SECRETOS DE FAMILIA III MI SUEGRO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Un día, mi padre, me llevó con su amigo Joel, un maestro de escuela privada que tenía un pequeño taller de serigrafía artística en sus horas libres; él necesitaba un ayudante y a mí me entusiasmaba la idea de volver a involucrarme en actividades plásticas, cosa que por mis estudios había abandonado; tenía yo 23 años y estaba por terminar mi carrera así que comencé a ir a su taller un par de horas por las tardes y los sábados durante toda la mañana.
El taller estaba cerca de su casa, en la planta alta de un comercio, con una pequeña entrada independiente. Era un espacio con una estancia principal bastante amplia, una estancia al fondo donde estaba propiamente el taller, una cocineta, una habitación y un baño; casi todo tenía un aspecto descuidado; botes de pintura por todas partes, algunas paredes manchadas de pintura y cosas viejas que alguna vez intentaron objetos de arte.
Un sábado, Joel me mandó a comprar algunos materiales para poder seguir trabajando en unos cuadros para un hotel, una hora después regresé bastante cargado; con mucho trabajo logré abrir la pequeña puerta que daba a las escaleras, pero ya no pude cerrarla de nuevo, subí las escaleras con mucho cuidado.
Al llegar a la estancia principal me encontré a Joel sentado tras de un viejo escritorio, leyendo una revista; por un momento no se me hizo extraño, hasta que noté su cara de asombro, o más bien de espanto; mientras más me acercaba, de frente a él, más tenso le notaba, trataba, con esfuerzo, de mantener la respiración normal; de su frente brotaban gruesas gotas de sudor. No fue hasta que asenté toda mi compra sobre el escritorio cuando me di cuenta de la situación: Sobre el escritorio había una revista “para caballeros”, esas donde hay exuberantes mujeres desnudas; sus manos estaban entre sus piernas, tratando de esconder su pantalón abierto y de uno de sus puños salía un líquido espesamente blanco.
El tipo se estaba masturbando y para su mala leche, yo entré en el justo momento de su eyaculación!. Me asusté; por los nervios, por un momento no supe qué hacer, casi de inmediato me di la vuelta y me fui para el baño, iba a ponerme la bata de trabajo, cuando recordé que la puerta de abajo estaba abierta; salí. Joel estaba sentado aún en el escritorio, yo le veía de perfil y se limpiaba las manos con un pañuelo, de su pantalón abierto salía la cabeza de su verga aún erecta.
Procuré no mirarle y fingiendo que no me di cuenta de nada le dije que cerraría la puerta de abajo. Él no contestó. Cuando regresé él ya no estaba, al igual que toda la compra. Escuché ruidos al fondo, supe que ya se disponía a trabajar.
Yo entré al baño, mientras me ponía la bata de trabajo, me sentía nervioso y muy excitado. Era, en aquella época, un hombre de 45 o 50 años, de pocas palabras, de aspecto tranquilo, cordial y amable, con esa seguridad y masculinidad que le daba la madurez… y al parecer, era bastante fogoso… Ahí mismo empecé a elucubrar fantasías y situaciones, pero recobré la cordura, decidí olvidar el asunto; la resaca moral por aquel incidente con mi padre me rondaba aún y no quería buscarme más problemas, con nadie. Durante varios días estuvimos trabajando, con cierta tensión en el ambiente.
Hubo una segunda ocasión en que me tocó ver la fogosidad del que, después de algunos años, se convertiría en mi suegro. Fue también un sábado, bastante caluroso; esa mañana llegué un poco más temprano que de costumbre, quería hacer algunas pruebas de un trabajo personal, abrí la pequeña puerta y subí las escaleras, confiado en que estaba solo; de inmediato me dirigí al baño para ponerme mi ropa de trabajo pero al llegar a la puerta me di cuenta que la puerta contigua estaba entreabierta; aquella habitación era el estudio de Joel, ahí se encerraba a pintar, era un espacio muy iluminado por dos ventanales; ahí guardaba libros y objetos de arte, ejercicios escultóricos y demás cosas semejantes; en medio de la habitación había un gran sofá. Esa habitación siempre estaba cerrada por órdenes de Joel; iba a cerrarla cuando pensé que tal vez él estuviera adentro, lentamente me asomé por la rendija y el corazón me dio un vuelco con lo que vi: unos pies desnudos de alguien que estaba acostado en el sofá de cara al respaldo. Desde mi ángulo solo le podía ver los pies, poco a poco y con mucho temor, me fui asomando más, unas gruesas piernas lampiñas y un discreto trasero cubierto solo por unos calzoncillos amplios de color gris, espalda ancha y el único brazo que se le veía se perdía delante de su cintura; era Joel, nunca le había visto así, la luz que entraba por las ventanas le daban una hermosa brillantez a su piel morena clara; era obvio que se estaba masturbando, por momentos hacía movimientos de cintura como si en verdad estuviese cogiendo, contraía y relajaba sus nalgas, su cabeza, siempre rapada, ocultando una calvicie prematura, brillaba y se movía al compas de su caderas; a pesar de no tener un cuerpo atlético y tener hasta con un poco de panza, por el ángulo de la luz y la posición en que se encontraba, se le veían sus músculos tensos y bien definidos; se veía hermoso, por momentos dejaba escuchar algún gemido mientras separaba las piernas; era una escena de infarto, mi corazón latía tan fuerte que temía ser descubierto en mi morboso voyerismo. Entre los nervios y la excitación las elucubraciones y fantasías surcaron mi mente, por instinto me agarré la verga que en ese momento estaba a punto de romperme el pantalón, me sentía embotado; sin embargo sigilosamente me di la vuelta y retrocedí. Me senté en el escritorio, pensando en lo que debía de hacer; a los pocos minutos se asomó Joel, ambos nos sorprendimos. De entre sus calzoncillos se le notaba el bulto de una verga casi erecta, me preguntó cuánto tiempo llevaba ahí, visiblemente nervioso mentí diciéndole que estaba llegando, extrañamente él insistió en saber si había visto algo, yo traté de sonar lo más natural posible diciéndole que no pero supongo que no me creyó; fue un momento muy incómodo para ambos.
Con el tiempo esos incidentes se quedaron en el olvido, yo me casé con su única hija y la amistad y la confianza se estrecharon aún más. A los pocos años de casarnos nos fuimos a vivir a otro estado y perdimos un poco el contacto. Solíamos visitarnos de cuando en cuando.
En una ocasión, mi mujer y yo tuvimos que ir a verlos. Raquel, mi suegra, había decidido operarse por fin la rodilla que tanto tiempo la había estado fregando la vida. A pesar de no ser una operación de cuidado, mi mujer había insistido en asistirla; así que preparamos las maletas e hicimos el viaje de 10 horas en el automóvil.
Llegamos a la casa, Joel, nos esperaba, después de los saludos y abrazos, nos dirigimos al hospital. Ahí pasamos todo el resto de la tarde. Ya por la noche, y con mi suegra ya en su cama de recuperación, Joel y yo regresamos a casa, mi mujer había insistido en quedarse.
En el trayecto charlamos de todo; extrañamente Joel estaba bastante conversador. Tendría por aquella época unos 58 o 60 años, se le veía igual que la última vez que le vi: Su cabeza rapada, una ligera panza clásica de su edad, ese tono al hablar tan calmado y esa seguridad que tanto me atraía de él. Era una noche muy calurosa. Yo me sentía bastante cansado por el viaje y lo que quería era llegar a la casa, darme un buen baño y descansar; pero Joel tenía otros planes.
Apenas llegamos comenzó a preparar la cena mientras yo me duchaba, cuando salí, Joel me pidió que vigilara y moviera la pasta que estaba preparando mientras él se duchaba, minutos después, se asomó a la cocina, vestía una ligera playera sin mangas y unos calzoncillos amplios que de momento me hicieron recordar aquel incidente en el taller. Nos acomodamos en la sala a cenar, destapó una botella de vino (mi gusto por el vino se lo debo a él, pasamos muchas tardes fantásticas en el taller, charlando de arte y bebiendo vino, con frecuencia con sus amigos pintores también) y mientras veíamos la TV, charlábamos de todo un poco. Por momentos y desde mi posición, le veía las piernas (siempre he tenido cierta fijación con las piernas) y de cuando en cuando le podía ver parte de un huevo o la cabeza de su verga, el corazón me latía como tambor en esos momentos pero procuraba mantener la calma. Terminamos de cenar y sacó otra botella de vino, yo me sentía muy relajado y un poco mareado, mi suegro seguía de lo más conversador y extrovertido. Por un momento y ante las constantes “apariciones” de su entrepierna, comencé a tener una erección; yo traía puesto unos pantalones cortos y una playera; discretamente me acomodé sobre las piernas un cojín del sofá y fingí escuchar y disfrutar de la charla de mi suegro. Poco a poco me fui relajando cada vez más, el cansancio y los vinos estaban pasando factura.
Cuando terminamos la segunda botella yo ya me sentía bastante cansado, me levanté y le dije que me iría a dormir, me sentía mareado y tropecé con el sofá, Joel se asustó pero le hice señas que no pasaba nada, me aseé la boca, me quité la ropa y quedándome únicamente en bóxers, finalmente me acosté en la habitación que fuera de mi mujer; intenté dormir, pero me sentía extraño, a pesar que no era la primera vez que dormía en esa habitación, era la primera vez que dormía solo y me sentía excitado, comencé a tocarme la verga hasta que alcanzó su máxima dureza, sentía los huevos llenos de semen, necesitaba descargar; me quité los bóxers y empecé a masturbarme.
De pronto, el ruido del picaporte de la puerta me hizo dar un sobresalto, logré cubrirme el trasero con la sábana y me volteé dándole la espalda a la puerta. Una rendija de claridad entró a la habitación, Joel se asomó llamándome; pero yo no podía contestar, temí me descubriera en cueros en la cama de su hija y con tremenda erección!, fingí estar profundamente dormido, esperé que se fuera, pero no fue así, entró y me llamó de nuevo, por un momento pensé que podría ser alguna emergencia con mi suegra, pero decidí esperar, comencé a roncar levemente.
Tenía los ojos cerrados, pero sentía su presencia, sentí un leve jalón de la sábana que me cubría pero no me moví; poco a poco la sábana fue resbalando hasta descubrirme por completo; tal vez fue por el vino, pero extrañamente no me sentí asustado ni nervioso, pero si muy excitado. Sentí un ligero roce de sus dedos en mi pierna, como temiendo tocarme, subió poco a poco hasta que llegó a mis nalgas, las acarició con un poco más de confianza, luego bajó su mano hasta mi entrepierna; por mi posición y el pequeño susto mi erección ya había perdido fuerza y mi verga estaba semierecta; jugó con ella, jugó con mis pelos y mis huevos y regresó a mi espalda; su mano suavemente me recorría todo y comencé a hacer esfuerzos para no estremecerme; no quería romper ese instante, era un momento que en muchas fantasías había vivido y que aún en ese instante me parecía un sueño.
Su mano ahora estaba en mis nalgas, las acariciaba apenas rozando las yemas de sus dedos; yo quería voltearme y abrazarlo y dar rienda suelta a tantos deseos acumulados… pero no quería romper el encanto de ese momento, ese momento que en sí era toda una fantasía; fingí seguir durmiendo. Mis nalgas estaban en la orilla de la cama, supongo que Joel estaba parado junto a mí, ya que de pronto algo duro y caliente estaba entre mis nalgas; su mano estaba en mi cadera y su verga entre mis nalgas; se sentía húmeda y lubricada….y bastante grande. Delicadamente me abrió las nalgas hasta que su glande tocó mi agujero; no pude evitar un fuerte suspiro. Mi suegro se detuvo por un instante, fingí de nuevo mis ronquidos. Mi estado de total relajación, provocado por los vinos y el cansancio pudo disfrazar la tremenda excitación que llevaba.
Joel empezó a simular que me penetraba, deslizaba su verga entre mis nalgas hasta tocar la entrada de mi ano, la retiraba y la volvía hacer lo mismo, pero sin penetrarme; yo sentía el culo húmedo y lubricado. Así estuvo por algunos minutos, yo hacía esfuerzos sobrehumanos para no moverme; luego empezó a acelerar sus ritmos, yo casi me volvía loco de la excitación, sin poder evitarlo comencé a respirar agitadamente, pero Joel estaba tan extasiado con su “mete y saca” que supongo no se dio cuenta de esto. Finalmente entre jadeos del viejo y mis respiraciones entrecortadas, sentí un líquido caliente entre mis nalgas, otro espasmo y aquella verga se salió de entre ellas, oí a Joel a mis espaldas con la respiración de un toro; unos segundos después se separó y solo entonces pude apenas verlo completamente desnudo; fue solo algunos segundos, en los que pasó junto a la cama rumbo al baño, tenía en la mano sus calzoncillos grises y un gran verga aun erecta de la que chorreaba aun algunas gotas de semen; esa imagen la tengo en la mente como una película en cámara lenta. Sus piernas, sus nalgas, su panza, sus brazos… su cabeza… era como uno de los tantos cuadros eróticos que pintaba.
A los pocos minutos salió, su silueta recortaba la claridad que salía del baño, llevaba puestos sus calzoncillos pero tenía algo en la mano que no pude distinguir, se colocó a mis espaldas y con mucho cuidado me limpió superficialmente con una toalla húmeda; luego tomó la sábana y me cubrió de nuevo. Salió de la habitación.
Yo quedé aturdido, pensando si lo que acababa de suceder no fue un sueño, corrí al baño y de entre mis nalgas aún pude oler el semen de mi suegro; ahí mismo comencé a masturbarme, bastaron solo unas cuantas jaladas para que mi verga escupiera chorros y chorros de leche acumulada por tanto tiempo. Esa noche me tuve que masturbar otras dos veces más, estaba demasiado eufórico por lo sucedido.
A la mañana siguiente traté de actuar como si nada hubiera pasado, el viejo retomó su posición de poco conversador.
Nunca llegamos a más, días después regresamos a casa y a pesar de que no fue la única vez que nos quedamos solos a mi siempre me dio miedo tocarle el tema.
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