Roberto J
Un regalo hecho por mi tío me ayudó a fortalecer la amistad con un compañero de clase.
A mis 16 años gozaba de una vida sexual muy activa; me reunía con Iván por lo menos dos veces entre semana y a mi tío Víctor lo veía cada sábado sin falta. Además de salir a correr en las mañanas, asistía al gimnasio para mantenerme en forma. Quería seguir gustándole a mis hombres, e incluso conseguir alguno nuevo.
Desde aquel trío, Iván se volvió más rudo en la cama: comenzó a escupirme en la cara, nalguearme y penetrarme con más fuerza; luego de vaciar y batir su leche en mi culo repetía lo mismo “no eres más que una puta tragamecos”. Al inicio me agarró desprevenido, poco después comprendí que era su forma de marcar territorio y castigarme por acostarme con alguien más. Por su parte, mi tío era más cálido y generoso. En nuestro segundo encuentro me regaló un plug, mismo que empecé a utilizar cada noche antes de vernos para poder recibirlo con el ano dilatado. Le gustaba besarme y tener mis piernas en sus hombros para acariciarlas mientras me cogía. Me consideraba afortunado por ser el objeto sexual de esos dos machos.
Mientras tanto, en la escuela me dejaron un trabajo de investigación en parejas para entregar al final del semestre. El maestro formó las parejas y mi compañero asignado fue Roberto. Hasta entonces solo lo conocía de vista: tenía la piel blanca y el rostro alargado, era alto, delgado, pecoso y siempre olía a colonia. Era muy popular entre las chicas porque, además de formar parte del equipo de futbol, se rumoraba que estaba bien dotado. «No debe tener una verga más grande que la de Iván o Víctor» pensaba. En realidad, no me interesaba comprobar esas historias, pero la oportunidad se dio eventualmente.
Acordamos que trabajaríamos en mi casa después de clases. Aunque al inicio marcábamos distancia, durante las siguientes semanas comenzamos a platicar más. Descubrí que en realidad era inteligente, divertido y compartíamos algunas aficiones; la amistad fue creciendo y con ella la confianza. Incluso llegué a pedirle que me encubriera cuando debía salir antes para reunirme con Iván. Él intuía que me reunía con alguien, pero nunca lo confirmé. Eso sí, en más de una ocasión lo recibí bien servido, con el culo abierto y lleno de semen porque no tenía tiempo para bañarme.
Recuerdo que fue un viernes en la tarde cuando las cosas cambiaron. Estábamos en mi cuarto avanzando con el informe. Su celular se quedó sin batería, así que pidió prestado mi cargador. Como lo estaba ocupando, le dije que buscara alguno dentro de mi buró al lado de mi cama. «¿Esto es lo que creo que es?» Resulta que no solo encontró el cargador que necesitaba, sino también mi plug anal. No supe qué decir ni qué hacer; tenía la cara roja de la vergüenza.
«Solo he visto estos en vídeos ¿dónde lo conseguiste? ¿desde cuándo lo usas?» preguntó curioso. Sabiendo que nada podía zafarme, confesé «Me lo regaló un amigo que frecuento hace meses, lo uso antes de verme con él». «¿Es con quien te encuentras cuando te saltas las clases?» Noté que comenzaba a sobarse la entrepierna «No, ese es otro. Con él solo puedo reunirme los fines de semana». Fui acercándome a él y me senté en la cama «¿Hay más?» dijo sorprendido. «No, solo ellos dos. Pero si gustas, tú puedes ser el tercero». Puse la mano en su bulto y él la retiró de inmediato «Olvídalo, güey, yo no le hago a eso» «Puede que no, pero tu cuerpo demuestra otra cosa así que ¿por qué mejor no te relajas y dejas que te enseñe un poco de lo que aprendido con ellos?» Me arrodillé frente a él, desabroché su pantalón y comencé a mamar tan pronto bajé su trusa. Su verga terminó de crecer en mi boca. Con la lengua recorrí cada centímetro de su falo, deteniéndome en el glande para limpiar el precum que salía. Roberto cedió poco a poco: comenzó a desnudarse y se acomodó en la cama. Ahí pude apreciar mejor su verga: era larga, con forma de hongo y, al igual que su torso, libre de vello púbico. Quizá crecería más con el tiempo, pero en ese momento la disfruté por igual. «Antes de continuar, quiero que uses esto» dijo, acercándome mi juguete anal. Obedecí y me situé frente a él, levantando el culo para que pudiera admirarlo, y retomé la mamada. Sus gemidos indicaban lo bien que estaba haciendo mi trabajo. Por momentos me agarraba de la nuca y empujaba hacia el fondo. El vato quedó impresionado con mi habilidad; me sentí orgulloso porque, gracias a la práctica con Víctor e Iván, me resulta fácil tragar verga sin tener arcadas. Mientras alternaba los movimientos de mi mano y mi boca, escuché que su respiración se aceleraba. Unos segundos después, sin previo aviso, descargó su leche en mi boca. Aunque su semen se sentía particularmente viscoso, tragué cada chorro y limpié el resto con la lengua como es debido. «Siempre escuché que los gays dan buenas mamadas, pero nunca creí que fuera a comprobarlo. Lástima que ya no pude romperte el culo, pero te prometo que así será». En ese instante escuché que alguien entraba a la casa. «Te espero mañana en mi casa a esta hora, mis padres salen todos los sábados por la tarde. ¿Quién diría que todo este tiempo tuve tan cerca de mí a un puto mamahuevo? No olvides llevar tu juguete» Rápidamente se vistió, agarró sus cosas y se despidió de mi familia. Aún tenía el lívido alto, así que me encerré en el cuarto y empecé a masturbarme recordando cada segundo de lo recién ocurrido, pensando en lo rico que sería sentir esa cabezota abriendo mi culito. No tardé mucho en manchar las sábanas con mi semen. Entonces caí en cuenta de que al siguiente día atendería a dos hombres, a mi tío Víctor y a mi amigo Roberto. Aunque no sería formalmente un trío, me emocionaba la idea de coger con dos personas diferentes en un mismo día.
Á la mañana siguiente no podía contener mi alegría. Cuando estuvimos juntos, de camino al motel, mi tío preguntó porqué tanta emoción. «Por nada en particular, es solo que disfruto hacer esto contigo» Recordando lo ocurrido con Iván, decidí contar la verdad a medias porque temía que cambiara su trato conmigo. Una vez que llegamos, Víctor me pidió subir primero, quitarme la ropa y esperarlo en cuatro, con el culo apuntando a la puerta. Al entrar en la habitación, retiró el plug y enterró la cara entre mis nalgas. Solía dejarme bien ensalivado el orto, listo para ser penetrado. Mi labor era desvestirlo, permitiéndome acariciar su cuerpo y disfrutar de su olor embriagante. Luego de unos minutos mamándole la verga, me acosté boca abajo y comenzó a cogerme. Me encantaba sentir su respiración en la nuca y el calor de su cuerpo sobre el mío. Se detenía por momentos, enterrando su verga hasta el fondo. Estando así, apretaba el culo cuando lo ordenaba. «¡No mames, cabrón, aprietas bien rico! Te voy a dejar bien preñado». Continuamos cogiendo con mis piernas en sus hombros. Siempre aprovechaba esa posición para masturbarme, aunque ese día prefería guardar mi leche para más tarde. Mi tío aumentó el ritmo de sus movimientos y con un largo suspiro indicó que había terminado. Le acerqué el juguete y volvió a colocarlo donde lo sacó.
Aún faltaban dos horas para mi encuentro con Roberto, así que me recosté en el pecho de Víctor y comenzamos a platicar. «Tuve una semana muy estresante, en verdad necesitaba esto. Pero veo que tú todavía estas inquieto y aún no te has venido ¿me vas a decir qué te pasa?» Con todo lo que habíamos pasado, sabía que podía confiar en él. Le conté cómo Roberto se calentó al descubrir mi plug y que eyaculó antes de que pudiera cogerme. «Quedé en reunirme con él más tarde, pero no sabía si eso te molestaría. ¿Tendrías problema si me veo con otros hombres?» Soltó una carcajada y luego agregó «En realidad, no me importa si quieres cogerte a tu padre, puedes hacer de tu culo un papalote. Eres guapo, joven y aguantas un chingo, pero aún tienes mucho que aprender. No te limites, disfruta de tu sexualidad y permite que otros gocen como yo. Solo te recomiendo guardar discreción con quien lo haces y asegurarte que sea de fiar. No te preocupes por mí, de cualquier forma, nada te quita las veces que te preñé. Podemos repetir siempre que quieras y esté disponible». Al recibir su aprobación, me propuse seguir su consejo y conocer más gente, adquirir aún más experiencia, empezando con Roberto. Víctor me llevó hasta la casa de mi amigo y se despidió con un beso. «Cuídate mucho, mijo, y disfruta de todo lo que venga»
Roberto vestía solo un short deportivo, estaba completamente sudado y la respiración agitada. «Llegaste antes, estaba entrenando un poco, pásale». Se veía algo nervioso, así que tomé la iniciativa. Comencé a besar su cuello y lamer sus pezones mientras le agarraba la verga. Cuando estuvo totalmente erecta, me arrodillé frente a él y empecé a mamársela. «Mírame a la cara, cabrón… sí, así, trágatela toda, pinche putito. Hoy no te librarás tan fácil» Roberto cerraba los ojos cuando mi lengua pasaba por sus testículos. De vez en cuando me golpeaba en la mejilla con su falo, presumiendo con orgullo su gran tamaño. Inesperadamente, me soltó una cachetada y me ordenó ponerme de pie. «Ni creas que tendré consideraciones contigo, te trataré como a todas las perras. Quítate todo y súbete a la cama». Obedecí y me puse en cuatro por segunda vez en el día, dejando expuesto el plug. Al retirarlo, sentí como chorreaba la leche de Víctor. «¿Te acaban de coger y aun así quieres más? No sabía que fueras tan tragón. Bien, parece que no necesitaremos esto» dijo, mientras guardaba un bote con lubricante. Aunque era cierto que tenía el orto dilatado, sentí dolor cuando la enterró de golpe. De inmediato procedió al mete y saca, sin dar tiempo a que mi cuerpo se acostumbrara a su verga. Agarraba mi cintura para apoyarse y enterrármela con fuerza, y si me soltaba era para pegarme una nalgada. Admito que su técnica era brusca, pero estaba tan perdido en que estuviera batiéndome la leche que me dejé manejar a su antojo. «Pensé que tendrías el culo guango, pero aprietas con ganas». Nos recostamos en la cama y siguió cogiéndome de lado. Por más que intenté, el placer con cada roce era superior y no tarde mucho en correrme. Unos minutos después Roberto alcanzó el orgasmo, llenando mis entrañas con su leche. Tan pronto sacó su verga, la llevó a mi boca y, aunque distinguí el sabor metálico de la sangre, la limpié de arriba abajo. Terminé con las mejillas y las nalgas enrojecidas, pero satisfecho con lo ocurrido.
Roberto salió del cuarto y llegó con un vaso de agua. «Ninguna chica antes había aguantado mi ritmo. Usualmente me piden ir más despacio o que evite los golpes, pero tú obedeciste a todo sin titubear. Quien sea que te entrene, ha hecho un excelente trabajo». Comencé a vestirme, pero mi amigo dijo que sus padres aún tardarían en llegar, me ofreció jugar videojuegos o volver a coger. Su verga había recuperado a la erección y sin dudarlo volví a mamarla.
Al llegar a mi casa, me puse a pensar en las palabras de mi tío y en lo mucho que disfrutaba del sexo. Si bien cada hombre actuaba diferente, siempre terminábamos satisfechos… aunque después tenía ganas de más. Estaba seguro de que podría aprender mucho más. Quería estar con diferentes tipos de hombre, probar distintas vergas hasta hartarme. Continuaría frecuentando a Iván y Víctor, pero agregaría nuevos nombres a mi lista.
Agradezco sus comentarios. Háganme saber si quieren que continúe compartiendo mis experiencias.
Bufff, sin lugar a la duda, eres todo un mariconcito, te gusta la verga y que te den por el culo, a mí también, en eso somos iguales y que gusto da cuando te follan bien follado y te dejan los mecos dentro.
Y así seguirá siendo
Agradezco tu comentario, fuiste tú quién me motivo a compartir mis experiencias. Tus relatos son exquisitos