Recuerdos Del Estero Parte 4 """ Los Cazadores de Rana """
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola xicos como estan, bueno aqui nuevamente dejandole la cuarta parte de esta
aventura mia bueno gracias por leer mis relatos y aqui nuevamente dejandole y
continuemos con la continuacion
Con una temperatura aún bastante alta, fui a buscar mi
mochila, donde aún conservaba algunos alimentos y agua, para recuperar las
energías perdidas con los chicos pescadores. Era las cinco y poco más de la
tarde cuando me dispuse a emprender el regreso a la ciudad. Me esperaba poco
menos de media hora de caminata para abordar el bus que me llevaría de regreso.
Por la temperatura ambiente y por la calentura propia de
todos los instantes vividos, decidí quedarme sólo con la trusa que había llevado
todo el día. Insisto que era muy breve, por lo que por las entrepiernas se
escapaban algunos pelos y se alcanzaba a advertir la mata del vientre con
suficiente claridad.
En ese entonces yo tenía 24 años, 1,70 de estatura, 62 kgs.
de peso y me mantenía en buena forma sin tener un cuerpo espectacular. JAMÁS
había ido al gimnasio tres veces por semana ni hacía ejercicios regularmente.
Tampoco tenía (ni tengo) los ojos azules o verdes, la piel perfecta ni el
cabello de un Adonis. Simplemente era un adulto joven normal, con cuerpo normal,
con aspecto normal, con voz normal y …normal en todos los aspectos que para mi
son importantes. ¡Ah! Olvidaba decirles que NO POSEÍA ningún deportivo rojo, ni
era gerente de ninguna firma ni vivía en casa con piscina.
Era un profesor de educación superior, del montón, pero que tenía bastante éxito con los
adolescentes como lo describí antes y lo seguiré contando ahora. Y aquí estoy
diciendo la ABSOLUTA VERDAD. Incluso he omitido bastantes detalles, para que no
piensen que exagero en mi relato.
Bueno, la cuestión es que al cabo de 30 minutos de marcha,
nuevamente la piel se me erizó al escuchar las inconfundibles voces juveniles a
la distancia. Como todavía era suficientemente temprano para observar cuerpos
adolescentes, me dirigí al sector desde el cual salían las voces, no sin antes
ocultar nuevamente mi mochila en un lugar discreto.
Esta vez eran tres mocosos quinceañeros los que estaban en el
agua, intentando cazar ranas según pude advertir. Como dos de ellos estaban
desnudos, hice un poco de ruido cuando estuve a una distancia apropiada para
llamarles la atención. Quería que fueran ellos quienes se acercaran y no yo.
Una vez en el sitio escogido y después de haber tosido y todo
eso, esperé que alguno de ellos se aproximara a averiguar quien estaba por ahí.
Yo ya estaba excitado y con el pene en la mano, como es de suponer.
El primero en aparecer a espiar fue Daniel, un flaquito de
piel trigueña y cara pícara, quien no tuvo ningún problema en avisarles en voz
alta a sus amigos:
¡Cabros, hay un viejo haciéndose la paja aquí atrás,
vengan!
¿En serio? ¿Dónde, dónde? –respondieron los otros.
Aquí detrás de las matas, vengan a ver. Si es verdad
¿Dónde está?
Ahí, miren. Pero que no los vea.
¡Oh! Media pichula el viejo.
Miren, miren, se está comiendo el moco.
Efectivamente la situación me había excitado sobremanera, por
lo que cogí las gotas de lubricante y me llevé algunas de ellas a la boca, lo
que impresionó mucho a mis jóvenes observadores. Luego de haber desaparecido de
mi vista por unos instantes, me fijé que caminaban en dirección hacia donde me
encontraba, sin hacer ningún intento por cubrirse ni ocultarse. A unos cinco
metros se detuvieron y dos de ellos empezaron a masturbarse sin dirigirme la
mirada.
Durante unos minutos cada cual prosiguió en lo que estaba
haciendo, pero después los chicos me empezaron a mirar abiertamente y las
miradas se cruzaron. Nos sonreímos mutuamente sin dirigirnos la palabra. Les
hice señas para que se acercaran. Después de algunos momentos de aparente duda,
se dirigieron hacia donde estaba yo exhibiendo impúdicamente sus maravillosos
atributos.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, sin mediar palabra, solté
mi verga y les cogí a los más cercanos sus preciosas herramientas. Ellos se
acercaron aún más, mientras que el tercero se colocaba a mis espaldas. La Zunga
ya estaba en mis pies y las palabras sobraban. Como el sitio era más que
discreto, me agaché sin temor, para atrapar entre mis labios el miembro viril de
Richard, el que respondió colocando una de sus manos en mi nuca y empujando a su
amigo más cerca de mí para que le siguiera masturbando. El tercer niño tenía
ambas manos en mi trasero y lo apretaba con delicadeza, al tiempo que acercaba
lentamente su cuerpo al mío.
Me estremecí por completo cuando Juan, un mocoso quinceañero
delgado, moreno claro, me tomó de las caderas y apoyó su pene de 15 cms. entre
mis nalgas. Luego sacó una mano, no recuerdo cual, la llevó a su verga y comenzó
sin mucha habilidad a buscar mi orificio, pero le dejé hacerlo solo a pesar de
la ansiedad porque lo lograra pronto. El chico al cual masturbaba observaba con
mucha atención lo que hacían los demás; su nombre era Gabriel. Era delgado, de
cabello corto, su pene medía unos 16 cms. de largo por 10 cms. de
circunferencia. De forma arqueada hacia arriba, poseía una cabeza muy oscura, de
la cual manaban cada tanto gotas de lubricante.
Mis labios mantenían aprisionado el miembro de Richard, el
cual era un muchachito moreno, de piel casi sin pelo, sólo le cubría un vello
muy fino, el cual se hacía más grueso en sus entrepiernas, para ser muy
abundante en su raja y, especialmente, en su ingle. Su pene era maravilloso;
tenía forma arqueada hacia arriba como Gabriel, pero era un poco más grueso. La
cabeza, roja, era grande en comparación al tronco, como un casco de soldado. La
base, que mordisqueaba con gusto, tenía un grueso nervio que estaba hinchado
casi a reventar de la excitación. De su glande salía una emisión constante de
líquido, el cual cogía a veces entre mis dedos, para hurguetear el ano del
chico.
Mi nuca era acariciada tanto por Richard como por Gabriel,
los cuales ahora se hablaban entre si y me dirigían algunos comentarios
elogiosos que me excitaban aún más de lo que ya estaba.
Que lo chupa rico el socio
¿Cómo se siente Juan? ¿Lo tenis todo adentro? Empújalo todo gueón,
si al loco le gusta. ¿Cierto socio que le gusta que se lo metan?
Mmmm, -respondí sin soltar mi apreciado tesoro.
Eso, chúpeme los coquitos, así, así, suavecito. Ya,
ahora pásele la lengua por abajo. Essssso, métaselo todo en la boca. ¡Oh,
que rico loco mmm… chúpeme esa gotita que me salio de la callampa. ¡Oh!
Córramela más rápido socio, eso, eso. ¿A ver como tiene el poto?
Tiene apretadito el poto socio. ¿Quiere que se la meta después del Juan?
¿Ya?
Déjame terminar a mi primero loquito –respondió Juan,
quien metía y sacaba con mucha habilidad su sexo de mi agradecido
orificio.
Las manos de los lolitos recorrían como podían distintas
partes de mi cuerpo, disfrutando al máximo la oportunidad que se les estaba
ofreciendo en esta calurosa tarde de primavera. Yo por mi parte sentía que cada
poro de mi cuerpo gozaba de esta fantástica situación.
Juan no tardó en avisar a sus amigos que se iba cortado. Puso
sus manos en mi espalda y comenzó a bombear con más intensidad, luego me alcanzó
los hombros y me presionó contra el. Como yo estaba afirmado de las nalgas de
Richard, pude soportar su fuerte presión. Sentí que mi interior era recorrido
por un ariete de acero. Sentía como las paredes de mi ano eran rozadas con
energía a cada instante. Juan casi sacaba su pene, para luego penetrar con
fuerza en mi agujero. Era un placer exquisito, ya que tanto Richard como Juan
parecían haberse puesto de acuerdo para empujar simultáneamente. Así, me
encontraba siendo penetrado tanto por mi boca como por mi ano, mientras Gabriel
se dejaba acariciar el pene, sin demostrar signos de querer eyacular muy pronto.
Juan se apoyó fuertemente contra mi y empezó a acariciar con
energía toda mi espalda. Luego bajó sus manos a mi cadera y me atrajo
fuertemente hacía el. Sentí que su pene se endurecía mucho, más que pocos
instantes atrás. En uno de esos movimientos, hundió todo lo que pudo su
masculinidad en mi interior, para luego extraer con suavidad su pene, el que al
salir comenzó a lanzar copiosos chorros de semen que sentí calientes en mi
espalda.
¡Cualquier moco gueón! –Exclamó Richard. -¡Oh, me estai
mojando a mi gueón, cuidado! –advirtió Richard, quien recibió parte de la
emisión de Juan en su ingle.
¡Ah, que rica la gueá locos! ¡Me fui cortado súper
rico! ¡Oh, boté cualquier moco! Miren como le dejé la espalda al gueón.
Ya, yo se lo quiero meter ahora. Ya estoy que me voy…
Al sentir que el pene de Gabriel entraba con cierta
dificultad en mi lubricado y abierto agujero, me di cuenta que el de Juan era
recto y relativamente delgado, ya que se colocó en una posición cercana a
Richard, con lo cual pude apreciar su singular belleza.
Richard no mostraba signos de agotamiento, más bien me daba
la impresión que le faltaba mucho para eyacular todavía, aún cuando después de
la corrida de Juan, empezó a acariciar mi espalda y a moverse rítmicamente, como
queriendo apurar el proceso.
Por la posición en que me encontraba, me empecé a sentir
incómodo, por lo que sugerí cambiar de pose. Los chicos aceptaron. Invité a
Gabriel a acostarse en la arena, momento en el cual le di la espalda y me senté
lentamente en su erguido ariete. El chico abrió sus piernas lo más que pudo y yo
pasé las mías por debajo de sus muslos, para conseguir la mayor penetración que
pudiera. Richard, por su parte, volvió a colocarse enfrente de mi ofreciéndome
su maravilloso sexo, el cual ya mostraba señales de querer manifestar su
poderío.
Estando así ambos amigos, ellos mismo iniciaron la etapa
final de la batalla, mientras Juan se acercaba nuevamente con su arma en
posición de ataque.
Mientras Richard me taladraba con habilidad la boca, Gabriel
arqueaba hábilmente su cuerpo para conseguir introducir toda la su carne en mi
interior. El muchacho apoyaba sus manos en mi espalda superior, para luego
bajarlas con suavidad hasta llegar a mis nalgas, donde juntando ambos dedos
pulgares, los introducía en mi raja acariciándola con ternura. Luego volvía a
subir sus manos y reiniciaba las caricias una y otra vez.
Juan fue el primero en irse cortado nuevamente, Cuando sintió
que la leche se acercaba, pidió a Richard que se retirara y, colocando su pene
en mi boca, la inundó de su leche salada y espesa. Por supuesto me la tragué
toda, lo que provoca la inmediata reacción de Richard, quien reintrodujo su
verga en mi boca, decidido a demostrar que el también tenía algo que entregarme.
Con una de sus manos comenzó a masturbarse enérgicamente,
manteniendo la mitad de su herramienta en mi boca. Yo apretaba su extremo con
mis labios, al tiempo que apretujaba con suavidad sus juveniles y lampiños
huevos. Llevé mi dedo a la base de sus testículos, sintiendo como el nervio que
corre por ahí, comenzaba a hincharse. Pronto sentí que la base de su verga
también se endurecía. Pocos momentos después Richard soltaba su pene y me lo
introducía con fuerza en mi boca. En esos instantes aprecié como varios chorros
de sabrosa leche golpeaban en mi paladar, mientras escuchaba las carcajadas de
los dos amigos que estaban de pie.
Todo lo anterior dio un estímulo adicional a Gabriel para
intensificar sus movimientos y a mí para ayudarlo. El chico me pidió ponerme en
la clásica posición de perrito, petición a la cual accedí. Ahí comenzó a
penetrarme con fuerza, mientras sus amigos observaban con atención lo que estaba
pasando. De pronto Gabriel se apoyó completamente, abrazándome fuertemente con
sus dos manos a la altura de mi cintura. Luego me atrajo hacia si y se dejó caer
de lado en la arena. Allí, de costado, separó mis piernas todo lo que pudo y me
comenzó a taladrar con firmeza.
Sus amigos se ubicaron de inmediato frente a nosotros,
observando con caras sonrientes el espectáculo, que permitía ver con claridad
como el pene del chico entraba y salía de mi ano.
Las manos de Gabriel no se mantenían inactivas. Con la
derecha me acariciaba el muslo, mientras la otra se apoyaba en mi cadera y me
atraía hacia el. Los movimientos de cadera de Gabriel pronto hicieron efecto.
Sentí como el muchachito aceleraba sus movimientos e intensificaba su
penetración. Luego de tres o cuatro embestidas muy intensas, empujó con fuerza
dentro de mi, se quedó quieto y luego sacó con rapidez su ariete, para lanzar
unos diez gloriosos chorros de esperma que mojaron mi vientre, mi pecho y
alcanzaron hasta mi cara, donde con un dedo la llevé a mis labios.
No esperé más que el tiempo justo para acabar yo también.
Todo el rato había estado masturbándome esperando el momento propicio para
terminar. Cuando los movimientos de mayor intensidad de Gabriel hubieron
concluido, agité con fuerza mi pene y varios chorros de leche salieron de mi
ariete, con tal fuerza, que llegaron hasta mi cara, cubriendo parte de mi pecho
y mezclándose con los jugos de Gabriel.
Inmediatamente los chicos me pidieron que me comiera mi
propia leche. Por supuesto que lo hice, de hecho lo hago a menudo cuando estoy
solo. A los pocos momentos, Gabriel se separó de mi y junto a sus amigos salió
corriendo a darse una chapuzón en el cercano estero. Cuando regresaron, yo me
había vestido para retirarme.
¿Y donde tenía la ropa amigo?
Por ahí, escondida.
¿Cómo te llamai? –primera vez en el día que preguntaban
mi nombre.
Manuel –les respondí-
¿Viene siempre para acá?
Nosotros venimos hace poco. Vivimos en el pueblo.
Oiga, ¿Hace mucho que chupa pico y todo eso?
¿Y como que le gusta chuparlo? No se le nota nada que
usted es maricón.
¿Cuántos años tienes?
Tengo 24 ¿Y ustedes?
Los tres tenimos quince, pero el Richard es el más
viejo.
Sabe, siempre venimos para acá en la semana.
¿Están en el colegio?
Si, los tres en el mismo curso…
Inviten a algún compañero la próxima vez –les dije.
Son medio sapos …pero
¡¡¡Si, sí!!! Invitemos al Alejandro y al Alberto, esos
son súper pajeros y son piolas, esos no cuentan nada.
¿Va a venir en la semana?
¿Cuándo van a venir ustedes? –les pregunté
El miércoles venimos.
El miércoles vengo entonces,,,
En serio que venimos con el Alberto y el Alejandro.
No se corran la paja hasta que nos veamos entonces.
No socio, vamos a venir cargaditos…
Chao.
Chao.
Había sido un día extraordinario. Como para no creerlo.
Adolorido y cansado, emprendí el regreso a Santiago. Ya eran las 19 horas y era
momento de retornar. En la casa, esa noche, me esperaban otras sorpresas, pero
eso es otra historia…
bueno gracias por leer mis relatos disculpen si sale larga pero quiero que este bien detallada
para que uds. se enteren bien de los sucesos, nos vemos amigos en la proxima parte
chaaus
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!