SAMIR, EL FISIOTERAPEUTA
Una historia real entre un muchacho de 21 años, fisioterapeuta, y un paciente mayor que se enamoran..
SAMIR, EL FISIOTERAPEUTA
Soy un hombre mayor, divorciado desde hace más de 20 años, y en todos estos años de independencia personal he mantenido algunas relaciones esporádicas, (casi siempre con hombres), especialmente con chicos bastante más jóvenes que yo, pues al parecer hay un tipo de varones jóvenes que tienen preferencia por las personas mayores.
Al principio no conseguía entenderlo, pero el tiempo y la experiencia vivida me han demostrado lo que yo no lograba comprender. Casi siempre, las relaciones que he tenido han sido con muchachos que no superaban los 30/35 años. En este sentido podría relatar bastantes experiencias vividas con jóvenes de esta edad, y hay algún tipo de “feeling” entre este tipo de jóvenes y el autor de estas líneas. Experiencias que podría relatar en futuras narraciones.
Quiero dejar constancia de que soy un hombre extremadamente caliente y morboso. Me encanta el sexo, sentirme deseado y gozar y hacer gozar a mi pareja. Para mi es primordial que la persona que comparta esos momentos conmigo, disfrute sin límite alguno. Nunca he forzado a ninguna de mis parejas a hacer algo que no quisiera. Siempre he sido muy exquisito y cuidadoso, y eso mismo he pedido a quienes han compartido sexo conmigo.
Aclarados estos puntos preliminares, me gustaría contar algo que me ha acaba de ocurrir recientemente:
Desde hace algunos días estoy recibiendo sesiones de rehabilitación en un Centro de mi ciudad por una afección lumbar. Los primeros días era un jovencito quien me sometía a la “tortura” de los masajes, (lo de “tortura” es porque me resulta doloroso), pero luego, tras los masajes, siento un inmenso alivio…
Este muchacho tiene un arte especial para la localización de la dolencia que padezco, pero a partir del tercer día fue otro muchacho quien me atendió en la cabina de masajes.
El segundo muchacho en cuestión no me había pasado desapercibido; siempre fue extremadamente amable conmigo, aunque nunca me había atendido en la cabina. Pero la primera vez que lo hizo descubrí como una corriente de afecto y simpatía entre nosotros. Lo que vulgarmente definimos como “feeling”.
Me tendí en la camilla boca abajo, me levanté la camisa y me bajé el pantalón y el calzoncillo, dejando al descubierto parte de mis glúteos. Siempre me gusta iniciar alguna conversación con ellos, puesto que estaré a su merced durante bastantes días, y un poco de diálogo siempre viene bien. Así que el primer día le pregunté por su nombre:
-Me llamo Samir
-¿Samir?
Como el muchacho hablaba muy bien nuestro idioma, supuse que era español de nacimiento, así que insistí:
-¿Eres español?
-No; soy de madre francesa y padre marroquí… Pero tuve la oportunidad de trabajar en España, y aquí me tiene… Y estoy muy contento, porque España me gusta mucho.
Mientras hablábamos, él seguía con los masajes, manipulando mi espalda, bajando hasta las nalgas sin dejar de masajear. Como supuestamente le estorbaba un poco mi calzoncillo, él me lo bajó todavía más de lo que estaba.
Obviamente, él permanecía a mi lado mientras me masajeaba, y aunque yo no quería mirar hacia su paquete con descaro, se hacía evidente que el muchacho estaba empalmado. Debajo de su “pijama” blanco, de sanitario, se adivinaba un bulto que crecía por momentos, y marcaba su polla con toda claridad bajo la débil tela blanca del pantalón.
Yo comencé a empalmarme cuando él me bajó el calzoncillo y me dejó completamente descubierto el culo, mientras disfrutaba al contacto de mis glúteos con aquellas manos tan expertas y especiales. Debo ser totalmente sincero, pero me entraron unos deseos incontrolables de echarle mano a la polla, que se dibujaba tan claramente debajo de su frágil pantalón, y llevármela a la boca. Su capullo y todo el tronco de su pene, dejaban en evidencia las proporciones de un miembro fuera de lo común.
Se trata de un muchacho hermoso, y tuve que hacer un gran esfuerzo para controlarme, pero esto no ha hecho más que empezar. Espero poder seguir con mi relato.
Al día siguiente acudí muy temprano a la sesión, con la esperanza de ser atendido nuevamente por Samir. Cuando hube acabado mi sesión en la magneto, otro de los muchachos me ofreció pasar a una de las cabinas para darme los masajes, pero yo le cedí el turno a otro de los pacientes con la excusa de que tenía que entrar al baño. Lo que yo pretendía era ser atendido por Samir, que en aquel momento estaba con otro paciente.
A los pocos minutos, Samir terminó con el señor que estaba atendiendo y entonces me propuso pasar a la siguiente cabina para el masaje prescrito por el especialista.
-¿Quiere pasar, señor?
-Claro, allá voy.
-Vaya preparándose mientras me lavo las manos…
Antes de un minuto Samir ya estaba conmigo. Yo, tumbado boca abajo sobre la camilla con el pantalón y el calzoncillo bajados, la camisa subida dejando la espalda al aire, igual que mis nalgas, esperando que las suaves y expertas manos del muchacho comenzaran a hacer su trabajo.
-¿Cómo se encuentra, Señor? ¿Ha notado mejoría?
-Pues… si; un poco… Pero esto va más lento de lo que pensaba…
Yo no podía evitarlo, pero mis ojos se iban disparados hacia su entrepierna, esperando nuevamente ver dibujado el bulto que se ocultaba detrás de la fina tela de aquel pantalón.
El muchacho se untó las manos como de costumbre y comenzó a masajear en mi espalda, pero sus manos se detenían más de lo esperado sobre la raja de mis nalgas, allí donde la espalda pierde su casto nombre para llamarse culo. Yo notaba como su mano derecha se recreaba, -casi con descaro- notablemente cerca de mi ojete, y masajeaba sin el menor rubor sobre aquella zona íntima de mi anatomía…
De una manera visible e indisimulada, yo era consciente de que Samir se recreaba descaradamente en aquella parte de mi cuerpo, y esto no me incomodaba, más bien me agradaba, aunque yo nunca he sido “pasivo” en el sexo. Pero me gustaba cómo el muchacho insistía sobre mi culo. Cualquier otra persona quizás hubiese reaccionado diciéndole al muchacho:
-Ahí, en esa zona, no es donde me duele, es un poco más arriba…
-Pero es que aquí existen terminaciones nerviosas que influyen en la parte que a usted le duele. No se preocupe, señor…
Pero yo me sentía muy halagado de que un “yogurcito” como Samir, se empeñase en recrearse sobre mis partes “nobles”. Tenía la impresión de que, en cualquier momento, el dedo índice del muchacho se insertaría en mi culo, pero esto no ocurrió.
Aunque yo estaba tendido en la camilla boca abajo, aquella posición me permitía volver la cabeza de vez en cuando, para fijarme en la zona de su “paquete”. Yo así lo hacía, y observaba cómo el bulto de su entrepierna aumentaba por momentos… Estaba claro que al chaval le iba la marcha y estaba muy excitado. Hubo un momento en que yo me quedé mirando descaradamente aquella parte de su anatomía, y él se daba cuenta mientras insistía con su mano sobre mi culo. Su pene se marcaba claro y nítido a través del pantalón de su uniforme (pijama blanco) de sanitario, y la forma de su capullo y todo el falo resaltaba notablemente sobre la frágil tela.
Estuve a punto de pedirle su número de teléfono para ponerme en contacto con él fuera de la clínica, pero no quería lanzarme tan pronto al “vacío”. Yo no podía dejar tan evidente que el muchacho me gustaba, y que yo era gay, aunque para mi estaba muy claro que Samir también lo era y había dejado claro que yo también le gustaba a él. Así que preferí esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Como me quedaban todavía algunos días de sesiones, decidí optar por la prudencia para poner las cartas boca arriba, pero yo estaba convencido de que, si daba un paso adelante él no me rechazaría. El problema era que allí, en la clínica, sería imposible tener con él otro tipo de contacto más íntimo.
Pero se me ocurrió algo para hacerme con su teléfono y se lo hice saber:
-Oye Samir, ¿No has pensado hacer visitas a domicilio? Podrías ganarte unos buenos eurillos…
-Sí, lo he pensado. Pero no sé cómo hacerlo, y no conozco a nadie en la ciudad.
-Creo que yo podría ayudarte. Si quieres, me dejas tu número de teléfono y yo podría hacerte una buena publicidad entre familiares y amigos, y en redes sociales. También podría dejar una tarjeta en algunas farmacias que conozco. ¿No te interesa?
Sin pensárselo un momento Samir me dio su número: (6xx7xx9xx).
-Te haré una llamada perdida desde mi móvil y cuando la veas me agregas en tu agenda.
-Así lo haré, señor. Usted se llama Manuel, ¿verdad?
-Si, efectivamente. Mejor que la llamada te agregaré en WhatsApp y te enviaré mi nombre y apellido para que me agregues.
Así quedamos, y mientras que el muchacho seguía con sus masajes, yo le envié un mensaje de WhatsApp
En esto estaban absortos mis pensamientos cuando le avisaron que otro paciente le estaba esperando y que tenía que acabar conmigo. Mientras que él se limpiaba las manos con el papel del rollo que allí había, yo comencé a arreglarme los pantalones mirándole a los ojos, al tiempo que le mostré mi polla con disimulo, bastante excitada, y mis huevos. Mientras me recomponía la ropa, él no dejaba de mirar mi capullo, sin mostrar el más mínimo gesto de rechazo.
Nos despedimos hasta el día siguiente. Yo me fui, completamente excitado y con unas ganas enormes de acostarme con él. ¿Sería esto posible alguna vez?
Por la tarde, pasada la hora de la siesta, recibí el siguiente mensaje en mi whatsapp:
-Hola, soy Samir. Ya le tengo agregado, señor Manuel. Mi nombre completo es, Samir Ahmad, (el nombre -obviamente- es falso…)
-¿Puedes hablar ahora?
-No, pero llámeme después de una hora, sobre las 19,30.
Estuve esperando impaciente que llegara la hora, y sobre las 19,40 marqué su número.
-Hola Samir, soy Manuel
-Sí, ya le tengo registrado…
-Mira, he hecho unas tarjetas de visita con mi impresora. Te voy a mandar la prueba por WhatsApp, y si te gusta, imprimiré unas 100 para repartirlas entre amigos y en algunas farmacias.
-Sí, solo que no tengo camilla portátil, y ahora mismo no me puedo permitir comprar una…
-Mira, si quieres te puedo prestar el dinero, y cuando hayas ganado lo suficiente me lo devuelves.
-No puedo aceptar eso, señor… Me parece que estoy abusando de usted…
-No te preocupes, Samir. Si yo no pudiera hacerlo no te lo ofrecería. He estado mirando camillas portátiles en algunas páginas de Internet, y he visto una que cuesta 99.99 euros, (más 8,11 de gastos de envío). Es decir, por menos de 120 euros tienes tu camilla. Te la voy a mandar por whatsapp y si te gusta, yo mismo la pido y te la llevas cuando vengas a mi casa.
El muchacho me había dicho que tenía un coche utilitario para moverse por la ciudad, así que le cité en mi casa.
-Voy a pedir la camilla, Samir. Pero tú puedes venir cuando quieras.
Debo reconocer que yo me había obsesionado con este chico, pero es que, bajo aquella mascarilla sanitaria, se presentía un muchacho guapísimo. Una barba recortada y cuidada que me recordaba a un actor que a mí me gusta mucho. Supongo que los lectores recuerdan a un cubano que triunfó en España con una serie de televisión, (El Príncipe), protagonizada por José Coronado, Rubén Cortada y otros. Pues Samir me recordaba mucho a este último, Rubén Cortada. Pero es que, además, el chaval tiene unos modales y una educación extremadamente cuidados. Samir es amable, cariñoso, atento, cordial… Sin llegar a ser para nada afeminado, este joven es muy tierno y muy noble. Y yo le imaginaba abrazándome y amándome, ambos metidos en mi cama. Y como le tenía en mi mente casi todo el día, era difícil no excitarse al pensar en él, y me pasaba casi todo el tiempo empalmado e imaginando que hacíamos el amor. El enorme “fresón” de su capullo dentro de mi boca, esperando una explosión de placer y saboreando su rica leche joven e inmaculada, que -estaba seguro- sería exquisita.
Al día siguiente, como de costumbre, acudí a la clínica a recibir mis sesiones y mis masajes. Samir estaba muy atento para ser él quien me atendiera, (creo que se lo comentó a otro de los compañeros), porque no hacía más que mirar el tiempo de la “magneto” y estaba controlando el cuánto me quedaba. Cuando sonó la alarma del final de la sesión, él mismo me ayudó a bajar de la máquina y me invitó a entrar en la cabina de masajes. Yo me desnudé como de costumbre y me tumbé en la camilla. Samir solo me preguntó:
-¿Cómo se encuentra, señor? ¿está experimentando mejoría con los masajes?
-Un poco mejor, aunque las molestias parece que no quieren abandonarme. Pero espero que cuando acabe con las sesiones, podré encontrar una notable mejoría.
-Seguro, señor. Los resultados se notarán más tarde, cuando acabe el tratamiento.
Mientras manteníamos esta conversación, el muchacho seguía con su masaje habitual. Este chaval me estaba volviendo loco. No era sólo el trato amable y cordial con el que se dirigía a mí, sino el modo cariñoso, educado y respetuoso de hablarme. Bajo la mascarilla que llevaba por el Covid, se percibía a un jovencito muy guapo. Llevaba barba, y eso lo podía advertir claramente, pero no podía saber si tenía una boca bonita y proporcionada, o una sonrisa encantadora y dulce, sólo se que la imagen del actor cubano no se borraba de mi mente.
En algún momento Samir me dijo:
-Señor, mientras estemos en la cabina puede quitarse la mascarilla, (cosa que yo hacía y yo le decía lo mismo):
-Muchas gracias Samir, pero tú también puedes hacer lo mismo…
Pero él nunca se quitó la mascarilla, motivo por el cual nunca le vi la cara completamente durante las sesiones.
-Samir, tu camilla estará en casa en unos 6 u 8 dias…
-Muchas gracias, Señor… Es usted muy amable conmigo.
-No, no… Sólo es una manera de agradecerte lo correcto y educado que eres tú conmigo. Por cierto, no me llames señor. Ya sabes que mi nombre es Manuel
-De acuerdo, Manuel, aunque me costará trabajo acostumbrarme…
Seguimos hablando de cosas intrascendentes, mientras que el muchacho hacía su trabajo. Si sólo con pensar en él ya me excitaba, la presencia de Samir allí a mi lado me volvía loco. Y esto, unido a la forma en cómo me daba los masajes y hurgaba en mis partes íntimas, hacía que mis pensamientos volaran hasta imaginarme en la cama con él.
Como Samir vivía en un piso compartido con otros compañeros y yo sabía que no tenía familia en la ciudad, le propuse venir a casa a cenar una noche. El chaval no declinó la propuesta y quedamos para el sábado siguiente.
Estábamos en esto mientras yo no dejaba de fijarme en su entrepierna. Yo no tenía la menor duda de que tampoco era le era indiferente, pues estaba perfectamente clara su excitación y como se empalmaba conforme pasaba sus manos por mi cuerpo…
Cuando hubo terminado le dije:
-Mañana viernes no puedo venir porque tengo que hacerme una resonancia magnética, así que ya no nos veremos hasta el sábado. Si te parece, me dices donde nos vemos y yo mismo te recojo. Porque llegar a mi casa es algo complicado…
-Pues lo confirmamos por teléfono, pero podríamos quedar en la cafetería Central, que es un sitio muy conocido en la ciudad, y ahí me puede recoger. ¿Qué hora le parece bien? ¿Te viene bien a las 5? (las 17,00 horas)
-¿Para cenar?
-No, nombre; para cenar no… Pero si para tomar antes una copa, charlar, y hacer tiempo hasta la hora de la cena…
-Vale, me parece bien. A las 5 de la tarde le espero en la Cafetería Central.
-No obstante, ¿te puedo llamar en cualquier momento?
-Por supuesto, Señor…
-Deja de llamarme Señor. Aquí todos me tutean, y tú no vas a ser menos…
Ambos nos despedimos y yo quedé en llamarle por la noche.
En el camino hacia mi casa yo no dejaba de pensar en el muchacho… Y al pensar en él no podía evitar excitarme. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué me había dado este chaval?
Me dirigía a mi casa absorto en mis pensamientos -en los que Samir era “monotema”-, cuando recordé algo que a buen seguro me serviría para romper el hielo con el muchacho. Me acordé que tenía un enorme falo de madera, de unos 30 centímetros, que -a modo de broma- me habían regalado unos amigos hacía algunos años, con motivo de uno de mis últimos cumpleaños. Yo lo tenía bien guardado y oculto a miradas indiscretas de alguna visita, pero con motivo de la visita de Samir, quería buscarlo y colocarlo en un lugar bien visible del salón. Era una enorme polla marrón-ébano de grandes proporciones, que, a modo de estatuilla se apoyaba sobre unos huevos descomunales a juego con el “tronco”.
Era viernes, y aquella mañana no pude ir a la clínica tal como había avisado por tener que hacerme unas pruebas radiológicas. Ya por la tarde, con los calores del “veroño”, (el verano que aún no nos quería abandonar), y la imagen de Samir en mis pensamientos, comencé a tener un recalentón. Estaba deseando llegar a mi casa para hacerme una paja inolvidable, pues había encontrado en Twitter los videos de un muchacho que me recordaba mucho al muchacho, aunque Samir era más joven, y algo menos musculoso y bastante más guapo que el morito del twitter.
Llegué a mi casa, busqué aquel falo y lo puse sobre la mesita-centro del salón. A continuación, me dispuse a pajearme a gusto con las imágenes del muchacho del twitter, así que me desnudé totalmente, encendí el televisor, me acomodé convenientemente en el sofá de mi salón, y busqué aquellos videos que tanto me excitaban, pero con mis pensamientos centrados en mi “fisio” favorito.
Había cogido un aceite especial que tenía en el baño, y embadurné mi polla erguida con aquel ungüento. Al principio eran masajes de mi mano engrasada sobre mi capullo sonrosado, mientras que con la otra sostenía mi polla. Mientras me daba aquellos masajes pensaba en Samir, imaginando que mi mano era la mano del muchacho, pero este pensamiento provocaba en mí una sensación muy extrema, y yo no quería correrme tan pronto. Quería disfrutar de aquel momento y pensar que el chaval estaba allí a mi lado, y que yo hacía lo mismo con él.
Coloqué aquel falo a un lado de aquella mesita de centro en la que tomaríamos un aperitivo, con la ilusión de que Samir hiciera algún comentario al respecto.
Para la cena del sábado, había pedido a una buena amiga que me preparase una buena ración de croquetas, (que las hace “de escándalo”), rogándole que fuese generosa con la nuez moscada, esa especia que -según dicen- tiene unas excelentes propiedades afrodisiacas. Y yo quería que Samir se pusiera bien caliente aquella tarde.
Estaba yo absorto jugueteando con mi polla cuando sonó mi teléfono. Era Samir, ¿Qué querría el muchacho?
-Hola Samir, dime chaval, ¿ocurre algo?
-No…, no señor. Solo quería decirle que, si me manda por WhatsApp la ubicación de su casa, yo puedo llegar sin ningún problema, y usted no se tiene que molestar. Además, tengo que hacer antes unas gestiones y necesito llevarme el coche. ¿Es fácil aparcar en esa zona?
-Sí, no te preocupes. No tendrás ningún problema para aparcar. Te mando la ubicación exacta.
Yo había puesto “manos libres” al móvil, para seguir pajeándome a gusto mientras escuchaba la voz de Samir.
-Pues bien, Señor. Mañana a las 5 en punto estaré en su casa.
Nos despedimos y yo continué masturbándome con mi mente puesta en el muchacho, e imaginando que el chico de los videos que estaba viendo en mi televisor, era la viva imagen de Samir. Porque lo cierto es que, por la mascarilla sanitaria, nunca le había visto el rostro al completo, algo que estaba deseando.
Yo contaba las horas, que se hacía eternas, esperando la llegada del encuentro, pero seguía masajeándome y parando de vez en cuando, a estar próximo a correrme… Así lo hacía siempre para retrasar el orgasmo y sentir mucho más placer. Finalmente, no pude más y llegué hasta el final, en un éxtasis de placer y varios chorros de leche, como no recordaba haber tenido desde hacía mucho tiempo.
Yo estaba muy ilusionado con aquella cita, así que intenté organizar un poco la casa, ya que aquel fin de semana había prescindido de la muchacha que normalmente viene a limpiar. Había recogido las croquetas que me había preparado mi amiga, y me dispuse a esperar las horas que me separaban de aquella aventura.
A las 4 en punto sonó mi despertador y me levanté de la siesta, aunque por mi nerviosismo no había pegado ojo. Me duché rápidamente y me vestí sólo con un pantalón corto de verano y una camiseta sin manga.
Poco antes de las 5 de la tarde sonó el video portero. Era Samir y por primera vez le vi el rostro. Muy nervioso abrí a puerta y a los pocos segundos ya estaba llamando a la puerta de mi piso. ¡Diosss!, Samir era un “yogur griego”, capricho de los dioses…
El muchacho iba igualmente vestido con un pantaloncito corto, una camiseta y unas playeras. Yo estaba descalzo, como suelo hacer siempre, e invité a Samir a descalzarse también pues el suelo estaba escrupulosamente limpio.
Yo saludé a Samir con un apretón de manos, aunque ardía en deseos de besarle en los labios, unos labios carnosos y sonrosados que veía por primera vez.
-¿Te ha costado mucho dar con la casa?
-No señor; con el navegador y la ubicación que usted me mandó he llegado fácilmente.
-Bueno, pasa… pasa y acomódate, como si estuvieras en tu casa…
Nada más entrar al salón, Samir se percató del “regalito” que yo le había dejado sobre la mesita-centro. El muchacho comentó directamente, al tiempo que señalaba aquel falo descomunal:
-Simpática estatuilla, si señor… ¿puedo cogerla?
-Por supuesto, (jajaja). Pero estoy seguro de que tú tienes muy poco que envidiar…
Estaba claro que el muchacho sabía, o al menos lo sospechaba, que ambos estábamos pensando en lo mismo: FOLLAR. Pero aun así, la experiencia de mis años me aconsejaba ir con cuidado para no espantarlo. No sería la primera vez que yo me había “columpiado” (confundido), en situaciones similares, y no quería lanzarme a la piscina sin saber si había agua o la piscina estaba vacía. Pero enseguida comprobé que en aquella “piscina” si había agua. Y bastante, por cierto.
Samir agarró aquella polla de madera de ébano con una mano, y comenzó a pasar suavemente la otra mano sobre la punta, y deslizaba su dedo índice sobre el agujerito de aquel gran “fresón” de chocolate… Parecía como si estuviera provocando y esperando que, en cualquier momento, brotase por aquel hoyito un gran chorro de un rico elixir.
Me percaté de que mientras Samir hacía esto, sus ojos no se atrevían a mirarme, más bien estaba bastante cohibido, como avergonzado. No es que estuviese “masturbando” el “pollón” enorme, sino que lo acariciaba con cierto mimo…
Yo le pregunté:
-¿Te gusta?
-Bueno…, es cuando menos “curioso”. No había visto nunca nada igual…, jejeje
-Pero… Samir…, tú no tienes mucho que envidiar… creo…
-Ja, ja, ja… (Samir soltó una espontánea y sonora carcajada)
-En algún momento he creído apreciarlo cuando estamos en la cabina de masaje…
-Es que… señor…, me da mucha vergüenza decir esto, pero usted me gusta mucho…
¡Bingo!, el muchacho me lo había facilitado por completo, y había salido ¡BINGO!
-¿Te gustan los tíos mayores?
-Si; a mi no me gustan los chicos de mi edad. Siempre me atrajeron mucho los hombres mayores…
Mi polla empezó a crecer rápidamente al escuchar esta confesión del “morito”, y en un momento se hizo más que evidente que mi polla se había puesto dura. Tan dura como aquel falo de ébano que había sobre la mesita-centro de mi salón. Y esto se notaba mucho más bajo mi corto pantalón, algo que a Samir no le pasó desapercibido.
Pero el chico también estaba muy excitado, y un bulto muy pronunciado comenzaba a notarse bajo su pantalón.
Yo estaba muy nervioso, y creo que el muchacho también. Era una situación que, aún siendo previsible, yo no sabía cómo gestionar.
-Me gustaría besarte, Samir. ¿Puedo hacerlo?
El muchacho no contestó, simplemente me abrazó, mientras presionaba su bragueta contra la mía, ambos totalmente empalmados, y con su boca buscó la mía que la esperaba ansiosa. Nos dimos un beso “de película”, al tiempo que su mano palpaba mi entrepierna, buscando mis huevos que -obviamente- estaban bastante hinchados. Yo notaba cómo, poco a poco, mi capullo se iba impregnando de baba, ese esmegma “pre-seminal” que suele anunciar una eyaculación casi inminente. Era tal mi excitación que tuve que decirle al chaval:
-Para, para…, que si no me corro aquí mismo…
Samir había buscado por debajo de mi entrepierna y había agarrado mi polla hasta dejarla completamente libre por debajo de la pata del pantalón. Por la punta de mi prepucio ya asomaba la baba “pre-cum”, pero yo quería retrasar aquel momento. Le dije que esperara un poco, por lo menos hasta llegar a mi dormitorio. Entonces el muchacho me hizo una confesión:
-Señor, usted llamó mi atención desde el primer día, y yo quería manifestarlo de algún modo con mis masajes sobre sus nalgas… ¿Es que no se había dado cuenta?
-Mira Samir; en primer lugar, no me llames señor, porque me hace sentir contigo como un extraño. En segundo lugar, tutéame, como lo hacen dos buenos amigos e iguales y llámame por mi nombre: Manuel… Y, en tercer lugar vámonos a la cama, porque estoy deseando de verte completamente desnudo, como tu madre te trajo al mundo… Y ahora, ¿quieres ducharte?
-Me he duchado antes de salir de casa, por lo que estoy limpio e inmaculado, jeje
-Perfecto; yo me he duchado un momento antes de venir tu… Vamos a mi habitación.
Era tal la excitación del momento que nos desnudamos por el corto pasillo que nos separaba de mi dormitorio, y ya estábamos desnudos cuando llegamos a mi cama.
¡Diosss… que cuerpo más bonito y perfecto el de Samir! Yo había advertido unas formas perfectas, sin llegar a ser un “muchacho de gimnasio”, pero es que el chaval más que un “yogurín” era un “tocino de cielo”. Ni demasiado alto, ni tan bajo…; las medidas perfectas, y unos pectorales propios de un chaval de 21 años que se cuida, sin exageraciones.
Estaba empalmado como un buen semental, quedando al descubierto una polla bastante grande y fuera de lo normal, con una ligera curvatura hacia la derecha, y de cuyo miembro pendían unos huevos descomunales, duros y calientes…, que apenas cabían en mis manos.
Apenas nos tumbamos en mi cama, el muchacho se volteó y quedó en la posición contraria a la mía agarrándome la polla y llevándosela a la boca. La suya había quedado a la altura de mi boca, e hice lo mismo, engulléndola hasta el límite que me permitía mi garganta hasta casi ahogarme con ella. ¡Delicia…!
Yo tenía la sensación de que Samir era más bien activo en la cama, y como yo no soy pasivo, le pregunté:
-Samir: ¿quieres que te folle?
-Pues, yo soy más bien activo, pero no me importaría tener dentro de mi ese rabo tan hermoso que tienes. Me encantaría que me follaras, Manuel.
Rápidamente hurgué en mi mesita de noche y busqué un preservativo y un lubricante que me habían recomendado, y que tenía unas propiedades excelentes tanto como dilatador, como para lubricar y facilitar la penetración anal. Me coloqué el condón y embadurné todo el ojete del muchacho con mucho cuidado. Primero le introduje el dedo índice, y estuve masajeando aquella zona hasta que comprendí que podía meterle un segundo dedo. El muchacho jadeaba mientras que yo hurgaba en sus entrañas, al tiempo que le agarraba la polla que se mantenía muy erguida…
Cuando comprendí que el hoyito de Samir estaba a punto para poder follármelo sin ninguna dificultad para el chaval, le dije que se pusiera a cuatro patas sobre la cama y comencé a darle un suave masaje con mi polla por todo el contorno de su culo lubricado. Luego coloqué mi capullo sobre su ojete y traté de ensartarlo con mi polla. Al principio me costó un poco, y me daba la impresión de que el chaval era virgen, pues me estaba costando y Samir no podía reprimir unos pequeños gestos de dolor…
-¿Nunca te han penetrado, Samir?
-No, nunca… es usted el primero… (volvía a hablarme de usted).
-¿De verdad, voy a tener ese honor?
-Soy virgen, señor…
Creo que nunca, en toda mi vida, había desvirgado a ningún hombre, lo que me pareció todo un privilegio después de haber follado a tantos hombres y mujeres en mi vida.
-Pero no se preocupe, Manuel; puedo soportar el dolor, junto con el placer tan enorme de ser penetrado por usted.
Puse un poco más de crema lubricante sobre aquel ano inmaculado y volví a la carga con mi polla dura. Primero, una embestida…, luego otra… y otra… y otra… Y cada vez más profunda, mientras los gritos contenidos de mi amante eran silenciados por mi mano sobre su boca. Pero él insistía…:
-Sigue…, sigue… Ya casi está dentro, ¿verdad?
-Aún me falta un poquito para estar totalmente dentro de ti… Pero Samir, si te hago mucho daño podemos dejarlo y hacer otras cosas…
-¡Nooo!. Yo quiero que me folles… y por nada del mundo voy a renunciar a esto… Sigue y no te preocupes por mí.
Recordé que este lubricante (lubricante-dilatador Lubrifist), tiene poderes anestesiantes para facilitar la penetración con una mínima sensación de dolor, así que seguí insistiendo… Yo notaba como a cada envite mío, mi polla iba entrando más adentro, y se iba acomodando a las paredes del interior de Samir, que parecía como si me abrazaran desde la profundidad de su ano. El chaval había dejado de gemir, hasta convertir aquellos gemidos de dolor en gemidos de placer, así que el muchacho insistía:
-Sigue, sigue Manuel…, no pares por favor…
Yo estaba demasiado excitado como para seguir prolongando aquellos momentos de placer…, pero quería seguir, y seguir, y seguir… Así que empecé a pensar en desgracias, inundaciones, catástrofes naturales… Todo lo que fuera necesario para tratar de continuar el máximo tiempo posible. Aunque, supuse que aquella tarde tendríamos más de un orgasmo, y con toda probabilidad, el segundo encuentro más placentero y duradero que este primero.
Mientras pausaba mis embestidas contra Samir, yo le palpaba sus huevos y su polla, que tras la presión sobre su interior, había bajado considerablemente de tamaño. Pero aún así, el contacto de mis manos con las partes íntimas del muchacho, me proporcionaba una estupenda sensación de placer.
Hay una fantasía que siempre me ha gustado hacer con mis parejas y se llama “el helicóptero”, así que le propuse al chaval tumbarnos sobre la cama, sin sacar mi polla del culo de Samir, pero quedando boca arriba y el crio clavado sobre mí. En esta posición le dije al muchacho que girase todo su cuerpo sobre mí, haciendo que sus pies quedaran en sentido completamente inverso a mi posición, es decir, sus pies sobre mi cabeza, y los míos sobre la suya. Y todo esto sin sacar ni solo un centímetro de su interior.
Samir estaba muy complacido, y me decía que nunca había experimentado esta sensación… Yo sabía que el muchacho era tan morboso como yo, (si no más), y estaba encantado con estas nuevas experiencias. Y en aquella posición, el se movía haciendo que mi polla entrase y saliese, casi provocando la eyaculación que yo quería evitar y prolongar. No había la menor duda de que para el muchacho fue todo un descubrimiento que él no había llegado a imaginar que pudiera ocurrir. Y yo estaba encantado con ser el hombre que le había desvirgado.
Todavía nos pasamos así un buen rato, hasta que yo no pude más y le dije que me iba a correr.
-Samir, no puedo más…, me voy a correr…
-¡Córrete…, córrete…!, ¡quiero que me llenes de leche…!
-¡Me corro…, me corro…!
Antes de que Samir hubiese terminado la frase comencé a eyacular, en unas descargas que yo presentía muy abundantes, pues la tensión acumulada hace que la eyaculación sea más fuerte.
Pero el muchacho seguía entero, es decir, aún no se había corrido. Y yo quería que el disfrutase como yo había disfrutado. Así que comencé a masturbarlo de una manera magistral que yo experimento muchas veces conmigo mismo.
-¿Cómo quieres que yo te corra?
-Chúpamela a tu gusto y luego me masturbas… (dijo Samir)
Yo agarré aquella “sobrasada mallorquina” y me la llevé a la boca. Era una polla gruesa, (por eso me recordaba una sobrasada), y bastante proporcionada, que yo calculé en unos 22 centímetros, (algo más grande que la mía). Comencé a succionar el capullo de Samir, llevándome aquel delicioso pedazo de carne hasta lo más profundo de mi garganta, hasta casi ahogarme con ella… Pero para mí era una sensación deliciosa que yo quería prolongar. Simultáneamente, metía la punta de mi lengua en el hoyito de su capullo sonrosado y comenzaba a hurgar con ella para proporcionarle placer… Él se moría de gusto…
-¡No sigas…, no sigas que me corro!
Luego, embadurné con lubricante la palma de mi mano derecha, y agarré su polla con mi mano izquierda… ¡Diosss, que polla más maravillosa! Y comencé a pasar mi palma lubricada por la cabeza de su capullo, al tiempo que giraba mi mano, presionando cada vez más fuerte… Esto proporcionaba un gran placer a Samir que me decía:
-Sigue…, sigue… ¡que ricooo…!
Yo le dije a Samir:
-No llegues hasta el final. Avísame cuando te vayas a correr, porque al detener al proceso cada vez que vayas a llegar, y luego reanudarlo, se consigue una mayor eyaculación y mucho mayor placer… Esto es algo que yo tengo muy experimentado.
-Si…, yo te aviso…
Yo continuaba masturbando a Samir de aquella manera, y cada vez que le iba a llegar el placer, el muchacho me decía:
-¡Para…, para…!
Yo me detenía automáticamente, y cuando él me volvía a avisar, yo seguía con el masaje. El me decía que todo esto era nuevo él, que nunca había experimentado tanto placer… Y cuando él me avisaba, yo seguía con la masturbación, siempre presionando su capullo con la palma de mi mano, al tiempo que ejercía un ligero frotamiento sobre su rico “fresón”, como quien maneja un atornillador para ajustar un tornillo. Samir estaba loco de placer, pero quería retrasar más y más el éxtasis. Yo le miraba y me contagiaba de sus gestos de placer y delicia, y mi polla comenzaba de nuevo a tomar posiciones. Pero seguía muy pendiente de las indicaciones del muchacho.
-¡No puedo mas… no puedo mas…! (Samir estaba al borde de la extenuación)
-¡Me corro… me corro…!
-Échamela en la cara… (le dije).
-¡Siiii…, si…!
De pronto, una abundante descarga de su rico esperma me llenó toda la cara, la boca, la nariz, y casi los ojos… ¡Madre mía!, este muchacho era todo un semental de fuerza y de vigor… Pero esto era de lo más normal a sus 21 años…
Luego nos duchamos juntos, nos secamos y pasamos al salón, pero lo hicimos desnudos, tal como nuestras madres nos trajeron al mundo. Ofrecí al muchacho una cerveza, que el declinó, y de pronto me acordé que guardaba en el congelador un licor dominicano que tiene un maravilloso poder afrodisiaco. Se llama “Mamajuana”, y yo recurro a él cuando tengo ganas de ponerme cachondo y masturbarme a gusto.
Así que tomé unos pequeños vasitos que siempre guardo en el congelador, y los llené del licor afrodisiaco. Aunque yo sabía que ni Samir ni yo los íbamos a necesitar, pero después del primer “round”, seguramente potenciaría nuestros deseos carnales.
Bebimos de un solo trago aquel brebaje y yo puse una película porno en el televisor. La escena era de un morbo exagerado, pero no difería mucho de lo que Samir y yo acabábamos de terminar. Nos dimos un rato de tregua para reponernos, aunque ambos deseábamos seguir con aquellos juegos sexuales. No podíamos evitarlo, porque lo estábamos deseando de nuevo.
Samir se recolocó junto a mí, besándome, abrazándome, tocándome, provocándome… Lo que hizo que enseguida comenzasen a crecer nuestras pollas, más aún potenciadas por aquel maravilloso licor afrodisiaco.
-¿Quieres que volvamos a la cama? (dijo Samir).
¡Dios mío…!. Este chico es insaciable… (pensé). Y es que, obviamente, la diferencia de edad entre el muchacho y yo era mucha. Pero yo también estaba muy caliente y quería aprovechar aquel momento, que no sabía si volvería a repetirse.
Tal y como estábamos, desnudos literalmente de la cabeza hasta los pies, volvimos al dormitorio y nos acostamos el uno junto al otro. Comenzamos a besarnos y abrazarnos nuevamente, y colocamos nuestras pollas enhiestas cruzadas, entre nuestros muslos. Así permanecimos algunos minutos, porque esa posición también los proporcionaba placer, mientras mi mente no dejaba de pensar que este chico me estaba volviendo loco.
A mí me había costado mucho entender realmente, qué puede encontrar un muchacho tan joven en un tío tan mayor como yo, que casi podría ser su abuelo. Pero he tenido bastantes experiencias con chavales jóvenes, que me han llevado al convencimiento de que “para gustos los colores”. Es muy frecuente y normal que a un tío mayor le gusten este tipo de “yogurines”, pero después de lo que yo he vivido, he podido comprobar que a muchos muchachos de la edad de Samir, les encanta acostarse con hombres mayores. Me han llegado a decir que los “abueletes” como yo, son más dulces…, más cariñosos…, tienen más experiencia y no les complican la vida. Así que hace tiempo que comprendí que “sobre gustos no hay nada escrito”.
Encontrándonos en esa posición, y dando yo rienda suelta a mis fantasías, recordé una postura -un tanto complicada- que había visto en unos videos porno. Es algo parecido a lo que hacen los perros al aparearse, cuando el macho se da la vuelta y ambos quedan enganchados, culo con culo, y sin poder sacar la polla de la hembra. Lo mismo había visto en videos gay y quise llevarlo a la práctica.
Nuevamente me embadurné los dedos con aquel lubricante magistral, y empecé a hurgar el “sagrado” hoyito de Samir preparando mi inmediata acometida… Cuando comprendí que estaba preparado, coloqué mi capullo a las puertas de su ojete presionando con suaves embestidas, y cada embestida más profunda. Ahora el chico se quejaba menos, supuestamente porque aún estaba parcialmente anestesiada aquella zona, pero realmente ahora no gemía de dolor, sino de placer. Y eso se notaba…
Cuando ya todo el pene estaba dentro de Samir, le dije al muchacho:
-Ahora, tal como estamos, yo me daré la vuelta.
-¿Cómo?
-No te preocupes; quédate quieto y observa…
Con el mayor cuidado para que mi polla siguiera dentro de él, fui volteándome con cuidado, pasando una de mis piernas por encima de la espalda de Samir, quedando -culo-con-culo- ensamblados, igual que hacen los perros… Recomiendo a quien no lo haya hecho que lo practique, porque la sensación es muy morbosa y placentera. Se te queda el nabo bastante forzado hacia atrás, siempre dentro de tu pareja, y comienzas a follar “como si no hubiera un mañana”. Pero ahora podía aguantar mucho más, porque aún no había transcurrido ni una hora desde la anterior eyaculación. ¡¡Delicia!!, que diría un brasileño… (jeje)
Pero pedí encarecidamente a Samir que él dejase su polla en paz, porque yo quería disfrutar de aquel maravilloso falo…, quería volverlo a tener en mi boca y quería saborear el rico elixir que brotaría del rabo del chaval… Era una fantasía que me había estado rondando desde el momento en que le conocí en la clínica.
Cuando hubimos gozado lo suficiente, sin llegar a corrernos, saqué mi polla y le pedí al muchacho que se tendiera boca arriba. En aquella posición le agarré la polla y me la llevé a la boca, al tiempo que le masturbaba y él gemía:
-¡Ahhh… ahhhh…! ¡Qué gusto, señor…!
Yo le pedía a Samir:
-¡Córrete…, córrete…! ¡Quiero probar tu leche…!
-¿De verdad, puedo?
-¡Siiii…, siiii… ¡, ¡córrete en mi boca…!
-¡Me corrooooo…, me corroooo…!
Unas sacudidas del muchacho hicieron brotar de aquella fabulosa “herramienta” unos maravillosos chorros de “licor blanco” que me hicieron gozar de nuevo. Era un sabor salado, pero que mirando cómo gozaba el chaval me supieron al más delicioso de los licores.
Yo aún no me había corrido, y Samir me dijo que quería hacer conmigo lo mismo que yo había hecho con él. Así que, me levanté y entré al baño a limpiarme. Me lavé muy bien el rabo y volví al dormitorio para ofrecérselo al muchacho.
Samir observaba todos mis movimientos, y me miraba como extasiado… No me cabía la menor duda de que yo agradaba mucho a este chaval. Cuando volví a la cama, él me dijo:
-Quiero comerte la polla…
Yo, que seguía empalmado, señalando mi polla le dije:
-Aquí la tienes…, toda para ti.
El me la agarró, como si fuera lo más importante de su vida, y comenzó a succionar con vehemencia, hasta el punto que tuve que decirle:
-Para…, para… No me quiero correr tan pronto…
Pero él insistía:
-¡Córrete, Manuel…!, ¡Dame tu leche!
Es ahora, al escribir este relato, y me parece revivir plenamente aquel momento. No puedo evitar mi excitación, mientras acuden a mi mente aquellos dulces momentos.
Yo no pude retardarme mucho y me corrí enseguida. Samir no quería sacar mi polla de su boca, y yo le dije:
-¿Te arriesgas a que te llene la boca de leche?
-Siii, quiero probarla, igual que tú has hecho conmigo…
-Pues…, ahí tienes mi leche, BEBÉ… ¡Trágatela toda!
Creo que jamás había eyaculado con tanta potencia, pero es que con tan hermoso compañero sería imposible que fuera de otro modo.
Luego volvimos a ducharnos, nos secamos, y nos vestimos con la misma indumentaria que teníamos al principio. Pasamos al salón y tomamos unas cervezas, para hacer tiempo del momento de la cena.
Yo le dije a Samir que si se quería quedar a dormir en mi casa, pero él declinó mi ofrecimiento, alegando que si no volvía al piso compartido con sus compañeros, estos se preocuparían.
Durante la cena estuvimos hablando de su familia y algunas cosas que él ya me había contado. Su idea era volverse a su país, porque su familia tenía varias clínicas de rehabilitación, y allí tenía trabajo seguro. Yo tampoco podía hacerme ninguna ilusión con este muchacho. Aquello había sido un fortuito encuentro que no tenía ningún recorrido, y yo entendía perfectamente que quizá no volvería a ocurrir. Pero yo no quería pensar en ello, y dejé que los acontecimientos siguieran su curso.
Serían alrededor de las 11 de la noche cuando acabamos de cenar. Samir me dijo que debía volver a su casa, porque al día siguiente tenía una excursión a la playa con unos compañeros y tenía que madrugar. Así que nos despedimos hasta el lunes en la clínica para la última sesión.
Pasé todo el domingo acordándome de Samir. La imagen del chaval chupándome la polla y mirándome a los ojos con ternura no se me iba de la mente, y esto hacía que me excitase continuamente. Me tuve que pajear dos veces aquel día porque no había forma de doblegar mi falo duro y tieso.
Al día siguiente, lunes, a la hora acostumbrada me presenté en la clínica. Me extrañó que Samir no me estuviese esperando, ya que siempre estaba pendiente de mi llegada al Centro. Otro de los muchachos me invitó a pasar a la cabina de masaje, y yo pregunté inocentemente:
-¿Hoy no ha venido Samir?
-No señor; Samir se tuvo que marchar urgentemente ayer. Le avisó su familia y tuvo que tomar el primer avión.
-Pero…, ¿Qué ha pasado?, ¿sabéis vosotros algo?
-Solo sabemos que se trata de un asunto familiar urgente. Pero supongo que pronto sabremos algo.
Yo no sabía qué decir ni qué hacer. Tampoco quería que este muchacho llegara a sospechar que “algo” había entre Samir y yo, por lo que decidí no preguntar más y no darle mayor importancia. Pero esta era la última sesión y ya no había ningún motivo para volver a la clínica, por lo que al acabar mi sesión me despedí del personal y me marché.
Una vez en la calle llamé por teléfono a Samir. Pero su teléfono estaba apagado. Volví a insistir más tarde con el mismo resultado. Ya por la noche insistí, y otra “apagado o fuera de cobertura”… Opté por escribir un whatsapp, pero el simbolito de verificación con las dos rayitas del whatsapp seguía inactivo. Empecé a preocuparme pero dejé de insistir.
Pasó una semana durante la que llemé a Samir en varias ocasiones, pero no obtuve ninguna respuesta. Luego pasó otra semana, y otra, y otra… Yo no sabía si volver a la clínica y preguntar por él, pero no me pareció adecuado. Así que me contuve y traté de calmarme y esperar noticias.
Durante dos o tres semanas más volví a intentar la comunicación con este muchacho, con al mismo resultado de las veces anteriores, con lo cual desistí de nuevos intentos, esperando que, en algún momento, Samir se comunicase conmigo.
Aun hoy en día, después de haber perdido toda esperanza de reencontrarme con Samir, no dejo de acordarme de él… Y cuando repaso este intenso relato, no puedo dejar de excitarme pensando en lo bien que lo habíamos pasado, y en lo maravilloso que es este muchacho. Me recreo continuamente en leer y releer esta historia, al tiempo que me masturbo delante de mi PC., imaginando que Samir está a mi lado, tocándome, besándome, chupándome la polla… y recordar todo lo que este chaval representó para mí. Me gusta recordar cómo fue aquella primera vez, y cómo tuve el enorme privilegio de ser el primer hombre que profundizara en sus entrañas. Nunca, jamás, olvidaré a Samir.
P.D. Si en algún momento tengo noticias del muchacho, escribiré la continuación de este relato, que es real, como la vida misma.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!