Se la chupé a un desconocido en el monte
historia de como le tome la leche a un macho hetero, medio borracho , todo pasa en una localidad de argentina, casi provincia..
Una tarde de verano fui caminando hacia la estación de trenes cerca de mi casa para tomar el tren de las 18:10hs para ir a estudiar a la nocturna. La estación estaba que explotaba de gente. Entre esa gente había un grupo de trabajadores, aparentemente albañiles, que volvían a su casa. Ellos hablaban y reían con voces a gran altura. Tomaban gaseosa y quizás estuviera cortada con algo, tal vez vino o cerveza. Se les notaba un dejo de embriaguez. En un momento uno de ellos fue al costado de la estación a orinar. Desde mi lado, que estaba justo en frente de él, se veía absolutamente todo. No se inmutó de que hubiera mucha gente, tampoco se escondió demasiado. Aunque estaba al límite de que otros lo vieran, nadie lo podía ver excepto yo. Como era verano, a esa hora estaba de día todavía y se podía ver claramente de un andén hacia el otro. Este hombre tenía una pija larga, blaquita, aparentaba ser suave y la tenía un poco gomosa. Miré con gran ansiedad desde cómo empezaba hasta cómo terminaba de mear. El morbo y la calentura dentro de mi ser empezaban a elevarse de gran manera. En un momento este hombre dio vuelta su mirada hacia mí y se percató de que lo estaba mirando. Al principio pareció un poco sorprendido, pero en vez de esconderse empezó a estirarse la pija. Como estaba algo gomosa, se estiraba el doble de su longitud. Seguía estirando y sacudiendo su verga ya un poco tiesa y me hace un ademán con la cabeza para que lo siguiera. Claramente me estaba invitando a ir al montecito que hay atrás de la estación. Dudé al principio, pero en un momento tomé coraje y lo seguí. Caminamos unos metros hasta estar bien escondidos en el monte y cuando estuvimos seguros se apoyó contra un árbol, se abrió el cinto y el pantalón y sacó completamente su verga y huevos, me arrodillé en frente de él, y empecé a chupársela. Sus suspiros de placer no se dejaron esperar aunque apenas se oían. Se veía que estaba muy excitado porque su verga ya estaba bien dura. Me la clavaba hasta el fondo de mi garganta, sus bolas y su vello púbico chocaban contra mi cara. Me asfixiaba con su verga tan larga y cuando no podía respirar lo apartaba aguantando las arcadas para luego empezar otra vez. Un par de minutos después empezó a pajearse y me largó toda la leche en la cara y adentro de mi boca. Cuando terminó me dio unas pequeñas palmaditas en la cara y me dijo: «Gracias putito», y simplemente se fue. Jamás supe su nombre, tampoco me preguntó el mío. Tomó el tren y hasta el día de hoy no lo he vuelto a ver…
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