Secretos Familiares (I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El principio
Esperaba el autobús para ir a la universidad cuando Lin, un primo de mi padre, detuvo su auto frente a mí y me invitó a subir. Trabajaba en la ciudad y mi universidad le quedaba en el camino. Eran como las siete de la mañana de aquel viernes. Vivimos en pueblo cercano a la ciudad, pero el tráfico puede ser insoportable en las horas pico y ese día no fue la excepción; pronto empezamos a avanzar muy lento y el sol se hacía sentir con mayor fuerza. Subimos las ventanas para activar el acondicionador de aire y empezamos a conversar de tonterías, de momento fue turno del tópico sexual.
Lin es algunos años menor que mi padre, quien me lleva 20 años. Es más bajo que yo de estatura, pero su cuerpo es mucho más robusto que el mío; él y mi padre se dedican a trabajos cuya actividad física les mantiene en envidiables condiciones. Se corta muy bajo el cabello, se deja la barba un par de días y su piel siempre luce quemada por el sol. Lo que más me gusta son sus labios; rosados y brillantes, como dibujados o retocados para foto de revista, labios delicados que parecen no encajar en un tipo que -fuera de esa boquita- luce muy rudo. Tampoco puedo ignorar los pectorales que se marcan bajo sus suéteres, con los pezones sobresaliendo encantadoramente o cuando usa la camisa sin abotonar y muestra cortos y gruesos vellos.
En eso estábamos cuando Lin me pidió tomar uno de los maletines que llevaba en el asiento trasero. Revisa a ver si te gusta alguna, dijo. Tomé el maletín y lo abrí, estaba lleno de revistas pornográficas. Mujeres desnudas, exhibiendo grandes tetas y coños depilados; algunas fotos de parejas follando y una parte en la que tres negros se follaban por todos sus agujeros a una rubia. Estaba embobado con las tres grandes vergas de las fotos cuando su voz me devolvió a la realidad. Muy puta la rubia, no? Ruborizado, no hice ningún comentario, sólo deje la revista sobre mis piernas y lo miré de reojo. Él me miraba directamente y sin rubor alguno. Si te gusta, quédatela. A mí también me gustan esas fotos, me ponen caliente de una. Le agradecí, puse la revista en mi mochila y volví a poner su maletín en el asiento trasero. No quieres ver más o con esa te basta. No te pareces a tu papá. Esas últimas palabras me hicieron mirarlo finalmente.
-¿Mi papá?
-Sí, no me digas que no sabes.
-¿Qué cosa?
-Tu papá tiene una buena colección de estas revistas. Las colecciona desde que tenía como 15 años. Yo le he regalado varias. No me digas que no te las ha mostrado.
No podía creer lo que escuchaba. Sin guardarse detalles (pensé en aquel momento) me contó de lo morboso que es mi padre y de su adicción al sexo. La descripción que me daban no coincidía en nada con el hombre que yo conocía y con quien de tiempo en tiempo, desde el divorcio, pasaba algunos días. Lin pareció disfrutar exponer los secretos de mi padre. Mientras hablaba se acariciaba sobre el pantalón y me miraba con sus brillantes y oscuros ojos. El tráfico continuaba lento, cosa que por primera vez yo estaba disfrutando. Estás seguro que no quieres ver más. Yo ya me puse duro, el pantalón me está estrangulando la verga. Como quisiera una fula como la de las foto. Mi silencio se prolongaba.
-Estás muy callado, no me digas que te incomoda hablar de esto.
-No, no eso.
-Entonces qué es. Somos dos hombres, somos primos. No tengas pena, tú sabes que entre varones nos tenemos la confianza.
-Sí yo sé, no es nada.
El locutor de la radio anunció que eran las 8:15 y no hacíamos ni medio camino hacia la ciudad. Lin maldijo porque ya se había retrasado demasiado. Yo estaba a media hora de estarlo también.
-Parece que no es nuestro día. -dijo
-Así parece.
-¿Es muy importante lo que tienes que hacer en la universidad hoy?
-No precisamente, por?
-Te dije que estoy muy caliente, vámonos al putero. Yo invito.
Tras un nuevo silencio respondí
-No sé, nunca he ido…
-¿Nunca has ido? No puede ser. ¿Qué clase de Alba nuestro apellido en común- eres?
-No sé, dime tú. -sonreí entre excitado y nervioso
-Supongo que no eres virgen. Eso sería lo último.
-¡NO, ESO NO! -respondí pero sin entrar en el detalle de que solamente había tenido sexo con otros hombres.
-Bueno, entonces vamos. Ya sabes lo que tienes que hacer.
-No sé…
Ahora fue Lin el que se quedó callado por un momento. Luego me dijo que abriera otro de los maletines que llevaba en el asiento de atrás. Eran más revistas, pero esta vez las mujeres tetonas no tenían coño sino grandes vergas.
-¿Te gustan más éstas?
Nuevamente sentí como la sangre recorría mi rostro. No supe que decir. Afortunadamente el tipo a mi lado era un perfecto Casanova.
-Tranquilo, a mí también me gustan. Si quieres vamos por unas de esas. Lo único, como podrás imaginar, es que debe ser nuestro secreto.
Volví a mirarlo y él continuaba como si nada, la misma expresión natural, como si hablara del clima y me preguntara si creo que va a llover o no más tarde.
-No pasa nada. Relájate -me dijo al notarme tan pasmado con su actitud y sin esperar ninguna reacción de mi parte, tomó el maletín y sacó una revista más; la abrió buscando una página en particular y me la pasó.
-¡Mira! Así también me gusta.
La foto era muy similar a la de la rubia, sólo que ahora era un muchacho el que recibía a cuatro machos fornidos. Mi silencio se prolongaba, pero mi mirada delataba el morbo que me producía ver aquellas fotos. Lin no necesitó mucho para tenerme en sus manos. Para cuando llegamos a la ciudad, ya me había convencido de acompañarlo ese fin de semana para compartir cosas ricas, pero antes necesitaba aliviar su calentura y mis nervios por todo lo que compartimos en el camino. Se desvió de la carretera principal y aceleró hasta llegar a un motel. Entramos en la habitación y sin darme tiempo al arrepentimiento me besó.
Mi suéter fue el primero en abandonarme, justo antes de caer en la cama en donde en menos de un minuto ya me había quitado los zapatos y el pantalón. Antes de separarse, volvió a besarme y empezó a desnudarse. Verlo en calzoncillos ante mí era como una ilusión que me arrolló con pasión. Me besó con lujuria y ternura, mordía mis orejas, mis hombros y mi cuello, también mis pezones antes de empezar a bajar por mi abdomen y besar mi ombligo para luego continuar bajando y sentir su tibio aliento entre mis piernas. Sentí su lengua recorrer mi escroto, poco a poco hasta que fueron prisioneros en su boca. Luego sentí como mi verga se iba perdiendo entre sus labios, era increíble, jamás había sentido algo así. Lin, el primo de mi padre me estaba regalando la más excitante sesión de sexo oral.
Pasaron algunos minutos antes de sentir como su lengua volvía a tomar rumbo hacia un nuevo destino. Sus manos fuertes separaron mis nalgas y su boca finalmente llegó a donde deseaba. Movimientos suaves, pero firmes fueron abriendo paso a lo que vendría. Primero fueron dos dedos, luego uno más y sin darme cuenta ya estaba listo para penetrarme con su verga, una verga que ni siquiera había visto en tan increíble situación. Levantó mis piernas y puso su glande en mi agujero que no ofreció resistencia. Sentí el cosquilleo de las otras veces, sólo que ahora algo me hacía disfrutarlo muchísimo más. Mis manos apretaban las sábanas al tiempo que yo trataba de ahogar mis gemidos, mordiendo mis labios.
-Tranquilo, lo haces muy bien -escuché su voz muy cerca de mi oído y abrí los ojos. Él me abrazó y terminó de hundirse en mi cuerpo. Sus manos detrás de mi cabeza, acariciaban suavemente mi cabello, era un masaje que me relajaba y estimulaba a continuar recibiendo complacido el vaivén de su cuerpo sobre el mío. También lo abracé y empezamos a besarnos con una intensidad que nunca había experimentado. El dolor que sentí cuando incrementó la fuerza de la penetración me hizo gemir sin meditar en ser o no escuchado, pero pronto su boca me regaló otro apasionado beso que disipó de la habitación todo rastro de dolor.
Sentí como retiraba su viril herramienta de mi interior y suavemente se recostaba de mi espalda. Hace tiempo que quería hacer esto. Me gustas mucho. Luego se levantó y tomó mi mano, fuimos a la ducha y continuamos besándonos. Mientras nos vestíamos me dijo que podía estar tranquilo, aquello sería nuestro secreto si así lo deseaba, pero antes quería que yo supiera algunas cosas.
(Continuará)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!