Rubios (parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
-Máximo…- dijo Tomás casi en susurro.- ¿Qué haces aquí?
-Es una biblioteca, idiota.- se acercó firmemente.- Estaba en la sala de al lado y escuché la discusión.
-Máximo… yo…- comencé, pero me interrumpió.
-No tienes que decir nada Alejandro.- se dirigió a mí con suavidad.- Ya sé que Tomás es quién tiene la culpa en todo esto. -¡Te dije que los sueltes!- gritó Máximo, a la vez que se acercaba y me apartaba de Tomás.-
-¡No te metas en esto, Máximo!- lo desafió Tomás.- En el fondo, Alejandro está loco por mí.
-Estaba…- corregí con voz débil.- No lo negaré. Pero tu parte amarga supera con creces lo bueno que tenías. ¡Mira como me tienes ahora! Me tratas como basura…
-Eso eres… solo una puta….-
-Vámonos de aquí.- Máximo me tomó del brazo y delicadamente me envolvió con él, llevándome hacia la salida.- No merece la pena escuchar eso.
-Máximo… Se supone que eres mi primo.- dijo Tomás.- Se supone que somos amigos.
-No puedo ser amigo de alguien que trata así a la gente.-decepción se reflejaba en sus palabras.- Y no se te ocurra acercarte, o esto terminará muy mal.
Me refugié en la calidez de los brazos de Máximo y caminé con él. Haciendo un esfuerzo, intenté no derrumbarme frente a él y lo seguí sin saber donde me llevaba.
-¿Estás… estás bien?-preguntó con un deje de tristeza.
-Si, no te preocupes.-
-Es qué… Es…-
-¿Qué ocurre?- busqué su mirada y me encontré con que sus ojos estaban húmedos y brillantes.- De verdad que estoy bien.
-Lo sé…- se secó la mejilla y se llevó las manos a la cabeza.- Pero esto me supera.
-No… No fue mi intención meterte en esto.- dije alejándome.- Perdón.
-¡No!- dijo exasperado.- No… No te culpo. Es…. Es solo qué…
-No tienes que decirlo si no quieres.
-Lo diré.- respiró profundo.- Yo… Desde el matrimonio que… Hmm… Que he sentido algo por ti.
-Máxi…-
-Déjame terminar.- dijo.- Desde ese día me cautivaste… No sé que fue realmente. Al principio me diste una buena impresión y me causabas una gran simpatía. Creí que solo me llamabas la atención como amigo, pero con el tiempo no pude sacarte de mi cabeza. Varias veces (antes de que nos conociéramos oficialmente) te vi en el pasillo pero tú nunca parecías reparar en mí. Y no te culpo… siempre salías sonriendo con tus amigos y es lógico que no me vieras entre tanta distracción. Aunque yo siempre te vi. Las veces que me acerqué a saludarte, fueron un reto para mí porque necesité un gran control para no ponerme nervioso frente a ti. Me superé cuando te invité a verme en la competencia. Y bueno, las últimas veces te volviste un poco apagado y creí que tenías algún problema. Estuve muy preocupado y por eso hoy te seguí y ocupé el cubículo del lado, aunque no pensé que el problema que tenías era de esa índole. Tú… con Tomás. Si hubiera sabido… Te hubiese dicho que tenía novia y que era un… No me hubiese interpuesto con tal de que estuvieras feliz.
-No importa.- dije de corazón.- No debes culparte, las cosas fueron así. Y yo… Creo que fui un estúpido al no tomarte mucho en cuenta.
-No… no lo eras.
-Si… si lo fui. Estaba tan enfocado en Tomás, que me olvidé del resto. Pero es… Nunca pensé en que yo pudiera tener una oportunidad con alguien como él.- sonreí.
-¿Por qué sonríes?- preguntó dolido.
-Es… Es que ahora que lo pienso… No era ninguna maravilla. Era un poco turnio, su aliento apestaba un poco y también sus pies.- (su pene era pequeño y de un color casi verdoso, por la cantidad de vena que se le marcaban) Obviamente eso no lo dije en voz alta.- Creo que lo endiosé más de lo que era necesario. Pero no volverá a ocurrir, no puedo volver a permitir que me usen así. Creo… creo que lo valgo.
-¡Por supuesto que lo vales!- dijo exaltado.-
-Bueno… me tengo que ir.- le di un abrazo.- Gracias por todo… Eres genial.
-¿Te… te gustaría ir a comer… algo?- preguntó nervioso.- Lo que tú quieras…-
-Ehh… me gusta el sushi.- sonreí al ver la luz en sus ojos.- Pero creo que ahora no es un buen momento.
-Claro, no te preocupes.- se pasó la mano por el pelo de manera nerviosa.- ¿Mañana… después de clases?
-Ok. Salgo a las 3.
-Yo a las 1:30.- susurró confundido.- Pero no te preocupes, te esperaré.
-No es…-
-Lo haré.- afirmó con seriedad.
-Está bien.- sonreí mientras me alejaba.- Hasta mañana.
Una vez en mi casa, me dediqué a repasar los acontecimientos ocurridos. Ya no me sentía tan abatido, creo que la conversación con Máximo me ayudó bastante. Máximo… ¿Habré aceptado muy rápido? “Merece una oportunidad… el no es su primo”. En ese momento me iluminé y vi todo lo que en su momento ignoré. En el matrimonio, Máximo siempre era el primero en reírse; cuando salí a bailar con Catalina y vi a Tomás y Máximo mirándome, no me percaté que Máximo me miraba sonrojado, mientras que Tomás lo hacía con morbo. Ahora que no tengo la nube de Tomás, puedo ver tal cual es a Máximo. Y creo…. Creo que me gusta.
Tiene un cabello castaño con algunos mechones de color rubio ceniza y lo lleva con un peinado muy a la moda que lo hace ver adorablemente sexi; sus ojos son de un azul hielo (muy pálido pero hermoso) con tupidas pestañas de color castaño oscuro y delicadas cejas; una nariz recta y mandíbulas fuertes, que lo hacían tener un rostro muy sofisticado; sus labios eran ligeramente gruesos, de un color violeta claro y extremadamente apetecibles; y lo más adorable era el hoyuelo que se le marcaba solo en la mejilla izquierda al sonreír. Era mucho más guapo que Tomás y su sonrisa era mil veces más encantadora. No entiendo como fui tan ciego de no poder verlo como era realmente.
De todas formas, eso no me lo hacía más fácil. Ya aprendí que lo bonito no siempre es bueno. Me dejé llevar una vez por eso y no salí bien parado. Ahora tengo que ir con cuidado y estudiar bien los movimientos de Máximo. Aunque, por lo que vi hoy, Máximo está muy bien encaminado.
-¿Para dónde vas?- preguntó Catalina cuando salíamos del salón y me dirigía a la salida del lado contrario.
-Me invitaron a comer Sushi.- respondí.
-¿Quién?- preguntó divertida.
-Máximo.- respondí. Vi su expresión de sorpresa, pero no la volveré a dejar al margen.
-¿Mi primo?-
-Sip.
-Pero… –
-El sábado, en mi casa, responderé todo.- reí al ver su cara de incredulidad.- Ahora me voy, porque me están esperando.
Salí, dejando atrás a Catalina con la mandíbula desencajada. Cuando me encontré a Máximo en la entrada esperándome, sentí un agradable cosquilleo en el pecho. Iba con un jeans verde oscuro, unas converse azules y un suéter azul marino. Iba correctamente peinado y llevaba unos lindos anteojos que lo hacían parecer un nerd muy sexi. Su cabello se veía muy luminoso y de aspecto suave y sedoso: me sentí un poco mal, al no vestirme de forma tan producida.
-Hola.- saludé.-
-Hola ¿Qué tal tu día?
-Muy bueno ¿Y el tuyo?
-Ahora mucho mejor.- se sonrojó y me derretí internamente.
-¿Desde cuándo usas anteojos?- pregunté cambiando de tema.-
-Desde siempre.- dijo sacándoselos.- Es que no me gusta usarlos.
-¿Por qué? Te quedan muy bien.- lentamente se los volvió a colocar y sonreí para mis adentros-
Caminamos al estacionamiento y asumí que también tenía un auto. (Me sentía demasiado pobre al lado de esa familia) Y en efecto, sacó sus llaves y le quitó la alarma a un brillante auto de color azul eléctrico. Cuando lo rodeé para entrar, vi que por la calle pasaba Tomás con su novia. Pasó cerca de nosotros y nos ignoró olímpicamente, se subió a su camioneta y se fue. Máximo se le quedó mirando con la mandíbula tensa.
-¿Qué modelo de auto es?- pregunté en un intento desesperado de cambiar el tema.
– Un Chevrolet Sail.- contestó distraído.-
-¿Y dónde vamos?- me estaba poniendo nervioso su actitud tensa.
-Ehh…- sacudió la cabeza.- A mi casa.
-¿A tu casa?- me sonrojé.- Creí que iríamos a comer Sushi.
-Sip, pero tengo un conocido que tiene un Delivery y nos lo llevará a la casa. – sonrió al fin.- ¿Te molesta?
-No… súper.-
Después de 15 minutos llegamos a un condominio muy… residencial. Las casas de ahí eran como 3 veces la mía, tenían un exceso de ventanas y de autos en el garaje. La casa de Máximo era de un color crema con detalles de color salmón: muy elegante y sobria. Así mismo era por dentro, y todas las paredes estaban milimétricamente decoradas con marcos de fotos de los integrantes de la familia, lo cual le daba un aspecto muy hogareño. Máximo era una ricura cuando pequeño, no había cambiado casi nada, aunque su cabello era ligeramente más claro y sus ojos más grandes. Seguía con la misma mirada inocente de ojos brillosos, que irradiaba ternura. Descubrí también, que tenía un hermano pequeño que era un clon suyo, pero con ojos de un azul más oscuro.
-¿Cómo se llama?
-¿Quién?
-Tu hermanito.
-Vicente.- respondió acercándose para mirar la foto que yo observaba.- Tiene 13.
-Ahh… genial-
-No, no es genial.-
-¿Por qué no?
-Porque está en la edad… ya sabes. Cree que todo el mundo está en contra suyo.
-Hay que saber tratarlo solamente. Hay que cambiarles el tipo atención y no tratarlos como niños, aunque sin darles completa liberta ni responsabilidades de adultos. Lo suficiente como para que sepa que lo toman en cuenta y que le dan la importancia que cree merecer.
-¿Dónde leíste eso?
-En ningún lado.
-¿Entonces como sabes que eso quieren?
-No lo sé. Pero yo también tuve esa edad y eso es lo que yo quería.-respondí.- Los adultos se olvidan de que alguna vez fueron adolescentes y que hacían cosas parecidas o incluso peores. Y precisamente ahí está la clave para tratar a sus hijos, o por lo menos intentarlo.
-Vas a ser un buen padre.- me dijo.
-Puede ser.- sonreí.- A veces soy muy estricto.
Me llevó hasta el comedor y comenzó a arreglar la mesa. Trajo algo para beber y también galletas para esperar a que trajeran el pedido. Me colocó una lata de cerveza y él se dejó una coca-cola.
-No bebo alcohol.- le dije.
-Genial. Yo tampoco.- fue a buscar otra coca-cola y me la entregó.- ¿Tienes algún vicio?
-El chocolate y Harry Potter.- reí.- ¿Y tú?
-No. Soy deportista y me cuido bastante bien.- dijo con seriedad.- Aunque ahora ignoraré la dieta por comer Sushi contigo.
-Yo la llevo ignorando un par de meses.-
-Nah. Estás súper bien.- me sonrojé. A los minutos se oyó el timbre y Máximo se levantó.- Debe ser la comida.
Estaba delicioso. Nos comimos casi 40 piezas entre nosotros dos. Conversamos mucho y nos reímos bastante. Era muy fácil poder soltarse con él, ya que tenía una personalidad muy ligera y que invitaba a sentirse bien. No nos dimos cuenta cuando nos dieron las 8 de la noche. Cuando volvió a sonar el timbre vimos la hora y quedamos sorprendidos por la rapidez con la que pasó el tiempo.
-Deben ser mis papás.- dijo cuando se paró a abrir la puerta.- Tenían una reunión en el colegio de Vicente.
Al rato entró el resto de su familia. El padre de Máximo, era un hombre muy alto y de rostro severo, aunque con una mirada simpática. Tenía el cabello castaño oscuro muy ordenado, ojos de color verde oscuro y piel blanca. La madre tenía una estatura media, de cabello ondulado y de color castaño cobrizo, y unos bellos ojos azules. Por último entraba Vicente, me llegaba hasta el mentón, su cabello lucía revoltoso y de color castaño. Igual de guapo que su hermano aunque ahora, al parecer, venía un poco enfurruñado.
-…muy mal. A la próxima te empezarás a despedir de tus juegos del play.- decía su padre.
-Ehh…. Buenas tardes.- dije haciéndome notar.
-Ohh… Buenas tardes.- respondió cortésmente la madre de Máximo.- Soy Alicia.
-Que tal.- dijo el señor, tendiéndome la mano.- Me llamo Máximo.
-Hola.- dijo Vicente y pasó a sentarse al sofá y se perdió en su celular.
-Me llamo Alejandro.- sonreí por la amabilidad.
-Ahh… Tú eres el amigo de Catalina.- señaló la señora Alicia.- Y el que está ayudando a Tomasito.
-El mismo.- dije y se me borró la sonrisa.
-Siempre he dicho que es más duro que una piedra es niño. No sé como lo haces para hacerle entender algo.-observó.
-No lo sé. Se me da bien educar animales.- murmuré, y volví a sonreír por el cumplido que me hacía.
-¿Dijiste algo?-preguntó.-
-No, nada.- sonreí.
Al principio me sentí incomodo con toda la familia ahí, y Máximo se veía igual. Pero después de unos segundos, Don Máximo se fue a su despacho, y la conversación con la Señora Alicia se hizo más amena.
-Tú podrías ayudar a Vicente.- dijo después de una larga charla, respecto al bajo rendimiento académico de Vicente.
-Mamá…- dijo Máximo entre dientes.- Es la primera vez que viene y ya estás pidiendo favores.
-Cierto.- recompuso.- Pero te pagaré. Claro… si es que puedes. No quiero estresarte con las clases que ya tienes con Tomás.
-No se preocupe.- respondí.- Con Tomás ya terminamos. Dice que puede continuar solo y yo necesito un dinero extra.
-¡Espectacular!- dijo contenta.- ¿Cuándo puedes?
-Hmm. Los jueves o los viernes.- contesté.- Son los días en los que estoy más desocupado.
-El viernes estaría bien.- dijo ella.
-Está bien. Aunque me tendrán que enseñar cómo llegar, porque mi sentido de orientación es casi nulo.
-De eso me encargo yo.- dijo Máximo sonriente. – Tengo que tomar una hora extra de inglés y puedo dejarla para el viernes y así salir a la misma hora.
-¿A alguien le importa mi opinión?- preguntó Vicente.
-No, enano idiota indeseable.- contestó Máximo.- Esto no pasaría si colocaras atención en clases.
-No le digas así a tu hermano.- dijo la Señora Alicia y le revolvió el perfectamente ordenado cabello.
-Míralo de este lado.- comencé a decirle.- Mientras más esfuerzo le pongas, más rápido te libraras de mí y podrás jugar tranquilamente en tu Play. Así que te conviene poner esfuerzo, porque de lo contrario te estarás perjudicando solo.
-…- me miró con desconfianza.
-Y te prestaré el GTA V- su cara se iluminó.
-¿Te gusta el GTA?-preguntó.
-A todos le gusta.- respondí. La verdad es que no, pero era para ganarme su confianza.- Bueno… creo que ya me tengo que ir o no tendré locomoción.
-No te preocupes, yo te llevo.- se ofreció Máximo.
-No, gracias.- lo rechacé.- Es muy lejos.
-Anda, anda.- apuró su madre.- Es muy tarde para que te vayas solo.
El viaje en el auto fue muy ameno. No podíamos evitar reírnos de las estupideces que hablábamos, y cada vez me convencía más que la atracción era evidente. Cuando se estacionó fuera de mi casa, me miró para despedirse, luego se aceró lentamente. Nos quedamos mirando en lo que casi era un beso, pero en el último momento se desvió y colocó su rostro en mi hombro. Me abrazó de forma tierna y se lo agradecí, pues no estaba preparado como para darle un beso. Creo que desde ese momento asumí que no podría quitarme a Máximo de la cabeza.
El sábado le conté lo sucedido a Catalina, aunque omití el problemilla que tuve con Tomás. Consideré que era demasiada información por el día. Catalina se tomó a bien lo que le dije y me incitó a que le diera una oportunidad a Máximo.
-Es que lo tienes que hacer.- dijo.- Yo lo haría.
-Es tu primo…-
-Ya… por eso no lo hago. Pero no te negaré que es un bombón suculento y endemoniadamente tierno y sexi. Cada vez que me acerco, me da miedo entrar en un coma diabético de tan dulce que es.
-Okay.- sonreí.- De todas formas quiero esperar a sentir ese fuego en el pecho que te dice que esa persona es la indicada.
-Si esperas mucho…-
-Esperaré lo que sea necesario.- la interrumpí.- Y si realmente tiene interés en mí, me esperará.
-Tienes razón. De todas formas, intenta corresponderle… sé lo que se siente querer a alguien que no te quiere, y él no se merece eso.
-Créeme que yo igual lo sé.- me miró expectante.- Será para otro día esa historia. De todas formas, tú me conoces y sabes que no soy una mala persona.
-Claro que lo sé.- asintió.- Pero a veces, ser simpático no es suficiente.
Durante la semana, Máximo comenzó a juntarse con nosotros y almorzábamos los tres juntos algunos días. Máximo se sorprendió cuando le conté a Catalina lo que pasaba y le pedí que por el momento mantuviera lo otro en secreto.
Con los días venideros, la relación que tenía con Máximo se hizo más y más estrecha. No estar con él, me hacía sentir desprotegido y cuando lo veía, un calor se alojaba en mi pecho que me provocaba locas ganas de saltar de gusto. Las clases con Vicente eran tranquilas y muy rápido nos hicimos amigos. Además los fines de semana, con Catalina, íbamos a casa de Máximo y pasábamos con ellos la tarde, comiendo Sushi o viendo películas.
-Alejandro.- me llamó Catalina el Lunes cuando estábamos almorzando.- Mi mamá está de cumpleaños el próximo sábado y me dijo que te invitara.- A máximo se le iluminó la cara.
-Ehh.
-No comiences con escusas. Que mi madre invite a un amigo mío… es muy inusual.
-Es que todos le hablan bien de ti.- dijo Máximo.- Mi madre, la tía Antonella, Catalina…. Etc.
-Está bien, iré.- Mi miedo era encontrarme con Tomás, pero Catalina, Máximo y Vicente, serán un buen apoyo.
El viernes siguiente, Vicente tenía una hora con el doctor y no pudimos hacer la clase. Máximo trajo una película y nos sentamos en el sofá a verla. Ambos estábamos en un acogedor silencio y me desparramé en el sillón completamente relajado. Usando el truco de estirar los brazos por el sueño, Máximo logró cruzar su mano por mis hombros. Su calor embriagador me invadió y me acurruqué en su cuerpo. Su pecho firme y cómodo, hizo un buen papel de almohada y estuve cerca de perder el conocimiento y sucumbir al sueño. Con su mano libre comenzó a jugar con mi cabello, y yo solo me dejaba acariciar.
Era la primera vez que me tocaban con tanta ternura, y ahí sentí ese estremecimiento en el pecho que me dijo que él valía la pena. Levanté la cabeza y lo descubrí mirándome con infinita ternura, sonreí y me acarició el mentón. Lentamente se me acercó y descubrí sus intenciones, solo que esta vez yo estaba dispuesto a hacerlo.
El azul hielo de sus ojos, se ocultó entre sus parpados en el momento que sus sabrosos labios se unieron a los míos. Me perdí en ese beso, sucumbí ante su ternura y su amor. Cuando su lengua acarició la mía, sentí un río de saliva acumularse en mi boca, y también una cálida sensación en mi pecho. Decidí tomar la iniciativa, ya que Máximo no se atrevería a hacerlo por miedo a incomodarme. Acaricié su nuca y jugué con su cabello, con mi otra mano me di impulso para levantarme y quedar a horcajadas en sus piernas. Abrió sus ojos con sorpresa, pero lo tranquilicé con una sonrisa y volvimos al ataque. Esta vez, Máximo posó sus manos en mi espalda y lentamente las bajó hasta quedar en mi cadera. En un práctico movimiento, subí mi cadera y sus manos quedaron en mis nalgas.
-¿Estás seguro?- preguntó con una evidente emoción.
-Si.- no necesité ninguna palabra más, pues con mis acciones lo dejaba todo claro.
En ese instante cerró sus manos y apretó mis nalgas. Suspiré de gusto y me derretí en sus brazos. Me miraba expectante, como constatando que lo hacía bien. Se veía el nerviosismo en su mirada y una pregunta se formó en mis labios, y antes de pensarla, la formulé.
-¿Eres virgen?
-Si.- me esperaba esa respuesta, pero aun así se me hizo impresionante saber que ese pedazo de hombre fuera virgen.
-¿Cómo?- me sentí idiota por la pregunta.
-Pues… no suelo salir mucho y mi grupo de amigos es bastante limitado.- dijo.- Todos son heterosexuales, por lo que mis oportunidades para encontrar a alguien, han sido muy reducidas. Por eso me da un poco de miedo hacer algo incorrecto.
-Yo te ayudaré.-
Mientras aun me amasaba las nalgas, comencé a sacarme el suéter y la camisa. Máximo me miraba con devoción, y el tono de piel de sus mejillas comenzaba a tornarse rosada. Una vez con el torso desnudo, Máximo empezó a acariciar mi cuerpo: apretó mis tetillas, las lamió, acarició mi vientre y comenzó a desabrocharme el pantalón. Me paré para dejarle el camino libre y me pudiera sacar lo que me quedaba de ropa. Se recreó viendo mi dormido pene, y me miró solicitando el permiso para tocarlo. Me encantaba verlo de esa manera, tan inexperto y tierno, su pureza se reflejaba en la suplica, y cuando le dije que lo hiciera, sus ojos brillaron ansiosos.
En el momento que me tocó, mi pene reaccionó y comenzó a erectarse ante su divertida mirada. Era la primera vez que me masturbaban con esa delicadeza. Se acercó y hundió su nariz en mi pubis, y recorrió todo su contorno para terminar de frente a mi glande y meterlo en su boca. Fue la primera vez que me la mamaban, y me di cuenta que aun me faltaban muchas primeras veces que Tomás nunca se interesó en atenderlas. Cuando me estremecí por el contacto de su lengua contra mi lengua, Máximo preguntó:
-Tom… mi primo- se corrigió- Nunca… nunca te…-
-No… De hecho nunca hizo muchas cosas que tu ahora haces.- sonrió al oír eso.- Eres infinitamente mejor que él.
Noté que se sonrojó y volvió a su trabajo oral. Después de unos segundos, le tomó el ritmo y me di cuenta que lo hacía muy bien. Sus succiones eran sonoras y pronto consiguió que mi pene lubricara de forma industrial. Me encantaba ver el énfasis que le ponía a mi glande y como se lo devoraba con gula. No soporte dejarlo tanto tiempo sin atención y, tomándolo de los hombros, lo levanté. Lo vi un poco desconcertado, pero cuando comencé a quitarle la ropa entendió lo que pretendía. Su cuerpo era tallado por Dioses y me sentí imperfecto ante él. Acaricié el relieve de cada músculo, vi como se estremecía con mi tacto, y no aguanté a lanzarme a chupar sus tetillas. Un sonoro “Ahh”, escapó de su boca y me estremecí con ese excitante sonido de placer. Luego me arrodillé y procedí a deshacerme de sus pantalones que ya tenían un prominente bulto.
Cuando dejé libre ese trozo de carne, casi me atraganto de la sorpresa que tuve. Era completamente distinto al de su primo. Rondaba los 19 cms de largo, con un gordo glande rosa cubierto por un suave prepucio y un par generoso de lampiños testículos. Su piel era de un delicado color trigueño, sumamente apetecible y su grosor era muy considerable. Me miró con vergüenza, seguramente pensando que su primo la tendría mejor, pero para toda respuesta le sonreí y me engullí con pasión ese pedazo de verga. Sentí que sus piernas se desestabilizaron con la primera succión, pero logró ponerse firme mientras gemía. Su carne tenía el sabor de los Dioses y pronto descubrí que su glande sería mi perdición. Era tan carnoso, tan suave y tan gordo, que era demasiado chupable y me atraía con descaro.
Su pubis solo contenía una leve pelusa rubia, que era casi imperceptible. Toda su zona genital era suave y lamible, por lo que con mi lengua recorrí todo su contorno, disfrutando los temblores de placer que le invadían. Sus testículos sabían a gloria y los metía uno por uno, a mi boca. Paré cuando perdí la cuenta del tiempo que llevaba comiéndome su pija y me incorporé para prepararme para lo que venía. Para mi sorpresa, Máximo ya lo tenía previsto, y dándome la espalda, se arrodilló sobre el sillón y expuso su perfecto trasero. Eran dos hermosas esferas de carne, no muy grandes, pero si del tamaño perfecto para acariciar, morder, nalguear y follar hasta el cansancio. Su espalda estaba arqueada y su culo en pompa, pero aun así su ano no era visible.
Temblando, separé sus nalgas y descubrí un rosado y pequeño orificio. Máximo me sonrió con sus mejillas coloradas y mordiéndome los labios, bajé a la altura de su culo. Soplé por todo su alrededor y vi como se le crispaba la piel; apreté sus nalgas y me hice espacio entre ellas; lamí todo el contorno de su ano y finalmente chupé su orificio. El frágil agujero, se contrajo ante ese estímulo. No soporté torturarlo de esa manera y me lancé a comerle el culo en toda regla. La saliva manaba de mi boca sin control, y pronto todo su trasero brillaba por la humedad de ésta. Sus testículos estaban contraídos y apegados a su cuerpo, por lo que procedí a chuparlos y darles calor, hasta que volvieron a colgar libres.
Ensalivé mi dedo medio y comencé a hacer presión en su ano. Lentamente lo fui introduciendo y poco a poco, desapareció. El calor y la presión de su interior, se hizo presente y descubrí que tenía muchas ganas de penetrarlo. Sin perder el control, comencé a penetrarlo con dos dedos, esta vez encontré un poco más de dificultad, aunque de todas formas se hundían limpiamente. Su culo se contraía y la presión en mis dedos aumentaba, pero los gemidos de Máximo me decían que iba por muy buen camino. Al introducir los tres dedos, el espació se hizo más estrecho y los dedos quedaron hacinados en ese pequeño agujero. Los retiré e introduje mí lengua para entregar lubricación extra a sus paredes anales. Su gruñido de gusto no se hizo esperar, e inconscientemente apretó mi lengua con su ano.
-¿Estás listo?-pregunté mientras le besaba el surco de su columna.
-Más que nunca.
Me acerqué y mi baboso glande hizo contacto con su agujero. Tal era la lubricación de su culo y de mi verga, que su ano comenzó al instante, a tragarse mi pene. Me detuve cuando percibí un gesto de dolor, y en el momento que su ano se relajó, volví al ataque. El calor y la succión que ejercía su interior, me mantenía al borde del orgasmo, por lo que intentaba hacerlo con cuidado y así no correrme tan pronto. Cada vez que contraía su ano, me mordía los labios intentando aguantar las ganas de llenarlo de leche. En el momento que mis vellos púbicos hicieron contacto con su tersa piel, ambos caímos relajados: él en el sillón y yo sobre él.
Pronto sus movimientos de cadera, me dijeron que era el momento de comenzar las embestidas. Retiré mi miembro completamente, y antes de volver a introducirlo, dejé caer un poco de saliva en su agujero que estaba tomando un ligero color rojizo. Cada embestida aceleraba mi corazón y cada contracción de su culo, hacía vibrar mi alma. Después de unos minutos, el calor en la base de mi pene se intensificó y entendí que vendría mi orgasmo. Hundí mi cara en su cuello y le susurré algunas palabras de aliento, mientras con mi mano envolvía su turgente mástil. Con unas cuantas sacudidas explotó en mi palma, disparando contra ella chorros calientes de dulce esperma. Su ano se aferró a mi pene de manera peligrosa y la fricción aumentó en un mil porciento. Mis piernas se sintieron débiles en el momento que desde mi uretra comenzaba a salir mi alma en forma líquida, y gemí de forma sollozante, cuando no pude retener mi intenso orgasmo. Pudieron ser unos cuantos chorros, aunque yo los sentí como litros de hermosa agonía, que se regaron por todo el interior de Máximo.
Después de unos segundos y con el dolor de mi alma, tuve que salir de dentro de él y caí exhausto a su lado. Noté un hilillo de semen rosado que se escaba de su agujero, pero nada fuera de lo normal. Bebí de mi mano que estaba cubierta de su semen y lo compartí con él a través de mis labios. Sonreímos completamente satisfechos y me recosté en su pecho susurrando palabras de agradecimiento. Miramos el reloj y descubrimos que todavía nos quedaba más de media hora.
-¿Estás dispuesto a una segunda ronda?- me preguntó de forma pícara.
-Todas las que quieras.- asentí.- Eres absolutamente genial.
Desnudo, caminó hasta la cocina y desde la puerta me llamó. Me propinó una nalgada y me hizo pasar delante de él. Nos sentamos en una mesa redonda, me sirvió una leche con chocolate (él sabía que era mi favorita) y un sándwich delicioso. Mientras comíamos, comentábamos las mejores partes de nuestro encuentro, y me percaté que su hermoso miembro volvía a la vida. Cuando terminamos de comer, su pene ya apuntaba olímpicamente al cielo, como todo un guerrero espartano. Corrimos al comedor y recogió nuestra ropa, luego me tomó de la mano y me llevó hasta su pieza en el segundo piso. Me tiró contra su cama y caí sentado con las piernas abiertas. Al instante se metió entre ellas y comenzó a chupar mi revitalizado pene.
Ahora Máximo, actuaba con más confianza, y tomándome desde las rodillas, alzó las piernas y dejó mi agujero a la altura de su boca. Alcancé a ver cuando se saboreaba los labios, para luego perderse entre mis turgentes nalgas. Eché mi cabeza para atrás y disfrute de los jugueteos de su lengua. En honor al tiempo, fue introduciendo su dedo mientras me lamía los alrededores. Me encantaba la sensación de tener algo en mi culo, solo que esta vez era mucho más deliciosa, porque Máximo lo hacía con delicadeza y cariño, no con la morbosa violencia que empleaba Tomás. Mi ano palpitaba con hambre y exigía a gritos que lo rellenaran. No me di cuenta, cuando Máximo ya estaba intentando introducir 3 dedos en mí.
Luchó unos segundos, para que mi ano se acostumbrara a ese grosor, pero pronto la molestia se hizo tolerable y entramos a la acción. A pesar de que ya me habían penetrado, el pene de Tomás era infantil a comparación con el de Máximo, por lo que el proceso de penetración fue lento y pausado. Su mirada estaba atenta a cualquier expresión de dolor de mi rostro, para detenerse y dejarme a que me acostumbrara y luego seguir. Nunca me había sentado tan lleno, y me encantó. El dolor estaba presente, pero no era nada comparado con la infinidad de placer que sentía. Sus hermosos ojos azules me tenían embobado y cuando estuvimos perfectamente unidos, nos besamos cariñosamente.
En la posición que estábamos, su pene entraba completo, tocando lugares tan profundos que me sentía enteramente invadido por él. Pronto las embestidas comenzaron a ser sonoras y la presión en mi vientre aumentó. Su glande golpeaba mi punto G y me quitaba el aliento, obligándome a contraer mi recto. Me excitaba ver las expresiones de placer dibujadas en el rostro de Máximo, y me alegraba saber que lo estaba pasando tan bien. Con cada embestida, todos sus músculos se le tensaban, y cuando retiraba su pene, sentía que se llevaba algún órgano o algo de mi interior.
Escupió su mano y aprisionó a mi glande, aceleró las embestidas a la vez que aumentaba las sacudidas en mi pene. Una corriente envolvió mi cuerpo y en un semi ataque epiléptico, comencé a correrme en su mano y en mi vientre. Su boca formó una “O” y me di cuenta que su orgasmo venció su resistencia y comenzó a correrse en mi interior. Nos besamos con pasión, mientras quedábamos completamente secos. Segundos después salió de mi interior.
-¿Qué te ocurre?- pregunté asustado cuando vi si cara de un tono fantasmal.
-Sa…sangre.- dijo mirando su pene que estaba cubierto de semen con aspecto rojizo.
-Ahh…- recuperé la compostura.- Es normal, creo. Supongo que oficialmente, tú me desvirgaste.
-Ok.- dijo respirando profundamente.- La sangre me marea.
-No te preocupes.- sonreí.
Luego fuimos al baño y nos aseamos, terminando cinco minutos antes de que su familia llegara. Me invitaron a cenar y al rato apareció Catalina, y después de comer nos fuimos a la habitación de Máximo a conversar. Mi amiga me exigió que le contara lo que le debía y a regañadientes acepté. Su expresión pasó por todas las emociones y se quedó estancada en un repudio palpable. La tranquilicé y le dije que no valía la pena seguir dándole importancia a alguien como él. Siempre incondicional, Catalina me apoyó. Pronto se hizo tarde y me ofrecieron quedarme a dormir, y obviamente acepté. Llamé a mi casa y no opusieron ninguna objeción. Esa noche volvimos a tener una sesión de sexo.
El Martes, durante el almuerzo me encontré a Tomás. Cuando me vio, caminó directamente hacia a mí, y del brazo me arrastró para un rincón y comenzó a atosigarme con proposiciones indecentes.
-Soy tu única oportunidad.- me dijo.
-Aunque no lo creas, no eres el único hombre en el mundo.- le dije.- Así que toma tu ego y vete.
-¿Estas con alguien?- preguntó desafiante.
-Pues sí, y es muchísimo mejor que tu.- le espeté.- Mejor en todos los aspectos. TODOS.
Me fui sin darle más explicaciones. Pero el jueves en la noche recibí un mensaje extraño de su parte. Y cuando lo abrí, me encontré con un video en cual salía él, teniendo sexo con su novia, y otro mensaje que decía “Ya no te necesito. Solo fuiste un eficiente agujero, donde pude vaciar mi semen. Espero que te alegre saber que tienes un poco de mí leche en tu culito, mezclado con el de el maricón que te folla ahora”. El video duraba 15 segundos y se veía perfectamente la cara de ambos y la penetración en primer plano. Me sentí como una basura, y floreció una oscuridad en mí que nunca había querido dejar libre.
El sábado llegó y Catalina con Máximo, me fueron a recoger. Les conté lo del video, pues necesitaba que alguien me hiciera sentir mejor, y lo lograron. La cena estuvo genial, todo muy delicioso y la madre de Tomás no paraba de agradecerme por la ayuda que le había dado a su hijo ilustre. Tomás, por otro lado, iba muy campante con su novia trofeo, dándose besitos cada vez que lo veía para intentar sacarme celos. Me miraba con asco y como si fuera algo que se le quedó pegado en el zapato, y me enfermaba de sobremanera. Pero todo alcanzó su pic, cuando “accidentalmente” derramó su cerveza en mi pantalón. Máximo, como todo caballero, estuvo a punto de montar una escena, pero lo frené y me lo llevé a un rincón junto con Catalina.
-Por un momento pensé en arrepentirme, pero después de esto…- me señalé el pantalón mojado.- Estoy mucho más seguro de lo que haré.
-No entiendo.- dijo Catalina.- ¿Qué vas a hacer?
-Quiero que le pidas el celular a Tomás y me lo entregues.- le dije a mi amiga.
-¿Para qué?- preguntó Máximo.
-Su video se volverá viral.- respondí-
-Lo haré.- sonrió con maldad Catalina.- ¿Pero cómo?
-No sé… Dile que te quieres tomar una foto, o que te lo preste para hacer una llamada. Sorpréndeme.
Fue más fácil de lo que pensé y a los segundos tenía su celular en mis manos. El video había sido borrado desde su celular, pero por suerte yo lo tenía en el mío. Se lo envié de vuelta y luego busqué entre los contactos a sus familiares, y para mi suerte, la mayoría estaba con nosotros ahí. Lo viralicé rápidamente y borré todos los mensajes desde el celular, luego se lo entregué a Catalina que realizó una llamada y se entretuvo mientras los invitados revisaban sus mensajes.
Luego tomé asiento y me deleité con la escena. Tomás me miraba con furia, pero no tenía una explicación de cómo se había propagado el video, y antes de que se me tirara encima, tomé de la mano a Máximo y con una reluciente sonrisa, pasé frente a él dándole a entender que haría follar con su primo.
Y no mentía, porque apenas llegamos a su casa, nos fuimos directo a su habitación y nos pusimos a faenar. Fue el sexo más delicioso de mi vida, endulzado con el placer de la venganza.
Desde entonces le quité la inocencia a Máximo y le mostré el ser más oscuro que tengo en mi interior, además de dejarlo completamente seco y con los testículos adolorido.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!