Raulito busca quien le meta verga en el colegio.
Raulito gritaba rebotando contra todo. La pancita se le inflaba cada vez que le entraba semejante chota, después de unos minutos de dolor, por fin se le amoldó el culo y comenzó a disfrutarlo..
Raulito había cumplido 7 años y ya no era el favorito de los profesores. En el colegio los preferían menores de manera que andaba con el culo con hambre.
Esa mañana se había levantado especialmente excitado, necesitaba una verga que le remueva los intestinos. Se metía los dedos en el culo en la ducha pero eso ya no le bastaba.
El profesor de inglés había dado unas páginas para leer pero no se dio cuenta cuando salió del salón porque tenía a un niño de 5 años entre las piernas y lo tenía desde hacía 15 minutos vomitando bilis cuando le metía el choto hasta la garganta.
Raulito salió buscando verga.
Lo primero que hizo fue ir hacia la oficina del director, abrió un poquito para espiar y vio a un niño como de cuatro años despatarrado en el escritorio. Estaba boca abajo y rebotaba cuando el director, un sesentón panzón, le metía la verga con ímpetu. El chiquito se babeaba, desmayado sobre la madera. Cuando se desmayaban era porque los tenían culiando desde hacía rato. A Raulito se le puso duro el pitito, el quería que también le dieran duro por el culo.
Cerró despacito la puerta y siguió caminando, llegó hasta la iglesia. En el lugar se escuchaban los gritos agudos de un niño. En el confesionario lo estaban culiando. Se escuchaba con perfección cómo lo hacían rebotar contra la puerta.
Ese niño seguramente rondaría los tres años, al cura le gustaban culitos bien chiquitos. El viejo tenía una chota corta pero gruesa. Raulito la recordó con nostalgia, esa verga solía dejarle el culo abierto por horas. Al viejo le gustaba culiarlos y después ponerlos en cuatro patas con el culo en pompa para orinarles dentro del agujero.
Suspiró. No le quedaba otra que ir con el jardinero.
Era un tipo grandote, gordo, con problemas mentales que tenía una verga inmensa.
Se fue al patio y lo encontró sentado, rascándose los huevos por arriba del pantalón.
Raulito llegó hasta él y lo miró sonriente. El jardinero lo escudriñó sin saber qué quería, se estaba babeando como la mayoría de las veces entonces Raulito se lo explicó, se bajó el pantaloncito y le mostró el culito. Tomó una de las manos del jardinero y le hizo que le metiera uno de los dedos inmensos.
Raulito cerró los ojitos y suspiró complacido.
Escuchó cuando el jardinero primero reía de manera estúpida mientras jugaba con los dedos en el culo, ya le iba creciendo el vergón, luego tomó al niño, lo puso boca abajo en el banco y le encaró la chota contra el agujero.
Raulito chilló cuando la verga le entró entera haciéndole cruzar los ojos. Le iba a reventar alguna tripa. Llevó las manitos hacia atrás para impedir que le siguiera entrando la chota descomunal pero el jardinero estaba ido. Lo agarró de las caderitas y comenzó a culiarlo con alma y vida.
Raulito gritaba rebotando contra todo. La pancita se le inflaba cada vez que le entraba semejante chota, después de unos minutos de dolor, por fin se le amoldó el culo y comenzó a disfrutarlo. El jardinero lo culiaba sin piedad, las bolas inmensas le revotaban contra sus bolitas pequeñas y el culo despedía pedos ante la destrucción a la que estaba siendo sometido.
-AY AY AY AY AY -se quejaba raulito en voz baja y las piernitas le colgaban en el aire porque el jardinero le elevaba la caderita para que le entrara toda la chota y lo hacía dar de cabezazos en el banco.
Raulito perdió la noción del tiempo después del segundo orgasmo seco. Cuando habían pasado diez minutos y el jardinero seguía culiandolo sin piedad, se desmayó.
Se despertó cuando el perro le metía la lengua en el culo, lamiéndole la leche con mierda que le caía por los bordes.
Raulito intentó pararse pero no podía, le temblaban las piernas y cruzó los ojitos cuando el perro labrador su puso sobre él y le metió la chota casi del mismo tamaño de la del jardinero.
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