Seducido por el Dylan, parte 2: Mis celos
Un pequeño de 11 seduce y pone celoso a un hombre de 36..
Como les conté en el relato anterior, titulado: “Seducido por el pequeño Dylan”, me llamo Esteban, tengo 36 años, soy de Uruguay y soy muy peludo con barba. Esta es la segunda parte de mis aventuras con el pequeño Dylan, un rubiecito hermoso de 11 años, adicto a la verga que se tragó hasta la última gota de leche de mis huevos.
Nuestras aventuras con el peque seguían prácticamente todos los fines de semana. Él de sus andanzas anteriores con el exnovio de su madre Juan, sabía perfectamente que no tenía que decir nada si quería seguir disfrutando de la verga de un macho.
La rutina era la misma siempre, llegaba el sábado a la tarde y su mamá lo traía a mi casa donde se quedaba hasta el domingo a la noche para que, supuestamente, yo le ayude con sus tareas del liceo, cosa que no sucedía, yo solo hacia sus deberes sin explicarle nada cundo tenía un tiempo y ya. Ni bien nos aseguramos de que Gabriela, la mamá de Dylan, ya se había ido, automáticamente el chiquilín saltaba hacía mí, nos abrazábamos, besábamos y nos íbamos a mi habitación a coger, a Dylan le encantaba mirar porno también y me contó que desde los ocho añitos que Juan lo hacía ver este tipo de películas y me decía que de grande quería ser un actor así, el peque era todo un degeneradito adicto a la pija, prácticamente un regalo para cualquier macho con ganas de descargar. A esto, Gabriela había conocido a un venezolano moreno de como dos metros, que se lo veía muy buen tipo aunque no había tratado mucho con él, llamado Rómulo y como ella quería pasar tiempo con el tipo a solas con él, mejor todavía para nosotros.
Pasaron aproximadamente dos meses, Dylan ya se dejaba coger sin preservativo, era la gloria ese culito blanco y paradito, sin ningún vello; el poder penetrarlo con la lengua y después darle verga a pelo, no se pueden imaginar lo excitante que es llenar un recto tan estrechito de semen, y que después él hiciera fuerzas para sacar toda la leche, ensuciaba toda la cama e iba a limpiarlo con la lengua. Era un espectáculo, ninguna mujer me había hecho sentir tan hombre como este enano hermoso que le encantaba dejarse humillar sexualmente por un macho que más que lo triplicaba en edad.
Pero pasaba algo, yo sentía muchísimos celos por el ex de la madre de Dylan, quien lo había estrenado al peque. Me carcomía la cabeza de solamente imaginar que ese tipo le hacía algo a mi bebé, estaba realmente celoso. Una noche estaba con Dylan en la cama, los dos desnudos, les recuerdo que siempre fui muy peludo, blanquito, fornido y peludo, y mientras el nenito estaba con su cabeza en mi pecho y mi mano en su colita, le pregunté:
-Dy, ¿cómo empezaron a coger vos y Juan?
-Ayy, papi. ¿Para qué querés saber eso? Me respondió
-Porque quiero conocer más de mi putita hermosa.
A Dylan le encantaba que lo traten en femenino y que le recuerde lo zorra que es.
-Bueno, papi. Todo empezó con unos retos que habíamos visto en YouTube sobre tocarse el cuerpo y adivinar cuál parte era, jugábamos siempre a eso hasta que un día Juan me puso su pito todo duro en mi mano, me dijo que le pasara la lengua.
En ese momento yo estaba excitado y lleno de odio, pero seguí indagando…
-¿Y después qué siguieron haciendo?
-En ese momento nada, lo toqué un poquito y me pidió que le diera una lamida pero más nada. Pero ya con el tiempo me mostró unos videos de hombres chupándose el pito y Juan me lo propuso, me dijo que si me gustaba podía seguir, sino no pasaba nada pero era nuestro secreto.
En ese momento, a mí ya se me había parado la verga muchísimo, decidí sacarla y llevé la mano de Dylan para que me la toque, en ese instante el peque creyó que yo se la estaba dando para que chupe, pero no, le pedí que me haga una paja mientras me contaba todo lo que hacía.
-Pajea a tu papi mientras me hablás, putita.
-Así te gusta, papi? Dijo mientras acariciaba mi pene con ambas manos.
-Sí, zorra. Así le hacías a tu otro macho?
-Sí, papi, y se la comía toda
Con la voz entrecortada y disfrutando de la paja que me hacían las manitos de mi peque, le pregunté
-¿Qué más le hacías mi amor?
-Me abría la colita, me la acomodaba en la entradita, me sentaba y me golpeaba en la colita.
-¿Te gustaba fuerte, zorra?
La calentura y los celos se intensificaban más y más.
-Mucho papi, él decía que era una vaginita.
En ese momento sentía que me venía pero aguanté, tenía el relato de primera mano de como un niñito gozaba del sexo con su padrastro, mientras me pajeaba y miraba a los ojos contándome esta situación prohibida y excitante…
-¿Cuándo probaste lechita por primera vez, putita?
-Cuando tenía ocho, papi Juan me dijo que eran mis hermanitos y que yo los tenía que tragar.
Con lo de “papi Juan” me puse muchísimo más celoso y agresivo, como estaba recostado al costado mío, lo agarré de los pelos muy violentamente a Dylan y lo llevé a mi verga, descargué toda mi leche en su rostro, los chorros de semen que saltaban eran largos y espesos, sosteniendo su cabeza de los pelos le grité en la cara:
-¡PUTAAA DE MIERDA! ¡ESTO ES LO QUE MERECÉS!
Y para finalizar mi descargo, le di un escupitajo en su carita de bebé, que ya estaba toda sucia por mi leche espesa y ahora también por mi saliva. Solté su cabello con desdén y le di una fuerte palmada en su colita que sonó como un golpe seco, mis cinco dedos gordos quedaron marcados en rojo sobre su pielcita blanca aterciopelada.
-¡AYYYYYYY! Gritó Dylan que me miró con una cara de susto.
En ese momento me arrepentí de lo que hice, pero no quería contarle que estaba celoso, por lo cual decidí sonreír y decirle
-Te amo, mi vida.
Con lo cual, Dylan se quedó visiblemente más tranquilo y sonrió también.
-Te amo más, papi. Me respondió mientras empezó a quitarse el semen de la cara con los dedos y los chupaba como si se tratara de helado derretido.
Siguió la semana, Dylan volvió a su casa con su madre el domingo con la tarea hecha y el culo bien abierto. Yo seguía trabajando, siempre desde casa, era maravilloso porque en la semana trabajaba y el fin de semana me traían a mi juguetito sexual a la puerta para que desfogue todo lo necesario pero no esa semana ya que a la “inteligente” de la madre se le ocurrió llevar al peque a Artigas, al norte del Uruguay, porque su hermana o sea, la tía de Dylan, se casaba; y aunque intenté convencerla de dejar al niño en casa, ella no accedió además iban a ir con Rómulo, el novio venezolano de Gabriela.
Llegó el sábado nuevamente, no tenía nada que hacer y como no venía mi bebé, decidí ponerme a ver una serie. Pasó el tiempo y recibí un mensaje de Telegram de Dylan, con el peque solo hablábamos por esa aplicación porque era más segura.
-¡Papi, estoy aburrido! ¡Cómo quisiera estar con vos!
-¡La próxima semana venís, mi vida! Respondí.
-Ya estoy en el hotel, papi. Me volví porque me aburrí pero quisiera estar con vos acá.
Y procedió a mandarme una foto de él desnudo en la cama. Cuando vi esa hermosa imagen mi pija se paró, estuvimos sexteando un poco con mi bebé, empezaron los audios de Dylan pidiéndome pija con voz femenina, y siguieron los videos, Dy me mandó un video espectacular de como se metía los dedos, primero uno, se lo lamía, después dos, era una máquina el niño, se estaba masturbando analmente mientras decía con una voz totalmente afeminada y excitada
-Ayy, papi, te amo, papi Esteban!!!! Te extraño mucho, papi, quiero ser tu perrita para siempre, tu hijita la más puta, ay, ayy, ayyy… – Decía Dylan en el video.
Sus gemidos me volvían loco, era tremendo, más de uno hubiera pagado por ver ese video que era solo mío, un regalito de mi nena. Me calenté tanto que abrí la cámara de mi celular y filmé el pajazo que me hice de la calentura provocada por este niñito.
Dylan quedó satisfecho, me envió una fotito de él con toda su pancita acabada de la paja que se había hecho también y con un pulgarcito arriba. Cerramos la conversación ahí, él se durmió y yo me fui a duchar para luego dormir también.
Pasaron los días y nuestra relación dio un vuelco inesperado que se los voy a contar en la tercera parte.
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