Relatos Breves (Especial Navideño)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Noche Buena
Temprano, en casa ya cerradas todas la puertas, era una Noche Buena. Ese año del 92, mamá no pudo comprarnos los estrenos. Éramos muy pobres y para una madre soltera le es difícil vestir a cincos muchachitos. El más grande de nosotros es Osman, con 17 años, seguía yo con 14 y los otros demás de 10 y 8 años. Todos varones.
Al otro extremo de la habitación duerme mi hermano mayor solo, y los menores duermen con mamá. Antes de irnos a dormir, siquiera tuvimos una buena cena. El tío Moncada, trabajaba en un restaurant y había salido temprano, trajo mucha comida y también venia un tanto ebrio. Cuando estábamos cenando, él ya estaba durmiendo.
El tío Moncada no es tío nuestro, pero la costumbre no hizo decirle así. Venía siendo un primo hermano de mamá, oriundo del campo de donde ambos venían. Aposentados en la ciudad, ambos se ayudaron, y él y mamá eran como hermanos.
Afuera hacia un frio, la brisa decembrina rugía, y cuando asomaba la mirada por la ventana, veía las luces navideñas, y eso me gustaba, a tal punto que hoy lo recuerdo con mucha añoranza. Mi hermano mayor se había acostado, no más hacia tocar la cama, y ya roncaba. Quise esperar un poco más, quería seguir viendo a la calle; una noche con el cielo azul oscuro, tres estrellas que se siguen unas a otras. Según decían los muchachos del barrio, que eran los tres Reyes Magos.
Aquella noche descubrí mi sexualidad, que si embargo estaba un tanto atrasado. No me hacía la paja con frecuencia, eran tan diferente de Osman, que no sentía ese deber en mi sexo, más bien era yo un ser delicado, flaquito, no muy alto y de piel morena con unos rulos encrespado.
Regreso a la cama, en algún lugar, seguro otra casa del barrio, estaba sonando una villancico; el más reconocidos por todos Noche De Paz. Pero esa noche, dentro de mí, se desató una tormenta sexual.
Reconocí el falo erecto de un hombre, por pura casualidad. Intentaba quitar sabana a mi tío, y sin querer he tocado su entrepierna. Dura, de lado y un poco húmedo. Él estaba dormido, se le oía roncar. Sin reconocer mi intención, finjo que voy a coger la sabana de nuevo, pero esta vez ya no fue accidental, toque lascivamente sobre el tronco duro, palpe sin temor y apreté con tal descaro, que pude haberlo despertado.
Haber tocado eso, provocó en mi cuerpo unos escalofríos intensos. El viento de la noche tocaba mi piel y me hace sentir excitado. Mi piel se tensa, se calienta y todo mi ser, se contrae apuntas de pulsaciones. Un momento salgo de esa inercia sexual, dejo caer mi cabeza a la almohada, y veo hacia la pared de la habitación, respirando muy seguido y con el pecho a punto de reventarme. Aprieto los ojos y trato controlar los nervios de mi cuerpo, toda esa excitación que me recorre, me abruma y hago lo posible para escapar de ella.
Mi entrepierna estaba durísima, y eso me molestaba un poco. Quizás en ese entonces no había caído en cuenta que deseaba ser una niña y no un varón. Pero como todos esos maromos los ignoraba y bien que lo hacía, pero esta experiencia me arrastro con mucha fuerzas y no pude evitar hacerlo.
Los latidos de mi corazón se apaciguaron, y en la serenidad que me encontraba, tan solo aminoraba que mis manos inquietas, exploraran. Primero puse una mano sobre el muslo de la pierna, sentía vellos corporales, esto me agrado y seguido deslice mis dedos por la zona, llego a la entrepierna, tocando las bolas primero. Una leve humedad, como de sudor se mezclaba con el calor que ahí guarda.
Debajo de las sabanas, bajo hasta la cadera de mi tío, cerca de la entrepierna huelo el aroma de macho dormido. Un tipo de 36 años, Moncada no era feo, tiene una leve barriguita, pero eso es lo de menos, palpo por encima el erecto pene, y me timbra al sentir que en mi mano ha brincado su verga. La dejo ahí, como esperando a que suceda de nuevo, y seguido lo hace. Aquel movimiento viril me excita mucho, mi boca se seca, quería sentir ese fierro en mi paladar.
Baje a buscarlos, mi descontrol era tal, que no tenía el más mínimo cuidado; como si mi tío fuese un muñeco sexual, o solo en la habitación estaba. He olvidado a mi hermano mayor, y todo lo que me rodea. Saco con desespero ese güevo del interior, se sacude la macana con una fuerza por lo empalmada que esta, se me hace agua la boca, y abriéndola fueron dos cosas iguales. Lo engullo completico. El sabor de la verga en mi paladar explota. Era como un nuevo sabor de paleta que me gusta ahora, saboree ese viril falo, limpiando cada centímetro, lamiendo todo y chupando la cabecita gruesa y delicada a la vez. Metiendo mi puntica de la lengua por el orificio de la verga, no me doy cuenta que mi tío exhala y luego su mano en mi cabeza la coloca. No era para apartarme, sino para calmar mi grosería de hambre de verga.
Mis sentido común estaba completamente bloqueado, que sobase él mi cabello, no era temor alguno. De hecho me empine mucho más a lamer ese güevo grueso, atragantándome completo, chupando las bolas y oliendo los pelos. Me acomodo mucho mejor en la cama, en el medio de sus dos piernas. Apoyé duro mi entrepierna contra el colchón, dedicando una buena mamada por primera vez, no tenía control y he acabado en mi ropa interior.
Todo culminó… al menos para mí.
La Madrugada
Estaba durmiendo plácidamente, cuando mamá llega tocándome por el pecho y llamándome para que despierte. Aunque anoche con anticipada información, mamá me había dicho que íbamos a salir muy temprano, porque iba a tener que sacar la cedula de identificación. Y como todo eso era una cola, uno se debía levantar como a las 3:00 de la mañana.
Con un ánimo tan pesado el mío, tuve que bañarme con agua helada. Ya vestido, esperaba a que papá prendiera el carro, él estaba en el garaje, el carro hacia… run run run, pero nada que prendía. Mamá estaba ya fastidiada, esperábamos ambos en la sala, esperando que papá saliera con el carro afuera para irnos al registro de cedulación.
Ya estando un tanto amargado, para no verle la cara a mi madre, que ya empezaba a regañarme, salgo afuera de la casa y en la calle me quedo viendo a todos lados. Estaba oscuro todo, aun nada que asomaba el sol. Lo más bonito de esa madrugada, fue ver las luces navideñas colgadas en las ventanas de las demás casas, tanto en la mía también, en otros hogares titilaban lucecitas rojas, amarillas y verdes. A lo lejos de la calle, que iba de subida, una casa en el balcón había muchas luces que brillaban, el frio soplo en ese momento, y todo fue bello. Hasta que papá me interrumpe, llamándome para que entrara de nuevo a la casa.
El carro nunca prendió, por un momento sentí satisfacción, pero luego recordé, que si no ha sido hoy, será mañana.
De regreso a la cama, ya el sueño me era imposible agarrarlo de nuevo. La puerta de la habitación quedo medio abierta, las luces del arbolito encandilaban hacia adentro, con notas de varios colores, me dejaba ver todo a mi alrededor. Es cuando me doy cuenta de mi primo acotado a mi lado, pero no en la cama, sino en una colchoneta tirada al suelo.
De piel morena, todo un cuerpo masculino de un hombre de21 años. La sabana que le arropaba ya no lo hacía, ahora esta descubierto. Tan solo lleva puesto una trusa blanca y, con las luces navideñas, alumbrando hacia al cuarto, podía ver toda su hombría erecta.
Tanto mis ojos como mis pálpitos, se dilataron esa madrugada decembrina. Puesto con mi mirada en ello, de lado estaba colocada esa verga de macho. Mi lengua desea saborearla << ¿acaso ya no lo has hecho? >>. Si claro que ya lo hice ¿pero querrá él, a esta hora?
Mi primo no fue quien me buscó, fui yo. Incluso él es muy arrogante, de vez en cuando es que deja mamársela por mí.
La primera vez, deseaba dormir a su lado desde que llego a casa para quedarse con nosotros. La primera noche lo tantee con mucho sigilo. Se dio cuenta, no me dijo nada, tan solo se batuqueo en la cama, arropándose de pies a cabeza y dándome la espalda.
Al otro día sentía vergüenza, pero nunca me dijo nada. La siguiente noche no hice nada. Pronto, de nuevo las ganas iban a querer hacerlo y así lo hice.
Toque su erección por encima del short, estaba duro y creía yo que dormía —o al menos eso hacía—. Eso me bastaba, tan solo tocarlo, sentir lo dura que lo tiene, no es grande, pero si gruesa. La toque todita, desde la base hasta la cabecita. Estaba en un solo temblor, escalofríos que atizaban mi cuerpo. Dejo de hacerlo, como quien ya debe conformarse con un poquito siquiera.
Esa noche fue diferente, porque mi primo con una pierna, toca la mía. Yo inmutado, no hago nada, luego no solo rozaba su pierna con la mía, después la monta encima, y ahí es cuando entiendo todo, él me está buscando.
Una actuación que ambos hacemos, fingiendo con movimientos de dormidos. Empiezo yo a moverme, primero mi brazo cae encima de su abdomen, luego voy bajando lentamente, con mi mano de costado, sobo la erección, palpita fuerte y yo respondiendo a ello, la aprieto presionando hacia abajo.
Ya sin ningún disimulo, de ladito me coloco en la cama, con la otra mano le toco el güevo, se lo agasajo primero por encima de la trusa. Saciando ese gusto, luego se la saco, rebota su macana quedando al aire libre. Un aroma sutil desprende, lo que hace provocar que mi boca se haga agua. Acerco mi cabeza a la altura de su cintura, apoyo media cabeza en su ingle, tan cerquita de esa verga, el olor le siento más intenso. Ya es él ahora quien desea que me la lleve a la boca, hace empujón suave en mi cabeza. Cierro los ojos y abro la boca, primero le doy una chupada, el sabor me gusta. Lamo un poquito más, y ya desatado la como completica, atragantando toda mi boca, esa verga en mi paladar la disfruto. Caliente, quema mi garganta, no me importa y la dejo adentro, hasta dejarme los ojos rojos y escupirla tosiendo un poco. No espero mucho y la vuelvo a mamar. Es primera vez que lo hacía, pero ya como experto lo hago. Mi primo jadeaba, apoyaba sus manos en mi cabeza y a la vez, empinaba su cadera. Sobaba sus bolas, y mi nariz en sus pelos la embadurnaba.
Sin aviso alguno, mi garganta la inundó de mucha leche.
¿Será que se la deja mamar a esta hora? Me pregunté. Y luego sin pensarlo más me dejo caer en su colchoneta.
Era el mismo ritual de las misma veces que lo hacíamos (muy pocas veces lo hacíamos). Tocaba con temor, otras veces me golpeaba la mano y me daba la espalda. Acaricio por encima, casi apenas rozando con los dedos. Enseguida se puso a brincar, suspendo mi mano y temblando con mucha excitación, toco con más confianza y aprieto el tronco con solo tres dedos, su verga palpita << ¡Es la señal! >> Ahora sí, le toco sin cuidado, y no solo con la mano, ahora acerco mi cara y meto mi nariz en su bulto, oliendo el rico olor de macho que desprende su verga. Le hago mordiditas por encima y con los dientes la saco del interior.
Rebota en mi cara, bañándome un poco de su líquido viscoso de excitación. Lo lambo, y primero le chupo la cabecita, saboreando mucho ese líquido, sigo mamando y la engullo toda. Mi boca queda atiborrada, brinca ese fierro en mi garganta, se la chupo y se la chupo. Esa madrugada de un 06 de Diciembre de 1998 mi primo estaba muy caliente, no solo quiere una mamada. Aquella noche me hizo el amor. Saboreó todo mi cuerpo, lamiendo y besando mi espalda. Estaba acostado boca abajo en su colchón. Subido sobre mí, desnudos ambos, su erección la encajó en mi raja, que pide a grito ser desvirgada.
Escupió, y bien ensalivado mi culo quedo. Apoya y hace presión. Yo quería ser cogido por él, pero aquello me dolió ¡mucho me dolió! Aunque me lo hizo con amor.
Esa mañana desperté con el culo adolorido y lleno de su semen, como muestra de mi virginidad pérdida.
Lolo… Amigo Mío
Detrás de un tanque aéreo de color azul, estábamos en la platabanda de la casa. Lolo se sacó la verga, ya la traía dura, y comienza a hacerse una paja. Estaba sentado en el duro concreto, esperaba ansioso a que me dijera o me hiciera seña que me pusiera en cuatro para sobarme su verga en mi raja caliente.
No me puso de cuatro, golpeo su verga en mi cara, paso el glande por mis labios y luego me pidió que abriera la boca y seguido la primera eyaculada entra en mi garganta. Como no estaba acostumbrado a eso, cierro la boca y lo demás eyacula todo en mi cara.
Mi vecino era mi amigo, con quien me la pasaba todo el día. No solo porque quería, sino que debía. Mamá me dejaba en la casa de la vecina, al cuidado de la mamá de Lolo. Yo tenía 12 y el 14, pero estaba él más desarrollado que yo. Ya él parecía todo un hombre.
Comenzamos desde más chicos, cuando en los juegos que hacíamos, él me pisaba como un gallo a una gallina. Cuando ya nos salía semen de las vergas, pajas mutuas nos hacíamos, pero todo cambia cuando él comienza a restregarme su verga en mi cara. Vio que me gustaba y luego en mis manos acababa. Para que todo fuera equitativo, el me hacia la paja. Pero sí, primero él se la hacía, y en mi cara acababa, luego se acostumbró en mi boca, luego se la mamaba, pero siempre, al finalizar me sacaba mi verga y una paja con sus manos me hacía; sin apuros, ni nada, veía como yo acababa en el rustico concreto de la platabanda.
La señora Consuelo, siempre en las mañanas salía de la casa, nos dejaba solos, y era el momento que saciábamos nuestras ganas. Primero limpiábamos la casa, el encendía la radio y la colocaba en una estación donde sonaba solo canciones vallenatos.
Esta vez no subimos a la platabanda, sino que ahí mismo en el cuarto, arreglando las camas, mi amigo me puso boca abajo apoyado mi cuerpo con el colchón. Bajo mi short y mi interior, dedeo mi culito cerrado, luego escupió con mucha saliva, introdujo un dedo, y me sentí incomodo no fuera a llenarlo de mierda —otro día yo lo había intentado y así me sucedió—. Al parecer no sucedió, y Manuel me lo metió hasta el fondo, hurgo mi culo con su dedo índice, me dolía un poquito, luego sentía cosquillitas sabrosas, y le empinaba el culo, alzando para que más profundo me lo metiera. Después fue su verga, la que colocó en mi entrada, la primera estocada, fue como un puñal atravesando mi esfínter. Le pedí que saliera, pero él recostó todo su peso encima de mí, susurro a mi oído, y la fue metiendo hasta pegar su ingle peluda en mis nalgas.
Mi cara estaba roja y mis ojos a punto de llorar, tan solo oían, que él me decía; tranquilo ya va pasar el dolor.
Y repitiendo eso, así fui sintiendo.
Que me falte el agua,
Que me falte el viento
Que me falte todo lo que aún no tengo
Pero nunca tú no me faltes tú
Aquel vallenato sonaba en esa ocasión. Mi dolor había cesado, la cosquilla en mi culo se intensifico, era mi primera vez, como también la era de Manuel. Empujaba toda su pelvis, metiendo su dura verga en mi interior. Se vino rápido, y toda la leche me depositó en mi culo desvirgado.
Nuestra amistad llego a otro nivel.
Nos fuimos al baño, yo me limpie y expulse toda esa leche medio espesa. Él se lavó su machete y no nos decíamos nadas. Estábamos en silencio, como pensado todo lo que habíamos hecho. Yo pensaba que ya habíamos llegado muy lejos. Sabía que iba rumbo a ser un marica, o al menos eso pensaba en aquel entonces. Mu culo estaba lleno de leche, me ha gustado, pero pensaba que hice mal << ¡muy mal! >>.
Aquel diciembre del año 99, cogimos bastante. Me la metía y yo disfrutaba de su verga. Luego se la comía con la boca y si no recibía su leche en mi recto, en mi boca eyaculaba y yo la tragaba.
Sucedió que el 01 de enero, después del cañonazo, una bala le alcanzo. Un tiroteo en el barrio, mi amigo murió…
Tan solo tenía 14 años, un conocido cercano en una ocasión dijo; << Pobre Manuel, nunca supo que era meter la verga >>. Como si aquello fuese importante, pero igual manera pensé a mis adentros…
A mí me la metió más de una ocasión. Y siempre lo hicimos con amor.
La Paja De Wilson
Era diciembre, por supuesto jugábamos todos los días en la calle, y los juegos eran mucho más geniales e intensos.
Sucedió que una noche, comenzamos a jugar al escondite, Luisito es quién nos iba a conseguir, y se puso a contar. En la casa de la señora Rosa, ahí nunca dejaban que un viernes estuvieran bebiendo, demás era el hogar de Juan Carlos. Y casi todos pasábamos adentro, retozando y no respetando la casa ajena; pero la señora Rosa estaba ocupada y ni pendiente de nosotros estaban.
Esa noche había una brisa sabrosa de esa que sucedía antes en los diciembres de mi época, también se sentía una alegría, y también muchos de los adultos bebían, en casi todas las calles estaba igual.
Serian como las 8:00 de la noche, cuando Luisito comenzó a contar, yo junto con Juan Carlos, entramos a la casa de su abuela, pasamos por el porche, donde había hombres bebiendo y la señora Rosa atendiendo.
Mi intención fue de un principio entrar a la habitación junto con Juan. Anteriormente, nos escondíamos y culiabamos por encima de la ropa; siempre era él detrás de mí. No sucedió como esperaba, el coge para el patio, y el patio de la Señora Rosa daba asco, y ahí yo no quería. Cuando venía un primo de Juan, viniendo del patio, él termina escondido en la cocina y yo me meto al cuarto.
Si era cierto que la Señora Rosa nos dejaba andar por su casa, pero estar metido yo solo en unas de sus habitaciones, hasta yo mismo sabía que estaba siendo un pasado. Al esconderme detrás de una cesta de ropa sucia, estaba muy asustado, quería salir y pedir disculpas; en todo caso, sería a Wilson, el primo de Juan, también nieto de la señora Rosa. Wilson tenía unos 19 años en aquel entonces, es un catire (rubio) alto y de cuerpo un tanto musculoso, sus ojos verdes y el cabello casi amarillo, pero más bien era un castaño claro. Tenía unas entradas, y el entrecejo siempre lo tenía fruncido, aunque cuando uno hablaba con él, se daba cuenta que no era para nada amargado.
Supuse yo que me iba a regañar, todavía no me ha conseguido en la habitación, pero ya se encuentra adentro. Había salido del baño, tan solo le cubre una toalla, estaba mojado y yo le veía de reojo. Asustado estaba, pero una erección ya tenía dentro de mi pantaloncillo.
Segurísimo estaba que iba a verme ahí dentro, no sé a qué vino acercarse a la cesta y fue cuando me vio. Mi cara debía estar rojísima, y sentía el sudor correr por mis sienes.
Me ha preguntado qué hago, le respondo que jugaba al escondite. Me puse de pie, e iba a salir, cuando Wilson me detiene.
— No salgas —me dijo — ahorita estaba Luisito buscado en la sala. Termino por decirme.
Me sentí tranquilizado que no se ha molestado por estar en una habitación ajena, pero comienzo a temblar de nuevo. No esperaba eso, Wilson dejo caer la toalla al suelo, quedo denudo ante mí. No tenía una erección, pero podía verle esa tripa blanca guindando entre sus piernas. Una mata de pelos en la ingle, primera vez que veía a un hombre desnudo. Y desde esa vez quede fascinado por la masculinidad.
Se sentó en la cama, mientras en su mano tenía la trusa que se iba a poner. Ni tan inocente era yo, me daba cuenta de su intención, simulaba hacerlo, como quien no se altera por estar desnudo frente a un muchacho, a sabiendas que yo le veía y también debía notar mi incomodidad.
Dio vueltas al asunto y nada que se colocaba la trusa, secaba todo su cuerpo con mucha pausa y en cada rincón de su piel. La tripa, se le puso un poco más gorda, y de paso ha asomado un poco el glande rosado. Ya a mi comenzaba a salirme raíces ahí parado. Tal fue la osadía de Wilson, se echó sobre la cama, aun con los pies en el suelo, quedo acostado en la cama, se pasaba la toalla en las bolas y todo el güevo. Fue ahí cuando se le puso dura; no era una exageración de verga, lo que más quedo grabado en mis recuerdos, fue como las venas se le marcaban en todo el tronco. El glande se puso rojísimo, y palpitaba con vida propia.
Si bien, Wilson no veía a mis ojos, parecía que estuviera solo en esa habitación. Comienza a pajearse, lento pero con mucha intensidad. Su cara se puso roja, todo su cuerpo estaba tenso. La mandíbula apretada, y se pone de pie.
Se corre intenso, primera vez que veo una verga eyacular que no sea la mía. Aunque la mía no acaba tampoco de esa manera, aquello fueron unos disparos con fuerzas, y lo que cayó al suelo fue blanco y espeso.
Las pulsaciones de mi cuerpo estaban muy alteradas. Estaba caliente con una fiebre probablemente de 40 grados. El enrojecimiento de Wilson se estaba disipando, tanto también como la tensión de todos sus músculos. Se apretaba la verga, expulsando el resto de su semen, luego, lentamente sube la mirada, mira a mis ojos y sonriendo me pregunta.
— Y tú… ¿ya te haces la paja?
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