RAMIRO (19), DAVID (8) Y YO (10). TODO CON VASELINA
Boca abajo, él me levantaba el culo y comenzaba con la penetración; primero jugaba con su tremenda verga increíblemente lubricada, sobre toda la superficie de mi trasero; la refregaba sobre mis nalgas y la ponía en mi profunda zanja.
Hola a todxs
Dentro de mis innumerables encuentros sexuales durante mi niñez e infancia, uno de ellos fue tal vez el más llamativo, por las circunstancias en las se sucedieron los hechos y por los actores intervinientes, a saber: Ramiro, que por entonces contaba con 19 años, David, que tenía solo 8 y yo, Marcos, 10 años de edad.
La particularidad de mis relaciones sexuales con Ramiro, tenía que ver con el hecho de que las llevábamos adelante en la cama matrimonial de sus padres, porque estos trabajaban en un horario similar y solían estar, ambos, varias horas fuera de casa, así que teníamos el tiempo, el lugar y las condiciones ideales.
Primero nos desnudábamos completamente y luego nos recostábamos en la cama; Ramiro me abrazaba, me besaba en la boca, estiraba uno de sus brazos y me tocaba el culo y mientras lo hacía, me decía que nadie, pero absolutamente nadie, tenía un culo tan lindo como el mío.
Yo, tomaba entre mis manos su pija aún fláccida y la acariciaba; cómo me gustaba hacer eso; tener la verga en la mano, tocarla, tocar sus huevos y notar como crecía, hasta que ya mi mano no la podía contener en su totalidad.
Desde muy, pero muy chiquito, siempre sentí una particular atracción por las entrepiernas masculinas; nada me gustaba, me gusta y seguramente me seguirá gustando, tanto como ello; las amo, las deseo y el no tenerlas me genera una desesperación, tal vez la misma desesperación que me da el comerlas; no me puedo contener, es algo que no puedo manejar y solo tengo que dejarme llevar por mis instintos, mis deseos salvajes.
La pija de Ramiro, una vez erecta, medía 18 cm. de largo y un grosor de casi 7 cm.; tenía muy poco bello y eso la hacía más apetitosa para mí; dura, caliente, con esos dos hermosos huevos debajo; yo la miraba y me quedaba embelesado y si bien aún era muy malo chupando vergas (recuerdo que solía morderlas y los chicos se molestaban conmigo), me gustaba besarles el glande, lamerlas, introducirme las bolas en mi boca.
¿Cómo sabía las medidas de la pija de Ramiro? A él le encantaba alardear con ello y me hacía tomarle esas medidas con un centímetro de costura; como teníamos todo el tiempo del mundo, solíamos hacer largas y por demás excitantes “previas”, antes de las penetraciones propiamente dichas.
Después de ello, me hacía recostar, boca abajo y comenzaba a entretenerse con mi super culo; me lo tocaba y lo acariciaba un muy buen rato, antes de comenzar a trabajar con su boca y su lengua; chupaba mis carnosos cachetes primero y después empezaba a recorrer mi profunda zanja con su lengua, de arriba hacia abajo y viceversa, hasta que la ubicaba a las puertas de mi rosado orificio anal ¡Cómo le gustaba chuparme el culo! Me lo comía de una manera espectacular, tanto que me hacía retorcer de placer con cada lengüetazo.
Ante cada cambio de posición, yo aprovechaba para agarrarle esa pija dura, caliente y bien erecta y luego de todo ello, venía, tal vez, lo mejor de todo, la frutilla del postre, porque yo estaba acostumbrado a que, quienes solían cogerme y con bastante asiduidad, se escupían la verga y hacía lo propio con mi orificio anal, antes de penetrarme, pero Ramiro no; él tenía siempre a mano un pote de vaselina y eso, a mí, me volaba la cabeza.
Se lubricaba bien, pero muy bien toda su entrepierna y hacía lo propio con mi culo, pero no solo con mi agujero, sino con todo el traste completo; sus manos impregnadas de vaselina, se deslizaban por mi culo; después, me hacía tocarle la pija embadurnada, justo antes de la penetración, la que era, simple y sencillamente, alucinante.
Yo solamente “me dejaba hacer” y él llevaba adelante todo, como buen activo y amante de los chicos lindos y tan, pero tan putitos como yo “¡Naciste para ser puto!” Solía decirme “¡Viniste al mundo, con semejante culo, para dejarte coger!” Agregaba.
Boca abajo, él me levantaba el culo y comenzaba con la penetración; primero jugaba con su tremenda verga increíblemente lubricada, sobre toda la superficie de mi trasero; la refregaba sobre mis nalgas y la ponía en mi profunda zanja, haciendo movimientos como si se estuviera haciendo una paja con mi culo y por último, empezaba a penetrarme; me ponía el glande y me lo sacaba; luego me ponía otro poco más y así hasta introducirme la pija por completo dentro de mí.
Yo amaba ese momento y por eso me gustaba tanto que me coja Ramiro; porque era el único que usaba tanta cantidad de vaselina y créanme que, a mis 10 años de edad, no había nada que superara aquello.
Nada más placentero y alucinante, que sentir esa verga dentro de mi culo y encima, en cuanta posición a él se le ocurría; en cuatro patas, por adelante y con mis piernas, bien abiertas, sobre sus hombros; al estar ambos tan lubricados, cada penetración se sentía suave, profunda, increíble, monumental.
Y la parte final, antes de que Ramiro acabase abundantemente dentro de mi culo, era como para desvanecerme de gozo y de satisfacción sexual, porque me hacía recostar nuevamente boca abajo y él se pegaba literalmente a mí; solo hacía un ligero movimiento de pelvis; ese hermoso y gran cuerpo sobre mí, me hacía estremecer.
Yo mismo me felicitaba por ser tan puto; le agradecía no sé a quién, el haberme dado la suficiente decisión, valentía, falta de prejuicios, de vergüenza; la capacidad de haberme revelado contra todo lo convencional. No pocos, solían decirme ya, a esa corta edad, que yo había nacido para ser puto, para ser ese hermoso y lindo putito que se dejaba coger por todo el mundo y que disfrutaba y hacía disfrutar a los demás de esa condición.
A todo esto, se preguntarán, que tenía que ver David, el otro interviniente en este relato, en las relaciones sexuales entre Ramiro y yo; fácil, simple y sencillo.
En cierta ocasión y mientras estábamos cogiendo como desaforados, no nos percatamos de la presencia del niño. “¡Uy! ¡La puta madre! David nos vio!” – Exclamó Ramiro mientras me tenía en la posición “del perrito” y estaba dándome con todo por el culo, pero yo lo tranquilicé, diciéndole que el chico no le diría nada a nadie y después de terminar abruptamente con esa cogida, le expliqué los pormenores.
A David, también le había empezado a gustar la pija y desde muy chiquito y él, a sabiendas de que yo, a mis 10 años, ya era el “puto del vecindario”, me pedía constantemente opiniones al respecto y que le contase mis experiencias sexuales, quedando alucinado y boquiabierto con cada uno de mis relatos.
Algunos de los chicos inclusive, habían intentado penetrarlo, pero, como era tan pequeño e inexperto, terminaba llorando de dolor, en lugar de disfrutar y los chicos terminaban por abandonar los intentos.
Ramiro, una vez que comprobó que ello era veraz y tal cual yo se lo estaba contando, me propuso que lo invitase a David, a que se sumara a nuestros encuentros sexuales y yo así lo hice.
La previa fue simplemente alucinante, Ramiro, David y yo, los tres desnudos sobre la cama matrimonial, besándonos, tocándonos y manoseándonos por completo “¡Qué locura!” – Exclamó Ramiro “¡Tengo dos putitos para mí solo!” Agregó y finalizó diciendo: “¿Te gusta ser puto David? ¿Te gusta ser puto como Marcos?” David hizo solo un “si” con un ligero movimiento de cabeza hacia adelante.
David era muy menudito y su culo, a diferencia del mío, era flaco y casi sin forma, pero, bueno, él estaba ahí porque quería probar la pija y allí mismo estuvo el principal problema de aquel trío.
Luego de vaciar prácticamente el pote de vaselina, Ramiro intentó penetrar al chiquito, pero le fue imposible desde todo punto de vista y tal vez por temor a lastimarlo, abandonó el intento y se dedicó, pura y exclusivamente a mí.
“¡Este culazo sí que se aguanta la pija!” – Exclamó Ramiro después de introducirme su verga por completo “¿Te gusta, David, como me lo estoy cogiendo?” El chiquito esbozó un enfático “¡Sí!” pero sus deseos, sus precoces deseos de ser puto, tendrían que esperar un tiempo más; ahora solamente podía mirar, observar y participar solamente de besos, manoseos y toqueteos.
“¡Empezá a practicar así! ¡Ponete alguna crema o algo y metete los dedos en el culo, para que se te vaya agrandando el agujero!” – Exclamó Ramiro sin dejar un segundo de cogerme, pero hablándole a David, quien, ni lerdo ni perezoso, se untó los dedos con el último resto de vaselina que quedaba en el pote y comenzó a introducírselos, lentamente en su orificio anal.
Después de esa alucinante y espectacular cogida, invitamos en varias ocasiones a David, quien se sumaba gustoso a aquella cama de placer, de gozo y de satisfacción sexual y como a Ramiro, le gustaba y mucho hacer alarde del tamaño de su pija, se la hacía medir también al más chiquitos de los tres “¿Alguna vez viste una verga tan grande como la mía?” – Solía preguntarle y obviamente, la respuesta era negativa, ya que, a sus 8 añitos de edad, seguramente no cabría la posibilidad de que hubiera visto muchas pijas.
“¿Quién sos?” – Preguntaba Ramiro mientras me cogía fuertemente “¡Soy tu puto!” – Debía responder yo “¿Y te gusta ser mi puto?” – Volvía a preguntar “¡Sí! ¡Me encanta!” – Debía responder yo (ello nos excitaba y mucho a ambos).
A todo esto, la participación de David, solo se limitaba a dejarse tocar y a tocar y a besar, pero él, a pesar de su corta edad y tal vez por notar el estado de calentura de demostrábamos Ramiro y yo, sobre todo a la hora de la penetración propiamente dicha (todo era jadeos, gemidos, gritos y alaridos de placer, de gozo y de satisfacción sexual “¿Y a mí cuándo me van a coger?” – Solía preguntar compungido, pero a pesar de los intentos, Ramiro no lograba que se abriera su culito. (suerte para mí, porque seguía cogiéndome).
Algo que sí podía hacer el pequeño David, era untarnos con la vaselina que sacaba del pote y con sus manitos, lubricar la pija de Ramiro y hacer lo propio con mi culo; también recibía algún que otro beso en la boca mientras nosotros cogíamos desaforadamente.
Para finalizar y tal quizás el lado gracioso y divertido de todo esto, fue que, Ramiro, estaba convencido de que sería el primero en desvirgar a David, una vez que su culito se dilatara como para recibir su gran verga, pero alguien se le adelantó, porque las ganas de aquel chiquito por “convertirse en putito de una buena vez”, hizo que otro chico, también del vecindario, que contaba con unos 12 años de edad y probablemente por el tamaño de su verga (mucho más corta y finita), hizo lo que Ramiro no había podido hacer y desvirgó el culito de David, aunque, según me contó el mismo chiquito, no le produjo el mismo placer que él veía reflejado en mí, cuando Ramiro me cogía, pero, bueno, yo, a pesar de mis 10 años de edad, ya llevada dos, dejándome penetrar sistemáticamente y además, yo ya “moría por las pijas”, “me encantaban”, “me volvían literalmente loco”
Besos a todxs.
Soy marcoscomodoro y mi correo es [email protected]
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