Rubios (parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Después de que lo vi besándose con esa chica, me fui corriendo y en completa desesperación. En algún momento, con una gota de esperanza, miré hacia atrás esperando que apareciera, pero nunca lo hizo. ¿Cómo fui tan tonto? ¿Solo fui un polvo fácil para él? Me interrumpí los pensamientos, ya que no me ayudaba en nada tenerlos. No busqué a Tomás durante los siguientes días y solo el estar con Catalina me distraía.
-No estoy interesada en nadie.- explicaba Catalina a una compañera de nosotros que le preguntaba por qué, siendo tan guapa, estaba sola.- Quiero probar que no necesito a un hombre.
-Gracias…- dije fingiendo dolor. (No se me hizo tan difícil).
-Es en el otro sentido de la palabra.- hizo una pausa y prosiguió.- Un novio o algo por el estilo.
-Pero…. No sé… El cuerpo pide ciertas atenciones.- dijo Sofía, nuestra compañera.
-Tienes razón.- asentí.- Y a esta altura, Catalina debe tener hasta murciélagos ahí abajo.
-No… Hay cosas que hacen un mejor trabajo en lo que a eso se refiere.- sonrió de forma traviesa.
-¡Ay mujer!- exclamé.- Si sigues así, espero que te gusten los gatos.
-¿Y tú?- me encaró.- ¿Cuándo…?
-Nunca.- zanjé.- Creo que esas cosas no son para mí.
-Lo que es yo…- comenzó Sofía, pero no le presté atención.
Agradecí que cambiara el tema, pero esa pregunta había traído los recuerdos de mi primera vez con Tomás. La chica no tenía la culpa, era él el culpable y esa era aun peor. A pesar de que la rabia y el dolor era grande, todavía seguía sintiendo cosas por Tomás, y me odiaba por ser tan estúpido. Durante la semana vi a Máximo, pero no me atreví a estar mucho tiempo con él por el miedo a que Tomás apareciera, o que saliera en el tema. De todas formas, el Jueves se hizo presente y entré en la encrucijada de si ir o no a la biblioteca.
Cuando sonó el timbre, salí y en modo zombi caminé pensando en lo que debería de hacer. Catalina se había ido y no me atreví a contarle el problema, así que la dejé marchar y me quedé solo en el pasillo. No avancé mucho, cuando una cálida voz sonó a mi espalda. Máximo se me acercaba sonriente y me tendía la mano en señal de saludo. Intentando no ser cortante, entablé una pequeña conversación, donde me contó sobre la celebración que tuvo después de la competición del jueves pasado.
Por un momento perdí la noción de donde estaba y cuando retomé la conciencia, me di cuenta que Máximo me había llevado hasta la biblioteca. Luego se despidió y se fue, dejándome para mi supuesta clase con su primo. Una vez ahí, me acobardé y decidí irme, pero cuando me giré, vi a Tomás acercándose con paso decidido. Su cabello rubio brillaba con la luz del sol y entré en pánico.
-¡No te vayas!- gritó cuando me volteé para comenzar mi huída.- Déjame… deja que te explique.
-No quiero saber nada.- dije.- Soy lo suficientemente listo para hacerme una idea de lo que vi.
-Pero hay más.- dijo tomándome del brazo.- Solo… Solo entremos y te contaré.
-Yo…
-Entremos… Después de que te explique, decide lo que harás.- sin nada que perder, lo seguí.
-¿Y…?- pregunté una vez que nos pusimos cómodos.
-No te voy a mentir diciendo que no era mi novia.-comenzó, y me estremecí con la verdad.- Estoy hace 5 meses con ella… pero… no la quiero.
-Pues avísale a tu boca, porque la besó muy apasionadamente.- comenté dolido.
-Soy un cobarde ¿de acuerdo? Cuando te conocí, el mundo se me retorció y me costó mucho afrontar que te quería.- dijo dándome la espalda. Tomó aire y prosiguió.- Estoy esperando el momento adecuado para terminar con ella.
-Cuando te vi con ella, no te veías incomodo.
-Tengo que actuar. No quiero que haga preguntas antes de tiempo. Para mí no es fácil afrontar este repentino cambio de mi brújula sexual.- añadió lo ultimo cuando vio mi cara escéptica.-
Entiende que solo te quiero a ti.- se acercó y me miró de esa forma tan fogosa que me volvía débil.
-¿De verdad?
-Claro.- asintió, y me acarició la mejilla.- O no estaría aquí excusándome.
-Me da miedo descubrir que me mientes.
-Mírame a los ojos.- lo hice.- Solo te quiero a ti.
-Me sentí muy mal cuando los vi.
-Tranquilo. Tu eres mucho mejor que ella… además tu me entregaste tu virginidad.
-¿Y ella?
-Ella….- dijo.- Es virgen…- continuó cuando vio mi cara de confusión.- Cuando la conocí me dijo que guardaba su virginidad para cuando se enamorara de verdad.
-Oh.- dije.
-Por lo que no se ha entregado a mí. Y de todas formas, … es muy… aburrida en el sentido sexual.. No como tú, que se entrega completamente.- su mano acarició mi nuca y me derretí en sus brazos.- Vamos…
-¿Dónde?
-Al baño.- sabía lo que significaban esas palabras.-
Subimos hasta el baño del tercer piso, porque nos habíamos dado cuenta que casi nadie iba ahí. En el momento que cerramos la puerta, me lancé sobre Tomás y volví a flotar cuando su lengua invadió mi boca. Me tomó de los hombros y me condujo al cubículo más cercano, me sentó en el W.C y comenzó a desabrocharse el jeans. Su pene vio la luz y antes de que me dijera algo, me lo engullí completamente. El sabor salado y delicioso, invadió mi boca y lo degusté con gozo. Vi en su rostro el júbilo, cuando su glande desapareció entre mis labios, y mi boca respondió al instante, salivando de manera industrial.
Como lo hacíamos siempre, sus manos se enterraron en mi cabello y comenzó a guiar el ritmo de la mamada. Cuando mi boca chocaba con su pubis y mi lengua tocaba sus testículos, Tomás respondía con un espasmo que hacía que su glande se enterrara en mi paladar. El sonido de las succiones que realizaba, causaba un eco que rebotaba por las paredes de azulejos del baño. De pronto, me sacó su pene de la boca y me hizo levantar. Sus manos bajaron y comenzaron a desabrocharme el pantalón, y una vez hecho, me hizo girar y agacharme. Mi culo quedó a su disposición y la adrenalina del momento corrió por mis venas. Nunca habíamos hecho eso en el baño, era muy arriesgado, pero a la vez muy excitante.
Sus manos separaron mis nalgas y su glande encontró mi apretado agujero. Empujó y di un salto debido al repentino dolor. Tomás entendió que faltaba dilatación previa y descendió para jugar con si lengua en mi ano. Gemí instintivamente cuando la calidez de su lengua rozó mi ano y su saliva comenzó a humedecer su alrededor. Escupió groseramente y lo desparramó con su dedo, luego hizo presión y comenzó a introducirlo. Mi culo se abrió de forma obediente y aceptó al intruso con glotonería. Me mordí los labios cuando sentí esa deliciosa sensación desde adentro de mi cuerpo. Tomás notó que mi culo pedía más y retiró su dedo rápidamente, escupió nuevamente y volvió a la carga con dos.
Mis piernas temblaban con la embriagadora sensación y Tomás movía sus dedos con violencia dentro de mí, disfrutando como yo me entregaba a sus caricias. De pronto bajó y enterró su lengua completamente: sentí como lamía mis paredes anales y casi pierdo el equilibrio. Cuando se enderezó, buscó con su pene mi agujero y comenzó a empujar. No fue difícil introducir su miembro y pronto sus testículos chocaron con los míos. Colocó sus manos a ambos lados de mi cadera y desde allí se propulsaba para darme estocadas.
-Extrañaba tu culito.- decía.- Tan… tan prieto y caliente.
Ambos gemíamos en silencio, mis sentidos estaban en alerta por cualquier amenaza de intrusos, aunque sus caricias hacían que por segundos perdiera la concentración. Sus manos apretaban mis nalgas y jugaban con ellas a placer, yo solo me preocupaba de mantenerme en pie y de estrechar mi ano para otorgarle la mejor fricción posible. Sentí que mi pene estaba a punto de explotar y llevé mi mano hasta el. En el momento que lo tomé, una corriente de placer proveniente de mi culo, se alojó en mi glande y sin poder controlarme, comencé a disparar chorros de semen al W.C. Tomás, al sentir mis contracciones, empezó a acelerar sus embestidas y el sonido de nuestras carnes chocando se hizo más ruidoso.
Por cada embestida, mi pene escupía un chorro de leche, hasta que quedé seco. A los segundo oí los gemidos de Tomás que indicaban que estaba llegando al orgasmo. De pronto, un ruido en la puerta nos hizo saltar. Intenté pararme, pero Tomás me lo impidió. Guardé silencio e intenté subirme sobre el inodoro: de esa manera mi culo quedó más expuesto a Tomás, quien siguió con las embestidas aunque de forma más lenta. Sentí su respiración en mi nuca y luego se hundió en mis hombros. Sus embestidas se hicieron lentas y sus dientes se enterraron en mi carne con el propósito de ahogar sus gruñidos.
Cuando acabó, nos quedamos en silencio sin mover ningún músculo. Escuchamos el agua del lavamanos y a los segundos después, el chico se fue. En el momento que la puerta se cerró, tomamos una bocanada profunda de aire y nos relajamos. Tomás salió de mi y sacó su inhiesto y baboso pene de mi culo. Me volteé y me senté en el W.C para botar todo el semen que me rellenaba. Luego salimos y nos lavamos las manos.
-Eso fue muy… excitante.- dijo con una sonrisa.- La sensación de ser pillados entrega un plus muy interesante.
Caminamos fuera del baño y todavía sentía la leve viscosidad en mi interior. Nos despedimos con una sonrisa cómplice y me fui a mi casa con una radiante sonrisa. Al día siguiente, Catalina, suspicazmente, notó mi cambio de humor y me lo hizo saber.
-¿A qué se debe el cambio de humor?- preguntó.
-Andaba en mis días.- contesté.
-¿Hay algo que me quieras contar?-
-Mmm… más adelante.- en realidad no sabía si Tomás estaría dispuesto a contar lo nuestro, pero se vale soñar.
-Estás muy raro últimamente.-
-He estado muy atareado con los últimos exámenes y, además, con las clases de tu primo.- respondí restándole importancia a lo ultimo.- Aunque la paga vale la pena.
-A todo esto…- comenzó cambiando el tema, lo cual agradecí.- Mi tía Antonella, está muy contenta con las clases que le das a su hijo. Al parecer Tomás estaba reprobando esas asignaturas y gracias a ti remontó. Está muy encantada contigo y eso que no te conoce, aunque mi mamá le habló de ti.
-Oh…- me sonrojé. De a poquito me estoy ganando a la suegra.- Me alegra causar buenas impresiones.
-¿Cómo lo haces?- preguntó sonriendo.-
-No sé… Está en mi ADN.
El jueves siguiente, nos concentramos por completo en las clases ya que estábamos en periodo de exámenes. Tomás, de vez en cuando, alargaba su mano y me palmeaba las nalgas o ponía mi mano entre sus piernas. Cuando nos íbamos, le pregunté algo que llevaba varios días pensando.
-¿Y cómo va la situación con… la chica?-no me sabía su nombre y por nada en el mundo la llamaría “su novia”.
-Esmeralda…- vi nerviosismo en su mirada.- Estoy en eso, tranquilo.
-Está bien.- su respuesta no me dejó tranquilo.
El martes, con Catalina, no tuvimos clases en el segundo periodo, pues el profesor se retiró a último momento debido a un problema familiar. Fuimos a pasear por el campus y mientras caminábamos, hablábamos de la vida y de algunos cotilleos. Todo iba bien, hasta que vi algo sospechoso. A lo lejos estaba Tomás hablando con Esmeralda y de una forma que no me esperaba. Ambos estaban sonrientes, disfrutando de la sombra de un árbol y muy entretenidos en su tema. Un fuego creció por mi pecho y necesité mucha fuerza de voluntad para no ir y armar un escándalo. No había rastro de algún malestar o problemas en su relación y la duda que estaba en mi interior, se vio nutrida. “Tranquilo… Quizás solo se está comportando caballerosamente. Tal vez quiere terminar con ella pero no de una manera brusca” me decía a mí mismo. Al final, hice vista gorda y le dije a Catalina que fuéramos a otro lugar.
El jueves, llegué a la biblioteca y esperé ansioso su llegada para saber si había terminado con ella o no. Su respuesta fue negativa y me entristecí. Tomás me tomó la mejilla y me suplicó más tiempo, luego me besó fugazmente y me arrastró al baño. Disfruté bebiendo, nuevamente, de su leche. Sentía la necesidad por hacerlo gozar y, además, creía que así él podría reunir más valor para dejarla.
-¿Conoces a Esmeralda? Es la… amiga de Tomás.- le pregunté a Catalina, ya sin aguantarme la curiosidad.-
-¿Amiga?- sonrió.- Es su novia. Me cae como patada en la vulva, pero mi tía la adora. Y Tomás está baboso por ella.
-Ahh.- mi estómago se hizo un nudo. Hubiese preferido no saber eso, aunque el hecho de que no simpatizara a Catalina, me estabilizó.- ¿Por qué no te agrada?
-Porque se cree señorita.- escupió con asco.- Pero solo finge para hacer sufrir a Tomás.
-¿En qué sentido?
-Tomás dice que ella todavía es virgen y que quiere esperar hasta el momento indicado y bla bla bla.- dijo con aburrimiento.- Pero yo soy mujer y entiendo lo que quiere hacer.
-¿Y es….?
-¡Hombres!- hizo un gesto con las manos.- Solo lo hace para manipularlo. Un hombre con un evidente estado de calentura, es muy fácil de manipular. Ella es una chica lista, y le conviene tener de novio a Tomás.
-¿Por qué?
-Porque él, por mantenerla feliz, con el fin de que algún día le entregue la vagina, le cumplirá todos los caprichos. Por ejemplo: El nuevo celular que tiene, el Ipad, la cadena de oro…. Etc etc.
-¿Y él no se da cuenta?- pregunté mareado.
-¿Qué más va a hacer? De todas formas, en el fondo, creo que de verdad le gusta.- carcajeó.- Tomás es el tipo de hombre que trata como objeto a las mujeres y ellas quedan babeando por él. Y ahora, es él quien esta babeando por alguien que lo trata como su banco personal. Lo máximo que podría hacer, es buscar sexo por fuera, pero no me cabe duda de que está embobado por ella.
Sentí que iba a vomitar. Aun así, quería pensar que lo que me había dicho Tomás era real. ¿Por qué se tomaría tantas molestias si no? Él se estaba arriesgando por estar conmigo ¿Y sus caricias? Eran reales y me hacían sentir en el cielo. No podía mentir. De eso estaba seguro. De la nada, se me ocurrió la idea de seguirlo y convencerme de que de verdad, él no tenía nada con ella.
Lo busqué en su facultad, la cual quedaba muy alejada de la mía. Hice guardia por unos minutos, hasta que lo encontré. Como una araña, lo seguí ocultándome en cada rincón que pillaba, hasta que vi que se encontraba con ella. Mi mandíbula se tensó cuando sus manos se unieron, y casi exploto cuando los vi alejarse felices. “Soy un idiota, un estúpido” me decía. “Ellos son perfectos, ambos son lindos…. Yo… no puedo competir”.
Mi mente se iluminó y vi todo claro. No recuerdo que hice durante los días siguientes, mi mente solo prestaba atención a lo que pasaría el jueves. Cuando Tomás llegó, yo estaba sentado mirándolo fijamente con rostro neutro.
-¿Qué sucede?- preguntó.
-Siéntate.-demandé.- ¿Cuándo me ibas a decir que no tenías ninguna intención de terminar con Esmeralda?
-¿Qué…?
-¡Contesta!
– Yo si quiero terminar con ella. El otro día estuvimos hablando y…
-Te he visto como hablas con ella.- escupí con repulsión.- Y en ningún momento vi la intención de terminar con ella.
-Yo…-
-Deja de mentirme, por favor.- las lágrimas comenzaron a brotar.- ¿Qué quieres de mí?
-Yo… Ehh…- se le acababan las escusas.-Yo la quiero, pero también te quiero a ti y…-
-Y nos quieres tener a ambos.- terminé por él.- La quieres a ella, porque puedes pasearte libremente y porque es “bien visto”, y me quieres a mí porque te doy lo que ella no te da.
-Eso… Eso no es cierto.
-¡No insultes mi inteligencia!- grité.- ¿Pensaste que me ibas a tener engañado siempre? Ni siquiera eras capaz de ocultarte cuando andas con ella, sabiendo que yo también estoy en esa universidad.
-Escúchame.- se me acercó y pude sentir su embriagador aroma.- Yo te quiero… te deseo.
-…- estaba perdiendo la voluntad ante él. Sus labios estaban cada vez más cerca de los míos.
-Ella no tiene por qué enterarse.- dijo sensualmente en mi oído.- Será entre tú y yo.
-No…- dije.- Aléjate.
-Pero…- comenzó acercándose nuevamente.
-No quiero oírte. No volveré a caer.- dije sacudiendo la cabeza.- Quizás no soy un adonis como tú, que puede tener a quien quiera, pero de todas formas tengo una gotita de autoestima. ¡No seré tu juguete!
-Pero tú me quieres y me deseas. No puedes negarlo, porque te corres sin tocarte cuando te follo.
-Es cierto… te quería. Pero no era un cariño puro, era… no sé. Solo me sentía cautivado por tu belleza. Era una ilusión de amor, que nació de mi desesperación. Jamás pené que alguien como tu se fijaría en mí y me aferré a ti por el miedo a perderte, y cumplí todos tus caprichos para intentar conquistarte. Pero cuando me di cuenta que tu solo me querías para sexo, no pude hacer la vista gorda, el mínimo de dignidad brotó en mí. Y vi que estás podrido por dentro, y que no te interesa destruir a alguien por tus caprichos.
-No sabes lo que dices.
-Se perfectamente lo que digo. ¡No quiero que te acerques más o le diré a Esmeralda que…- no alcancé a terminar. Su mano golpeó mi cara y perdí el equilibrio, cayendo de espaldas.
-¡Si abres tu boca, te aplastaré y cortaré esa cosa que tienes entre tus piernas, pero que no necesitas para nada!- se veía tan alto y encolerizado, que me sentí pequeño e indefenso frente a él. Tomás tenía un poder diabólico en mí que me neutralizaba. Me paré sintiendo un ardiente dolor en la mejilla.
-No puedo creer que lo hicieras.- dije repudiándolo con la mirada. Pronto mi furia sobrepasó el poder que tenía Tomás sobre mí.- Si me vuelves a levantar la mano….
-¿Qué harás?- dijo poniendo sus puño frente a mi cara.-
-Yo…-
-Yo… yo.- me imitó con burla.- No negaré que me encantó follarte el culito.- dijo esto susurrando en mi oreja.- Pero ambos sabemos que estas demasiado colgado por mí para hacer algo. Solo acepta ser mi putita y listo.
-¿Por qué yo?
-Porque eres una presa fácil.- dijo sin más en susurro para que no nos oyeran.- Cuando te vi, me di cuenta que me mirabas con deseo. Supe que sería fácil tenerte, solo necesitaba una escusa.
Lo de las clases me venía como anillo al dedo, y pronto ya te tenía en cuatro sobre la cama.
-Eres un…-
-Fue demasiado fácil. Hace tiempo quería probar un culito de chico, pero quería a alguien que me hiciera el trabajo fácil y que fuera discreto.- sonrió.- Me caíste del cielo. Pero admito que no tengo interés en dejarte ir. Mientras Esmeralda no se abra a mí, quiero tenerte para desahogar mis instintos animales.
-¡Me das asco!- grité elevando al fin el volumen de la conversación.- ¡Contaré todo! ¡Eres una basura!
-Cierra la boca.- otro golpe cruzó mi cara.- No tienes otra salida. No sabes el daño que te puedo llegar a hacer.
-Yo…-
-¿Tu qué?… No eres nadie.- dijo tomándome por el cuello de la camisa.
-Pero yo sí.- Tomás y yo, sorprendidos, fijamos nuestra vista en la entrada de nuestro cubículo. Máximo estaba mirando con su cara enrojecida por la ira.- Suéltalo.
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