RECUERDOS DE MI TIO Y PRIMER AMOR
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por casimiro.
No dejo de acordarme que cuando follábamos, él me besaba y acariciaba mucho y me decía: _ "Oh, oh, mi niño, muévete, muévete, así, así, qué gusto. Te quiero mucho"_
Si mi primera vez sentí un poquito de escozor en mi culito, pero no un gran dolor, después me gustó mucho más. Mi tío siempre se ponía y me ponía cremita en el culo y en las pollas. Con el tiempo, mi culo de 10 años se adaptó al tamaño de la polla de mi tío como si fuera un guante. Nos follábamos hasta por las AXILAS, POR LA BOCA, POR EL CULO Y POR EL HUECO DEL FEMUR DE LAS PIERNAS, POR TODAS LAS PARTES FOLLABLES del cuerpo. Yo le cogía su polla con las dos manos, se la apretaba y la masturbaba y mamaba con placer.
ME ENGANCHÉ TANTO A FUMAR CON ÉL, QUE esa fue la forma de atraerme al sexo y ya me había avisado mi tío, que eso se acabaría si se me escapaba algo delante de los demás. Que eso debía ser nuestro secreto compartido de hombres . Que estos juegos de hombres servían para hacerme la polla de hombre, grande y gruesa. Cuanto más lo hiciera, más crecería. Y yo sonreía por tener ese tío que cuidaba hasta de mi hombría. Así se lo prometí. Para poder fumar, beber cerveza y follar libremente, era capaz de callar aún bajo tortura. Fueron días de goce hasta que decidió marcharse a Alemania y murió a los pocos años.
MI PRIMER FOLLAMIGO
Ahora pasaré a mi historia paralela con la de mi tío.
Cuando no estaba con mi tío, cada vez que tenía ganas de follar y sentía picores mi pollita, me masturbaba a mano "chub, chub , como a mano como el Avecrem" o le follaba a mi osito de peluche. Me ponía encima y mi pollita entre sus patas y así me satisfacía. A veces lo ponía encima mío apretando el osito contra mi polla hasta que me corría. Otras veces cogía alguna boquilla o tubo del aspirador y metía la polla en su agujero y me masturbaba. El aspirador me hacía de consolador. La boquilla me hacía de agujero y me daba placer a escondidas.
En apariencia era un niño normal, entre tímido yparlanchín con las personas de confianza; dulce, tranquilo, enfermizo casi siempre, desganado, introvertido, cándido e ingénuo. Solitario, pues fui hijo único. Muy delgadito, rubito, cariñoso, muy sensual, cara de chico bueno, delgadito y con el tiempo, estudioso, lector voraz. Inclinado más a las letras que a los números que siempre aborrecí. Con cara de no haber roto nunca un plato. tranquilo por fuera pero nervioso por dentro. Obediente pero un océano de pasiones y sentimientos rugían dentro de mí. Si tuviera una partitura musical que me describiese sería la obertura de "Tristán e Isolda" de Wagner.Me gustaba la música, la buena música ya, de concierto, la opera italiana y la zarzuela, -"Vamos a jugar a chata"- pero aborrecía los deportes, cosa que decepcionaba a mi padre.
Era un poco y salvando las distancias como cuenta en una de sus cartas la reina María Luisa de Parma (mujer de Carlos IV) a su amante Godoy; le comentaba que ella sentía con igual pasón y devoción, ser monja y puta a la vez, porque en las dos facetas se entregaba con pasón. Algo así era yo: me entregaba con devoción a las misas y rosarios que me llevaba mi abuela y a la vez sentía pasión por los hombres y sexo en secreto. Podíamos decir que llevaba ya una doble vida como buen Géminis que soy. Ya se sabe en los Géminis: "profesor de día, prostituto de noche".
El único amigo de mi edad en esos años de posguerra, fue mi vecinito Pepito, de 5 años de edad.
Pepito siempre venía a jugar conmigo a mi habitación. Yo vivía en una casa antigua, de muchas habitaciones y largo pasillo del Ensanche barcelonés, curiosamente, frente a un convento e iglesia de las adoratrices, encargadas de reeducar a las "niñas descarriadas". No sabian que en frente vivía uno ya descarriado por si solo.
Un día, que debía de estar más caliente "que el palo de un churrero" como se dice vulgarmente, le dije a Pepito, mientras estábamos tirados por el suelo jugando con las arquitecturas de madera o los soldaditos de plástico: -_"Vamos a jugar a chata"_ Repetía lo que me decía mi tío. Lo llevé a mi cama, casi lo empujé pero él se dejó hacer desconcertado; le bajé la cremallera ante su asombro y desconcierto. Me la saqué yo, apagué la luz, estábamos con la puerta de la habitación cerrada y me monté encima, se la puse en su hueco y le indiqué que subiese y bajara el cuerpo como hacía yo.
Se dejó hacer de todo lo que quise hacerle. Aquel día le desperté su instinto sexual. El se dejó hacer pasivamente, sin oponer resistencia. Era muy delgadito y un palmo más alto que yo. El era el morenito y yo el rubito. Éramos como los hermanos inseparables del T.B.O., "Zipi y Zape".
Lo eché en la cama, me monté sobre él y le dije que moviera el cuerpo subiendo y bajando como yo hacía, mientras colocaba mi pollita en su huequecito entre las piernas.
Nos excitamos los dos y empezó a gustarle el jueguecito. Nuestras pollitas se pusieron erectas, excitadas, calientes y con más ganas, hasta corrernos de líquido prostático resbalando por nuestros muslitos. Así nos aliviamos el cuerpo. A partir de entonces, cuando podíamos, me pedía jugar "a chata". En frente estaba el comedor y una vez que vió la luz de mi cuarto apagada, me gritó: -"Niños, ¿qué haceis?" y Pepito contestó: -"Nada, jugando"-, y era la pura verdad, pero sin especificar.
Pronto le enseñé a chupar mi polla, después de chupársela, masturbar, la lucha de pollas como si fueran espadas, a follarnos en las axilas, a masturbarle el culito con el dedito, etc y a fumar, claro y también se enganchó. Si no teníamos cigarrillos de mi tío, se los robábamos a nuestros padres o cogíamos las colillas que tiraban por la calle y las compartíamos.
A veces subíamos a la azotea de la casa a follar a escondidas y si la puerta estaba cerrada, follábamos estirados en el rellano de entrada. Nos echábamos uno encima del otro con presura y ganas incontenibles. Los dos disfrutábamos mucho, como perros en celo. Eso era lo que éramos nosotros. Dos cachorritos de humanos calientes y pervertidos.
Todo esto se lo contaba a mi tío y un día me dijo que podía llevárselo para jugar los tres.
Eso me alegró mucho. Así tendría reunidos a los dos seres que más amaba en mi vida carnal.
Así fue, una tarde después de comer, fuímos al piso de mi tío que estaba en la cama un poco malucho. Nos acercamos al lecho muy sonrientes y con ganas de tema y mi tío nos besó dulcemente en la boca y empezó a sobarnos y nosotros nos montamos en la cama y empezamos a sobarnos entre nosotros y a él. Mos gustaba encontrar aquella polla y sus huevos, su gran paquete, excitarle su miembro que en segundos se puso tiesa como una llave. Muy sonriente, nos hizo desnudar y meternos en su cama, uno a cada lado de mi tío. Los tres lo tocábamos el paquete y él a nosotros y nos besaba sin parar; los tres follábamos como un juego divertido. Nos gustaba mucho. Nuestras mejillas estaban arreboladas de placer. También le gustaba vernos a follar entre nositros, uno de 4 años (yo) y otro de 5 y pico (Pepito). Y cuando estábamos excitados y las pollitas como lanzas, nos echábamos sobre mi tío para follarlo por delante. Los dos nos peleábamos por meterla en el hueco. Lo hacíamos intercambiando nuestras posiciones, hasta que nos corríamos sobre él.
Luego, los tres nos poníamos a fumar dentro de la cama, relajados, besándonos y acariciándonos. Tres cabezas echando humo como chimeneas del placer. A veces hasta dormíamos un poco. Algunas noches, Pepito también venia a dormir con nosotros para hacer perversiones agradables. Éramos niños calientes, miños pervertidos por nuestra naturaleza y fumones de vicio. Nacimos así, nuestro tío sólo fue la chispa que las hizo flotecer y manifestarse al exterior. Tarde o temprano tenía que surgir, con tío o sin tío.
Pepito fue iniciado un año antes que yo porque ya cumplió los 10 años y su culo estaba formado, prieto y preparado. Yo estuve presente para ver y aprender, ya que al otro año, lo seria yo. Mi tío se lo hizo con mucho amor, con cremita. Así perdió su virginidad y se convirtió en hombre. Luego lo celebramos fumando u hablano juntos. Pepito ya era un hombre.
Eso me dió la tranquilidad de que no dolía tanto y no tenía porque asustarme, sino que me iba a gustar y gozar. Luego, mi tío siempre le dió a Pepito por el culo y le daba los besos negros. Yo ya tenía 9 años muy vividos.
Sobre los 11 años, Pepitó, con gran disgusto por nuestra parte, se marchó con sus padres a vivir en una población del extrarradio de Barcelona.
Esta ha sido la historia de una amistad nunca olvidada, aún caliente en su recuerdo, pero fenecida por el tiempo.
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