aquellas caricias que recibia.
He de decir que él era un hombre alto, y yo un niño de apenas 6 años, cuya estatura era escasa al lado de tal gigante.
Mis nalgas quedaban, justo a la altura de su pecho, y él de manera hábil las acomodò a la altura de su verga, y despojò su slip, y solo pude sentir un pedazo de carne que se acomodaba enmedio de mis piernas.
Sus palabras, sus caricias, y el roce de su verga, me hicieron dejarme de hacer el dormido, y empecé a jadear, cosa que al parecer lo excitò más, pues pude sentir entre mis piernas, una especie de baba, y que luego sabría era precum.
Me abrazò fuertemente, y me hizo voltear mi rostro hacia el suyo, y me acomodò a la altura de su boca, y empezò a besarme.
Yo no sabía como corresponder a sus besos, yo no había tenido contacto alguno con alguien que me besara, y me dejé llevar por sus labios, y eso hizo que él se prendiera más, y susurraba entre besos y caricias, frases entre cortantes, con un español americanizado e inglés:
-Baby, tù ser mi baby, yo cuidarte mucho.
– y seguía acariciándome y besándome.
De una manera intempestiva, alguien ingresò a la carpa, y nos encontrò besándonos.
El guardia, a quien después supe se llamaría Fernando, se acercò y dijo:
– John, has descubierto que es carne fresca, pero esta fiesta debe ser compartida.
Y se despojò de su ropa, y se uniò a nosotros, y ambos desnudos, eran la fantasía perfecta de cualquier morboso, pero para mí todo aquello era un nuevo despertar, nuevas vivencias.
John, me besaba, y Fernando se metiò entre mis piernas, y enmedio de aquella mañana que empezaba a clarear, pude ver como se introdujo la verga de John, en la boca, y empezò a lamer el precum que John estaba dejando en mis nalgas.
Aquello, era una escena increible, cuando de pronto empecé a sentir los labios de Fernando enmedio de mis nalgas, y eso me hizo gritar de emociòn, o de nervios.
no sé como explicarlo.
John, se levantò y puso de rodillas, y su verga estaba a la altura de mi boca, y la introdujo en ella, y como cual becerro, empecé a mamar aquel miembro viril.
-Has aprendido rápido, eh- dijo Fernando.
Yo no sabía si lo hacia bien o mal, solo sé que el olor a hombre de John, en esa mata de vellos que cubrian sus genitales, provocaba en mí cierto éxtasis, que me motivaba a mamar con sumo cuidado.
Mientras, Fernando seguía besando mi ano, y aquella sensaciòn, provocaba en mí jadeos, que apenas se podían entender, pues mi boca estaba ocupada.
En un momento inesperado, Fernando se levantò y se puso también de rodillas, y pude ver como John y él, se propinaban unos besos apasionados, cuyo ruido de las lenguas, era similar al clapeo del agua en el río.
Yo seguía mamando la verga de John, y Fernando aproximò la de él también a mi boca, y pude saber en ese instante, que era tener dos miembros a la vez en mi boca.
Ambos, John y Fernando, seguían besándose, y yo estaba entretenido dándole a uno y al otro, un sexo oral, que ha sido hasta la fecha el más exquisito que he tenido.
Fernando, jadeaba, y de igual manera John lo hacía.
Fernando se retirò de John, y empezò a masturbarse sobre mis nalgas, y aproximò su verga a la entrada de mis nalgas, John jadeaba, y empezò a embestir mas duro su verga en mi boca, y pude sentir de pronto, un líquido espeso y caliente, sabor ácido y dulce a la vez, y que me ahogaba.
Fernando estaba recostado detrás mio, y su verga lanzò sobre mis nalgas, una cantidad de leche, mayor a la que me habia dado la noche anterior, y se aproximò a mis nalgas, y empezò a besarlas, sacando de ellas el resto de lo que había de su leche.
John, hizo que me parara, y ellos dos, así arrodillados como estaban, aproximaron mi boca a la de ellos, y hubo allí entre los tres, un intercambio de leche: John besaba a Fernando, con los restos que habia tomado de mis nalgas, Fernando me besaba a mí con los restos de la leche de John, y los tres intercambiamos besos, que dejaron marcado para siempre aque día de mi despertar en un campo de adiestramiento.
Fernando, acariciò mi cabello, John por su parte, me hizo recostarme a su lado, y me dijo con voz entre cortada:
– Thank you, haber hecho un buen trabajo.
Nosotros no pegart ni maltratarte, todo bueno con nosotros, todo bueno.
– y yo inocentemente, solo asentía.
Pasaron tres horas, más o menos, y desperté por el sol radiante que entraba en la carpa.
Tanto John, como Fernando, ya no estaban allí, y asustado de estar solo, me levanté, completamente desnudo, y salí corriendo fuera de la carpa.
El lugar era una especie de bpsque, rodeado de marorrales, y mi sorpresa fue mayor, cuando pude ver afuera, a más personas alli afuera, todas ellas vestidas de verde olivo, y a John vestido con sus botas militares, un pantalòn vaquero y un sombrero tipo camuflajeado sobre su cabeza.
Solo escuchaba oraciones, y ellos repetían al unísono: – Protéjenos señor, protèjenos!
Pude ver a un sacerdote, vestido ùnicamente con una camisa negra, pantalòn negro y un collarín de color blanco.
Este tipo, emanaba una voz que me estremecía, y pude ver escondido entre los matorrales, como este hombre alzaba un cádiz, y decía a una sola voz:
– Que la paz de Dios nos ilumine siempre- y todos respondían : Asi sea, Padre Fernando!
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