RELOCOS (porque son cuerdos, menos re-cuerdos)
Un hecho del pasado a partir de los tiernos y… calientes años de la infancia. No se confundan con lo relacionado con abuso. Por el contrario, la información oportuna y veraz protege, permite evitar situaciones de riesgo o enfrentarlas en forma adecuada cuando no fue posible escabullirse de ellas..
Un hecho del pasado a partir de los tiernos y… calientes años de la infancia.
No se confundan con lo relacionado con abuso. Por el contrario, la información oportuna y veraz protege, permite evitar situaciones de riesgo o enfrentarlas en forma adecuada cuando no fue posible escabullirse de ellas.
-Vengo a confesarme. El religioso, sin decir palabra, me señaló el lugar indicado.
Llegué y me puse en la fila de tres chicos. Ninguno decía nada y todas las miradas se dirigían al confesionario. Ansiedad y algo de miedo. No era para menos, sabíamos del pecado y como conducía a los pecadores al lugar del fuego eterno.
Absorto en mis pensamientos y temores, ya había al punto de espera final.
¿Qué diría en la confesión? No me atrevía a hacerlo. Imaginaba que eran pecados muy graves y que podían acarrearme la condena inmediata. Sin embargo, nunca se había sabido de algo parecido.
Las palabras del sacerdote me volvieron a la realidad.
-Sí, padre.
-Confiesa tus pecados…
-Me acuso de…
– Debes decir exactamente qué hiciste.
-Me dejé tocar…
-Dilo, no cortes la confesión.
-Me dejé que me tocaran el poto, padre.
-Continúa.
-Bueno, es que me gusta que me toquen el poto.
-Explica todo como fue, quien. Eso.
La voz airada del cura me impulsó a soltar el chorro.
Los cabros vienen y pasan por mi lado y me hunden la mano en el trasero y luego se alejan corriendo y gritando: ¡A la Pirucha le gusta, le gusta el chuto!
-¿Por qué dicen eso. ¿Te gusta eso también?
-Sí, padre. Pero solo lo chupo. Me gusta que me toquen el poto y mamarle el pene a los chicos.
Concluida la confesión y después de responder todas las preguntas del cura que quería saber todos los detalles, me dio la penitencia que sellaría la absolución de todos mis pecados.
Arrodillado, aunque no diría arrepentido, concluí las oraciones que debía rezar.
Esa noche tuve un sueño en que el cura me ponía boca abajo en sus piernas, me bajaba los pantalones y me daba nalgadas una y otra vez hasta que se me adormecían las carnes.
Tuve una erección. Esto no es pecado porque no es algo que hice, sino solo un sueño. Después pensé que solo había que confesar el pecado y cumplir una penitencia y se borraba el pecado…
Se me ocurrió que hacer o dejarse hacer algo malo se terminaba extinguiendo con el proceso que había realizado recién.
Le prestaré el poto al Emilio.
Al otro día en la escuela, lo llamé y le dije que se sentara a mi lado. Mi compañero de banco no había venido pues se hallaba en cama aquejado de un fuerte resfrío habitual en esa época del año.
-¿Querís, mi querida Pirucha?
No le respondía. Mi mano se dirigió a su entrepiernas y le agarré el miembro que se puso duro como si quisiera salir de inmediato fuera del pantalón.
-Chúpame el pico.
-No, aquí no, en los baños.
La clase se hizo interminable, pero mientras escribía la lección, Emilio había deslizado su mano por dentro de mi pantalón y me hundió un dedo en el culo. Yo no podía más del morbo que me producía la situación. Apretaba y soltaba al invasor que tanto placer me daba y lo invitaba a ingresar cada vez más profundo…
La campana nos hizo levantarnos de un salto y con prisa nos dirigimos a los baños. Nos encerramos en una caseta y me dirigí a mamarle el miembro,
-No, Pirucha, me tenís muy caliente, así que te voy a culiar.
Me dio vueltas y me arrancó pantalón y bragas y se escupió la mano y me la refregó en el ano palpitante. Se escupió de nuevo y se frotó la cabeza enorme de su pene.
Solo pude ahogar un grito, pero los gemidos salieron como manada. El chuto de Emilio atravesó los esfínteres sin ninguna delicadeza. El dolor de la salvaje penetración empezó a aminorar en el preciso momento en que Emilio inició las arremetidas me hicieron llegar a la cúspide de un placer que nunca había sentido, pero que anhelaba desde mucho tiempo atrás.
Mi potito siempre estuvo atento a apreciar todo lo que se le introducía y yo le daba en el gusto cada vez que lo sentía palpitar y abrirse deseoso de algo aún indefinido.
Ahora, con el pene de Emilio entrando y saliendo, sabía que eso era lo que quería hacer ahora y para siempre: ser la perra de todo el que quiera culiarme.
Y así ha sido y he llegado a comerme la verga 45. La cuarta década de degustación de vergas se inició hace solo un par de semanas, de manera que si termina dentro del mes, al llegar a fin de año habré alcanzado la década decimotercera, o sea, 130 vergas deliciosamente albergadas en mi culo.
Pero eso será el tema de la próxima entrega.
Recuerden dejar sus comentarios en la web o hacerlos directamente a mi mail. Siempre contesto a sus inquietudes. Soy Ruizy o su putita Pirucha.
Releo otra vez los relatos y me vuelvo a calentar al revivirlos. No sé si eso le pasa a todos los que cuentan sus andanzas
Leído y evaluado.5 estrellas.Muy excitado