Rubios (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Acababa de terminar el primer semestre de universidad y me encontraba conversando con mi nueva amiga en una banca del campus. Catalina era una mujer muy guapa y dulce, nos hicimos amigos desde el primer día de universidad y desde entonces nos hemos hecho inseparables. Si bien no salíamos a muchas fiestas, nos juntábamos a diario a comer o a ir al cine, lo cual nos unió bastante más. Tenía un cabello castaño y ondulado muy largo, ojos de color miel, figura envidiable y la muy zorra (con cariño) no necesitaba maquillarse para verse perfecta. Por mi parte, soy moreno, delgado, cuerpo normal y con el humor a flor de piel. Éramos una pareja de amigos muy resaltante, y muchos pensaban que éramos novios. Catalina había prometido pasar un año sin novio, pues había tenido una mala experiencia y quería sentirse libre y encontrarse a sí misma. Yo era la excepción pues era su mejor amigo.
-Por favor, di que sí.- me suplicaba poniendo ojitos de perro muerto.- No seas malito.
-Sabes perfectamente que no me causa nada esa mirada manipuladora.-le decía.- Te conozco muy bien.
-Pero… por favor.- dijo recuperando la dignidad.- Solo es una boda, tampoco es para tanto.
-Ya lo sé, pero es que no conoceré a nadie.- me excusaba.- De hecho, ni siquiera conozco a tu madre.
-Pues ahora será el momento.- sonrió macabramente.- Di que sí, por favor. No quiero ir sola, sería deprimente. Además tu eres mi mejor amigo y…
-¿Y qué?
-Va a haber mucha comida.-
-Golpe bajo.- fingí un golpe en el estómago.- Está bien.
-¡Eres el mejor!- gritó saltando en mis brazos.
-Lo sé.- dije mientras le daba palmadas en la espalda.- Ahora bájate o tendré una erección.
-Eres un cerdo.-
-También lo sé.- concordé con ella.- Y tu también lo eres, no te hagas la santa.
-Ya… pero a mí no se me nota.
Sonreímos y nos fuimos al estacionamiento. Ella, como buena chica de padres con un exceso de dinero, tenía un precioso auto. Y siempre, amablemente, se ofrecía a llevarme hasta mi humilde morada. Ese era una de las cosas por las que no quería acompañarla: toda su familia era adinerada y yo me sentiría muy… ¿Fuera de lugar? No lo sé, a veces soy muy inseguro. Faltaban 5 días para el fin de semana de la boda y yo no tenía que ponerme. Por suerte mi primo me prestó un traje de color azul marino (nada especial) y mi padre me pasó el resto.
Durante todo el resto de semana, estuve conversando por whatsapp con Catalina, y me decía que estaba muy estresada por lo del vestido, el maquillaje y el peinado. Agradecí por no ser mujer. El sábado a las 2 de la tarde, me pasó a recoger.
-Creo que esto tendría que ser al revés.- dije mientras me subía.
-¿Cómo?
-El hombre tendría que pasar a buscar a la mujer.
-Bueno, si quieres me voy y espero a que llegues en auto.
-Muy graciosa.- dije fingiendo una sonrisa.- Te ves preciosa.
-Aww gracias. Tardé horas en quedar así.- dijo. Estoy seguro que estuvo desde las 9 de la mañana, como mínimo.- Se te ve un lindo culo con el pantalón de tela.
-Descarada.- sonreí.-
Su vestido era de un color morado pastel, sexy pero no vulgar. Tal cual era ella. Después de media hora de viaje (¿Por qué la gente rica hace las cosas tan alejados de la civilización?), llegamos a una especie de club campestre. El césped parecía cortado milimétricamente y tenía un verde muy intenso y parejo. El día estaba frío, pero absolutamente despejado y brillante. A medida que nos íbamos internado, comencé a ver un grupo de gente a la distancia. Había muchos árboles alrededor, y toldos de color celeste, decorados con globos de color crema y blanco: todos en tonos pastel.
Cuando llegamos a la multitud, me percaté que había sido un error haber ido. ¡Era el único moreno! ¿Cómo rayos puede ser eso? Y para más remate ¡Todos iban vestidos con tonos pastel, menos yo! Miré con rabia a Catalina, y en ese momento se dio cuenta que se le había olvidado decirme algo. Respiré hondo y la tomé del brazo con una fuerza un poco excesiva, pero a medida que avanzábamos se fue disipando. Parecía una fiesta de príncipes Disney (Típico que el príncipe de Disney es un rubio guapo), y todos los chicos iban con trajes de lindos colores y, además, muy caros. En la ceremonia, me senté junto a Catalina y a los segundos siguientes llegó una imponente señora. De presencia se veía muy autoritaria, como las mujeres malvadas de las telenovelas mexicanas.
-Mamá.- dijo Catalina.- Te presento a Alejandro, mi mejor amigo. Alejandro, ella es Arabela, mi madre.
-Buenas tardes.- dijo de manera cortante.
-Buenas tardes, un gusto conocerla.- contesté sin perder la compostura.
Mientras esperábamos a que diera comienzo, intenté buscarle conversación a la madre de Catalina, pues me incomodaba que fuera así de distante conmigo. Poco a poco se fue soltando, hasta que logré que cambiara la energía que emitía. De hecho hasta nos reíamos de algunos comentarios que ella hacía y que asentía. Fue un cambio muy notorio que me causó una gran tranquilidad.
-Es la primera vez que se comporta así con un amigo mío.- me susurró Catalina.- ¿Que le dijiste?
-Solo le doy la razón en todo.- contesté sintiéndome orgulloso.- Para que no me vea como algo distinto, y crea que pienso como ella.
-Eres un manipulador.- dijo sonriendo por lo bajo.
-Es mi arma secreta.- le dije.- Así por lo menos me da una oportunidad para conocerme.
En efecto, después de la ceremonia seguimos conversando y ya hablé por mí mismo, sin tener que recurrir a besarle los pies. Después de unos minutos, me invitó a tomar el té en su casa cuando yo quisiera. Triunfante, Catalina me llevó hasta el otro extremo y me felicitó por la buena impresión que le di a su madre. Al rato después nos dirigimos al salón para la cena y todo lo demás. Me indicó una mesa redonda, donde habían 6 asientos y luego fue al baño a retocarse el maquillaje. Otra vez comencé a sentirme incomodo, debido a que estaba solo y cuando se acercó gente, me incomodé más. Llegaron dos chicos, ambos podían fácilmente ser modelos de Calvin Klein: uno iba con un traje celeste pastel y el otro con uno morado pastel. Se sentaron frente a mí y yo me hundí en el asiento. Segundos después llegó Catalina.
-¡Tomás! ¡Máximo!- gritó mientras los abrazaba- Se ven espectaculares.
-¡Prima!- exclamó Tomás poniéndose de pie.- Estas hermosa.
-Catalina, te ves bellísima.- dijo Máximo.
-Él es Alejandro, un amigo de la Universidad.- dijo Catalina señalándome.
-Ah… con razón te me hacías cara conocida.- dijo Máximo, mientras me tendía amistosamente la mano.- Te había visto por los pasillos con mi prima muchas veces.
-¿Estas en nuestra misma universidad?
-Sí.- contesto.- Tomás igual.
-Exacto, aunque yo no te había visto.- dijo con una voz gruesa y profunda.
Tomás era un hombre de casi 1.85m, porque se veía más alto que yo. Su cuerpo era grueso e intimidante, pues sus músculos abultaban por debajo de la tela. Su cabello era de un rubio ceniza, que llevaba peinado muy a la moda; tenía unos lindos ojos color aceituna y unos labios rojos y gruesos que hacían resaltar una blanca sonrisa. Durante toda la conversación, estuve embobado mirándolo y me derretía cada vez que hablaba. Cuando me di cuenta, me recompuse y comencé a participar más en la conversación. Pronto estábamos todos riéndonos de las tonteras que hablaba yo o de las que hablaba Catalina. Máximo era siempre el primero en reírse, pero yo me sentía flotar cuando la luminosa sonrisa de Tomás se dibujaba en sus labios.
-Vamos a bailar.- dijo Catalina cuando comenzó a sonar una canción de moda.
-No quiero.- dije.- Me da vergüenza.
-Ven… vamos- me tomó de la mano y me arrastró a la pista.
A decir verdad, me encanta bailar. Rápidamente se me olvidó donde estaba y me moví al ritmo de la música junto a mi mejor amiga. Cuando abrí los ojos, me percaté que tanto Tomás como Máximo nos observaban. Máximo tenía una agradable sonrisa que se extendía a sus ojos y Tomás… Tomás me miraba de una manera muy morbosa: sus ojos estaba ligeramente cerrados y sentía como fuego en mi cuerpo. Mi mente quedó en blanco, justo cuando bajaban la música para decir algo. Me fui a sentar con un calor en el rostro y muchos pensamientos raros en mi mente. De seguro estaba imaginando cosas. Tomás no se fijaría en mi.
Cuando terminó el matrimonio, Catalina me llevó a mi casa y nos despedimos. Estuve ansioso por que terminaran las vacaciones y así poder encontrarme con Tomás en la Universidad. Pero como es lógico, sentí que tardaron siglos cuando llegaron a su fin. Después de la primera clase, me dediqué a barrer con la mirada los pasillos pero no hubo suerte. Al segundo día preferí dejar todo como estaba, para no hacerme ilusiones tontas. Extrañaba a mis amigos y estar con Catalina, que durante las vacaciones viajó a no sé dónde y solo hablábamos por Whatsapp. El martes, a la distancia me saludó alegremente Máximo y me tuve que ir rápido pues me había atrasado para la siguiente clase.
El miércoles cuando salí del salón con Catalina, nos encontramos con Tomás. Al verlo sentí que cambié drásticamente de color y me coloqué nervioso. Se veía demasiado sexi con esa sudadera, pues sus lampiños y musculosos brazos, se marcaban perfectamente. Me mantuve al margen de la conversación y sentía que Tomás me lanzaba furtivas miradas. De pronto Catalina giró el cuello de una manera casi dolorosa, y me sonrió tétricamente. Eso solo significaba que me pediría algo.
-Amigo de mi alma.- comenzó.- ¿Podrías hacerme… hacernos un gran favor?
-Ehhh… supongo.-contesté no muy convencido.- ¿De qué se trata?
-Tomy se acordó de lo muy buen estudiante que eres y quiere que, si puedes, le des clases particulares de Ciencias.
-Es… es solo por un tiempo.- dijo Tomás.- Te pagaré muy bien, obviamente. Las tutorías se tienen que pagar. Ehh… No sabía a quien más recurrir y recordé lo que decía de ti Catalina la vez pasada.
-Pero yo no tengo experiencia haciendo tutorías.- dije.
-Eres muy buen profesor.- dijo Catalina.- Por ti pasé con buena calificación el primer semestre.
-Ya… pero.-
-Por favor.- dijo Tomás con ojitos suplicantes.- Es que me da vergüenza que los del equipo se enteren, y pensé que tú podrías guardar mejor el secreto ya que nos conocemos desde antes.
-Está bien, no pongas esa cara.- accedí.-
-¡Genial!- dijo dándome un golpe amistoso en el hombro.- Dime cuando y donde puedas, y ahí estaré.
-Ehh… ¿El jueves, a las 2:30pm?
-Emm… el jueves tengo entrenamiento en la tarde.-
-Pues el jueves yo estoy disponible.
-Está bien.- dijo pasándose la mano por la nuca.- Supongo que llegaré a entrenar justo a la hora.
-¿Estás seguro que puedes?-pregunté.
-Si, si. El entrenamiento comienza a la 3:45.
-Está bien, pues entonces hasta mañana.- dije despidiéndome.
-Ok. Mañana entonces arreglamos lo de la paga.-
No demostré ninguna emoción hasta que Catalina me dejó en mi casa y la vi alejarse en su auto. Entré a mi habitación lleno de júbilo y no daba crédito a mi buena suerte. Me sentía pagado con sólo poder mirarlo mientras le doy clases. Al día siguiente estaba muy nervioso, quería que llegara la tarde más que nada en el mundo. Salí de clases a las 2:15 y me despedí de Catalina, luego caminé en dirección contraria para dirigirme a la biblioteca.
-Hola.- sentí a mis espaldas. Me giré y me encontré con un alegre Máximo que me sonreía. Sus risueños ojos claros resaltaban con su cabello rubio oscuro.
-¡Hola!- dije mientras le estrechaba la mano.- ¿Cómo estás?
-Súper ¿y tú?
-Muy bien, gracias.-
-¿Vas a lo de las clases?- preguntó.
-¿Cuáles?- pregunté, recordando lo que Tomás había dicho con respecto al silencio.
-Las de Tomás.- sonrió.- Tranquilo, es mi primo, ya me contó.
-Ahh.- me sentí estúpido.- No quería meter la pata.- me fijé que llevaba ropa deportiva.- ¿Estás en el mismo equipo que Tomás?
-No.- dijo mientras se miraba la ropa.- Yo estoy en el de natación y él en el de Handball. Solo coincidimos en el horario de entrenamiento.
-Ahh… genial.- miré la hora.- Lo siento pero ya me tengo que ir.
Lo siento.- dijo dejándome el camino libre.- Que le vaya bien, profesor.
Sonreí y apresuré el paso. Tomás me esperaba en un cubículo que contaba con una pequeña mesa con cuatro sillas a su alrededor. Su ropa deportiva se ajustaba demasiado a su cuerpo. Debería ser ilegal verse tan sexi con esa ropa. Mientras le explicaba algunos conceptos relacionados con la conducción del impulso nervioso, me recreaba con su carita de imbécil que ponía al no entender. Me gustaba eso, pues me tenía que acercar y explicarle lentamente cada concepto, y era gratificante ver cuando por fin entendía. Al finalizar la hora, me dio las gracias y me pagó, luego tomó su bolso y se fue raudo y veloz a su entrenamiento, teniendo cuidado de no ser visto.
Así fue todo ese mes, poco a poco nos fuimos conociendo, debido a las furtivas preguntas que él me hacía. A Tomás solo lo veía cuando le daba las clases y, de vez en cuando, veía a Máximo en los pasillos ya que al parecer el martes y el jueves teníamos clases en los mismos edificios. Un jueves, después de la clase con Tomás, me quedé en el cubículo leyendo y, cuando terminé, me coloqué de pie y en el momento que iba a salir, me percaté que había algo azul en el suelo. Lo recogí y me di cuenta que era la credencial Universitaria de Tomás. Miré el reloj y vi que faltaba poco para que terminara su entrenamiento, por lo que me fui corriendo al gimnasio. Cuando llegué no había nadie, pero vi a algunos chicos que se dirigían a los camarines y los seguí. Me sentí como un gato en una carnicería: hombre sexis en paños menores por todas partes, pero ninguno tan sexi como Tomás.
Estaba sentado en una banca secándose el cabello, llevaba un bóxer blanco que no dejaba mucho a la imaginación y nada más que eso. Su cuerpo dibujado por músculos, se veía perfecto y cuando levantaba sus brazos para secarse el cabello, sus músculos se tensaban de una manera asombrosa y también me dejaban ver sus lampiñas axilas. Cuando me vio, sonrió de esa forma que me encendía y se me acercó. Antes de que pudiera hablar, me tomó del brazo y me llevó a un rincón donde nadie podría escucharnos.
-Disculpa por traerte acá.- dijo colocando una mano por sobre mi hombro y dejándola en la pared, de manera que su axila quedaba expuesta a mis ojos.- Pero… recuerda lo del secreto.
-Eh… S-si, pe-perdón.- dije de manera torpe.- Es que… es que se te cayó esto en la sala donde estábamos.
-Oh… gracias.- dijo tomando la credencial con su mano libre y sonriéndome.- Menos mal que la viste.
-Seh.- estaba embobado viendo sus rosadas tetillas.- Bueno, me tengo que ir.
-Pero espérame, yo ya estoy terminando.- se alejó de mí y me dio la espalda mientras seguía hablando.- Déjame llevarte a tu casa para agradecerte.
-Está bien.- dije explotando de alegría por dentro. Reprimí las ganas de apretar ese duro trasero.
En cinco minutos estuvo listo y me llevó hasta el estacionamiento. Tenía una camioneta 4×4 enorme y al parecer era casi nueva, pues aun tenía ese olor característico. Durante el camino no me atreví a decir nada por temor a que la voz me traicionara, pero él rompió el silencio. Me contó que en los trabajos le estaba yendo mucho mejor gracias a mis clases y cada vez que sonreía, sentía como mi corazón daba saltos de alegría. Saqué un chocolate de mi mochila y comencé a comerlo con glotonería. Tomás paró debido a la luz roja y se giró para mirarme. Quedé congelado cuando comenzó a acercarse y estiró su mano para limpiarme la comisura de los labios.
-Tienes un poco de chocolate.- dijo lamiéndose el dedo con el que me había limpiado.
Yo estaba petrificado y con los ojos como platos. Desde ese momento, sentí que me miraba de otra forma. Estacionó la camioneta en una calle poco transitada y antes de que me diera cuenta, sus labios estaban en mi boca. No pensé y solo me dejé llevar. Su beso era brusco e intenso, sus manos acariciaban mi muslo y tomando mi brazo, condujo mi mano a su entrepierna. Me despegué asustado por el color que se estaba tornando en la situación.
-Déjate llevar.-dijo Tomás, intentando volver al ataque.-
-Vamos muy rápido.-
-Tranquilo, no pasará nada que no quieras.- se mordió el labio.- Te deseo y sé que tú me deseas.
-Yo…-
-No es necesario que digas nada. Hace tiempo que lo sé. Es casi evidente.- me sentí un tonto por no poder disimular mejor.- Quiero hacerlo contigo.
-Es que… yo- mis mejillas me ardían.- Soy virgen.
-Ahh.- sus ojos se iluminaron.- Pues yo también… bueno, es la primera vez que estoy con un hombre. Y quiero que seas tú.- me sentí afortunado al saber que él quería que yo fuera su primer hombre.- Además… Mírame, cualquiera aceptaría estar conmigo.
-Tienes razón.- él era un Dios y yo solo un simple mortal. Era mi única oportunidad de estar con alguien como él. Y al parecer sentía cosas por mí al elegirme como su primer hombre.- Está bien.
-Genial.- dijo lanzándose a mi boca nuevamente.
-Pero vamos a mi casa.- dije soltándome un momento.- No quiero hacerlo aquí.
Tendría dos horas antes que llegara gente a mi casa ya que todos irían a un funeral. Estacionó la camioneta afuera de mi casa y sin perder tiempo entramos. Tomás estaba ansioso y me dijo que lo llevara rápido a mi habitación. Cuando entramos, comenzó a desnudarse y al ver que yo no hacía nada, me dijo que también lo hiciera. Su cuerpo era fabuloso pero me llevé una especie de decepción cuando vi su pene. No sé si era porque su cuerpo era ancho, grande y musculoso, o porque realmente no lo tenía muy grande. Ya lo tenía erecto, pero no sobrepasaba los 13 centímetros aunque, por su gran ego, lo meneaba como si midiera el doble.
A pesar de estar erecto, no apuntaba al cielo, ya que tenía una pequeña curva que lo hacía apuntar a mi cara. Tenía un color blanco pálido y estaba surcado por muchas venas de color verde. Estaba circuncidado, su glande era de color morado claro y tenía unos gordos testículos de un suave color piel. Todo completamente lampiño, aunque al parecer, su pubis estaba rasurado pues se comenzaba a ver el vello que comenzaba a crecer. De todas formas (a pesar del tamaño y del tétrico color que tomaba por las venas que lo rodeaban), encontré muy excitante su pene.
Se me acercó y comenzó a besarme nuevamente. Tomó mis brazos y los pegó a su cuerpo, por lo que comencé a acariciar su duro abdomen. Sus manos aprisionaron mis nalgas y me armé de valor para envolver con mis manos a su pene. Lo sentí arder y palpitar, a la vez que sus dedos comenzaban a hurgar en mi virgen ano. Mis 17 centímetros cabeceaban en su vientre, mientras yo gemía por sus caricias. Me tomó de los hombros y me hizo sentar en la cama. Me miraba con lujuria y yo estaba… estaba perdido. Llevó sus dedos a mi boca y me hizo abrirla: lo vi sonreír complacido. Lentamente se acercó e introdujo su pene.
-Chupa.- me ordenó.
Siguiendo mis instintos (y a mi calentura), comencé a succionar apretando su glande contra mi paladar. Supe que hacía lo correcto cuando Tomás echó su cabeza para atrás y dejó salir un gemido. Fue fácil agarrar el ritmo y hundirme todo su pene en la boca. Su pubis chocaba contra mi nariz, debido a los movimientos pélvicos que realizaba. Con mis manos acariciaba sus testículos y de vez en cuando dejaba salir a mi lengua para darles algunos lametazos. Tomás me agarró del cabello y comenzó a taladrarme la boca sin piedad, causando que de vez en cuando me atragantara. Luego de unos segundos, me soltó.
-Detente.- dijo.- O harás que me corra.
-Disculpa.
-Eres… eres muy bueno en esto.- me sonrojé cuando lo dijo.- Ahora gírate.
Lo hice antes de ser consciente de mis movimientos. Me tomó el trasero y me lo levantó para dejarlo empinado. Oí que hizo un sonido con la boca, casi saboreando mi culo. Me dio unas cuantas nalgadas (sorprendiéndome) y se hundió entre ellas. Gemí de gusto ante ese delicioso movimiento. No podía creer que lo que tanto había fantaseado, ocurriera. Introdujo un dedo con fuerza y me estremecí por el dolor.
-Shh… silencio.- me espetó.
Apreté los labios y lo dejé hacer. Yo sabía que sería doloroso, y estaba dispuesto a aguantar lo que fuera por estar con él. Sentí que escupía en mi orificio y luego comenzaba a enterrar dos dedos. Apreté mi culo como acto reflejo cuando noté que hacía presión.
-No aprietes.- dijo impaciente.- Espera a que tengas mi verga dentro.
Mi erección estaba bajando y todos mis sentidos se concentraron en lo que estaba pasando en mi culo. Sus dedos entraban con muchos problemas, pero él no desistía en seguir introduciéndolos. Cuando sus nudillos chocaron contra mis nalgas, escuché que lanzaba un escupo a mi ano, los desparramó con su glande y empezó a hacer presión. Asustado me giré y quedé sentado en la cama.
-Te-tengo miedo.- dije.
-Tranquilo…- dijo, irónicamente, no muy tranquilo.- Quiero… quiero ser el primero.
-Yo igual.- contesté y sonreí complaciente.- ¿Lo haremos así?
-¿Así, como?
-Sin condón.
-Ahh… tú no tienes nada, ya que eres virgen y yo tampoco, debido a que hace siglos que no estoy con nadie.
-Está bien.- esto iba contra todos mis principios, pero confiaba en él.
Rápidamente me giró y me separó las nalgas.
-Tienes un culo hermoso.- dijo y me derretí.
Su glande comenzaba a vomitar una baba y la impregnó en mi orificio. Le volvió a colocar más saliva a su pene e introdujo otra vez sus dedos, una vez hecho, procedió a penetrarme. A pesar de que su verga no fuera muy gruesa, sí era más ancha que sus dos dedos, por lo que el dolor se hizo presente. A medida que entraba, el dolor se intensificaba pero, de todas formas, Tomás no tenía la intención de parar. Me sorprendí cuando el dolor cesó y comenzó a recorrerme unas cosquillas que me estremecieron. Aun así, sentía una incomodidad en mis cuartos traseros, pero ya no tan intenso.
Su fuerte pecho hizo contacto con mi espalda, y el calor que me transmitía me tranquilizó. Paré más mi culo y dejé entrar unos milímetros más de verga. Involuntariamente contraía mi culo y apretaba su pene, a lo cual él respondía con gruñidos de gusto en mi oído. Comenzó a envestirme con fuerza y empecé a sentir algunos pinchazos de dolor, por lo que apretaba mi culo con fuerza. Esto no hacía nada más que entregarle más placer a Tomás. Salió de mi culo de manera brusca, y repentinamente me sentí vacío. Me giró y colocó mis piernas en sus hombros, levantó mi trasero y se admiró cuando vio mi ano abierto.
-Que delicia.- decía mientras introducía sus dedos.- Aprietas muy rico… ¿Te gusta cómo te follo? ¿Estás contento de que al fin te relleno? Mira tú hoyito… está abierto y deseoso de más… ¿Quieres más?
-Si…- dije atontado por el placer que me causaba al hablarme así.
-¿Si, qué?- preguntó desafiante.
-Si, quiero más.- contesté.
-Así me gusta.
Enterró su pene completamente y lancé un chillido por el agudo dolor, que luego fue reemplazado por el placer. Se mordía los labios y miraba fijamente como su pene entraba y salía de mí. Sus huevos chocaban contra mis nalgas sonoramente y la punta de su verga chocaba de forma violenta contra mi próstata. Cuando comencé a gemir más alto, sus ojos se posaron en mí.
-¿Te gusta?- preguntó con autosuficiencia.
-S-si…-
-Eso es… grita…. ¡grita!
-Ahh…. Ahh.- cualquier cosa por complacerlo.- ¡Así! Hmmm ¡Ahh!
Sus embestidas llegaban a levantar mis caderas de la cama, y la violencia con la que su pene chocaba contra mi próstata, me estaba llevando al borde del orgasmo. Sus dedos se enroscaron en mis tetillas y comenzó a apretarlas con fuerza. La presión que ejercía pronto fue dolorosa, pero yo solo me interesaba en su cara de lujuria. Cuando vi que colocaba sus ojos en blanco, entendí que llegaría a su orgasmo y sin tocarme, comencé a correrme. Chorros de semen chocaron en mi abdomen sin siquiera tocarme, y por cada disparo apretaba ferozmente mi culo.
-Si… córrete.- decía Tomás.- Ya sabía yo que eras una putita sedienta de verga.
Sus embestidas se volvieron profundas e intensas, sus rudos gemidos de placer decían que estaba llenándome las entrañas de leche y después de unos cuantos movimientos más, se detuvo. Salió de mí y se quedó acostado a un lado de la cama. Sentí mi culo abierto y viscoso, mi respiración se estaba calmando aunque me sentía muy cansado. Me sentía muy bien, había tenido un orgasmo intenso (no como el que se tiene cuando uno se masturba) y con la persona de mis sueños. Me giré sonriente para cobijarme en sus brazos, pero él se levantó y comenzó a vestirse.
-Lo siento, me tengo que ir.- dijo mientras su baboso pene se ocultaba detrás de su bóxer.- Fue… genial.
-Si.- dije sonriendo estúpidamente por sus palabras.-
-Eres especial.- me confesó.- Pero de esto no se debe enterar nadie.
-Claro.- asentí.
Me sonrió y desapareció por la puerta. Me levanté y fui al baño a limpiarme. Boté una cantidad industrial de semen de mi culo, y limpié el que tenía en mi abdomen. Una vez limpio, me acosté en mi cama y disfruté de los recuerdos de Tomás follándome. Durante las semanas siguientes, no tuvimos oportunidad de hacer nada, aunque durante nuestras clases me decía que me quería y que estaba loco por mí. Yo estaba embobado por él, cuando lo veía el mundo se ponía en pausa y solo existía él.
Un jueves nos encontramos antes de la hora prevista, y cuando me vio llegar me llevó hasta el baño. Se aseguró que estábamos solos y me encerró en un cubículo. Me besó con hambre y yo le correspondía con pasión. Me lamía el cuello y en un abrir y cerrad de ojos, me encontraba sentado en el inodoro. Tomás bajó su pantalón deportivo y sacó su verga, introduciéndola rápidamente en mi boca. Enterró sus dedos en mi cabello y comenzó a marcar la intensidad de la mamada. Solo fuego había en sus ojos, y me enterraba sin piedad su pene en mi garganta. En un momento me lo sacó y me hizo abrir la boca, miré atento a sus ojos y dejó caer un escupo en mi lengua. Quedé sorprendido por eso, pero me di cuenta que le excitaba bastante, por lo que dejé que lo repitiera. No aguantó más y volvió a meter su pene, embistió durante unos segundos más y noté que comenzaba a correrse. Me moví cuando los espasmos de su pene se volvieron intensos pero su mano en mi nuca lo impidió.
-Tienes que tragarte mi leche.- dijo con una voz gruesa y llena de placer.- Compláceme.
Y obedientemente lo hice. Tres chorros de espesa y caliente leche, chocaron en mi garganta. Su sabor era fuerte y no me agradó, pero de todas formas me lo tragué con gusto, ya que a Tomás le causaba placer. Me ordenó que se lo limpiara y con la lengua retiré todo el rastro de semen de su pene. Una vez limpio, se guardó su instrumento y salimos. Al jueves siguiente volvimos a repetirlo, ya que Tomás decía que así se concentraba más durante la clase. Yo feliz hacía lo que él me pidiera, no estaba en posición de negarle nada, pues sus besos me mantenían vivo.
-El próximo jueves no podré asistir a tu ayudantía.- me dijo cuando nos despedíamos.
-¿Por qué?
-Tengo un partido.- contestó.- Y es fuera de la ciudad, por lo que llegaré tarde a la Universidad.
-Bueno.- dije.
Lo acompañé hasta el gimnasio y estrechándome la mano con una seductora sonrisa, se despidió. Me sentía muy feliz, todavía no podía creer que alguien como él se fijara en mi. Sin duda era un afortunado y por nada en el mundo lo estropearía. Me imaginaba muchas cosas junto a él, y no perdía la esperanza para que se atreviera a pedirme a que fuera su novio, aunque fuese a escondidas. Me fui caminando mientras soñaba despierto y un toque en mi hombro me hizo despertar.
-Hola.- Máximo apareció sonriendo.- Ibas un poco distraído.
-Hola.- sonreí.- Si, un poco.
-¿Qué hacías?
-Termine las clases con tu primo.-
-Ahh… genial. Oye… ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Ya me hiciste una, pero dejaré que me hagas otra.- contesté riendo.
-Gracias por concederla.- y fingió una reverencia.- Bueno ¿te gustaría ir a verme a la piscina de la Universidad? Tendré mi primera competencia del semestre.
-Claro.- dije animadamente.
-Genial.- sonrió ampliamente.-
-¿Y cuándo es?
-El próximo jueves.
-Ah… igual que el partido de Tomás.
-Si, por eso necesitamos que valla gente a la piscina, porque muchos se van con ellos.
-Yo no puedo ir, porque estoy en clases a esa hora. ¿A qué hora es lo tuyo?
-A las 3.-
-Ah, genial. Si alcanzo.
-Muy bien.- dijo alegre.- Allá nos vemos.
Se despidió y se fue corriendo. Me fui pensando en que todavía tenía el sabor del semen de Tomás en mi boca. Una erección se formó en mis pantalones y me di cuenta que necesitaba llegar rápido a mi casa para desahogarme.
El jueves siguiente llegó muy rápido y cuando terminé mis clases, me fui a la piscina de la Universidad. Por el camino iba enviándole todas las buenas vibras a Tomás para que le fuera bien en su partido. En el gimnasio donde estaba la piscina, no había mucha gente, pero aun así el público era considerable. Tomé asiento en la primera fila y esperé a que diera inicio. Todos los competidores estaban esquicitos: cuerpos perfectos por todas partes, culos aprisionados en pequeños trajes de baños que no tapaban casi nada. Cuando Máximo me saludó, le devolví el saludo con una cálida sonrisa y con un gesto con ambas manos en señal de apoyo.
Después de que la competición terminara, bajé a felicitar a Máximo por haber pasado a la otra ronda. Su cuerpo estaba frío y húmedo, pero aun así lo abracé con fuerza y le di mis felicitaciones. Miré la hora y vi que ya era el momento de que llegara Tomás con su equipo. Me despedí de Máximo y me dirigí al otro gimnasio. Por el camino descubrí que les había ido bien y apresuré el paso para abrazarlo y felicitarlo. Entré a los camarines donde todos gritaban y saltaban contentos, busqué con la vista a Tomás y casi me voy de espaldas cuando lo encontré.
Una guapísima mujer rubia de pelo rizado, lo besaba casi comiéndoselo. Él la abrazaba por la cintura y la miraba con deseo. Cuando se separaron, se dijeron algunas cosas y leí en sus labios que dijo <Mi amor>. Mi alma cayó a mis pies y el estómago se me revolvió. De pronto su visión chocó con la mía pero no puede sostener su mirada, y me fui corriendo completamente destrozado.
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