q) Secretos de familia
-¡Cabrón de mierda! -salió corriendo gritando a Óliver y este se volvió a sentar con papá a su lado. José no levantaba la cara y notaba que lloraba encogiéndosele los hombros. Óliver y papá me miraban fijamente, esperando que la solución la diera yo .
Continuación de: Intenso primer trimestre
Mi padre y los mellizos nos esperaban para cenar, estaban en la sala mirando televisión, era ya de noche y en esta época los días duraban poco. Antes de cenar tenían que ver las compras que Óliver llevaba y reclamaron sus regalos, quedaron desilusionados al decirles que les llegarían el lunes o martes, no habíamos podido llevar tantos paquetes y solamente llevábamos los de Óliver al querer tenerlos al instante.
-¿Qué nos has comprado a nosotros? -Rafael, más atrevido y resuelto, me interrogaba hablando por los dos.
-Unos zapatos deportivos y unas gorras que os van a encantar, los zapatos son iguales que los míos. -Óliver contestaba en mi lugar. Teníamos que haberles traído también los de ellos y evitar que se molestaran, pero ya estaba hecho.
A nuestro padre le encantó su nuevo móvil y los chicos empezaron a manosearlo y darle instrucciones sobre el manejo, así se distrajeron y dejaron de pensar que ellos no tenían nada. Óliver metió su ropa en las bolsas y subimos a la habitación para dejarlas, lo dejó todo a un lado y me sujetó para tumbarme en la cama.
-Gracias Alonso, se que a veces me porto mal pero te quiero. -empezaba a pasar las manos por mi culo apretándolo, amasándome las nalgas a la vez que me besaba.
Reía complacido de ese cambio en su forma de ser y bajé la mano para sentir su polla dura contra mí, en ese momento nos gritó nuestro padre desde la cocina para que bajáramos a cenar.
-¿Lo dejamos para luego? -le preguntaba con picardía mordiéndole el labio.
-No nos queda de otra, o son capaces de subir y pedir su parte. -bajamos sin prisas las escaleras aunque preferentemente nos hubiéramos quedado en el cuarto.
Estaban sentados en la mesa, cada uno delante de su plato, en una esquina el envoltorio del móvil y los folletos con las instrucciones, los mellizos estaban serios y cabizbajos. Óliver se sentó enfrente de ellos y yo ayudé a mi padre a llevar la comida a la mesa.
No se hablaba mucho, mejor dicho nuestro padre lo hacía dirigiéndose a Óliver, ya que los otros callaban, solo comían en silencio sentados frente de nosotros.
-Siempre le compras más cosas a Óliver que a nosotros, ya no le cabe en el armario lo que tiene, ¿es tu preferido o qué?
-Cállate Rafa. -le dijo en tono ronco Óliver y colocó, sin que los demás le vieran, la mano en mi pierna para evitar que me levantara.
-No quiero callarme, ¿te crees que por darle lo que quiere es tuyo? –era la primera demostración de que sabían lo que pasaba entre Óliver y yo, nuestro padre solo nos miraba sin intervenir y un silencio horroroso se extendió por la cocina.
-Pide disculpas a tu hermano y no le hables así. -al fin nuestro padre abrió la boca, sin energía, para rogarle al pequeño.
-No lo voy a hacer, no callaré, vosotros sois tan culpables como él, todos sabemos lo que hacen y como cada noche se lo folla. -Rafael parecía un demente mientras José agachaba la cabeza cogiéndosela con las manos, tapándose los oídos sin querer escuchar.
-¡Hipócritas todos! Pregunta a Óliver que hacía cuando Alonso iba a tu cama, se masturbaba en nuestra habitación mientras escuchaba gemir a la mujercita que quería ocupar el lugar de mamá. -estaba rojo y congestionado, no había quien le detuviera, quería sacar a la luz los secretos de la familia, secretos que no se hablaban, a toda costa.
-Se acabó, ¡joder!, calla tu puta boca, se que deseas estar en mi lugar pero te faltan cojones. -a la vez que gritaba Óliver se levantó y por encima de la mesa cogió del pelo a Rafa aplastándole la cara sobre el plato.
Mi padre se levantó y sujetó a Óliver para que le soltara.
-Ya es suficiente, tú sube a la habitación. -miraba a Rafa que le temblaban los labios, con la cara manchada de comida y rojo de ira.
-¡Cabrón de mierda! -salió corriendo gritando a Óliver y este se volvió a sentar con papá a su lado. José no levantaba la cara y notaba que lloraba encogiéndosele los hombros. Óliver y papá me miraban fijamente, esperando que la solución la diera yo como si fuera un mago.
-¿Pero qué os sucede? ¿Nos hemos vuelto todos locos? -papá nos miraba irritado mientras hablaba, a José le temblaban las manos y se las sujetó una con otra sobre la mesa sin levantar la cabeza. Su llanto me dio tanta pena que me senté a su lado pasando el brazo por sus hombros.
-Igual sería mejor que subas y veas cómo está Rafa. -le hablaba pasándole la mano por el pelo y bajando hasta su cuello, se enjugó las lágrimas, me dio un beso en la mejilla y luego fue a besar a los otros, papá le abrazo un instante la cintura y Óliver solo le miró.
La cena había resultado un desastre cuando tenía que haber sido divertida y alegre, igual a como había transcurrido el día, siempre surgiría en alguno de nosotros los recuerdos para dejar salir a la luz nuestros celos rencorosos.
Entre los tres recogimos el desastre, y sin ganas de hablar después de lo ocurrido, nos marchamos a la cama.
En invierno hacía mucho frío en el piso superior en contacto con el tejado y aún no había nevado este año, las orillas del río y la encharcada en la tierra se helaban durante la noche. Tirité al entrar en contacto con la ropa húmeda y mi hermano me abrazó para calentarme. De momento habíamos olvidado las intenciones que teníamos un rato antes.
Permanecíamos tapados hasta la punta del cabello y Oliver me besó la oreja.
-Espera que me caliente, si nos movemos me muero de frío. -su aliento en mi cuello y oreja era una calefacción y no deseaba que se moviera.
-¿Qué se habrá creído el mocoso? Salirnos ahora con estas.
-Al menos ha quedado claro que todos saben lo que hacemos. -me temblaba la voz por el frío y le cogí la mano para entrelazarnos los dedos.
-Es una casa tan pequeña y con las paredes tan débiles que resulta inevitable, ya te dije que papá lo sabía, todos sabemos lo que sucede en las otras habitaciones. -me apretó la mano hasta hacerme daño.
-Solo son celos y el caso es que tiene razón, me compras más cosas que a ellos. -me alegró que lo reconociera.
-En lo que dijo de mamá no tiene razón, nunca he querido ocupar su lugar, para nada, si no nos hubiera abandonado todo sería diferente.
-¡Joder! Pero te ibas a dormir con él, a meterte en su cama, le escuchábamos gemir cuando se corría.
-Sí, cuando se la mamaba, pero nunca me penetró, no quiso hacerlo. –me alegré de que no hubiera luz y no me viera la cara roja por la vergüenza que sentía al tener que hablar y confesarme.
-¿Te hubieras dejado penetrar?
-Sí, creo que yo lo deseaba más que él, y tenía que lograr que dejara de beber y se ocupara de nosotros, estaba destruyendo nuestras vidas.
¿Y cómo él no quiso hacértelo te buscaste a tu amigo J.C.? –ya era demasiado y hacía que me sintiera avergonzado y culpable, pero no iba a dejar de responderle y así terminar de una vez.
-No exactamente, pero con papá supe que los chicos me gustaban, quizá fuese antes, peri fueron mis primeras experiencias con hombres.
-¿Te gustaba lo que te hacía papá? -tuve que reírme sin querer.
-Eres un cotilla curioso y obsceno, papá solo me acariciaba, lo mismo que yo a él además de satisfacerle con la boca, y luego me la meneaba hasta hacerme correr, ¿y tú?, mira que masturbarte delante de tus hermanos pequeños.
-Creía que dormían hasta que una vez José me agarró la polla y comprobé que estaban despiertos, Rafa solo miraba a su mellizo, nunca se atrevió a cogérmela aunque lo deseaba, estoy seguro, como que ahora quiere ocupar mi lugar. -se aproximo y me besó los labios para volver seguido a respirar en mi cuello.
-Somos una familia de celosos, algo impúdica y libertina, follamos entre nosotros y actuamos como si no pasara nada, tenemos algo mal en la cabeza. -se detuvo para que continuara yo enumerando las virtudes familiares.
-Y posesivos, exigentes, y desconsiderados a veces, alguno tosco en el trato, uno homosexual y los demás…, ¿bisexuales? ¿Qué sois vosotros? Pero ante todo nos queremos, pase lo que pase yo os quiero. –quedamos unos instantes en silencio, abrazados entrando ya en calor.
-Cuando ella nos abandonó, papá entró en crisis, no dejaba de beber, la casa era una mierda.
-Mamá se enamoró de otro. -me rebatió disculpándola.
-De acuerdo, ya salió el manido “el amor no es para siempre”, pero nosotros no éramos culpables.
-Aquella crisis le llevó a beber sin control, ¿recuerdas el hambre que pasábamos?. Ya se que es mejor olvidar, y lo intento Óliver. Le escuchaba llorar a las noches cuando el efecto del alcohol disminuía y se daba cuenta de nuestra situación sintiéndose impotente. Vosotros dormíais tranquilamente, yo era el mayor. Esa primera noche me levanté y llegué a su lado.
-No había ninguna mala intención, todo se reducía a dar consuelo y que no se sintiera solo, me tumbe a su lado y acariciándole logre que se calmara, olía mal, a ácidos, me di la vuelta y me quedé dormido. Me despertaron sus movimientos convulsos, estaba apoyado en mi trasero y sentía la humedad en el slip que llevaba puesto. Busqué con la mano el motivo de esa humedad y encontré su verga dura y desnuda. Sospechaba lo que había sucedido, no es que fuera muy espabilado, pero sí que lo sabía y lo certifiqué al encontrarle el pene aún goteando semen.
-Cuando agarré su verga no la podía soltar, me había quedado pegado a ella. Papá siempre me gustó desde que tengo consciencia, aún antes de saber que era homosexual. Le erección no le disminuía solo respiraba agitado, supongo que por la eyaculación y el morbo de la situación de tener a su hijito agarrándole la polla.
-Sin volverme se la acariciaba pasando la mano por ella hasta llegar a los testículos que me parecieron enormes al no caberme en la mano, papá gemía y murmuraba sin saber lo que decía y me encantaba sentir el gordo glande resbalar por mi mano encharcada en el semen que había tirado. Movía las caderas follando al aire o mi mano cuando la cerraba en el falo duro y a la vez suave.
-Tardó muy poco en volver a vaciarse aprisionándome la mano entre mis nalgas y y su pelvis, gritaba Óliver, esa vez tu no lo escuchaste, pero eran gritos de salvaje placer y se abrazaba a mi cuerpo con ganas de penetrarme intentando romperme el slip con la polla.
-Saqué la mano escurriendo esperma, la olí y luego me lamí un dedo, terminé chupándome la mano y dándome la vuelta para buscar en su verga los residuos que pudieran haber quedado.
-Esa primera noche no había terminado, era la primera vez que probaba el semen, nunca se me había ocurrido probar el mío cuando me salía al masturbarme estando tu dormido, y descubrí que me encantaba.
-Desnudé a papá, a veces se oponía débilmente, y me quité el slip manchado dos veces, no dejaba de besarle el peludo pecho, sus pectorales grandes y los sobacos más poblado de pelos que los tuyos, fueron minutos de loca lujuria que se despertó en mi al descubrir el cuerpo de mi primer hombre, le había visto muchas veces la polla pero nunca erecta, y cuando se le empinó además de masturbarle se la comencé a lamer, a chuparla comiéndole el glande, a lamerle los gordos y todavía llenos testículos.
-Aprendí mucho aquella noche y conocí mi sexualidad realmente orientada a la homosexualidad, volvió a correrse por tercera vez y bebí, paladeé con inmenso placer todo el semen que me dejó en la boca.
-Así fue todo, los demás días resultaron una repetición de lo mismo pero que no me cansaba de practicar, también papá me la chupó alguna vez, terminamos haciéndonoslo el uno al otro.
-Lo hicimos hasta que una vez le pedí que me penetrara, quería sentirme poseído, por él, no por otro, y no quiso, me rechazó, no quería dar ese paso, lo otro era como un juego que le permitía desahogarse, y entonces llegó el declive de la relación incestuosa y sin completar, no como sucede contigo.
-Ahí tienes toda la historia, y ahora te enfadarás conmigo, como siempre. –ya me había confesado y él sabía todo lo que quería, y sospechaba que mucho de ello lo sabía de antemano, pero quería humillarme haciendo que se lo contara, que las palabras y la verdad salieran de mi boca.
-No me molesta lo que pasó, pero has de reconocer que eres un vicioso.
-Me gusta follar contigo Óliver, tu eres genial y no he tenido tantos hombres, papá que no ha llegado hasta el final, J.C. y tú. No es para tanto.
-Olvidas a los tíos de tus películas que han sido un millar. -nos reíamos los dos por su exageración.
-Esos no cuentan, no los he querido y era mi trabajo. -omití nombrar a Davy y también que, aunque fuera mi trabajo, todos me habían hecho gozar.
Para ese momento habíamos entrado en calor y teníamos la cabeza al descubierto, solo la cabeza, y lo que había contado tenía a mi hermano más que caliente ardiendo, yo no lo estaba menos, el recuerdo de las mamadas a la verga de papá me había excitado.
-Ha estado bien que hayamos hablado de lo que pasó, ¿no te parece? -le agarré la verga aprisionada en el gordo pijama de invierno.
-Sí, ha sido muy ilustrativo para saber lo que le gusta a mi hermanito. -me dio un mordisco en la oreja que por poco me la arranca.
-¿Nos desnudamos? -le hice la pregunta y nos estábamos quitando las chaquetas por la cabeza y tirando de los pantalones largos hasta quedar desnudos, entrelazando las piernas, frotándonos la piel del uno con el otro.
-¿Te gustan las chicas? -se metió mis labios en su boca y los chupó antes de responder.
-Me gustan las hembras y tú me encantas, tu cuerpito tierno y tu culito goloso, voy a hacerte mi hembra hermanito, el mariquita de la familia más rico. -me calentaban sus palabras y las chupadas que me daba en las tetillas tirando de los pezoncitos con la cabeza metida bajo la ropa.
No cubrimos todo el cuerpo y nos buscábamos la boca. Óliver enredaba sus piernas en las mías apretándolas, dejándome sentir los vellos que empezaban a endurecérsele, parecidos cada vez más a los de papá. El líquido que salía de su polla mojaba mi muslo.
-Mariquita mío, me encanta tu culito, me gusta más que el coño de las chicas y te lo voy a destrozar esta noche. -me mordía con los labios los pezones y yo sacaba el pecho para ofrecérselos, me hubiera gustado tener los de Noa para darle algo más que le llenara la boca.
Mi hermano cada vez bajaba más deslizándose por mi cuerpo besando, lamiendo y también mordiendo, lograba que me estremeciera como si tuviera frío y estaba tapado hasta la cabeza. Llegó con la boca a mi verga y la lamía de arriba abajo, era una de las raras ocasiones en que Óliver me chupaba el pene, signo evidente de lo excitado que se sentía, por el morbo de recordar sus pajas escuchándome gemir en la habitación de nuestro padre.
Se tragó entero mi pene y abrí las piernas para que continuara lamiendo, entendió lo que quería y soltó la verga, estaba a punto de correrme en su boca y antes quería disfrutar chupándole a él su rica polla. Me enroscaba de espaldas a él sacando el culo para que llegara fácil y pudiera jugar con él y morderlo.
-¡Óliver!, ¡Óliver! Mi vida. ¡Ahh! Me vuelves loco. -se sentía riquísimo, hasta imaginaba su bello y varonil rostro enterrado entre mis nalgas, sacando su legua rosa y entrando en mi ano.
-¿Te gusta? ¿Soy mejor que esos viejos que te follan? -sentí un estremecimiento angustioso al pensar que hablaba de la fiesta de Guillermo, eran los únicos mayores que me la habían metido en mis trabajos. Pero solo fue un instante porque siguió hurgando con la lengua, y resultaba demasiado placer para pensar en otras cosas.
-Para, para, detente, déjame que te chupe un poco. -de alguna forma me movió para que pudiera llegar a su polla y el a la mía, logrando un extraño sesenta y nueve en el revoltijo de sábanas y ropa.
La goce de forma increíble, me había puesto tan caliente que devoraba su verga metiéndola hasta tener los vellos en mis labios y así estuvimos minutos hasta que me introdujo dos dedos por el culo con fuerza.
-Ya vale mamón, me vas a sacar la leche y quiero preñar tu coño. -hizo presión con los dedos dentro del culo y me soltó, pero para abrazarme paralelos los dos, rodeé su cintura con mis piernas y agarré su dura verga para apuntarla en mi ano.
-Métela así abrazados mi vida, dale la verga a tu mujercita. -encogió las piernas y quedé sentado sobre su polla, hicimos fuerza los dos a la vez, él hacía mí y yo hacia él.
La verga se encajó en mi culo entrando hasta la mitad y lancé un fuerte gemido que se tuvo que escuchar en toda la casa, y continuó apretando hasta que me noté sentado en sus testículos.
En esa posición la polla no entraba tanto, pero compensaba al estar abrazados, besándonos y acariciándonos, además podíamos movernos los dos, es una postura fabulosa para explorar los rincones del ser que te la mete, si eres de besos y caricias…, y yo lo era, y mimoso. Igual para el macho no sea tan satisfactorio…, y yo estaba en la gloria pudiendo amar a mi hermanito de esta forma.
Hicimos durar todo lo posible el placer antes de que el orgasmo nos oprimió el pecho y empezáramos a vaciarnos los huevos, Óliver dentro de mi culo y yo sobre el vientre de los dos. Parecíamos dos monos abrazados, enroscados y sudorosos a pesar del frío.
Aún no nos habíamos separado, su verga continuaba sirviendo de tapón para que el semen no saliera y yo seguía besándolo, disfrutando de ese contacto tan íntimo y profundo. Mi hermano se dejaba hacer, se sentía satisfecho, y como todo macho que se precie, dejaba lo sensible a su pareja.
-Te la voy a sacar, se me duerme el brazo. -no quería manchar las sábanas y tener que lavarlas. Pude cerrar el culo cuando sacó la verga y me taponé con la chaqueta del pijama.
Colocamos la ropa para dormir sin poner mucho cuidado y abrazado a mi hombre nos quedamos dormidos.
Tenía caliente la cocina y la sala cuando empezaron a bajar de uno en uno para desayunar. Mi despertar había sido placentero y me estiré sintiendo el cuerpo de mi hermano a mi lado, saqué los brazos y se me quedaron helados volviéndolos a meter bajo la ropa.
Tuve que vestirme a toda prisa y salir al baño para vaciarme del semen que no había escurrido en la noche manchándome el pijama. Miré por la ventana y el huerto tenía una manta de blanca escarcha que parecía nieve, al fondo subían del río nubes vaporosas al estar el agua más caliente que el aire, y bajé deprisa para encender la calefacción de la sala y cocina.
Estábamos acostumbrados a las carencias y a nuestra vida de privaciones pero no dejé de recordar que en el jardín cubierto de Davy, las platas disfrutaban de más calor y de temperatura excesiva.
Parecía que lo de la noche estaba olvidado, salvo por Rafa que permanecía serio. Óliver subió a prepararse, los mellizos en la sala y mi padre y yo en la cocina. Terminé de recoger y fui a la sala, José me miró y le hice una señal para que saliera, me senté al lado de Rafael y le quité el libro de las manos sin que se opusiera.
-Tenías razón, pero espero que no vuelva a suceder y te quiero Rafa, tanto como a todos, quizá es que Óliver es más presumido que nosotros, te aseguro que no volverá a ocurrir. -le elevé la cara para que me mirara y lo abracé para no verlo llorar.
-No tenía que haberte insultado. -pasé la mano por sus mejillas secándole la húmedad.
-No pasa nada pequeño, no tiene importancia. -mi impetuoso hermanito me sorprendió al darme un beso ligero y suave pero muy intenso en los labios, no lo hacía desde mucho tiempo atrás.
Un día de esa semana Davy organizó una fiesta, más que nada para los niños. Estaban invitados, entre otros, los cónsules de sus países con sus familias, alguno tenían hijos de una edad parecida a la de los niños, fue un acierto que estuvieran. Había más invitados pero la sorpresa me la llevé al ver a mi amiga Maria.
Ya sabía que eran amigos, me lo había dicho ella misma hacía unos meses en la universidad, cuando conocí a su hermano Alex. Para ella resultó de lo más normal verme allí. Había venido con sus padres y me los presentó, como colaborador de Davy, dándome un mérito que no tenía; yo era, oficialmente, un simple empleado a sueldo, sin añadir otras cosas que ella ignoraba.
Davy quiso que todos los que teníamos relación con los niños estuviéramos en el encuentro, para que los cónsules conocieran al personal que atendía a los niños, la verdad era que yo tenía muy poco que ver con ellos a excepción de confeccionar los informes que les remitía.
En un momento que estuve apartado con María me pidió que le enseñara como había quedado todo, aunque conocía indudablemente la casa, encontraba algunas diferencias y cambios. Las instalaciones exteriores las tuvo que ver o imaginar desde la ventana donde yo miraba sus juegos, el jardín estaba cubierto de nieve y en ese mismo momento caían grandes copos remarcando más aún el blanco que lo envolvía todo.
-A mi hermano le encantaría conocer el detalla de esta nueva actividad de Davy. Se hubiera atrevido a venir pero tiene un simposio médico en Italia, ha ido con Fabricio y se quedarán allí unos días para estar con su familia. -mi amiga me hablaba como si yo supiera a lo que se refería, cuando solo había visto a su hermano dos veces, y al tal Fabricio una, y sabía que su hermano era médico por una vez que ella lo dijo y no recordaba ni el motivo, ahora me enteraba de que ese hombre también era doctor.
Debía notar por la cara que ponía mi desconocimiento y dejó de hablar volviendo la vista al jardín, luego se movió para ir a sentarse en el asiento en la mesa de despacho y cogió el pen donde tenía la grabación que me entregó J.C., tomé nota mental para guardarlo y ponerlo a buen recaudo. Jugó un momento con él entre los dedos antes de devolverlo a la mesa.
-Es un lugar relajado para trabajar, y tu solo en este enorme salón. -me daba la impresión de que deseaba decirme algo y no encontraba las palabras.
-¿Davy no te ha contado nada de su vida? -me miró cerrando los ojos, sus azules ojos como los míos y los de su hermano pero más oscuros.
-No soy amigo de Davy María, no tiene que contar su vida a un simple empleado, tú sabrás más que yo. -me miró con asombro en la mirada a la vez que se levantaba.
-Perdona creía que…, bueno, no importa, eres amigo mío y es bastante. -se acercó hasta donde estaba y me cogió la mano.
-Vamos a la reunión, mis padres estarán preguntándose donde me he metido, es hora de que nos marchemos. -abrió la puerta y salimos al largo pasillo.
-No te he preguntado por Mikel, imagino que todo os irá bien. -soltó una risa y paso el brazo por mi cintura.
-Le gusta esquiar, como a toda su familia y pasarán unos días en la nieve, ya ves lo prefiere a mí, le puse en la disyuntiva y escogió lo más sano. -pero seguía riendo y pensé que todo seguía bien y se estaba mortificando, cosas de novios.
Aunque las aceras estaban libres de nieve, por la sal que los operarios municipales habían echado, evitando que la incesante nieve que se precipitaba llegara a cuajar, tuve que luchar contra el viento, en forma de ráfagas borrascosas, que llegaba del mar estrellando la nieve contra mi cara.
Los zapatos y gorras de los gemelos llegaron y por fin todos tenían sus regalos.
Los siguientes días pude salir con J.C. y Noa para hablar y contarnos nuestras cosas. Nuestra amiga se había enamorado, o eso creía, del hijo de su jefe y menor que ella. Algo sin importancia si no fuera porque su jefe era a la vez su amante, o follaba ocasionalmente con él, era difícil saber con detalle su vida.
Nuestra amiga resultaba más promiscua en sus relaciones sexuales que nosotros.
-Así lo tienes más fácil, te los puedes tirar sin salir de la casa, primero al padre y luego al hijo, o a los dos al mismo tiempo. -nuestro amigo, como siempre, hacía burla de todo.
-No es tan fácil, supondrás que el padre no sabe lo que hacemos.
-Pues elige entre los dos si eso es mejor. -Noa se divertía con sus bromas a pesar de todo.
-Mejor los dos como hasta ahora, uno tiene el dinero y otro la juventud y pujanza sexual.
El invierno llegaba a su fin y resultaba un consuelo poder abrir las ventanas y oler las nuevas fragancias que traía la primavera.
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