Quedé sorprendido cuando la chica me dijo. Soy un chico, no una chica.
Al tener su primera experiencia sexual con un travesti, descubrió un mundo nuevo y completamente desconocido..
Cuando entré a trabajar en la compañía, apenas y tenía un par de semanas de haberme graduado.
No fue hasta que un compañero de trabajo me invitó a ir al gimnasio de la empresa, para ver los equipos.
Realmente acepté por curiosidad, ya que nunca me había llamado la atención eso de estar haciendo pesas, o usar maquinas.
Pero apenas entramos vi a una chica que como cosa rara me llamó la atención.
De inmediato yo solo tuve ojos para una sola, la más pequeña y delgada de todas ellas, me impresionó tanto, que le pregunté a mi compañero de estudios, si la conocía, su inmediata respuesta fue. “Ha esa es la loca.”
Yo tomé esa respuesta, literalmente, sin decirle nada a mi compañero, apenas ella terminó de realizar su rutina de ejercicios.
A grandes pasos, me dirigí donde aquella pequeña, y delgada chica, la cual apenas la alcancé, fuera del área del gimnasio, de inmediato le busqué conversación.
Le pedí que se detuviera a charlar, pero eso a ella pareció no agradarle, ya que de inmediato me dijo. “Mira no me hagas perder el tiempo.”
Por mi parte como cosa rara en mí, le dije que tan solo quería que ella me conociera a mí, y conocerla un poco más.
Fue cuando me respondió diciéndome. “Sí para que apenas me conozcas un poco más, como tú dices, no quieras volver a hablarme.”
Yo que, por primera vez en mi vida, me había atrevido a decirle esas palabras a una chica, de inmediato le dije que eso jamás pasaría, en ese mismo instante ella me dijo. “Soy un chico, no una chica.”
La cara que debí poner de seguro reflejó mi asombro y desconcierto, ya que de inmediato de manera burlona me dijo. “Ya sabía que pondría esa cara de estúpido.”
Y sin decir más nada comenzó a caminar, hasta que yo, reaccioné agarrándola por una de sus manos obligándola a detenerse, mientras sin pensarlo le dije. “Me da lo mismo lo que tú seas, yo lo que quiero es conocerte de verdad.”
Ella se me quedó viendo, seguramente algo confundida, me respondió. “Está bien, que te parece si nos vemos más tarde en el vestuario que están al final del gin, una vez que las demás chicas se cambien de ropa, y se retiren, te esperaré para que podamos hablar, todo lo que tú quieras, y conocernos más íntimamente.”
Aquellas palabras me emocionaron, y aunque ella misma me había dicho que era un chico, en esos momentos como que no me importó mucho realmente.
Yo esperé por un largo rato, hasta que las otras tres chicas fueron saliendo del vestidor.
Y finalmente entré, y aunque estaba algo oscuro, justo al lado de las duchas divisé la silueta de ella, recostada sobre uno de los bancos.
Al acercarme me di cuenta de que ya no tenía la llamativa camiseta amarilla, por lo que me di cuenta que sus pechos eran tan plano como el mío, tampoco tenía puesta su los ajustados pantalones cortos de licra, pero si cargaba puestos unos ajustados pantis semitransparentes, que dejaban ver el bulto entre sus piernas.
En ese instante, estuve a punto de darme la vuelta y salir del vestuario, pero al escuchar su melosa voz decirme. “Ya me estaba poniendo nerviosa, pensando que te habías arrepentido.”
En ese momento me quedé extasiado viendo su lindo rostro, aquella naricita respingada, sus enormes ojos marrones, sus carnosos labios rojos, y su abundante cabellera completamente suelta.
Se puso de pie se me acercó, y de momento sin decir más nada, estiró una de sus manos agarrando mi verga por encima de la tela de mi pantalón.
Yo quede petrificado, en mi vida la única experiencia sexual que había tenido hasta esos momentos, se limita a masturbarme viendo videos porno, pero al sentir su cálida mano agarrándome el miembro, me di cuenta de que yo no tenía la menor idea de que hacer.
Sin dejar de hablarme, se fue agachando frente a mí, y con una gran habilidad, soltó la correa de mi pantalón, desabrochó, y bajo la cremallera en un abrir y cerrar de ojos, al tiempo que me bajó los pantalones, y el interior hasta las rodillas, sí que yo hiciera nada en lo absoluto por evitarlo.
Cuando me vine a dar cuenta, ya me estaba mamando sabrosamente mi parada verga, en mi vida me había sucedido algo semejante, cuando de momento y sin previo aviso dejó de mamar.
Se incorporó, dio media vuelta, y se recostó sobre aquel banco, bajándose aquellos pequeños pantis, dejando por completo ante mis ojos su llamativo y apretado culito, diciéndome. “Si quieres después te lo sigo mamando, pero ahora lo que quiero yo es que me hagas tuyas, enterrándome toda tu verga.”
Como ya les he dicho, mi experiencia sexual hasta esos momentos se limitaba a hacerme la paja, ya que a pesar de haber cumplido ya los veintitrés años, aun se podría decir que era virgen, es decir que nunca hasta ese momento, me había acostado con ninguna mujer.
A todas estas una de las manos de ella mantenía agarrada mi ensalivada verga, y hábilmente la fue dirigiendo directo al centro de sus paradas nalgas.
A medida que la fui penetrando, y escuchando sus gemidos, me fui excitando más y más, hasta que la tomé por su cintura y apreté con fuerza su cuerpo contra el mío.
Ella dejó escapar un ligero quejido de dolor, pero de inmediato comenzó a mover sus caderas, de forma y manera tal que, en cosa de pocos minutos, hizo que me viniera dentro de su culo.
Yo estaba súper impresionado. Mientras que ella sonriéndose me preguntó “¿Es tú primera vez?” A lo que algo avergonzado le respondí que sí.
No bien sacó mi verga de entre sus nalgas, se levantó, me la volvió a agarrar, y me condujo al lavamanos donde me lavo con bastante jabón, diciéndome. “Eso solo es el principio, espera y veras lo que te tengo preparado.”
No bien dejó de decirme eso, que se volvió a agachar frente a mí, y nuevamente se dedicó a mamar mi adormitada verga.
En cosa de segundo se me volvió a poner bien dura, pero ella siguió mama que mama, hasta que nuevamente me hizo acabar, pero dentro de su boca.
Yo estaba tan emocionado y contento, que cuando ella me dijo que, deseaba que le me volviera a dar el culo, pero que antes ella quería que yo primero me pusiera a mamar su verga, aunque tan solo fuera por un corto rato.
La verdad es que no lo pensé dos veces, y de inmediato me llevé su ya parada verga a mi boca.
Yo estaba mama que mama, aunque con ganas de terminar lo más pronto posible, cuando se vino dentro de mi boca, y el resto de su leche me lo regó en gran parte de mi cara.
Eso me sorprendió, ya que, en medio de todo, y siendo la primera vez que le mamaba la verga a otro chico.
Cosa que después de todo, en ese momento, no me pareció tan mala, es más en cierta manera pienso que lo estaba disfrutando.
Cuando a mi espalda sentí, que alguien dijo en voz alta. “Chicos estamos de suerte, en lugar de un mariconcito, tenemos dos.”
Al escuchar semejante cosa, me sorprendí, y de inmediato mientras me ponía de pie, comencé a decirle al tipo ese, que se equivocaba, que yo no era gay, ni maricón.
Y a medida que él, y otros dos tipos más fueron entrando al vestidor, yo continuaba repitiendo, que no era maricón, ni gay.
En ese momento me di cuenta de que aquellos tres tipos, eran levantadores de pesas, los más grandes que yo hubiera visto nunca.
En esos momentos uno de ellos dijo. “Sí él no es maricón, solo que le gusta mostrar sus lindas nalgas, y mamarle la verga a ella.”
Del susto comencé a gaguear, cosa que me sucede a menudo cuando estoy sumamente nervioso, y estresado.
El más grande de aquellos tres mastodontes, se me acercó amenazadoramente diciéndome. “O nos das el culo, o de aquí sales directo al hospital.”
En ese instante mi pareja por llamarla de alguna manera, estaba de tras de mí agarrándome por la cintura, y pegando su verga a mis descubiertas nalgas, me dijo melosamente. “Cariño mejor haces lo que él te dice, o la vas a pasar muy mal. Además, me parece que eres como yo, y en el final te va a gustar, tanto como a mí.”
Yo estaba sumamente asustado, pero al mismo tiempo, confundido, y bastante excitado.
Sin previo aviso ella me ha plantado un tremendo beso, introduciendo su lengua dentro de mi boca, al tiempo que ni cuenta me di cuando me despojó de mi camisa.
Apenas dejó de besarme, sentí las gruesas manos de uno de esos monstruos sobre mi cuello, tanto a mi pareja como a mí nos colocaron sobre el banco de madera.
Entre ellos tres terminaron de quitarme los pantalones e interiores, para luego obligarme a que me pusiera la ropa íntima de ella, y tras separar mis piernas, y bajarme los pantis.
Uno de los tipos que estaba tras de mí, embadurno el hueco de mi culo con algo aceitoso, casi de inmediato comencé a sentir aquella cosa caliente y dura, que comenzó a presionar mi esfínter.
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