Recordar es vivir
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Lo vi al cruzar la calle. Parecía que lo hubieran inventado basándose en mis sueños. Era perfecto. Masculino, 1.85cm, un cuerpo excelente pero sin parecer una mole, barba de dos días, pelo castaño muy corto, casi rapado y muy guapo de cara pero con un gesto de picardía y de cabrón que lo volvía irresistible. Cruzamos una mirada directa a los ojos que pareció durar una eternidad. Él se detuvo en la esquina y yo volví sobre mis pasos y llegué hasta él.
-Hola, me dijo, y me estrechó la mano con firmeza. Me llamo Héctor.
-Hola, respondí y agregué: me llamo Samuel. No sé qué planes tienes, pero me gustaría que nos tomáramos algo, vivo a una calle de aquí y te invito una cerveza si quieres. Aceptó de buen grado y en el breve camino hablamos tonterías, pero disfrutaba escuchando su voz grave y divertida. En cuanto subimos al ascensor pegó su cara a la mía y comenzó a rozarme levemente con su barba. Instantáneamente todos mis sentidos se volvieron locos. No sé si fueron sus feromonas, mi calentura o que de verdad me volvía loco ese tipo, pero se me erizó la piel instantáneamente. Él sabía exactamente lo que hacía y a mí me encantaba.
Cuando entramos le ofrecí algo de beber y como respuesta me dio un beso muy excitante, su lengua comenzó a apoderarse de mí. En ese instante supe que el decidiría lo que pasaría de ahora en adelante.
Comenzó a abrazarme fuertemente mientras nos besábamos y yo pude finalmente explorar su cuerpo con mis manos y fue mejor aún a lo que se intuía. Le quité la camisa y al desabrochar los botones puede ver los pectorales mejor formados que jamás había visto, cubiertos por una suave y no muy abundante capa de bellos que lo volvía, si cabe, más masculino aún. Esa capa de bellos se iba afinando y bajaba casi en una línea recta muy fina hasta la altura de su cinturón.
Él me tomaba de la nuca con sus fuertes manos y me llevaba hacia él para seguir besándome y pude sentir claramente que a él yo también le estaba gustando mucho. Su respiración se aceleró y sus manos me recorrían con interés.
Logré sacarle el cinturón y comencé a quitarle el jean. En cuanto lo hice puede ver que no llevaba ropa interior y que su verga estaba ya bastante erecta. Si hasta ese momento estaba fascinado, en cuanto vi su miembro ciertamente pensé que alucinaba. El espectáculo visual era fantástico. Tenía ante mí al tipo más caliente y buenón que había visto en mi vida. Su verga era grande, fuerte y muy proporcionada. Mediría unos 18 centímetros (y aún no estaba 100 erguida) y era bastante gruesa y con dos hermosas venas que la recorrían a lo largo que la volvían todo un ejemplar.
Comencé a tocársela y sin que pudiera aguantarme más empecé a lamerle el glande con mucha dedicación hasta que comencé a chupársela. Normalmente no suelo chupar vergas pero esto era muy diferente y estaba disfrutando como nunca. Todo ese miembro debía ser mío y comencé a chuparla hasta que logré tragarla entera. Nunca antes había podido hacerlo, pero esta vez todo era especial y sabía que esto era solo el inicio. Él, al notar la cabeza de su polla alojada en mi garganta lanzó un gemido que para mí fue como un elogio y seguí tragando solo para encantar a este tremendo macho. Tenía mi nariz pegada a su pelvis y me deleitaba con el olor a macho que se desprendía de su cuidado vello púbico. Yo sacaba esa gran polla de mi boca, la contemplaba y volvía a tragármela. Así seguimos unos minutos sin que ni yo mismo pudiera creerme que me provocase tal estado de excitación.
Con sus manos tomó mi cara y me llevó nuevamente hasta su boca para seguir besándome. Yo con mis manos recorría enloquecido sus fornidos brazos y me sentía envuelto y controlado por ese macho y no podía dejar de sentir ese estremecimiento en toda mi piel cada vez que me pasaba su lengua y su barba por el cuello.
Apenas hablábamos, pero me lanzaba unas miradas de lujuria y una sonrisa de lado con las que no era necesario hablar. Ya sobre la cama me puso boca abajo y arrastró su lengua desde la raja de mi culo y subió en línea recta por mi espalda hasta llegar a la nuca. En el recorrido fui notando cómo su pecho rozaba toda mi espalda. Pude sentir sus pectorales frotándome y volví a estremecerme hasta el punto de lanzar un gemido de excitación y sumisión que lo excitó más aún. Sentía su peso sobre mí y la clara situación de inmovilidad en la que me dejaba me encantaba. Él sujetaba mis manos y su polla se presionaba contra la raja de mi culo a modo de anticipo de lo que vendría. Yo estaba ya fuera de mí y solo atinaba a levantar mi cabeza para poner mi cuello a su merced y que me restregara su lengua y su suave barba.
Me tuvo a su merced por unos minutos en los que manteniéndome boca abajo siguió demostrándome su fuerza frotándose a mi piel. El contacto con los pelos de su pecho generaba en mí una excitación que jamás había vivido antes. Sentir su peso sobre mí me provocaba ráfagas de felicidad que inconscientemente me hacían sonreír de placer. Mientras seguía con este juego, sentí que la punta de su vergota se posicionaba en ni ano, que previamente se había encargado de lubricar y, aunque nunca me habían culiado con una verga tan grande, deseaba que me penetrara con toda energía y que desatara toda su calentura en mí. Sin pensarlo le dije:
– Héctor cómeme por favor, necesito toda tu verga dentro de mí, ya.
Sin responder ni una palabra me dio una embestida tremenda. Yo estaba muy excitado y bastante dilatado ya pero no fue suficiente. Sentí que una electricidad infernal atravesaba mi cuerpo y me partía en dos. El dolor se alojó en mí y fue tan estremecedor que emití un gemido que fue como un grito ahogado. Al mismo tiempo tuve una sensación de placer increíblemente fuerte, mi cerebro estaba muy aturdido.
Él se quedó inmóvil por unos segundos, como tomando posesión de mi cuerpo en forma definitiva, quería dejar que mi esfínter se acostumbrara a su verga y cada tanto daba pequeños empujones con su pelvis ensartando aún más su pene dentro de mí.
Al cabo de unos momentos yo mismo, venciendo la presión que ejercía su cuerpo sobre el mío, comencé a moverme para seguir disfrutando del tremendo macho que me estaba montando. Al notar que yo estaba ya listo y deseoso comenzó a moverse suavemente y yo a gemir sin darme cuenta.
Aprovechando su largo pene, lo sacaba casi por completo y volvía a meterlo de un solo tirón, provocándome espasmos de excitación. Toda mi piel se erizaba y él aumentaba su fuerza y presionaba con sus manos mi espalda hasta lograr que me arqueara de tal forma que dejaba mi culo a su disposición para aumentar sus embestidas de una forma inimaginable. Podía deleitarme sintiendo como mi esfínter era rozado por el tronco de su verga y las hermosas venas que lo rodean. Al cabo de unos minutos mi pene, que había pasado ya por varios estados, volvía a estar tan duro como nunca y comencé a pajearme con desesperación.
Mis pezones iban a explotar cada vez que Héctor me los tocaba. Él había notado que me encantaba y parecía dispuesto a darme placer.
En ese momento noté como sus embestidas aumentaron de velocidad nuevamente y sus manos se fueron a mi cuello aplicando la presión justa para llevarme a la locura. En ese instante, mientras me comía frenéticamente y en medio de una asfixia controlada, me corrí con una gran explosión de semen que casi me lleva al desmallo.
Caí rendido con el peso de Héctor aplastándome sobre la cama. El seguía dentro de mí y yo no quería que saliera. Cuando abandonó mi culo tuve una sensación de vacío muy extraña. Mi culo no quería desprenderse de su nuevo dueño. En cuanto salió de mí, sólo atiné a darme la vuelta y meterme en la boca el pene de Héctor que estaba totalmente duro y aún en su máximo esplendor.
Comencé a chuparlo con dedicación hasta que logré que nuevamente me cupiera entero. Noté como mi cuerpo se había adaptado al cuerpo de Héctor con la finalidad de darle placer. Al cabo de unos escasos minutos vi como comenzaba a morderse los labios y escasos segundos después sentí en mi boca los abundantes chorros de la delicia más grande que he probado nunca. Seguí chupando ruidosamente su verga hasta que no quedó ni una gota. Él, agotado, se acostó en la cama boca arriba. Yo me acomodé entre sus pectorales y así nos quedamos dormidos por un largo rato. Al despertarme noté que él estaba ya despierto y estaba acariciándome.
– Estuviste genial Samuel. Me parece que seguiremos viéndonos, tenemos mucho por hacer.
Yo solo sonreí.
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Mi fantasía es estar con un chico de color
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