Recuerdos de un gay maduro
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por luzquiños.
Era el año 1987, tenía en ese entonces 19 años, era un chico bello, delgado, de rostro blanco con el cabello castaño que llevaba siempre largo.
Mi voz y ademanes siempre fueron suaves, afeminados, amanerados de forma natural, por lo que nunca pude ser un gay discreto de closet, y como lo iba a ser, si la mariconada me salía por los cuatro costados.
Crecí casi sin padre, yo era un hijo fuera del matrimonio, las pocas veces que se apareció ese hombre fue para dejar un dinero y que mi madre retire la denuncia por alimentos.
Yo le temia, como después he temido a los hombres, note de que ese señor me miraba mal, como que adivinaba que yo iba para homosexual a mis 6 años.
Mi madre también me mostraba poco afecto y en casa solo venían visitas mujeres, tías, amigas, vecinas que se la pasaban hablando mal de los hombres, de sus divorcios.
Mi madre sabia de mi homosexualidad temprana, pero nunca me lo reprochó.
A los 12 años ingresé al primero de secundaria en un colegio estatal, rápidamente fui clasificado de marica, cabro, rosquete y muy molestado.
A mi me importó poco que me molesten los chicos, pues ya lo soportaba desde la primaria.
Además de mi manera de ser afeminado me gustaba llevar la ropa ceñida en especial los pantalones, así que en el colegio con otras “locas” mas grandes a las que conocí en los recreos, hacíamos grupo y usábamos el pantalón del uniforme escolar color plomo horrible, muy ajustado, “al cohete” como se decía, sabíamos que así se resaltaban nuestras nalgas y eso provocaba a los chicos.
¡Ahh, que recuerdos! innumerables manos pajeras manosearon al pasar mis levantadas nalguitas en esos mis años escolares, afianzando mi desviada sexualidad.
Terminé el colegio con 17 años, ya había debutado a los 12 con un chico de 5to de media, un “marido” que para tal evento me consiguieron mis amigos rosquetes mayores.
Egresé de las aulas y comencé a trabajar de camarero o mozo en una pollería en el centro de Lima en turno de 9 de la mañana a 4 de la tarde.
En ese entonces vivía en el distrito de Jesús María y a fin de mes llevaba dinero a mi madre y me quedaba algo para comprarme ropa.
A las salida del trabajo solía ir a la plaza San Martin al atardecer para encontrarme con otras “chicas”, bueno, chicos homosexuales, nuestras edades iban de 16 a 24 años.
Nunca nos vestimos de mujeres éramos cabros, homosexuales, hablando como locas en grupo.
Conversábamos hasta que llegaba algún mostacero y se iba con uno de nosotros, a veces nos buscaban viejos que les gustaba perforar jovencitos, en otras no había un ligue, pero igual la pasábamos lindo en ese lugar.
También teníamos una guarida en la azotea de un edificio clausurado desocupado, mi amigo Fernando tenia llave de la puerta por un familiar suyo y éramos tres cuatro chicos que teníamos acceso a ese lugar para nuestras revolcadas amatorias y exigirnos a fondo para dar placer al pingón acompañante.
En otras íbamos a un hotel conocido que permitía amantes gays.
Pasarón dos años de estar trabajando allí, en mayo de 1987 había cumplido 19 años, una tarde de viernes salí del trabajo y en vez de ir al Parque me dirigí a mi casa por estar algo cansado.
Eran las 5.30 pm, la gente en las calles se dirigía a hacer compras o a sus hogares, los escolares salían en tropel de algunos colegios del turno tarde.
Me encaminé por el “Campo de Marte”, el parque boscoso más grande de Lima, atardecía y al pasar vi lo de siempre, parejas de enamorados apoyados en los árboles besándose apasionadamente, más allá, entre arbustos, parejas ocultas tendidas en un suelo de pasto y hierbas teniendo sexo.
Eso era algo que siempre ocurría, así que no llamaba mi atención.
Me senté un rato en una banca a descansar, se oía en las ramas de los arboles los pájaros en sus nidos piar maravillosamente despidiendo el día.
Estaba asi relajándome y me iba a incorporar para irme cuando unas voces susurrantes llamaron mi atención busqué con la mirada y descubrí a tres chiquillos de unos 14 a 16 años vestidos con el uniforme escolar color gris semiocultos entre los arbustos espiando a una de las parejas que hacían el amor.
Los amantes tendidos sobre la hierba follaban duro, el hombre estaba sobre la mujer y le había levantado la falda y por los empujes notoriamente se la metia con fuerza.
Los escolares muy excitados se frotaban con la mano el bulto erecto levantado en sus pantalones, luego uno de ellos arrodillado se sacó el miembro y se pajeaba rápidamente sus ojos en blanco y labios entreabiertos mostraban lo excitado que estaba por la cachada de los amantes, luego también sus dos amiguetes hicieron lo mismo.
Que espectáculo estaba viendo , para mi mejor era verlos que espiar a los amantes, los tres chiquillos se pajeaban mirando el show gratis de sexo.
Todo iba bien hasta que uno de ellos se percató de mi presencia y luego los tres me miraron, al tiro se dieron cuenta que yo era homosexual, se codearon riéndosete, se dijeron algo.
y uno me dijo:
– Oye cabro rosquete mira lo que te gusta y me mostró su pene parado, los otros se rieron y me mostraron también sus penes empalados.
-Son unos niños malcriados, les dije , dejen de espiar a las parejas, vayan a sus casas-
-Porque no vienes a pajearnos dijo el mayor –
Yo no sacaba mi vista de sus penes que estaba muy bien desarrollados para su edad.
-¡Ven para que te la metamos cabro!-
La tentación fue irresistible, me levante y me acerque a su escondite y mirando de cerca sus pingas adolescentes les dije:
-¡Ay que grandes penes tienen chicos!.
Me arrodille, los arbustos que nos ocultaban, la tarde ya moría pero aun había algo de claridad , agarre con cada mano las rígidas pingas de los dos mayorcitos de 14 y 16 años y comencé a pajearlos de lo lindo.
El pequeño de unos 13 años, que escuché le llamaban Raul, se pajeaba solo, pero de pronto se puso en mi delante, muy cerca de mi cara, se pajeaba rápido, miraba su pinga y me miraba,luego dejo caer sus manos a los costados ofreciéndome ese delicioso majar, su pija se movia sola de arriba abajo como si tuviera vida propia, se movia invitándome.
Con mis manos ocupadas, abri mi boca y me comí esa verga púber, comencé a darle una super mamada, sentía la pijita super dura, a esa edad la dureza es lo mas característico.
El niño me agarro de la cabeza y me bombeo frenéticamente, era un diablillo poseído, hasta que se vino, sentí en mi boca el palanqueo del pene y de inmediato mi boca saboreo su semen de puberto, ¡Ahhh qué delicia, que delicia! Había deslechado al mas tierno joven de los tres.
Me la saco de la boca muy erecta casi tocando su abdomen, se tendió en el pasto exhausto apretando aún su pija para sacar las ultimas gotas.
Terminado el mas chiquillo me esmeré con los dos mayores, los sentí más empalados por lo que habían visto, los pajee más rápido y comencé a darles mamadas pasando de una a otra verga.
El escolar mediano se vino descargando un chorro de semen a dos metros de distancia y luego otro chorro mas ¡que salvaje! parte me cayó en la cara que me relami, dejé esa rica pinga en paz y el chico se retiro a echarse en el pasto.
No quise desperdiciar semen con el mayor y me metí el suculento pene en la boca y no me lo saque hasta que descargo su abundante y rica leche de adolescente, fue abundante y la trague toda o casi toda porque sentí que algo me chorreaba por los labios.
Los tres terminaron sentados en el pasto exhaustos todavía pero muy satisfechos y se recostaron a descansar, yo sabía que al día siguiente se iban a vanagloriar con sus amigos.
No hablamos un buen rato, hasta que les dije que me llamaba Luis y ellos me dijeron que se llamaban: Alberto, Leandro y Raúl.
También les dije que nunca había gozado unas pijas tan buenas y que si querían la próxima semana los llevaría a una habitación muy discreta para que me la metan rico.
A esa edad hueco es hueco, así que sabía que iban a aceptar, y así fue acordamos reunirnos en una semana.
Se pusieron de pie los vi recoger rápido sus útiles escolares, libros y cuadernos que estaban desperdigados por ahí, e irse rápido para evitar el castigó de la mamá por la tardanza en llegar a casa.
A la semana los encontré en el mismo lugar esperándome, pero estaban con un chico más, que al momento me di cuenta que era mariconcito, tenían unos 13 años.
Nos dirigimos al edificio….
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