Quise burlarme del jardinero, y a mí fue a quien él jodió….
Un chico haciéndose pasar por una chica comienza a bacilar al jardinero, pero cuando este se entera de que el chico se burlaba de él, a la fuerza lo sodomizó, cosa que al chico le gustó..
Quise burlarme del jardinero, y a mí fue a quien él jodió….
Desde pequeño siempre quise que me ser tratado de manera especial, cosa que a mi padre, le enfurecía.
Pero mi madre orgullosamente, le decía. “Es una de las formas en que tu hijo, expresa su independencia.”
Siendo adolescente, un día mi padre, me encontró probándome un vestido, y zapatos de mi mamá, se molestó tanto que me dio una tremenda paliza, y mi madre esa noche, lo corrió de casa, por haberme pegado.
A medida que pasaba el tiempo, a mi padre le incomodaba mi manera de expresarme, y de actuar, además de mi larga y abundante cabellera, y mi mamá le decía que yo era algo excéntrico.
A los 18 con el cuento de que quería practicar natación, sin decirles nada, depilé todo mi cuerpo, por lo que mi padre casi le da un infarto, y tras discutir con mamá, terminaron divorciándose.
Pero desde que el viejo amargado se marchó de casa, fui la persona más feliz del mundo, ya que no tenía a ese ogro, gritándome improperios, por la manera en que hablo, en que me visto, o sencillamente la forma en que camino.
Cuando mi mamá, y yo nos mudamos a nuestra nueva casa, con hermosos jardines, y piscina, una de las cosas que hizo, fue contratar a un jardinero, para que se hiciera cargo de los jardines.
Un tipo como de sesenta años, alto, de contextura atlética, rostro muy arrugado y curtido por el sol, y para colmo casi calvo.
Cuando mi mamá me llamó cariñosamente, diciéndome que le mostrase la casucha de las herramientas al jardinero, como de costumbre, yo cargaba puestos, unos ajustados pantaloncitos cortos floreados, de esos que muestran gran parte de las nalgas, y una corta camisilla sin mangas.
Por la manera en que él, se me quedó viendo, entendí que me había confundido con una chica, cosa que me sucedía de manera muy seguida.
Ya a solas procurando hablar como una chica, extendí la mano, diciéndole. “Si gusta, me puede llamar cuando necesité algo.” y no dije más nada.
Pero al él tomar mi mano y apretarla, yo suavemente aflojé la mía, por lo que de seguro siguió pensando, que yo era una chica.
Tras mostrarle la casucha de las herramientas, me retiré contoneando mis caderas, y riéndome por dentro, completamente seguro, de que el viejo ese, pensaba que realmente yo era una chica.
Durante las siguientes semanas en que él fue a trabajar, y limpiar los jardines, yo me ponía a tomar el sol, justo al lado de la pequeña piscina, para que él me pudiera ver, ocultando mis testículos, y pene bajo mi cuerpo, usando un pequeño slip que más bien parecía que estuviera usando una tanga.
Ya que al enterrarse entre mis nalgas, las dejaba todas al aire, y con una toalla, que usaba para supuestamente ocultar, mis inexistentes tetas.
Como mamá es gerente de un banco, por lo general nunca se encuentra en casa, mientras que yo me divertía, haciéndole creer al jardinero, que era una chica.
Hasta que un día mientras tomaba el sol, me di cuenta, de que el viejo ese, no tan solo me espiaba, sino que mientras me observaba oculto tras la casucha de las herramientas, se masturbaba viéndome las nalgas.
Yo me moría de la risa por dentro, sin sacarlo de su error, pero un día, se me ocurrió hacerle otra pequeña maldad.
Por lo que cuando me encontraba nuevamente tomando el sol, al sentirlo que pasaba a mi lado, de la manera más coqueta que pude, y con mi tono de voz aflautada, le pedí que me hiciera el favor de ponerme un poco de bloqueador solar, en la parte posterior de mis piernas y la espalda.
El viejo jardinero, se quedó pensándolo por unos segundos, sin dejar de observarme las nalgas, luego arrimó una silla, y sin decir nada, tímidamente comenzó a pasar sus fuertes y callosas manos, embadurnadas de bloqueador solar, por toda mi espalda, mis muslos, y parte de mis nalgas.
Hasta que después de un rato, que evidentemente se encontraba sumamente excitado.
Lo digo no tan solo por su tono de voz, sino que en su pantalón se destacaba, un tremendo bulto, con voz temblorosa, me dijo. “Señorita, yo creo que así está bien, es que debo limpiar las herramientas en la casucha.”
Fue cuando se me ocurrió, medio levantándome de la tumbona, en la que yo estaba recostado bocabajo, y mostrando mi plano pecho, riéndome le respondí, con mi propia voz, diciéndole. “Yo no soy una chica, soy un chico.”
En ese momento, aquel hombre se puso de todos colores, en cosa de segundos, las facciones de su rostro cambiaron.
Se me quedó viendo, de pies a cabeza, de una manera que me dio miedo, por lo que al tiempo que pensé en ponerme de pie, y retirarme rápidamente dentro de la casa, le dije. “No es para que se moleste tanto, solo fue una inocente broma.”
Aquel viejo completamente indignado, colocó una de sus manos sobre mi espalda, impidiendo que me incorporase, diciéndome bien colérico. “No sabes las veces que me he hecho la paja, viendo tus nalgas, maricón, pensando que eras una chica. Y ahora me sales con que eres un chico, bueno para que no me jodas más, te voy a dar una lección, para que aprendas a respetar a un hombre como yo.”
Al escuchar su gruesa voz, decirme eso, me asusté más, y aunque inútilmente traté de ponerme de pie, no me dejó.
Así que mientras me mantenía acostado en la tumbona con una mano, con la otra de un solo jalón, me arrancó el slip, dejándome con todas mis nalgas al aire.
Yo estaba petrificado del miedo, sentí que se colocó tras de mí, a lo bestia separó mis piernas, y con sus callosas manos embadurnó mi culo, con lo que le quedaba de bloqueador solar, en las manos.
Mientras que yo gritaba desesperadamente, pidiéndole que me soltara, que no me fuera a hacer daño, que yo jamás había me había acostado con ningún hombre, que yo no era maricón.
Pero a pesar de mis gritos, de golpe sentí aquella cosa dura, y bien caliente penetrándome brutalmente por el culo, el dolor fue tal, que además de seguir gritando desgarradoramente con fuerza, se me puse a llorar.
Mientras inútilmente forcejeaba tratando de escaparme, en vano esperé que alguien, algún vecino, escuchase mis gritos, y viniera en mi auxilio, pero no fue así.
Cuando aquel viejo, finalmente me ha metió todo su parado miembro por mi culo, yo me quedé como petrificado, llorando en silencio, realmente no era tanto el dolor, sino que me sentía, humillado, ultrajado, e incapaz de evitar que me siguiera penetrando salvajemente.
Por lo que, resignado a mi suerte, me quedé llora que llora, en silencio, el jardinero, por un momento se quedó quieto, para luego comenzar a pasar sus callosas manos por mis muslos y nalgas, apretándome contra su cuerpo, diciéndome. “Querías que yo pensara que eras una chica, ¿verdad? Bueno a hora eres mi putita, así que mueve esas nalgas”.
Por lo que al tiempo que terminó de decirme eso, comenzó a sacar y meter, todo su parado y caliente miembro dentro de mi culo.
En mi vida, a pesar de que en muchas ocasiones me han confundido con una chica, por mi manera de vestir, y de comportarme, jamás nadie me había puesto un dedo encima, mucho menos había tenido sexo con nadie, hasta esos momentos.
Continué sintiendo, toda aquella cosa, que no paraba de entrar y salir de mi culo, no sé si fue por lo que me ordenó, o porque razón.
La cosa es que, a los pocos segundos, comencé a menear mis caderas, al principio lenta y suavemente, como con miedo a seguir sintiendo aquel fuerte dolor, que me provocó, cuando me enterró toda su verga.
Pero al poco rato, comencé a sentir algo distinto, y casi sin poder controlarme, seguí moviendo mis caderas, con más fuerza, y rapidez, al tiempo que, de mi boca, de forma incontrolable, salían profundos gemidos de placer.
En cierto momento, me di cuenta de que yo restregaba mi cuerpo contra el de él, buscando sentir más, y más dentro de mi toda su erecta verga.
Mientras que el viejo, no dejaba de acariciar mis muslos, y nalgas, al tiempo que seguía besando mi nuca, y orejas, diciéndome. “Princesita, se ve que te está gustando, que te den por el culo.”
A lo que yo, ya sin seguir llorando, le respondí. “Sí papi, pero dame más duro.” Por un buen rato, el jardinero continuó dándome sabrosamente por el culo, mientras que yo sin detenerme seguía moviendo mis nalgas.
Mi excitación era tal, que el solo roce de mi miembro contra la tumbona, en la que estaba recostado bocabajo, hizo que me viniera, mientras que él continuaba clavando una, y otra vez toda su sabrosa verga entre mis nalgas.
Hasta que después de un rato, me apretó con más fuerza contra su cuerpo, viniéndose por completo dentro de mi culo.
Cuando él extrajo su verga, de entre mis nalgas, les juro que para mí sonó, como quien descorcha, una botella de champan.
Él de inmediato tras parase, agarró la manguera, y se lavó su miembro, mientras que yo embelesado, acostado bocabajo, sobre la tumbona observaba fijamente toda su verga.
En esos instantes, pensé que ya todo había terminado, pero me equivoqué, sin decirme nada, me agarró por mi larga cabellera, y sin mucho esfuerzo de su parte, hizo que medio me levantase.
Luego acercó su miembro frente a mi boca, y de inmediato comprendí que era lo que él deseaba, sin esperar a que me lo dijera me dediqué a mamar su ya relajada verga, hasta que a medida que se la fui chupando, se le fue volviendo a poner bien dura.
Como les dije en mi vida, jamás había hecho nada de eso, y aunque nunca había tenido sexo antes con nadie, entendí que eso era lo mío.
El viejo jardinero acabó por completo dentro de mi boca, por lo que yo me trague gran parte de su semen.
Después sin decir nada se retiró, dejándome agotado, tirado sobre la tumbona, con mis piernas y culo bien abiertos, chorreando su semen entre mis muslos.
Al rato, apenas pude me levanté, me fui a dar una buena ducha, y expulsé todo lo que pude de mi culo.
Nunca le dije a mi mamá, ni a nadie nada de lo sucedido, pero a la siguiente semana cuando él, como si nada hubiera pasado, se puso a trabajar en el jardín, discretamente, me volví a recostar sobre la tumbona.
Pero solo cubrí mis desnudas nalgas, con una pequeña toalla, al rato lo sentí acercárseme, retiró la pequeña toalla, y haciendo que me pusiera bocarriba, sobre aquella tumbona, me tomó por los tobillos, separó mis piernas, y simplemente enterró su sabrosa verga dentro de mi culo.
Mientras que yo moviendo mis caderas me masturbaba, al mismo tiempo, hasta que me vine, luego me puso a mamar, y después de que se vino dentro de mi boca, al rato me volvió a sembrar su sabroso bulto, entre mis nalgas.
Mientras me besaba, y acariciaba todo mi cuerpo, llamándome su princesita, por un buen tiempo, no hubo día en que él, fuera a trabajarnos el jardín, que no tuviéramos nuestros ardientes encuentros, en los que yo lo recibía, ya en mi cama, con algunas de las prendas usadas de mi mamá puestas.
Para ese mismo tiempo, en la universidad, comencé a coquetearles a varios chicos, los que, con el tiempo, sustituyeron al viejo jardinero, ya que su mujer, como que sospechó que él tenía una mujer fuera de su casa, y comenzó a acompañarlo a trabajar.
Yo me gradué, pero aparte de ejercer mi profesión, en el mismo banco donde mi mamá era gerente, y s viviendo con mamá, mientras que los fines de semana, me la paso viviendo, la vida loca
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