Pulgarcito: Capítulo 3: Lobo con piel de oveja
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Desperté enmedio del bullicio y los cuchicheos de toda la gente que estaba en la misa.
-Pobrecito, está desnudo.
– decian algunos
-Pobrecito, ahora la agarran con niños- decían otros.
Mi cabeza daba vueltas y no podía comprender que me había pasado.
El Padre Fernando, entrò corriendo a la carpa en donde yo me encontraba.
Una corriente fría me recorriò el cuerpo.
– El diablo, el diablo me va a llevar al infierno!!- lograba yo decir entre sollozos y mi voz agitada.
Esas palabras hacían eco en mi mente, pues mi abuela siempre fue cercana a la iglesia catòlica, y un sacerdote era una persona a quién debíamos guardarle el mayor respeto y obedecerle, o lo contrario, allí estaba el purgatorio por no obedecerle.
Una señora se acercò a mí y tocò mi frente, y después supe que ella pudo deducir que yo tenía fiebre y alucinaba.
-No sé que le ha pasado a este niño, pero está muy mal, y es comprensible, es un chiquillo y la ausencia de su familia, le está afectando.
– dijo el "sacerdote"
Poco a poco, los que allí estaban se fueron hacia sus carpas, y quedamos solo el sacerdote y yo.
Él acariciaba mi cabello, y sus caricias hicieron que me acurrucara en sus brazos.
-No pasa nada Pulgarcito, no pasa nada papito- me decía
Juntò sus labios a los míos, y su lengua empezò a hacer juegos con la mía.
Una sensaciòn de calor recorría mi cuerpo, y me hacía aferrarme a él.
Se levantò y cerrò la carpa, y quitò su sotana, y la dejò sobre el suelo.
Con rapidez se despojò de la demás ropa, y solo quedò en calzoncillos, y se metiò entre mis cobijas.
Ahora el calor que yo sentía, al sentir su cuerpo, era como una brasa que me quemaba todo el cuerpo.
Su caricias y sus besos, me estremecían, y a mi corta edad, mi pequeña verga estaba roja y paradita, y podia sentir sus manos tocarla, y eso hacía que yo saltara de excitaciòn.
Con mis manos, poco a poco fuí bajando sus calzones, y me atreví a tocar su verga.
Podía sentir sus vellos en los testículos, y podía sentir entre mis dedos una humedad babosa, que él hizo tocara y chupara mis dedos.
El sabor era salado, sin ser ofensivo o repugnante.
Cada vez que yo tocaba su glande, el sacerdote lanzaba un gemido, y fundía más su abrazo hacia mi.
Quedò desnudo junto a mi cuerpo, y su voz ronca, me decía que no me iba a dejar desprotegido, que él cuidaría de mí.
Eso me daba mas seguridad, y me dejaba ser deshinbido.
A pausa, yo podía sentir como fue bajando con su lengua, por todo mi diminuto cuerpo, y fue entreteniéndose en la entrada de mi ano.
Su lengua y su escasa barba, hacían una combinaciòn excitante en mi esfinter, y yo me revolcaba del placer.
Sin preámbulo alguno, me diò vuelta sobre la cama, y quedé boca abajo.
Se recostò encima de mí, dejando sus manos como si estuviera haciendo abdominales.
Y acercaba su cuerpo al mio, y rozaba su verga en el medio de mis nalgas.
Yo no sabía que aquello era algo "pecaminoso", pero la sensaciòn de sentir su verga allí, me hacía levantar mas mis nalgas, y no porque yo hubiera tenido sexo con alguien antes, era algo que por instinto me provocaba, y al parecer, excitaba más al sacerdote.
Cuando él se acercaba a mi cuerpo, me besaba en las orejas y la nuca, y eso, oh Dios!, eso me aceleraba, y prendía más al sacerdote, quien ahora acercaba más seguido su verga entre mis nalgas, y jadeò de una forma que parecía un perro devorando a un trozo de carne:
– Grrrrr, grrrr, que delicia, que delicia, Pulgarcito.
Me estoy viniendo como nunca, y eres el culpable de todo esto que estoy sintiendo!!- decia entre jadeos.
Y así, con ese jadeo, pude sentir enmedio de mis nalgas, una sensaciòn caliente: el sacerdote había acabado entre mis nalgas!
Se quedò inmòvil por un momento, y se diò vuelta sobre la cama, quedando él boca arriba, y mi cuerpo encima suyo.
-Has ahora lo mismo tù sobre mi cuerpo.
Recuéstate sobre mi, y deja mi verga enmedio de tus piernas, y empieza a subir y bajar, sin abrir tus piernas.
–
Yo, obediente, tal cual, me subí sobre él, y coloqué enmedio de mis piernas su verga.
Asi cerradas mis piernas, empecé a moverme hacia arriba y abajo.
-Sigue así papito, sigue así!! Sigue mi Pulgarcito! No te detengas! Sácame la leche! Sácala- me decía.
Yo sudaba del cansancio de subir y bajar, pero más creo de que sudaba de lo excitado que me ponía todo lo que el sacedote decía.
Duré en ese sube y baja, unos 10 minutos, y el sacedote comenzò a gritar nuevamente:
-Me corro, me corro!! Baja a chuparme la verga Pulgarcito!! Baja papito! Baja!!-
Me quité de encima de él, y me baje a mamarle la verga, como si nunca hubiera probado una mamila.
Un pujido del sacerdote, me hizo que acelerara más mi lengua y mi boca, y así como estaba, empecé a sentir como su verga se hinchaba, y él agarrò mi cabeza y la sacudiò arriba y abajo, y un disparo de leche llenò mi boca.
El sacerdote, habia acabado dentro de mi garganta!!
Hizo que me levantara, y asi babeando y manchado de su leche, me hizo besarlo, y su lengua buscaba dentro de mi boca los restos de su leche, los cuales al parecer disfrutaba de manera suculenta.
Yo estaba cansado, desde mi llegada hacia unas horas a aquella "finca", yo no había dormido nada, y el sexo se estaba convirtiendo en mi comer de noche y día.
El sacerdote abrazò mi cuerpo, y poco a poco, entrè en un sueño profundo, y podía sentir las manos del Padre Fernando, y su ronca voz me decía al oído:
-Voy a hacer que olvides todo, y a todos.
yo te voy a proteger siempre- decía.
Y esas palabras hicieron eco en mí, por mucho tiempo.
Nunca entendí, por qué yo no llevaba una vida "normal" en aquella finca.
Mis dias transcurrian entre sollozos, recordando a mi familia y amiguitos.
Pero eso era borrado, por juegos de dominò, juegos a la pelota con el Padre Fernando.
unicamente.
Él consentía conmigo todo lo que él pudiera darme, pero todo tenía un precio: un contrato de compra y venta, un contrato, que solo se cerraría el día en que yo iba a "ser estrenado".
Continuará.
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