Receurdos de Otros Tiempos I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo era joven en ese entonces… bueno más joven, tenía 11 años de edad apenas empezaba a descubrir el placer de las caricias a mi cuerpo que ya empezaba a desarrollarse víctima de la pubertad, por las enseñanzas de mi padre sabía que era lo que me estaba pasando, mi familia siempre fue muy liberal, el sexo no era tema tabú, se hablaba de él en forma natural por lo que ante cualquier duda podía recurrir a mi padre para que me la respondiera, pero también sabía que no era igual con el resto de las personas, así que fuera de la casa mantenía mis dudas en suspenso.
Gabriel era un compañero de la escuela con el cual me llevaba muy bien, yo no tenía hermanos y Gabriel era como uno para mi, siempre había sido mi amigo desde que tengo memoria, la familia de Gabriel no era tan liberal como la mía, de hecho era bastante conservadora, apegada a la religión y todas esas cosas que mi padre tachaba de irracionales, pese a ello él padre de Gabriel y el mío tenían muchos tratos por su trabajo, por lo que Gabriel y yo pasábamos mucho tiempo juntos aun fuera de la escuela
En aquel entonces las clases eran rutinarias y aburridas, tenías que prestar atención a un profesor que se la pasaba leyendo pesados libros o escribiendo en la pizarra, así que una tarde calurosa de Mayo le dije a Gabriel que escapáramos de la escuela, me vio con miedo, el profesor seguramente mandaría una nota a nuestros padres y eso significaría; al menos para él, un severo regaño, para mí sería diferente.
-Tranquilo le he pagado al mensajero para que me entregue cualquier nota prometiéndole un chelín por cada nota que me entregue.
Eso tranquilizó a mi amigo, la alta posición de mi padre me permitía darme esos gustos y claro muchos otros más, pero regresando a la historia, nos logramos huir del colegio a través de una reja torcida asegurándonos que nadie nos viese, a hurtadillas llegamos a un claro en el bosque cerca de las inmediaciones del colegio, era un lugar tranquilo donde no corríamos peligro por lo que nos dispusimos a jugar lanzando piedras a cuanto animal veíamos y a platicar de nuestras cosas, entre ellas de los cambios que estaban sucediendo en nuestro cuerpo.
-¿tú te has tocado?
Pregunte con algo de temor, pese que para mí era un tema sin mayor sobresalto la educación de mi padre me había enseñado que para otros ese tema podría ser causa de gran alboroto, Gabriel me miró sonrojado, al parecer le incomodaba la pregunta, pero yo me sentía en confianza con él.
-Si… pero no se lo digas a nadie
Contestó muy nervioso, yo asentí en silencio y para tranquilizarlo me apresure a confesarme también.
-Yo también lo he hecho, se siente muy rico
El asintió en silencio aun con sus mejillas sonrojadas, Gabriel tiene ojos verdes y cabello rubio, su piel es tan clara que al sonrojarse es inevitable darse cuenta del color rojo intenso que toman sus mejillas, yo por el contrario tenía la piel clara pero oscurecida por el sol y mis pecas que adornan mi nariz y mejillas y mi cabello es de un castaño casi rojizo herencia de mi bella madre la cual murió al darme a luz.
-quieres que nos toquemos
Yo me moría de curiosidad de ver los genitales de otro niño, en la escuela no se hablaba del tema y nunca había visto a otra persona desnuda salvo a mi padre en la intimidad de la casa, pero eso era normal, la curiosidad de ver alguien más era bastante, Gabriel se puso tan rojo como nunca lo he visto en mi vida, pero no se negó ni por un instante, estábamos solos a mitad del bosque, sin nadie que nos viera o molestara, era el momento perfecto para dar rienda suelta al deseo y curiosidad natural de aquellos años. Siempre he dicho que lo prohibido es lo más rico.
-está bien
Contestó finalmente, y empezamos a abrir nuestro pantalón corto para después bajar nuestros interiores, debo admitir lector, que las ropas en aquel entonces no eran tan prácticas para esa labor, por lo que cuando terminamos de bajar nuestros atuendos teníamos ante nosotros dos miembros viriles de corta edad y tamaño en total inercia pese al nerviosismo y expectativa del momento.
-el tuyo es más grande
Comentó Gabriel tratando de romper el incomodo silencio donde sólo contemplábamos nuestra virilidad, yo tenía un dejo de bello en el área, el de Gabriel estaba casi intacto, aun era el de un niño que todavía no entra en los deseos de la pubertad. Sin pensarlo extendí mi mano hacia aquel miembro y empecé a acariciarlo, el primer intento fue tratar de detenerme, pero le detuve con la otra mano, mi curiosidad era mucha, sentir aquella suavidad fue maravilloso, pese a los años no he podido olvidar la suavidad de aquella piel que parecía hecha de algodón, mi compañero por su parte se dejó hacer victima de la extrañeza y placer que da el ser tocado por vez primera, acaricie sus diminutos testículos y recorrí su miembro de arriba a abajo empezando a masturbarlo suavemente, este se empezó a poner duro y creció algunos centímetros en largo y ancho.
-se siente rico
Dijo entre quejidos a medida que yo intensificaba mis caricias, le masturbaba con suavidad y firmeza al mismo tiempo, el gozaba, sus ojos estaban cerrados y su boca ligeramente abierta, sus labios me parecieron irresistibles, por lo que de nuevo de manera impulsiva me abalance sobre ellos sin dejar de tocar su intimidad, me recibieron con torpeza pero negaron el beso que le robaba, al contrario víctima del placer de mis caricias correspondía a tal arrebato, no tardo mucho en correrse levemente en mi mano, unas gotas traslucidas brotaron de su virilidad y nuestro beso continuó mientras mi miembro se pegaba al suyo que poco a poco perdía su fuerza, pero el mío continuaba cual soldado firme y duro ante una próxima batalla, empecé a frotar mi cuerpo contra el de él, me encantaba sentir su calor, su respiración, sus labios, sus manos aferrándome a su cuerpo mientras me abrazaba por la espalda, me corrí también en mayor cantidad pero igual de traslucido que él, manchando un poco sus ropas, nos separamos y limpiamos con un pañuelo de tela nuestros vestidos, no nos miramos a la cara, prometimos en silencio no contar nada de lo ocurrido y escapamos rumbo a mi casa, estaríamos solos en mi habitación en sepulcral silencio, hasta que diera la hora de salida del colegio, al día siguiente nada había pasado nunca hablamos del tema, seguimos siendo amigos, hasta bien cumplidos nuestros 14 años, pero esa lector será historia de otro día.
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