Sauna en Familia
«Creo que el sauna es muy pequeño, papi…».
El joven Fabricio se desnudaba lentamente sintiéndose nervioso y algo aprensivo, pero no tenía otra alternativa, ya se había rehusado muchas veces antes y sabía que no podía seguir con excusas todo el tiempo; así que esa vez tuvo que aceptar y por eso ahora se encontraba en ese angosto espacio que hacía las veces de vestidor, mientras guardaba toda su ropa en uno de los casilleros y luego se cubría con una corta toalla blanca atada alrededor de la cintura. La razón por la que ese tímido chico no quería entrar en la habitación de junto, era porque la idea de estar desnudo con otras personas le causaba muchísima vergüenza; pues siendo él algo gordito no estaba cómodo con su aspecto y la idea de pasar, aunque fuera media hora, tal y como vino al mundo con su papá le causaba aún más incómoda; pero como ya se mencionó antes, Fabricio tuvo que decir que sí ese día en el que había ido a ayudar a su padre en el trabajo.
Su papá, de nombre Francisco, tiene un modesto negocio de taxis y hace unos cuantos meses atrás logró montar un gimnasio, nada muy aparatoso, se podría decir que bastante simple; transformando una amplia área de bodega en un lugar lleno de pesas y alguna que otra máquina de ejercicios, una pared con espejos y unas cuantas colchonetas en el piso; lo suficiente para que las personas de su barrio y alrededores fuera su clientela local.
Ese día era domingo y ya habían cerrado por esa tarde; así que no es que el afligido adolescente estaría rodeado de otros hombres, sólo serían él y su papá. Entonces Fabricio respiró hondo y abrió la puerta que conducía al pequeño sauna improvisado. El cuarto era muy reducido, menos de dos metros cuadrados, y solamente tenía una banca de madera en forma de ‘U’. Y para hacer que el lugar se viera todavía más pequeño de lo que es, en éste había tres maduros de gran complexión; eran su abuelo, su tío y por supuesto su padre.
De inmediato la intensidad del vapor caliente golpeó la cara del joven Fabricio, el cual se quedó muy sorprendido con lo que se encontró; ya que no sólo había tres en vez de uno en ese angosto lugar, sino que sus familiares estaban completamente desnudos. Ninguno de ellos tenía una toalla que cubriera sus voluminosas entrepiernas masculinas.
– ¡¿Oh? perdón! —Habló Fabricio, a la vez que no pudo evitar el ver como esos genitales eran de mayor tamaño y mucho más desarrollados que los suyos– No…no sabía que estarían todos aquí…
– No pasa nada, hijo. —Respondió Francisco– Es sólo que le dije a tu tío y abuelo que se nos unieran y pasar tiempo en familia, ya sabes, es raro que estemos todos juntos.
Y aquello era muy cierto; ya que el tío de Fabricio, Fernando, es camionero y viaja mucho por largos periodos de tiempo. Y en cuanto a su abuelo, don Federico, este es un hombre de campo y visita poco a sus hijos en la ciudad, prefiriendo vivir solo en su pueblo a las afueras.
– Tu padre tiene razón, muchacho. —Y esta vez habló su abuelo– Es bueno que los jóvenes a tu edad pasen tiempo con los hombres de su familia, entre machos, para formar el carácter.
En el acto el chico se sintió con la cara colorada y las axilas sudadas, y estaba seguro que no era por efecto del calor de ese cuartito, sino más bien por la creciente vergüenza que experimentaba.
– Cre…creo que el sauna es muy pequeño, papi… Mejor no los interrumpo y me salgo…
– ¡No digas tonterías! Mejor ven y siéntate a mi lado. —Le dijo su tío, en lo que prácticamente lo sentaba junto a él; quedando de frente a su abuelo y en la esquina opuesta de su papá.
Realmente aquel espacio era muy reducido; los cuatro golpeaban con las rodillas de los otros y se rozaban muslos con muslos y hombros con hombros. Fabricio se sentía mortificado entre esos tres altos adultos; que como bien lo había expresado don Federico, eran todos unos machos. Es por esa razón que el pobre chico se sentía de menos en comparación con esos maduros de cuerpos robustos y todos cubiertos de muchos pelos; pues su padre, tío y abuelo eran muy velludos, lo que se conoce como todos unos hombres de pelo en pecho.
Su abuelo es el más relleno de los tres con una sobresaliente panza; aunque aun así tiene unos pectorales recios y unos brazos fuertes por trabajar años en el campo; y su aspecto también es el más severo, con el rostro surcado de arrugas, una prominente calvicie y en contraste una muy espesa barba blanca, en juego con las canas de su pecho peludo. Su tío Fernando también es bastante corpulento, pero con el rostro más jovial, tiene unos cuantos tatuajes en los brazos y espalda, y usa un tupido mostacho negro. A la par de éste se encontraba su hermano mayor, el papá de Fabricio; quien es el más fornido de esa familia, con un torso y unos macizos bíceps que intimidan a cualquiera, y al igual que su propio padre, Francisco se está quedando sin cabello y tiene barba, pero es negra y con unas pocas canas grises en la barbilla.
Por un breve momento, que para el adolescente pareció una eternidad, ninguno hablaba y sólo se escuchaba el susurrante sonido del vapor al entrar en el sauna. Él trataba de no desviar su mirada y espiar las entrepiernas de sus familiares masculinos o contemplar cómo los músculos de esos hombres relucían por efecto de la copiosa traspiración en la piel o como los vellos de los mismo se les adherían al cuerpo al estar tan empapados. Fabricio veía al piso, justo en lo que sintió en sus hombros el peso de uno de los brazos de su tío, junto con el inconfundible hedor a sobaco sudado golpearle la nariz.
– ¿Y qué tal, sobrino? ¿Qué te parece estar así con nosotros? ¿O acaso te incomoda?
– ¡Claro que no le incomoda! No tendría por qué. —Intervino don Federico– Fabricio ya es un hombrecito. Sólo mira esa espalda y hombros. Si hiciera pesas se pondría fuerte como su padre.
– Es verdad, papá. Se nota que dejó de ser un niño. Ya hasta tiene pelitos. —Y con una mano le jaló a su sobrino los vellos de una de sus axilas– ¿Qué edad es qué tienes, eh sobrino?
La reacción del chico fue tratar de apartarse; pero no sólo no había espacio a donde moverse, sino que también su tío lo tenía bien sometido bajo su forzudo brazo.
– Te…tengo 14 años. —Y Fabricio tragó en seco; pues ya hasta se sentía deshidratado de tanto sudar por el agobiante calor del sauna, como por su nerviosismo ante esa incómoda situación.
– Apuesto a que desarrollaste desde los 11 como aquí tu papá. —Y Fernando señaló al progenitor del adolescente, mismo que no parecía estar interesado en esa plática.
– Todos los hombres en esta familia nos ponemos machos desde bien jovencitos. —Comentó de lo más tranquilo el abuelo del chico– Es algo que traemos en la sangre.
– ¿Oye, sobrino y por qué no te quitas la toalla? Así estarás más cómodo e igual que nosotros.
– Eh…prefiero quedarme así, por favor…
Dijo Fabricio con cierta angustia en la voz; mientras mantenía sus dos manos entrelazadas entre las piernas, como si tratara de mantener su corta toalla en su lugar.
– No seas absurdo. —Insistió Fernando a la vez que tiraba de dicha toalla– ¡Déjame te ayudo!
– ¡Tío Fer, no! ¡¡NO!!
Pero fue demasiado tarde. Por más que el joven trató de impedírselo a su tío, este es obviamente más fuerte y con un simple jalón le arrebató la toalla a Fabricio; quedando ahora completamente desnudo como el resto. Sólo que, para sorpresa de todos, el chico tenía una erección; la cual brincó por el denso aire y se quedó firme apuntando al techo del sauna.
– ¡Vaya, sobrino! Pero si ya la tienes dura. —Le dijo su tío y le sonrió con complicidad– No pasa nada, es sólo que no estás acostumbrado a estar entre tanta testosterona… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~!
El agraviado chico sabía muy bien que tenía toda la cara colorada por la vergüenza; pero de todas formas su verga se mantenía erecta y con el glande bien descubierto.
– ¡Perdón, yo…! Este… No…no sé por qué…
– Descuida muchacho, es normal. —Y el viejo puso una de sus callosas manos sobre una de las piernas de su nieto y cariñosamente le empezó a sobar el muslo muy despacio.
– Así es, sobrinito. Además, no tienes de que sentir vergüenza cuando tienes tan buen rabo para tu edad. Sabes, eso también es de familia; sólo fíjate bien en la de tu abuelo.
Y Fernando hizo que Fabricio girara la cabeza para ver la velluda entrepierna de su abuelo; de la cual colgaban unas enormes bolas igualmente peludas y un impresionante trozo de carne viril.
Fabricio no podía creer aquello. Él estaba mirando a corta distancia como su abuelo sujetaba su carnosa herramienta con una mano y la comenzaba a manipular como si tratara de despertarla.
– Qué puedo decir, muchacho. —Habló don Federico al mismo tiempo que ponía su miembro masculino cada vez más grande y grueso– Siempre he estado orgulloso de mi gorda verga.
Y el viejo no mentía. El joven chico pelaba los ojos al ver como ese maduro falo alcanzaba un volumen colosal, con la cabeza muy hinchada y las venas igualmente infladas por toda la base.
– Así es, sobrinito. Tu abuelo es una bestia. —Agregó Fernando, en lo que él mantenía sometido a Fabricio bajo un brazo y con el otro se manipulaba también su instrumento viril– Pero mira la de tu papá, la de él es todavía más monstruosa.
Entonces el desinhibido camionero soltó su entrepierna y estirando el brazo a un costado tomó la de su hermano mayor, manoseándola al instante y sin permiso.
– ¡¡HEY!! ¡¿Qué haces, cabrón?! —Protestó Francisco, mientras su hermano continuaba pelando el prepucio de su verga y jalándosela de manera que su erección empezaba a despertarse también.
– ¡Vamos, hermano! ¡Muéstrale a tu hijo el descomunal rabo que te cargas!
– ¡Hey, no! ¡Basta! ¡¿Qué crees que haces, cabrón?!
Ya los cuatro traían las vergas muy duras; todos apretujados en ese pequeño sauna, que los tenía totalmente traspirados e increíblemente calientes. Ahí Fernando agarró a su sobrino por una de las muñecas y de un tirón hizo que éste se estirara para alcanzar con la mano el formidable falo de su progenitor; el cual ciertamente era el más impresionante, aunque el de los otros dos machos maduros también superaban al del adolescente, que se sentía extremadamente confundido con todo lo que estaba pasándole.
– ¡Bueno, ya basta! —Protestó Francisco, en lo que sentía la inocente mano de su hijo sujetarle el macizo miembro– ¡Papá, no creo que esto sea correcto!
– Relájate, hijo. —Le contestó su viejo padre– Sólo deja que tu muchacho conozca la excelente herencia que te he dado.
– ¿A qué la de tu papá es enorme, eh sobrinito? —Le preguntó Fernando al desconcertado Fabricio, a la vez que lo forzaba a prácticamente masturbar a su padre.
– Eh…sí… Sí, que lo es…
Francisco trató de detener a su primogénito; pero tanto su padre como hermano lo habían agarrado por ambas muñecas y, forcejeando entre los tres, se lo impidieron; mientras el chico, sin saber muy bien porqué, continuaba él sólo estrujando la impresionante virilidad de su papá.
– Muchacho, agarra la mía también. —Le ordenó don Federico a su nieto.
– ¡Eso es, sobrino! Pajea los rabos de estos dos machos, de tu papá y abuelito.
Entonces Fabricio estiró su mano derecha, tomó el gordo falo de su abuelo y se dispuso a jalársela despacio de arriba abajo; en lo que con la izquierda continuaba haciendo lo mismo con el de su propio padre, sintiendo como esas dos carnes viriles palpitaban y eran iguales de gordas.
– ¡Cabrón eres un maldito pervertido! —Le espetó Francisco a Fernando, perplejo de lo obediente que era su hijo y como éste ahora tenía dos vergotas erectas entre sus dedos y las masturbaba con habilidad– ¡No puedo dejar que mi hijo me jale la verga! ¡Está mal– Ooohhh…Joder…!
– ¿Y por qué no? —Respondió su hermano en tono burlesco– Sólo ve lo bien que los pajea a los dos y lo mucho que se nota que te está gustando… ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja~!
– Muchacho, dale unas jaladas también a tu tío. —Le dijo su abuelo a Fabricio; por lo que él no lo dudo y con la mano que masturbaba la verga de su abuelo, ahora pajeaba la de su tío.
Fernando jadeaba de placer al sentir la suave manito de su sobrino atender su erguida hombría; mientras Francisco seguía quejándose entre dientes y su hijo simplemente obedecía los mandatos degenerados de los otros dos machos.
A este punto el adolescente ya había caído de rodillas al suelo del sauna y en medio de los tres hombrones que conformaban su familia, el chico por primera vez masturbaba vergas que no fueran la suya. Y aquellos no eran cualquier miembro masculino; eran unos tan enormes, recios y venosos que hasta parecían ser musculosos, que Fabricio no podía esperar a crecer y tenerlos igual a ellos. Y justo en lo que él contemplaba esos instrumentos inseminadores, sintió que algo lo sujetaba de la cabeza y lo empujaba hacia enfrente y abajo, justo en donde estaba la peluda y colosal verga de su padre.
– ¡Sobrinito, ahora usa la boca! —Dijo el desmedido de Fernando e hizo que el desprevenido joven no tuviera más remedio que engullirse la carne viril de su propio progenitor.
– ¡¡HEY, ALTO!! —Soltó Francisco, atónito de lo que su padre y hermano estaban haciendo con él y su pequeño hijo– ¡Esto ha ido demasiado lejos! ¡Ya Basta!
– ¡Nnnghh~! ¡Agh~! ¡Nnnghh~! —Era lo único que salía de la boca llena de Fabricio; mismo que tenía la mitad de la vergota de su papá hasta la faringe, tan adentro que cuando le pasaba de la campanilla le daban fuertes arcadas.
– ¡Oh, vamos hermano! ¡Déjate de dramas! Sólo mira lo duro que estás, tanto como lo estaría yo si fuera un hijo mío el que me la estuviera mamando así de rico.
– Sí, hijo. —Agregó don Federico y él también se puso a empujar a Fabricio para que este se atorara más con la carne masculina de su progenitor– Mejor disfrútalo. Ya me hubiera gustado a mí que ustedes me la hubieran comido a esta edad…o de más nenitos.
– Pero papá… —Francisco quiso discutir, pero el placer no le dejó– ¡Ooohhh…Joder! ¡Sí, así…!
Ya toda la situación familiar se había salido de control, y control era algo que el abrumado papá de Fabricio ya no tenía. El sentir su enorme verga hasta la garganta de su vástago le causaba una lujuria desmedida y ahora su propio padre lo manoseaba todo y le confesaba una serie de obscenidades que aumentaban su morbo; al mismo tiempo que su hermano también lo tocaba y le estrujaba los pezones. Y en cuanto al joven de Fabricio, a este ya no lo obligaban a mamar; él lo hacía voluntariamente y por puro instinto; lamiendo y chupando el enrojecido glande de su papá, mientras con una mano continuaba masturbando el resto del enorme tronco de ese leño y con la otra le masajeaba los huevos que colgaban bien cargados de leche de semental.
Los tres machos se apretujaban unos contra los otros, frotando sus robustos cuerpos y mezclando sus sudores y hedores, de tal forma que sus vergotas estaban al alcance del chico; quien volvió a agarrar los falos de su abuelo y tío, uno en cada mano, y los pajeaba a la vez que con sus fauces succionaba el miembro por el que él había nacido. Y luego intercalaba el uso de sus manos y boca para terminar probando también las hombrías de los otros dos machos de su familia.
En un determinado momento, el excitado e influenciable adolescente sintió como su padre y tío trataban de meterle a la vez las vergas en la boca, pero eso era imposible, mientras su abuelo le restregaba la suya por toda la cara y se la embadurnaba con jugos seminales; los cuales recién él había descubierto que le fascinaban, viscosos y dulces, por lo que se comía el de los tres.
El intenso calor de ese reducido sauna y toda esa exagerada carga de testosterona, habían descontrolado por completo a esos cuatro, que finalmente estaban por eyacular.
– ¡Oh…Dios! ¡Oh…Sí! ¡Me voy a correr, hijos! —Avisó el maduro campesino.
– ¡Eso es, papá! ¡Échale toda la leche! ¡Haz que se la coma toda! —Alentaba Fernando a su padre.
Y el primero en acabar fue don Federico, justo en el instante en que su nieto le estaba chupando frenéticamente el inflado glande. La esperma amarillenta del viejo comenzó a salir a borbotones, entrando directo en la boca del chico; quien se la tragó toda, pues le había gustado al punto que le limpiaba toda la herramienta a su abuelo, desde el ojete hasta las arrugadas bolas.
– ¡Diablos! Como que al nenito sí que le gusta comer leche de macho. —Dijo don Federico, en lo que frotaba su gorda carne fálica contra la lengua y labios de su hambriento nieto.
– ¡Abran paso! —Soltó Fernando y con su verga apartó la de su padre para que su glande quedara apuntando directo a su sobrino– Ooohhh… ¡Cómete mi leche! ¡Cómetela toda! ¡Aaahhh!
Y ahora fue el turno del segundo macho; quien también liberó una cuantiosa cantidad de semen, bien espeso y caliente, el cual fue devorado con deleite por el joven hincado en medio del sauna.
– Mmmm…Glup~! Mmmm…Glup~! —Era lo que los otros tres oían del chico cuando éste ingería sin descanso y uno a uno los chorros de esperma de su tío.
El satisfecho camionero resoplaba de gusto, viendo como de rodillas su sobrino le pasaba la lengua por todo el falo y los huevos con pelos, juntándole todos los restos de su tibia leche viril.
– ¿Te gusta la lechita de macho, no es así sobrinito?
– Mmmm…Slurp~! ¡Sí! Mmmm…Slurp~!
– Bien dijiste que sería todo un “chupa-vergas”. —Le dijo el viejo a su hijo menor.
– ¡Lo sabía! ¡Son unos bastardos! —Habló furioso Francisco– ¡Ustedes dos lo tenían todo planeado para acabar usando a mi hijo en esta depravación!
– Mejor acábele tú también. Sólo faltas tú, hermano… ¡Je! ¡Je! ¡Je~!
– Sí papi, por favor… ¡Quiero probar tu lechita…!
Fue lo que el sorprendido padre escuchó de su primogénito. Y al bajar la miraba, vio cómo su adolescente hijo se juntaba con los dedos los restos de semen y los chupaba. Eso fue demasiado para el contrariado de Francisco, que se dispuso a jálasela muy rápido frente al libidinoso rostro de su vástago; quien le pedía se ordeñara, pues quería probar también su esperma paternal.
– ¡Ah…maldición! ¡Toma la leche de tu padre, maldito maricón! ¡Aaahhh…!
Y la ración seminal de ese tercer macho fue todavía más exagerada que la de los otros dos; tanto que al chico no le daba tiempo de tragarla a medida aquellos disparos parecían no detenerse, que en segundos quedó bañado de la cara y pecho con el pegajoso semen de su viril progenitor.
– Sí que ha sido una sesión de sauna bien intensa. —Comentó Fernando, limpiándose con el dorso de uno de sus brazos su sudada frente. Los cuatro estaban calados en hediendo traspiración.
– Y resultó que mi hijo es todo un cerdo traga leche. —Fue la contestación de Francisco, mientras terminaba de soltar los últimos chorros de su esperma en la boca y lengua de su descendencia.
– Hijos, tenemos que hacer de esto una tradición familiar…
– Es una excelente idea, papá. Pero ahora necesito un minuto. —Respondió Fernando.
– Yo también. Pero parece que este muchacho quiere más. —Agregó don Federico viendo a su nieto en el piso– ¡Sólo miren al cerdito, se nota que desea más leche de macho!
Ahora los tres contemplaban a sus pies como Fabricio seguía comiéndose de los dedos el cremoso semen de su padre, mientras su verga juvenil se sacudía erecta y le palpitaba sola.
– Bueno, yo sigo duro. —Confesó Francisco, y así era; por más que él ya había eyaculado minutos atrás, su formidable falo permanecía sólido y erguido como un insaciable monstruo sexual.
– Entonces creo que es hora de que le rompamos el culo a mi sobrino, ¡el muy cerdito maricón!
– ¿Huh…? —Y Fabricio miró hacia arriba, directo al rostro de su varonil padre y sintió miedo; pues éste no objetó ante aquella propuesta.
Al chico no le dio tiempo de negarse. Su tío lo sacó del pequeño sauna y a la fuerza lo puso en cuatro sobre el largo tablón de madera que estaba frente a la hilera de casilleros. El lujurioso camionero le estrujó las redondas y ricas nalgotas a su sobrino, y con el miembro nuevamente duro e hinchado se lo empezó a pasar al indefenso adolescente por la raja del culo.
– ¡No, Fernando! —Dijo el viejo de campo al entrar en los vestidores– Francisco tiene que ser el primero, es su derecho por ser el padre.
Así que Fernando se hizo a un lado y dejó que su hermano mayor se pusiera en su lugar, sujetando por la base su monstruosa verga y embocándosela justo en el anito a Fabricio. Éste giró la cabeza para ver a su papá y con tono suplicante le habló.
– Papi, no… Por favor, yo no–
Pero el chico no pudo terminar la oración, puesto que su sádico y viril padre con todas sus fuerzas le había empujado todo el glande dentro; causándole un dolor tan inmenso que soltó un alarido increíble, que hasta retumbó por todo el gimnasio vacío.
Y sin contemplaciones, Francisco le metió más de su carne viril dentro del culo a su primogénito; comenzando a bombeársela despacio para ir introduciéndole más poco a poco. Que, con unas cuantas embestidas, el hombre ya estaba sodomizando con medio falo el culito virgen de su hijo. Los otros dos machos veían de cerca la morbosa escena y alentaban al semental a penetrar al jovencito con todo su robusto rabo; en lo que ellos se colocaban uno a cada lado de la cabeza de Fabricio y lo ponían a que este otra vez los masturbara y mamara por turnos; todo mientras el pobre chico debía soportar las brutales estocadas anales de su fornido padre.
Pero una vez más la testosterona de los sementales de su familia afectaron a Fabricio; mismo que a pesar de que todavía le dolían las salvajes metidas y sacadas de verga de su progenitor, también empezaba a sentir muy rico, que su propia verga seguía erecta y soltaba chorros seminales sobre el banco; en lo que se deleitaba de las deliciosas hombrías de su abuelo y tío.
Pronto recibió dentro del culo una buena ración de leche masculina de su papá; la cual fue duplicada durante el turno de su abuelo en cogérselo y luego el triple con su tío. Fabricio hasta quedó más panzoncito por tanto semen, y con el ano tan rojo y abierto que escurría esperma.
Y ya con eso, los tres machos de esa familia llevaron al chico a las duchas para limpiarse; no sin antes orinar al cerdito y hacer que éste se bebiera los meados de su abuelo, tío y padre.
—El Fin…
Me alegra que volvieras a escribir, y de que manera volviste. És un relato que me ha encantado. Enganchado desde el primer segundo de lectura. Quizas el final es muy rapido pero no por ello deja de ser un gran relato. Si te apetece creo que merece una segunda parte. Sinó tambien la forma de cerrar la historia ya es muy chula.
De tu fan Rací
Gracias y Salu2!! 😉
genial creo que debe seguir otro relato mas amigo saludos… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias y Salu2!! 😉
Mmmmmm como he disfrutado tu relato. Me pongo en el lugar de Fabricio y siento el placer de satisfacer a todos esos machos …
Gracias 😉