RELAJANDO A LIAM
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por J2939.
LIAM PAYNE – HARRY STYLES
Aquel jueves me encontraba en Londres por asuntos de trabajo.
Ese mismo mediodía habíamos firmado un gran acuerdo de negocio gracias a la colaboración entre varios departamentos de la empresa.
Por ello, aquella noche, tras la cena, decidimos tomarnos una copa todos juntos.
Me sentía despejado y a gusto tomándome aquel gin-tonic, pero mis compañeros tenían unas pintas horribles.
Ojerosos, cansados, con una incipiente sombra barba.
El caso es que poco a poco comenzaron a desaparecer, yendo cada uno a sus respectivas habitaciones.
El único animado parecía ser Liam, que liberado por unos días de sus responsabilidades como padre primerizo y esposo entregado, parecía disfrutar más que nadie del momento.
-Te veo espléndido, eh –observé.
-Sí –se limitó a decir, dando un sorbo a su whisky con hielo.
-Cambiar de aires viene bien de vez en cuando.
Desconectar de las responsabilidades…
-Si yo te contara… –hizo una mueca tras decir aquello.
-Supongo que con la niña tan pequeña no os quedará mucho tiempo para ti y para tu mujer, ¿no?
-Exacto –volvió a repetir la misma mueca, con la mirada fija en el vaso.
–No nos queda ninguno –añadió.
-¿Ni para daros un achuchón? –bromeé en tono viril, como haría cualquier machote hetero.
Pues a pesar de que todos sabían mi orientación sexual y mi situación sentimental con mi novio Zayn, yo también procuraba jugar a su juego.
-Ni para hacerme una pajilla en el baño –rió Liam.
-Así que ahora estás aprovechando aquí.
Por eso estás tan espléndido, granuja –bromeé, y ambos reímos.
-Pues no te equivocas.
Llevo todos estos tres días matándome a pajas en cuanto llego a la habitación con el porno que tengo en el portátil.
Aquella confesión me dio una cara aún más afable y entrañable de aquel hombre bonachón, que a pesar de ser joven y tener 21 años, parecía cansado y mucho más mayor de lo que en realidad era.
Tenía el pelo bien arreglado, castaño claro y con ralla a un lado, con algo de flequillo.
Su cara era redonda y simpática, su boca grande, sus dientes perfectos y sus manos también grandes, con gruesos dedos.
En cuanto a su complexión, una curva medianamente importante se había formado en su vientre y quedaba contenida por su camisa de cuadros marrones.
El hecho era que aquella confesión, el ligero aliento a whisky cuando Liam hablaba y su presencia de hombre simple y casado, me ponía bastante cachondo.
Y cuando yo estaba cachondo, capaz era de cometer la más atroz de las locuras.
-No hace falta que te mates a pajas –aduje con malicia.
-¿Ah, no? ¿Y entonces qué hago? ¿Me voy de putas?
-¿Tú no sabes que yo la chupo bien? –solté a bocajarro.
Liam casi se atraganta, comenzó a toser y luego su tos se convirtió en risa.
-¡Qué bruto eres, Harry! –recuperó el aliento.
-¡Eres la leche!
-No.
Pues lo digo en serio –dije con fingido fastidio.
–La mamo de lujo.
Sobre todo si es un buen badajo el que se me ofrece.
-Entonces tu novio estará contento.
Si tiene un buen badajo, claro.
-Pues sí.
Y tú también podrías estarlo –añadí, e hice una breve pausa en la que la sonrisa divertida de Liam titubeó por un instante.
-… si tuvieras un buen cipote, claro.
-Y también si yo quisiera que me la chuparas, ¿no? –dijo él, dando otro pequeño sorbo a su vaso.
-¿Y quieres? –arqueé una ceja, sacando en ese momento toda mi artillería pesada.
–Tu mujer jamás se enteraría, nadie de la compañía se enteraría porque estamos solos y tanto tú como yo saldríamos ganando.
-Me da asco que me la chupe un hombre –argumentó rápidamente Liam, ahora ya más serio pero sin llegar a perder totalmente el tono de jocoso.
-Eso me imaginaba.
Les suele pasar a los que sois heteros –sonreí, recobrando momentáneamente el tono de broma para suavizar la tensión repentina.
-Y lo que os pasa a los mariquitas es que os gusta demasiado el vicio –soltó aquel “mariquitas” con el sentido más inocente e infantil de la palabra, que en boca de Liam sonaba totalmente desprovista de malas intenciones.
-A mí me chifla –comenté, ante lo que él sonrió.
–Eso de comerme un rabazo gordo, grueso, largo y venoso…
-¿Y te comes muchos? –me interrogó Liam sin segundas intenciones en su voz.
-Los que puedo.
-¿Y Zayn no dice nada? –se refirió a mi novio.
-Zayn está encantado.
Yo también le dejo a él que se coma otros rabos.
En ese sentido somos muy liberales.
Pero esto que quede entre tú y yo.
Paso de que se enteren de estas cosas en la empresa.
Lo negaría todo…
Liam asintió, pensativo, dando vueltas a los hielos que contenía su vaso.
-Entonces estarás bien entrenado, ¿no? Por eso dices que la chupas de lujo.
-Si quieres comprobarlo y tienes un buen badajo, ya te he dicho que no habría problema…
Mi compañero no fue capaz de levantar la mirada, así que continuó con la mirada fija en el vaso.
Un atisbo de nerviosismo se dibujó en su cara y luego me miró con gravedad.
-¿Nadie se enteraría, verdad? –preguntó muy serio, llenándome de satisfacción el ver que había despertado su curiosidad.
-No nos convendría a ninguno de los dos, Liam –bebí de mi gin-tonic.
–Pero sólo lo haré si tienes el rabo grande –bromeé, aunque en parte era totalmente cierto.
-Tengo una buena polla –casi susurró.
-¿Cómo la tienes?
-Pues es bastante gorda.
Y el capullo también lo tengo gordo.
-¿Circuncidada? –pregunté, y él asintió.
-¿A qué esperamos? Vamos a mi habitación.
-Pero de esto no se puede enterar nadie, por favor, Harry.
-Ya lo sé.
¿Crees que a mí me conviene que se entere alguien? –hice una mueca de que aquello era obvio.
-No estoy muy seguro… pero…
-Pero te da morbo mi ofrecimiento, Liam.
¿Vamos?
Ambos nos levantamos de la mesa.
El tramo hasta el hall del ascensor del hotel y después hasta mi habitación fueron minutos interminables para mi compañero de trabajo que se secaba el sudor de la frente y de las manos e intentaba mantenerse sereno.
-En cualquier momento puedes echarte atrás –comenté, con la esperanza de que no lo hiciera pero de que se tranquilizase.
-Le voy a ser infiel a mi mujer.
Es una decisión… difícil.
-Lo sé.
Pero lo más importante es que si te vas a arrepentir, no lo hagas –le advertí, porque de no hacerlo me decepcionaría, pero prefería eso a complicarme la vida en el trabajo por una mamada, por muy gorda que tuviera la polla Liam.
Llegamos a mi habitación, abrí la puerta y pasamos dentro.
Liam se quedó en pie como un pasmarote.
-Ponte cómodo, Liam.
Y no estés nervioso.
-Vale –dijo, más tenso todavía.
-¿Qué hago?
-Pues… -miré a mi alrededor, soltando la americana sobre una silla y desabotonándome un par de botones de la camisa.
–Descálzate y siéntate en la cama con la espalda apoyada en el cabecero.
Rápidamente, Liam se quitó los zapatos y me obedeció, sentándose sobre la colcha de la amplia cama.
Yo le sonreí y él carraspeó.
-Tranquilo, vale –dije, arrodillándome sobre la cama y acercándome a él.
-Despacio.
Estoy muy nervioso –pude ver perlas de sudor en su frente.
-Claro.
Siempre despacio.
Si quieres que pare, dilo –y él asintió mientras yo posaba lentamente mis dedos sobre la hebilla metálica de su cinto y la desabrochaba, haciendo caer ambos extremos del cinturón a cada lado.
Después manipulé el botón, que cedió sólo y comencé muy despacio a bajar su bragueta.
-¡Joder! –se enjugó el sudor de la frente.
Liam parecía estar pasando un mal trago y estaba pálido como la cera, aunque bien sabía que aquello se le pasaría en cuanto le diera el primer lametón en el rabo.
El caso es que allí dentro, tras la tela de la camisa y del bóxer, parecía notarse un importante bulto.
Retiré la camisa y aparecieron unos boxers de media pierna, de rayas azules y blancas.
Liam volvió a carraspear.
-¿La sacó? –pregunté, con las puntas de mis dedos sujetando la goma del calzoncillo.
-No lo sé –comentó exasperado-.
Pero si lo haces, hazlo ya.
Así que respiré hondo y tiré hacia atrás de la goma, dejando totalmente al descubierto una salvaje maraña de vello púbico castaño y brillante y un cipotón morcillón y de considerable tamaño.
-¡Me cago en la puta! –exclamé, asiendo la cintura del pantalón de Liam y dando un fuerte tirón que se lo bajó hasta medio muslo, con lo que dejé al aire sus huevazos peludos y sus tiernos y voluminosos muslos.
En seguida comencé a manipular su rabo con una mano y sus bolazas de carne con la otra.
Liam suspiró fuertemente, pero ya estaba todo hecho.
Se estaba dejando manosear por mí.
Su virilidad palpitaba en la palma de mi mano, entre mis dedos, y además engordaba por momentos, volviéndose superlativamente gorda, monstruosa, con un capullo rosado acabado en punta y un tronco descomunalmente cilíndrico pero achatado a la vez.
-Se te está poniendo gordísima.
-Aún falta un poco –murmuró incómodo e inquieto, removiéndose en el sitio.
-¿Cuánto puede faltar más?
-Un poco –insistió.
-Menudo olorazo a polla suelta –comenté contento.
-Pues me he duchado esa mañana –se excusó, como si mi comentario fuera a malas.
-Me gusta que huela así, Liam.
Es como debe oler el rabote de un buen macho como tú.
-¿Te gusta? –me interrogó alucinado por mi actitud.
-Sí –solté, bajando la cabeza y dándole un beso en su capullote rosa, con lo que él soltó un exiguo gemido y me sujetó la cabeza, metiendo sus dedos entre mi pelo.
-¡Tranquilo! Acabamos de empezar –le dije.
Y ahora ya podía notar toda la dureza de aquel cipote de acero entre mis dedos.
Era el pollón de un macho heterosexual y me lo iba a zampar hasta lo más hondo de la garganta, la cual estaba bien entrenada precisamente para ese tipo de rabos.
–Me la voy a meter toda.
-¿Toda? ¿Cuánto es toda? –se admiró Liam.
-Hasta los cojones –sonreí.
-Vale.
Pero despacio –me rogó.
Así que cerré mis ojos, separé los labios y comencé a engullir aquel chorizo cantimpalo muy lentamente, pero sin pausa.
Y en un suspiro su capullo tocó en lo más hondo de mi garganta, sobrepasándome la campanilla.
Mi nariz se enterró en su vello púbico y se apretó con fuerza contra su piel y sus cojonazos peludos se aplastaron contra mi barbilla.
Con aquella barra de carne en la garganta tosí un par de veces y me la saqué de golpe, soltando hilos de saliva densa.
-¡Dios! –logró blasfemar Liam, que se había quedado de piedra ante aquella penetración oral.
-¿Sigo? –le pregunté.
-Sí, por favor –me instó desencajado.
Aunque esta vez fui más benévolo y empecé a realizarle una mamada más normal, usando mucho la lengua para recoger el sabor a meado y a polla que tenía aquel rabo.
Liam no soltaba mi cabeza.
Me entretuve recogiendo bien la salada y sabrosa película de su capullo, el cual trabajé con ansia, introduciendo la punta de mi lengua en el agujero de la cabeza de la polla, por el que salía un delicioso líquido pre seminal en abundantes cantidades.
-¡Te babea muchísimo el cipote, eh! –dije.
-Sí, es verdad –asintió, excitado y con la voz entrecortada.
-Sabe muy bien.
Tienes una polla que sabe riquísima.
-¿Te gusta? –me preguntó una vez más, con cierta duda.
-Me encanta, Liam.
Jamás me habría imaginado que tuvieras un rabo así de gordo y de bueno y que encima me lo darías a comer.
Estás tremendo, eh –le alabé, subiendo mi mano por debajo de su camisa y acariciándole aquella verga que descubrí ligeramente velluda.
-Qué dices –me retiró la mano.
–Tengo mucha tripa.
-Me flipa tu cuerpo –insistí con mi mano, sobándole aquella barriguita muy redonda y que estaba dura, y llegando a alcanzarle una de sus redondas tetazas poco peludas.
-Estás muy loco, Harry –me dijo, sin ser capaz de creerse que yo era sincero.
–Que me quieras comer el rabo, vale; pero que digas que estoy bueno cuando no es verdad…
-Tú si que estás loco –me puse de rodillas, indignado, cogiéndole por la camisa y desabrochándosela como un loco hasta dejársela totalmente abierta y con su torso al aire.
Aquel era el torso y el vientre de un padre de familia, sedentario por su trabajo en una oficina y al borde de los veinte, y era maravilloso, con aquellos volúmenes redondos que a mí me resultaban tan atractivos.
Me incliné sobre él y se sobresaltó a sentir como mis labios se cerraban alrededor de uno de sus grandes y rosados pezones, rodeados de vello castaño claro.
Le mamé la teta y él me sujetó la cabeza con ambas manos, notando como su respiración se aceleraba y se convertía en una especie de silbido jadeante.
Me sujetó la cabeza con ambas manos, y al separar mi boca de su carne, el pezón se había puesto duro, erecto y pequeño, así que cambié a la otra teta, recogiendo con mi lengua el sabor salado de la ligera película de sudor que había cubierto la piel de Liam durante el ajetreado día de trabajo.
-¿Por qué me comes las tetas? ¿Te gusta? –preguntó algo confuso, pero yo sólo afirmé con un sonido de garganta, recolocándome más cómodamente para practicar aquello que tanto me gustaba.
Después, solté su pezón, que quedó tan erecto como el otro, con relucientes gotas de saliva en los pelillos que los rodeaban, apelmazados.
Entonces le descargué un pequeño mordisco en el cuello y él suspiró, a la vez que le sujetaba su gorda y enhiesta polla.
-Besos no, Harry.
Por favor –me rogó.
–Ya eso no.
-No te preocupes –sonreí, dándome cuenta de que estaba semi tumbado sobre él, sobre su voluminoso y varonil cuerpo de macho, que despedía un olor ciertamente embriagador.
-Me encanta tu olor a hombre.
–Al escuchar esto Liam esbozó una tímida sonrisa.
-Gracias –respondió.
-¿Quieres que siga?
-¿Chupándomela? –me interrogó.
-O haciendo lo que tú me pidas.
¿Te ha gustado que me coma estas cacho de tetas que tienes? –pregunté.
-Sí.
Puedes chupármelas más si quieres.
O la polla.
O los huevos.
O las axilas–enumeró, entrando ya completamente en el juego.
-Genial –murmuré satisfecho, bajando mi cabeza y mamándole de nuevo una de sus voluminosas tetas velludas mientras la otra la apretujaba en mi mano y él soltaba gemiditos.
-¡Joder cómo te gusta comerme las tetas! –se admiró, acariciándome la cabeza y el pelo con sus dedos.
–Te pones como loco.
-Es que me pones loco.
Son magníficas –declaré entre chupada y lametón.
–Como las tienes gorditas… Podría estar horas mamándote entero de arriba abajo.
Igual que esta barriguita –se la acaricié.
Le dejé las tetorras totalmente enrojecidas y con los pezones tiesos.
A continuación bajé por su vientre e introduje mi lengua en su ombligo, y después restregué toda mi cara por el poblado y salvaje vello púbico de su entrepierna.
Finalmente me metí el cabezón de su polla en la boca.
Liam me estaba esperando, sujetándose el rabo por la base.
-Nunca pensé que esto diera tanto gusto –dijo al sentir mi lengua pasearse por todo su rabote gordo.
-¿Qué te la chupe un hombre? –pregunté.
-Sí.
Pensé que me iba a dar asco, pero no.
Me gusta mucho.
Lo haces muy bien.
Aquellas palabras me animaron a empezar a tragármela con auténtica dedicación e intensidad mientras él jadeaba como una puta y blasfemaba.
-Eso es porque me gusta mucho que tengas un pepino tan gordo entre las piernas.
Tienes un pollón tremendo y simplemente por eso, por ser un machote, te mereces que te la coman así de duro.
-Estoy alucinando –decía sin resuello.
-Si tú quisieras podría estar comiéndote el cipote la noche entera, Liam.
No quiero parar de mamar un rabo como el tuyo.
Y al ir a metérmela de nuevo en la boca, Liam me sujetó la cabeza para detenerme.
Le miré sin entender.
-Para, porque si no me corro –explicó.
-¿Por qué? ¿Te pone cachondo lo que te digo? –sonreí.
-¿Tú qué crees? –me respondió él con otra pregunta.
–Pues claro.
-¿No te lo dicen nunca?
-Nunca me han dicho lo que tú me estás diciendo y lo que tú me estás haciendo…
Fui a agarrarle el rabo con la mano, pero tampoco me dejó.
Él me miraba serio, intentando relajarse y aguantar la eyaculación.
-Pues eres increíble, Liam.
En serio –le acaricié su velluda barriga, haciendo que se quitara la camisa del todo y quedando ya totalmente desnudo de cintura para arriba.
Después se sacó el pantalón y el bóxer a través de los tobillos.
Le contemplé totalmente en pelotas, con unos gemelos gordos y grandes que me sorprendieron, debidos seguramente a que a Liam le encantaba salir con su bicicleta a dar largos paseos.
Dejé de acariciar su pecho y le acaricié los gemelos, y acto seguido le saqué los calcetines, dejando al aire unos pies grandes de gruesos dedos.
-¿Por qué miras así las piernas y los pies? –preguntó.
No le respondí.
Le agarré por el tobillo, me bajé a los pies de la cama y le besé en la planta del pie, haciendo que diese un respingo.
Acto seguido abrí mi boca y le chupé el dedo gordo.
Él gimió.
-Me estás descubriendo demasiadas sensaciones a la vez –manifestó abrumado, frotándose la cara con las manos mientras yo me metía en la boca casi todos los dedos del pie y los embadurnaba de saliva, dejando rastros húmedos entre estos.
–Primero me chupas el rabo, luego me comes las tetas, ahora me lames los pies.
¿Qué va a ser lo siguiente que vas hacer lo siguiente?
Le solté por un instante, me desabroché la camisa y comencé a desnudarme.
Él me observaba atento.
Cuando sólo me quedaban los bóxers, me deshice de ellos y mi polla tiesa saltó fuera, ingrávida.
La mirada de Liam titubeó.
-¿Pues tumbarme encima de ti en pelotas? –le pregunté.
-¿Para qué? –respondió él.
-Para que nos sintamos el uno al otro.
Como no me decía ni sí ni no, apoyé las rodillas en el borde de la cama y comencé a inclinarme hacia él, recostándome.
Nuestras piernas velludas entraron en contacto y pronto sentí el calor que despedía su cuerpo.
Tras esto fueron nuestros pubis, nuestros rabos duros y poco a poco el vientre, hasta quedar con su cara a un palmo de la mía.
Le noté tenso, pero a la vez su respiración destilaba excitación.
Finalmente soltó un suspiro largo al sentir todo mi peso sobre él.
-Me quieres volver marica –dijo con algo de pena.
-No –negué yo.
-¿Entonces?
Le sujeté la cara con ambas manos y le obligué a mirarme.
-Saca la lengua –le dije.
Y él obedeció.
Entonces separé mis labios e hice que introdujera su lengua en mi boca.
Luego la cerré y quedó capturado, con lo que cerró también sus labios, sellándolos contra los míos.
Después, le dejé escapar.
-Acabas de besarme –le informé.
Él no dijo nada.
–Si quieres puedes volver a meter tu lengua en mi boca.
Pero sólo si quieres.
-Ábrela –me susurró, y separé mis labios.
Tímidamente, me metió la lengua y buscó la mía.
Ambas se encontraron.
Cerré mis labios una vez más y el cerró los suyos, a la vez que soltaba el aire y suspiraba.
Entonces mis manos agarraron su nuca y mis dedos se hundieron en su pelo, besándonos intensamente, besandonos por primera vez.
Al poco se separó de mí.
Su mirada era extraña.
-Tú ganas –me dijo.
–Haré lo que quieras.
-¿Eso que significa? –pregunté.
-Significa que quiero que disfrutes de mí si es verdad que tanto te gusto –comentó.
Yo sonreí ante tan inocente propuesta.
-Sólo con sentir tu cuerpo grandote pegado al mío disfruto, Liam.
-¿Por qué dices esas cosas tan… fuertes? –comentó.
-Porque son verdad.
Y ahora déjame disfrutar un poco más de tu boca –le pedí.
Él la abrió y yo me introduje en ella con mi lengua.
Entonces, me arrodillé en la cama y le miré.
-Quiero disfrutar un poco más de tu boca, Liam –le mostré mi polla tiesa.
–Mientras, tú disfrutarás de la mía.
-¿Quieres que hagamos un 69? –preguntó ingenuo.
-Lo que yo quiero es saber si tú quieres.
Entonces, sacó esa parte de macho que yo tanto ansiaba, me agarró de la cabeza y me empujó hasta su rabo.
-Escúchame, Harry.
Cómete mi polla y llénate con ella si quieres, pero no pienso chupar tu polla porque me da asco, pero quiero que disfrutes de la mía.
Quiero que disfrutes de mí y que te hinches.
Si quieres meter tu boca en la mía, estaré encantado, pero ni te voy a lamer el ojete, ni las pelotas ni la polla –puso mi compañero los puntos sobre las “ies”.
-Perfecto –observé, clavándome sin más contemplaciones su tranca en la garganta.
Él gimió como una perra al sentir de nuevo mi boca en acción.
A la par comencé a estrujar sus gordas pelotas peludísimas y a masturbarme mi propio rabo.
Y así fue como empezó una de las mamadas más salvajes de toda mi vida.
El rabo de Liam estaba tieso e hinchado como nunca, se le marcaban sendas venas a cada lado y escupía sin cesar líquido pre seminal que yo deglutía con ansia y desazón, pues quería más y más de aquel sabor salado.
El ritmo que poco a poco me fue demandando el macho en que de repente se había transformado fue en aumento, hasta llegar un punto en que una arcada se sucedía a otra y buenas cantidades de baba salían en forma de manto de mi boca, escurriendo hasta las pelotas y la raja del culo de Liam, que estaban cubiertas por dicha película de textura gelatinosa.
Perdí la conciencia del tiempo, allí todo era chupar y mamar, y Liam me guiaba cada vez más fuerte con sus manos.
Llegado el momento, se hincó de rodillas en la cama y yo se la seguí chupando a cuatro patas mientras él me meneaba la cabeza al ritmo que le daba la gana.
Liam me estaba usando la boca como si fuera su puta o su muñeco hinchable.
-¡Cómo la chupas, madre mía! ¡Qué mamadón me estás pegando! Eres incansable –decía.
–Come de mi polla gorda.
¡Vamos!
-¿Y tú? Tú si que eres insaciable –me saqué su pollón de la boca para replicar y respirar a un mismo tiempo.
–Te la estoy chupando a todo trapo, me tienes la boca reventada y no quieres parar, ¿verdad? No quieres que pare de mamarte porque te encanta.
Te doy mucho placer en el cipote de macho que tienes.
Es tan gordo…
-No.
No quiero que esto acabe nunca.
Sigue.
¡Chupa, cabrón!
-Pues si tú no quieres, no va a acabar –prometí.
–Quiero que uses mi boca todo lo que desees y más.
No serás ni el primero ni el último que me usa durante horas para satisfacer su rabote.
-¿Ah, no? –Yo negué con la cabeza.
-Entonces no vas a parar de mamar en unas cuantas horas –fanfarroneó Liam.
-Genial –acepté.
El caso es que Liam tenía un aguante importante, mientras que mi mandíbula, labios y garganta cada vez se resentían más, a pesar de lo bien entrenado que estaba yo comiendo pollas gordas durante largo rato.
Él me follaba de rodillas sobre la cama y yo le amasaba cada vez más sus gordas y voluminosas nalgas, y sus cojones azotaban con fuerza mi barbilla.
Cuando se sintió cansado, volvió a sentarse y me dejó que le siguiera mamando, siendo ahora yo quien marcaba el ritmo.
Yo intentaba chupar y chupar sin sacármela de la boca en ningún momento, respirando como buenamente podía y procurando tragar la gigantesca cantidad de saliva que mis glándulas producían con tan majestuosa mamada a tan tremendo mástil.
Finalmente, una hora y media después de haber subido a la habitación, noté que los cojones de Liam se endurecían y llegaban a su límite y aguante.
Iba a echarme toda la leche dentro.
En efecto, varios minutos después, Liam cerró los ojos y comenzó a tener la respiración más agitada.
Iba a correrse y yo no iba a sacar en ningún momento de mi boca aquel trabuco.
Me iba a dar un hartón de esperma de semental.
En ese momento pensé en mi novio Zayn, que estaba en Madrid.
¿Tendría también él alguna ración de esperma en aquel mismo momento dentro de su estómago? Con lo puta que era, seguro que sí.
Muy posiblemente hasta tendría un par de corridas en su estómago.
Me empecé a masturbar nuevamente al pensar en ello y entonces Liam habló desesperado de gozo.
-¡Me corro! ¡Me corro! ¡Me corro! –es todo lo que decía.
Trallazos de caliente líquido invadieron mi boca, que se cerró herméticamente alrededor del pollón de Liam y no dejé escapar ni una sola gota, pues la lefada corría ya ardiente como un río de lava por mi garganta, calentando mi estómago cuando llegaba allí.
Era de consistencia densa y aquellos huevotes parecían no haberse vaciado nunca antes, porque la cantidad de semen que escupieron era propia de un caballo.
Cuando finalmente abrí mi boca, la polla de Liam escapó fuera, todavía bien gordota.
Él se quedó con los ojos cerrados, agotado, sin decir palabra.
-¿Estás bien? –comenté, terminando de saborear los últimos restos que quedaban pegados a las paredes de mi boca y garganta.
-Sólo quiero dormir –respondió el machote, totalmente agilipollado y con un hilillo de voz.
-Bien.
Voy al baño y apago la luz.
Puedes quedarte a dormir aquí si quieres.
-De acuerdo –respondió.
Y allí acabó la primera experiencia de Liam con otro hombre.
Desnudo sobre mi cama, exhausto y con los cojones y el rabo gordo que tenía exprimidos a más no poder.
Me dirigí al baño, cogí el móvil y llamé a España, a mi novio Zayn.
-¿Sí? –preguntó al otro lado del teléfono.
-Acabo de estar mamándole la polla a mi compañero Liam durante una hora y media.
-¡Qué puta eres! –soltó Zayn con voz ahogada.
-¿Qué haces? Porqué sollozas.
-¿Tú qué crees? –preguntó mi novio.
-¿Estás ocupado, cabrón? –sonreí.
-Tú te habrás follado a Liam, pero yo tengo un rabo metido por el culo hasta lo más hondo.
-¿Con quién estás? –pregunté curioso.
-He quedado con Niall –ese era mi ex.
–Como no vuelves hasta el domingo me he venido a su casa.
-¡Qué hijos de puta! –dije con cierto morbo perverso y malsano.
Todavía seguía cachondo y mi polla dura.
–Y estáis follando como perros.
-Cuando vuelvas ya te contaré.
Quiero batir el récord de follar sin parar que tienes con él –comentó Zayn, soltando a la vez un gemido.
–La tiene tan gorda…
-Lo sé –me sentí fastidiado por no ver aquella estampa.
–Pues si quieres batir mi récord tendréis que follar mucho.
-Lo haremos sin parar durante todo el fin de semana.
-Sé que eres capaz de batir mi récord y de doblarlo, amor –le dije a mi chico con cierta ternura y morbo.
–Y sé que Niall es capaz de follarte durante una semana entera si hace falta.
-Lo hará, mi amor.
Descuida que lo hará –soltó Zayn.
–Quieres quedarte al otro lado del teléfono y escuchar cómo me folla.
Pongo el manos libres y así puedes decirnos cosas también –pensó mi chico.
-Sí, por favor.
Me he comido el corridón de Liam, pero yo todavía no me he corrido –expliqué.
-Yo también me he comido ya una corrida de Niall, pero me ha sabido a poco y quiero más –dijo mi novio, ya con el manos libres puesto y dejándole el móvil sobre la mesilla de noche.
Yo me senté en la taza del váter dispuesto a masturbarme disfrutando de la nueva infidelidad hercúlea de mi chico.
Él y mi ex novio follando sin parar durante casi tres días.
Tendrían que echar más de 18 polvos si quería batir mi récord con Niall.
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