Recuerdos De Mis Años Mozos…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Tuve que ir al patio, y ahí desnudo estaba bañándose. Es todo un hombre, grueso de todo, lleno de pelos, un hombre hecho y derecho. No solo su voz es viril, ya su entrepierna es provocativa de todo un hombre adolescente.
Mi rubor fue palpable a igual que la de él, ambos reímos mientras él se oculta en vano, con ambas manos su desarrollada masculinidad. Continuo haciendo a lo que iba hacer, luego sin verle << aunque queriendo >> sigo mi camino y entro de nuevo a la casa. En la cocina muerdo mis labios, semejante hombre está en la casa ¿Qué puedo hacer yo?
Seguía en el patio, hubo silencio y luego otros tazados de aguas.
No he aguantado y salgo de nuevo al patio, seguía desnudo. Mira mis ojos y sonriendo se oculta de nuevo. Esta vez sí le veo con descaro, más que evidente, este muchacho trae una erección dura. Tan fuerte y viril, parece que mi mirada la hace pulsar.
Creo que mi rostro estaba tan rojo, como ese glande hinchado. Las manos de él dejaron de tapar ese trozo parado, como diciendo: ¡ya mes has descubierto!
<< ¿Acaso he interrumpido una paja? >>.
Los tapones se me han volado, no pensaba siquiera. Directo y casi de rodilla caminando, llego hasta donde se está dando el baño. No importaba si mojaba mi pantalón, solo quería llevarme ese trozo a mi boca. Abro bien, ya él se me ha puesto de frente, a sabiendas de lo que voy hacer, se la sujeta con una mano, y la empina a mi boca abierta. Saboreo primero el glande, luego meto mitad de güevo, seguido la hundo toda en mi garganta. El jadea y tiembla, se sujeta al lavamanos y está de puntillas parado.
Toda mi cara se moja con los pelos mojados, se la ha lavado, pero aún se aprecia el sabor de macho. Atascándome una y otra vez, no dejaba de comerme ese pedazo de carne gruesa, roja y sabrosa. El pre semen se desintegraba en mi lengua. Viendo a sus ojos, le daba el gusto de que vea como un hombre se come su verga. Luego le chupo los huevos, uno por uno, se tuerce y empujando mi cabeza, yo le agarro la verga, se la pelo completa y todo un chorro de semen, cae espesa y caliente en mi cara. Lo demás lo trago abriendo la boca, con sed de elixir de macho adolescente.
II
El tono del cielo era como el de una fotografía vieja, de color sepia. El calor se pegaba a mi cuerpo y la soledad era a igual del tiempo de mi presente. Entro a la casa, detrás de mí, un soplo de viento con olor a acre, entra junto conmigo a mi aposento.
Las cortinas se balancea por el viento, todo es recuerdo y añoro de un tiempo. El pasillo hacia al patio, se hace largo, entre el camino, sombras en recovecos, amenazan en salir y recrear lo que un tiempo he vivido. Como si los años se burlaran de mi vejes, todo lo que me rodea, desde muebles, ambiente y paredes, hablan y me hacen caer y volverlo todo a ver…
Lo que un tiempo fue, hubo gente en la casa, y la privacidad era lo que poco se podía obtener. Por ello, fue fácil ver lo que era crecer. Lo que más me hubo llamado la atención de un hombre; era ver como se acostaba con una mujer. Mi madrasta fue una mujer, lo que se puede decir, una mujer “bonita” y papá tampoco se quedaba atrás, y si hablando de hombres y los demás, es también nombrar a mis tíos, guapos cada uno en su propio estilo.
Primos por demás, no era yo el menor, pero si estaba entre ellos. También debo recordar algunos hermanos de mi madrasta, solo dos —aunque tuvo más hermanos— estaban en casa, o sea casi todo el tiempo estaban ahí, donde comían, dormían y bañaban también.
Fue así el primer hombre que veo a una entrepierna masculina de macho bastante desarrollado. No sería sincero, si digo que fue sin querer queriendo, porque fue con toda la intención del mundo. Ya tenían el pensamiento andando, era algo que más de una vez lo he maquinado, y antes de esa “primera vez” ya otras veces, casi lograba pero había fallado.
Como siempre en casa hubo un problema de agua, aparte de que escaseaba, cuando se bañaban el chorro que salía era poquitísimo. Por ello había un pote azul dentro, donde se llenaba y ahí con taza uno se bañaba. El otro lugar de baño —donde casi todos en la casa se bañan (hombres) — era en el patio, pero aquella vez Omar, no fue al patio, sino que entro al baño y el cuarto de baño, tenían un detalle, no era una puerta lo que uno cerraba, era una cortina, lo que uno corría para que nadie viera hacia dentro.
Claro que ya había visto que ha entrado al baño. Omar debía tener unos 20 años, alto y grandote, medio gordito, y con una actitud de “Bobo-Pila” por ello, a veces papá le daba rabia.
Si él era como el otro hermano, ya me hacía una imaginación lo que debía tener en la entrepierna. Entro a la casa, mirando a todos lados, solo oigo el chorrito caer en el pote azul que está en el baño. Latiendo rápido mi corazón y temblando mis manos, jalo la cortina y ahí lo veo desnudo, la piel brillante y tostada, el muy “inocentón” estando de espalda, da el frente y le veo una entrepierna peluda con un trozo guindando.
— ¡A pues Rafa, me estoy bañando!
No respondo nada.
Mi vista estaba fija ahí, en su verga aguada; asomando a penas un poquitín de su glande rojo. El enjabonando su cabello, se echa un tazado de agua y luego viendo mi indiscreta mirada, sonríe y sopla el agua.
— ¡Anda pa’ allá! —me dice.
Y es ahí cuando me muevo yo.
El otro, el hermano mayor, es Alberto. Un hombre de campo, que no sabe cuál es la “O” ni por lo redondo. Él tenía una costumbre, que cuando era de quedarse en casa, su hermana (mi madrasta) le daba una toalla, después de salía del baño, se quedaba con la toalla cruzada a la cintura. Y así se quedaba el resto de la noche, dormía y por la mañana de nuevo el pantalón lo usaba.
Viendo televisión, estuviera yo solo o no, él también iba a la sala y se le marcaba el paquete a través de la toalla.
El dibujito de Mickey, precisamente la nariz le quedaba abultada. Se marcaba todo ese tronco, recto hacia abajo. Era otro motivo para mis iniciales pajas. Ya mis pensamientos eran profundos, imaginar que con esos trozos de güevos, yo me atragantaba.
El momento de hacer esas fantasías realidad, llego cuándo menos lo pensaba. Como dije, a veces estábamos en la casa repletos de gentes, tíos, primos y hasta conocidos. A papá no le importaba darle cobijo a quien lo necesitase, esa casa le pertenece solo a él, fue lo que dictaminó mi abuela en su herencia. Por eso ahora me pertenece, soy el único hijo de mi padre.
Entonces, fue un fin de semana, una noche. Antes debo decirle que la casa, esa vez estaba atiborrada. Nombrar a todos, es algo que ni recuerdo bien.
En fin…
Alberto estaba durmiendo en la sala, un colchón habían sacado. Solito estaba ahí él, voy a gatas. En ese entonces, mi vista era tal como la de un animal << ¡veía en la oscuridad! >> Claro también me ayudaba la luna, que se inmiscuía a través de las cortinas. Él bañado por una luz plata, boca arriba, la toalla estaba superpuesta, ahí no más tapando su intimidad.
Sentado en un oscuro escondite, casi debajo de la mesa, espiaba al hombre desnudo. El efecto nocturno que se repite hasta tres o cuatro veces por la noche, precisamente estuve presente en la erección de un hombre. Levantó la toalla como realizando una carpa, por un momento pensé que los latidos que daba, era una señal para m, que escondido lo miraba.
Voy acercándome al aposento, primero cojo por la punta de la toalla y la voy jalando. Casi inmutado espero que se deje de mover, traga grueso y luego tose, tuve que esperar un rato —un rato demasiado largo diría yo—. Luego de intentarlo de nuevo, he dejado a este hombre completamente desnudo, pero como todo no sale a pedir de boca, ya la erección de hace un rato, se ha bajado y solo veía un morcillón blanco, grueso y de largo sobre el abdomen engordado.
Solo hice ver, ya cuando estuvo desnudo, no veía la manera de ir a tocarlo. Era imposible.
Igual modo, fue esa misma noche mi suerte. Claro, no fue de noche, fue de madrugada.
Papá y otro tío, muy temprano de casa salían, a eso como de las 3:00 de la mañana. Ni recuerdo muy bien, porque mi primo Fernando se acostó a mi lado, justo después que ya papá y mi tío se han marchado. Seguido no muy poco duro mi madrasta en la cocina, y luego todo quedo de nuevo a oscura.
Había despertado yo, deseaba que el tiempo se detuviera, que la madrugada no esclareciera pronto. No pierdo tiempo, al poco rato, finjo que duermo y me muevo en la cama. Mi primo es flaco y alto, de unos 16 años, pero muy maduro para su edad, ya tenía más de un año que no juagaba con nosotros en la tarde. Lanzo mi pierna sobre su cuerpo, casi junto en entrepierna. Caliente y vibrante mi cuerpo, lento coloco mi rodilla sobre el bulto que se forma en el short, acaricio con ella, estaba aguado pero pronto se torna dura. De lado, un trozo de carne se levanta, grueso y palpitante. Creía que todo está bajo mi control, palpo con mi mano, una y otra vez, luego aprieto sin pudor, con la misma adrenalina sexual desatada en mi cuerpo, meto la mano dentro de su ropa interior, cojo el miembro viril, y lo agasajo, midiendo su longitud y la temperatura de su calor.
El sol ya daba atisbos de rayos de luz, la penumbra de la habitación empezaban a clarear. Pronto el amanecer se daba, quería seguir yo andado con ese garrote en mi mano. No había dejado de estar duro, más bien en mi palma palpitaba más y más.
Cuando la claridad, embadurnó toda la habitación, ya era obvio todo ha acabado. Aun con mi mano dentro de su short, yo acostado de lado, y Fernando boca arriba, podía ver toda su facciones “dormidas” jugaba ahora: ¿Quién es el más rápido? Yo o Fernando.
Creo que debió ser la claridad, que ha informado que ha amanecido. Abrió los ojos tan de repente, como torpe quise sacar mi mano, pero no pude, como si tuviera atascado. Él viendo al techo, asido voltea a mi lado, mira mis ojos, su bemba morena, estaba hinchada. Al medio abrir la boca, pude oler su mal aliento dela mañana. Con el mismo cobertor que estaba arropado, lo abre más y arropándome fueron dos cosas iguales. Veía a sus ojos sobrios, se monta encima de mí, con la verga afuera porque se la he sacado, empuja la pelvis y simula cogerme; restregando su erección en mi barriga, lo abrazo y con mirada solemne ambos nos vemos, y estamos cogiendo como enamorados.
Se baja de mí, ahora cae del otro lado, hacia la pared. Bajo y cubiertos por el cobertor, el termina de sacarse el güevo del interior, erecto, veía como ese trozo de carne, está templada durísima e hinchada. Subo encima de él, abro las piernas y pongo mi culo sobre la empalmada verga de mi primo. Me hace seña que me baje, no entiendo, y creo que todo ha finalizado ya. Acostándome a su lado, veía su rostro enrojecido, se estaba pajeando. Empinado y con el cuerpo rígido, por momento me dejaba a mí hacerlo, mientras eso tocaba mis nalgas. Yo me pongo boca abajo y lo veo, como diciéndole: << ¡cógeme! >>. Solo movió la cabeza de lado a lado, negando a mi preposición.
Abrazándome, su tacto está calentísimo. Arropado por su calor él seguía en su faena, solo tocaba sus huevos, pronto se me vino la idea. Baje sin intención, a lo mejor Fernando sabía cuál era, solo dejó que yo solito lo hiciera.
Jalando su verga, cierro los ojos y abro la boca. Primero me ha golpeado sin querer con la mano, deja de hacerse la paja, y yo comienzo a lamerle. Saboreo el glande, él siente un espasmo, bajo pro el tronco y todo me lo voy tragando. Lengüeteando cada centímetro, en mi cerebro iba guardando ¡con mucho ímpetu! Lo que es tener un güevo metido en la boca.
Y nunca olvidar semejante cosa.
No acaba en mi boca, tampoco acabo afuera. No hemos podido culminar, se oían ruidos de ya la familia despertando. Podíamos ser descubiertos, y hasta ahí lo hemos dejado.
Termino Fernando con una “cojonera” la cual descargó —imagino yo— en el baño. En cambio de mi parte, al mediodía en el baño, no solo imaginaba mamarles el güevo a él, sino a todos (en su mayoría) a los hombres de la casa.
III
La segunda vez, fue un 25 de diciembre, hasta entrada las doces, estuvimos los muchachos despiertos. En aquel entonces contaba con 13 años, pero muy inmaduro todavía lo era, también muy consentido por mi padre y mi madrasta que tampoco se queda atrás.
En una sola habitación dormíamos casi todos juntos. Unos en las camas y otros en los colchones. Afuera en el patio todos los adultos bebían.
Por alguna razón Fernando conmigo no es que era indiferente, pero tampoco andaba sobre mío. Al acostarnos, Fernando fue el último en acostarse, prendió la luz y viéndonos para ver donde se metía, luego apaga y se acuesta. Antes ha visto a mis ojos, y creo que era el único que seguía despierto. Pensé que al lado mío, no iba acostarse, a mi lado está mi prima, y si acaso cabe también en el colchón. Al sentirlo a mi lado, de hecho empujando, me arrimo hacia al medio y el queda sobre el colchón como también casi en el piso.
El temblor se apodera de mi cuerpo, debí morderme los labios como también los dedos, para calmar un poco mis nervios. Aprecio su respirar entrecortado, con sigilo tanteo su cadera, al no sentir que se remueva, subo la mano por el abdomen. Al tocarlo, él estaba también asustado; ese susto mezclado con el morbo mismo del sexo.
Acariciando el ombligo, sigo el camino de vellitos finos. Ha de haber él pensado eso antes de acostarse. Se ha desbrochado el pantalón y al meter mi mano yo ahí, rápido llego al interior. Sobando directamente el bulto gordo, aprieto y el palpita a mi tocada. Con la misma saco el miembro y se lo toco apretando el puño en el tronco, bajo y subo, le hago una paja lenta y sabrosa. Sabía que era sabrosa, porque su respirar pesado, caliente en mi cabeza lo sentía. Esta vez directo voy hacia la entrepierna, abriendo la boca de una, lo engullo todo y en mi garganta palpita esa verga. A diferencia de la otra vez, el sabor y olor está más concentrado, lamo el glande, bajo todo por el tronco, saco la lengua y las bolas he lamido también. Y estando desesperado, como muchacho muerto de hambre, estaba mamándole el güevo sin mucho cuidado. Mi prima se mueve, tanto él como yo presentimos el cuidado. Obligado más por él, que por mí, me ha quitado el dulce de mis labios. Y lo esconde de nuevo en su interior.
Impertinente prima mía, aun no dejaba de moverse. Esa madrugada de Navidad, la odie como nunca antes lo había hecho. Al dejar de moverse, y posicionarse de lado dando la espalada a nosotros, ya iba yo con todas las ganas a tocarlo de nuevo. Pero sin darme cuenta se ha puesto boca abajo. Empujándolo, Fernando se puso pesado, con negativa a ponerse de nuevo boca arriba. Era como si por las mentes nos habláramos, cada empujón que le daba, era como decirle, que continuáramos, que nos sea malo, y me deje de nuevo mamárselo.
Al perder las ganas, ya no pude hacer más nada. Al volver sentir ganas, intento de nuevo, Fernando tenia medio levantada la pelvis, aun con el pantalón desabrochado intento llevar mi mano hasta la entrepierna.
Por dentro; ¡grite de júbilo! De nuevo esta empalmado. Creía que de nuevo él se ha interesado, a penas logro tocar su glande hinchado, y al apreciar mis dedos, Fernando presiona hacia abajo, y no deja que lo toque de nuevo.
Todo el 25 de diciembre pase amargado con mi prima. Y en cierto modo con Fernando también.
El 30 de diciembre fue mi debut. Desde muy temprano en la casa comenzaron a beber aguardiente. En la casa se apreciaba un ánimo de fiestas gratificantes y muy navideñas. Era de esos momentos, donde uno desea, que todo el tiempo así lo sea.
Ya por la tarde, Omar estaba hecho un culo. Por insistencia de mi padre, también de Alberto fue llevado a la habitación. Lo acostaron en el colchón y ahí lo dejaron. Mientras los demás seguían en el afán de beber y así lo hicieron. En la noche quedaron pocos, pero seguían bebiendo, y con todos en la casa, cada quien estaba ocupado en sus cosas. Esa noche pensaba era en Fernando, pero aún seguía molesto por lo del 25, consideraba yo a él, muy cagado para hacer las cosas. Ya cuando la más de la mitad, la familia estaba acostadas y lo demás tomando, nadie preguntó ni se molestó para saber dónde yo iba a dormir, ni madrasta, ni mi padre.
Primero estuve escondido, luego salgo del escaparate y me acuesto en la cama, fingiendo que estaba durmiendo, por si alguien entraba ahí me encontraba; solo quedaba tener suerte y que no me levantaran para acostarme en otra habitación.
Mi suerte fue todo un apremio.
Veía que ya las luces de la sala estaba apagadas, salgo tratando que nadie me vea, y miro a escondidas hacia al pasillo que vas hacia al patio. Allá se veía la puerta ajustada, dentro todo está apagado. Los merengues musicales, se oían detrás de la puerta y la luz prendida del patio, se veía por las rendijas de la puerta.
Regreso de nuevo a dentro de la habitación, cerrando detrás de mí la puerta. De la emoción y de todo lo que imaginaba, temblaba de pies a cabeza, y también los nervios me atacaban con unas sensaciones de ir al baño a cagar. De hecho hasta ventosidades se me venían.
Habiendo regresado a la cama, me acuesto hacia dónde van los pies. De largo, horizontal me echo casi a la orilla de la cama. Abajo está Omar, durmiendo en el colchón tirado al suelo. Espere un momento, sin complicación de tiempo, sentía que tenia de sobra, como para hacer las cosas bien. Al decidirme dejo caer la mano sobre el pecho de Omar, lo dejo quieto un momento y notando que no se ha movido, sin dejar de temblar yo, arrastro mi mano sobre el abdomen desnudo, pronto llego al inicio del pantalón. Todo abrochado, sigo de largo y por encima del jean, palpo la verga, si bien no está dura, tampoco, completamente aguada.
Tomando ya confianza, tocaba sin temor alguno. Sigo en mi faena, y con ambas manos, pero aun acostado en la cama, le desabrocho el pantalón y también bajo el cierre, abriendo lo suficiente como para tocar directamente sobre la ropa interior.
Así mismo hago, sobando todo el contorno de un bulto de lado. A mi parecer está un poco más duro, por ello lo saco del interior, agasajo esa mandarria viril. Le bajo el capullo y pelo toda esa verga. Casi ahí mismito se puso completamente dura. Lo que seguía haciéndome tener confianza es que Omar seguía respirando normal, como si no tuviera sintiendo nada. También sabía yo, que estando borracho y puede un hombre tener sueño húmedos, a lo mejor cree que es todo un sueño. De igual manera, tenía un plan “B” despertaba él asustado y con la misma yo salía del cuarto. No darle chance que se diera cuenta quien lo ha tocado.
Pero nada que despertaba, ni siquiera para gemir quedito.
Ahora si me abajo de la cama, y me acuesto en el colchón del otro lado. A la altura de su cintura, ahí de lado acostado, le masajeaba la verga. Impulsado por mis pulsaciones sexuales, acerco mi nariz, huelo y luego abro la boca, llevando todo ese güevo a mi garganta.
Fue como hundirme en un pozo de miles de sensaciones, directas e indirectas. Mi estómago se desborda y mis nervios, se ponen empíricos, mamando un trozo de güevo grueso. Saboreando cada parte de ese falo, esa mezcla de orine y semen, en mi lengua se pega y en mi paladar se desasea.
Al comienzo de su levantamiento pélvico, por un momento quedo quieto. Aun con la boca atiborrada de verga, inmutado lo que hago es solo pensar en que voy hacer, si él está despierto.
<< ¿Cómo culminara esto mañana? >>
Al colocar su mano en mi cabeza y levantado la cadera, ahogado por ese trozo de verga, me pierdo en el deseo y continuo con mi faena. Chupando y mamando como loco, le devoraba esa verga, como si nunca mi sacio fuese ser extasiada. Mi oír se puso tenso y turbado en la oscuridad de la habitación, estaba tan caliente que no pensaba en otra cosa, sino tan solo en mamar. Al oír su chillido y sentir como me presaba contra su pelvis, apremie lo que estaba por suceder. El corrimiento en mi garganta, fue turba, intensa y lechosa esperma, toditito me lleno y con mucha sed la trague para saciar mi hambre de verga.
Lo que me quedo fue por eructar, debajo de mi boca, queda una verga flácida. Y lo que se oía de Omar, todo volvió a la calma de un sueño profundo.
IV
Probar el semen de un hombre, se convirtió con el tiempo una adición. Es algo que me marcó, donde quiera que veía la oportunidad, perdía la decencia y por ella hacia todo por obtenerla.
Luego vino mi partía de culo.
Fuel Alberto el dichoso, pero antes de contar como sucedió, debo decir como es se dio. Fernando era reservado —en su mayoría de veces—pero a veces se desinhibía. Por ejemplo:
Estando una tarde, montados en una mata, ahí él me dice; —tengo ganas de hacerme una paja—haber dicho eso y se toca por encima de la bermuda, notándose una protuberancia hincada hacia abajo. Trago grueso y no aparto mi mirada.
Fernando estaba de espalda hacia la puerta del patio, delante estaba yo, viendo cómo se tocaba, aparto su mano y es ahora yo quien hace el trabajo. Vimos hacia atrás, cerciorando que nadie estuviera cerca, después en un abrir y cerrar de ojos, ya él tenía la verga afuera. Dura y bien empinada hacia mi boca. Sujetándome bien en las ramas, me inclino y me llevo el güevo a la boca. Tragándolo todo de una sola vez, y mamando como si fuese una mamila, mi tarea era sacarle todita la leche en un santiamén.
El semen de Fernando ya lo había probado también. Muy poco, porque cuando intentábamos siempre había algo que nos interrumpía. Y esa tarde no fue diferente.
Oímos el silbido, sacando ese güevo de mi boca y el acomodándose de nuevo, voltea y es a Alberto que vemos saliendo por la puerta del patio. Se acerca y viene a nosotros, mi cara estaba roja y la de él también, creía yo que mi mundo se venía abajo. Fernando me hace seña, que este tranquilo y no diga nada.
Si bien estaba Fernando de espalda, el me cubría a mí. Tan solo viendo de cerca, sabían que estaba yo ahí en la mata también. Pero a alguien con experiencia, por lo encorvado que estaba la posición de Fernando, debía dase cuenta, que; o se estaba haciendo una paja o alguien estaba mamando la verga.
Alberto fue prudente, no dijo nada y aparentemente simuló no ver nada. Como estábamos nosotros dos solos, Alberto había llegado y estaba preguntando por los demás. Habiendo dicho que ya debían venir en camino, Alberto coge una silla y se sienta bajo la mata, baja primero Fernando, al rato bajo yo. Me había quedado trémulo.
Cuando ya creía que Alberto no había visto nada, y confiaba que era así, ya el asunto dejo de importarme. Actuaba según lo normal de todo lo que hacía antes, ya que cuando me quedo la duda, sentía que debía andar con cuidado, pero ya no. Y eso sería como tres meses después o hasta más.
Sentado ahí mismo en el patio, bajo el árbol. Primero estaba yo solo, luego sale Alberto, no hacía poco se ha bañando, y como siempre después que sale, andaba con el paño terciado a la cintura. De nuevo o era la nariz o era una oreja de Mickey que se abultaba con su entrepierna. Viniendo hacia donde estoy yo, no pude evitar quedar viéndome su verga marcada. Se sentó a un lado mío, comenzamos hablar y como en realidad yo era de poco hablar, quedamos sin tema de conversación.
Al hacerme una pregunta, por las novias, veo su sonrisa y aquella malicia, como buscando dejarme en descubierto. En ese momento pienso, que él si debió vernos, yo mamando la verga de Fernando. Ahora que lo recuerdo, no solo era eso, a lo mejor se me notaba que iba ser maricón, pero en ese entonces, yo creía que actuaba como todo un varón.
Y como toda una marica, cuando hacen esas preguntas; por mucho que uno, las practique en la mente. En ese momento no supe que responder.
Sonreía nada más, y la cara se me caía de pura vergüenza. Cuando quise hablar, la voz se me trancaba, y con la mirada fija en mí, solo movía la cabeza, y viendo hacia abajo; como queriendo responder que no tenía. Fue el momento más incómodo que recuerdo.
Sale mi madrasta por la puerta y grita: — ¡Ya vengo! — da la vuelta y nos deja solo.
Él se acomoda en la silla, estirando las piernas, queda prácticamente de largo. Tan solo yo hacía era verlo por el rabillo del ojo. Quería salir corriendo, pero estaba tan pesado, que no podía hacerlo.
Al hacerme una pregunta, volteo a haberlo. Así estirado como estaba, el güevo lo tiene erecto. Una mandarria de verga de lado, y palpitando por ser atendida por una mano, o una boca o un culito apretado.
Como vio que yo no le miraba directo a la entrepierna, descarado y se toca la verga por encima del paño. Cosa que se le ha desajustado de la cintura, tan solo hacía a un lado la toalla, y quedaba denudo como andaba.
En ese momento era mis ganas, y tenía una erección prensada dentro de mi interior, pero no me atrevía porque podía ser, que Alberto quería agarrarme con las manos en la masa.
— ¡Rafa tu no conoces, a alguien que me la chupe!
Se echa la toalla hacia abajo y deja ver su sexo parado.
Delante de mí, se agasajó la verga, prensándola toda y dejándome ver como brincaba sola. Me levanto —a decir verdad, lo que iba a hacer, era demostrar que me ha ofendido— pero Alberto no me entendió de esta manera. Él de pie me sigue, y cuando voy hacia al lavamanos, más allá esta un callejón sin salida, regados matas y otros trastes también. Agarrado por mi brazo me lleva hasta allá. Ya no pude fingir más.
De una me arrodillo, y me como toditita esa verga.
Habiendo dejado bastante mojado esa cabeza. Contra la pared y levantado la cola, iba a dejar que Alberto me rompiera mi orto cerrado.
Pinceló toda mi raja, sintiendo yo la calentura de su ser. Aflojando mi ano, por solicitud de él, prensa su glande y lo introduce en mi culo. Clavando apena la cabeza, jadeo de dolor, coloco una mano en su cadera y con la misma me la sujeta, haciendo una llave para que no vuelva a moverla. Pronto todo el tronco va atravesado mis anillos anales, abriendo uno y al otro, y al otro. Cuando ya hubo hundido toda su virilidad dentro de mí. La verga se acopla en mi recto, lo más rico de todo aquello, fue sentir los pelos de su ingle tocar mi nalgas casi lampiñas. Solito me echaba hacia atrás, restregado mi cola contra esa pelvis, el chocando duro contra mí, el tiempo nos era corto y rápido se deja ir dentro de mi ser. Bañando de sus fluidos mi recto, lo abrí con todo placer lo he recibido…
Con el tiempo la casa, comenzó a quedar sola. Papá murió, luego fue mi madrasta, y así todo fue cambiando. Ya era todo un hombre, alcance la madurez, y pronto al ver que nunca me case y ni tuve hijo —aunque no llegue oír— supongo que imaginaban que soy gay. Y esto a mí ya no me importaba.
Pasaron los años, fui un hombre de bien, al tener 43 años, más solo estaba, pero siempre en el año, aunque fuese una sola vez, venían algunos conocidos, familiares, sobrinos y hasta primos. Como dije antes, fui hijo único, pero los hijos de mis primos, fueron como sobrinos, todos me respetan y me trataban a como un tío. Entre ellos también era los hijos de Alberto, que tuvo dos, después que se casó. También Omar tuvo uno —en realidad tuvo varios, pero solo uno era reconocido y a quien conocíamos—. Omar vivió hasta los 37 años, su alocada e inmadura vida, lo llevo por mal camino, se hizo adicto a las drogas, en los últimos años vivió como un indigente, al dignarse sus hermanos al recatarlo, a los meses murió de un infarto.
Cuando vi a Toño llegar a la casa, no pude evitar el parecido que tenía con su padre. Tan parecido a Omar, Toño era igualito. Más delgado sí, y mucho más simpático también, claro todo debía ser porque la moda de estos tiempos hace ver a los muchachos más hermosos que mi época. Ahora son refinados, y con una moda muy ambigua, en cambio los de mi época, eran grotescos, machos y vestían como machos.
Pero sin duda Toño es muy simpático.
Tiene 18 años, yo estoy ya por los 58 años. Aun en mis noches, mi libido despierta interés por el sexo. Cuando llego a casa, iba a estar unos días, por diligencias. Con toda sinceridad, fui atento con el muchacho, como todo abuelo puede ser con un nieto; personificando mi papel de viejito amable.
Fue entonces que lo veo desnudo en el patio ¡bendito problema con el agua! Aun se sigue uno bañando afuera y no en el baño.
¡Una paja se estaba haciendo!
Se la mame gustoso y fue la última paja que me he mamado en mi vejez.
Acostado en la cama, solo los grillos acompañaba mi soledad nocturna. Cerré los ojos, queriendo soñar que puedo regresar a mis tiempos mozos y vivirlo todo de nuevo otra vez…
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