Seduciendo al mejor amigo de mi hijo II
Como un tranquilo fin de semana con mi hijo y su mejor amigo, se convierten en los días más morbosos y excitantes de nuestras vidas (parte 2)..
Al día siguiente me despertó Esteban muy temprano tocando a mi puerta:
Esteban: Papá puedo entrar
Yo: Si, sigue hijo, como amaneciste?
Esteban: Bien, bien y tu – respondió Esteban mientras entraba a mi habitación. Tenía puesta ropa deportiva.
Yo: Bien gracias Tebi, como amaneció Gustavo?
Esteban: Él está bien, se está vistiendo, me dijo que anoche se había sentido mal pero que durmió bien y eso le ayudó… oye papá vamos a ir a dar una vuelta en bicicleta, quieres venir?
Yo: No, no creo Tebi, yo creo que mejor me quedo y voy preparando algo para el desayuno, además voy a hacer algunas llamadas.
Estábamos en la mitad de la conversación cuando escuchamos que desde la sala a Gustavo que llamó a Esteban:
Gustavo: Esteban, ya estoy listo.
Yo: Bueno ven, vamos que saludo a Gustavo y de paso los despido a ambos – en realidad me interesaba conocer la reacción de Gustavo, quería saber como se sentía después de lo que pasó la noche anterior.
Generalmente duermo con boxers, pero no los boxers normales, sino unos que pueden parecer un poco mas íntimos. Con todo el propósito decidí salir así de la habitación para encontrarme en la sala con Gustavo:
Esteban: Papá vas a salir así? – dijo Esteban señalando los boxers cuando me vio salir de la cama.
Yo: Y cual es el problema Tebi, solo hay hombres en esta casa, no? jajaja. – y salimos.
Yo: Buenos días Gustavo.
Gustavo: Hola, como amaneciste?
Estaba ante mí un muchacho distinto al que había visto la noche anterior. Muy diferente al joven un poco ebrio y con cara de cansancio que había abrazado. Ahora Gustavo estaba recién bañado, con su pelo todavía mojado, pero que al parecer había arreglado un poco con sus manos. Olía a loción y su cara se veía descansada. Tenía su sonrisa de siempre, entre inocente y cordial, sin dejar de ser viril.
Yo: Bien, bien, me alegra ver que te sientes mejor hoy.
Gustavo: Si, si gracias, mucho mejor.
Yo: Bueno muchachos, váyanse y nos vemos mas tarde.
Los muchachos partieron y regrese a mi habitación, me acosté un rato en mi cama a pensar en Gustavo, a pensar que me excitaba haberme presentado ante él en ropa interior, aunque el no hubiera mostrado reacción alguna. A pensar que me gustó verlo bien, radiante, fresco, juvenil. Solo verlo esta mañana, sumado a los pensamientos de la noche anterior, hacían que el bulto que marcaban mis boxers creciera y mi mano lo sobara buscando placer. Pero no era momento para pajas. Salí de la cama a darme una buena ducha y a empezar a hacer las llamadas que tenía pendientes.
Había pasado una hora, me había duchado y me había puesto una camiseta y una pantaloneta, igual que los muchachos. Estaba en la sala revisando unos documentos cuando vi que los muchachos regresaron. Esteban estaba hablando por teléfono y se quedo afuera en su bicicleta, Gustavo se bajó de la suya y entró en la casa:
Yo: Hola Gus como les fue?
Gustavo: Nos ha ido bien, pero vamos a tomar ahora otro camino y Esteban dice que es mejor llevar la bomba de aire para las bicicletas. Tú sabes donde la encuentro?
Yo: Si claro, ven conmigo.
Salí de la casa y Gustavo me siguió. Lo dirigía al cuarto de mantenimiento, justo en el mismo donde el día anterior yo me había escondido para ver a los muchachos desnudos por la rejilla del aire acondicionado. Mientras caminábamos observábamos a Esteban, no muy lejos, aun al teléfono y aun sobe su bicicleta.
Llegamos al cuarto, abrí la puerta y encendí la luz:
Yo: Sigue – le dije a Gustavo extendiendo mi mano hacia el interior del cuarto.
Gustavo: Gracias. – respondió él mientras entraba.
Entré tras él dejando la puerta abierta, hasta ese momento para mi era claro que, con Esteban cerca, nada podría pasar.
Empecé a buscar la bomba de aire en las repisas de aquel cuarto. En realidad teníamos allí muchas cosas. Mientras buscaba, escuchaba la respiración profunda de Gustavo quien aun jadeaba por el esfuerzo en la bicicleta. El muchacho se encontraba parado tras de mí, sudando y jadeando. Yo me concentraba en encontrar la bomba:
Yo: Listo, aquí está.
Me giré quedando frente a él y se la entregué:
Gustavo: Gracias – respondió el joven recibiéndola con su mano, pero no la solté inmediatamente, el me miró como indagando el por que no la soltaba para que pudiera irse. Me asome por la puerta para ver donde estaba mi hijo. Seguía al teléfono:
Yo: No le has contado nada Esteban?
Gustavo: No, claro que no.
Me respondía Gustavo con un gesto de seriedad, sin ser grosero. En los dos segundos que duró ese mini diálogo pude observarlo bien. Su cara estaba sonrojada por el ejercicio, su pelo estaba ahora algo alborotado y su respiración seguía profunda. Estaba sudando y podía verlo en su camiseta blanca que se había vuelto transparente de lo húmeda en la zona del pecho. Su pantaloneta, una diferente a la de la noche anterior, delataba que no llevaba ropa interior. A este sexy muchacho que respiraba con fuerza y me irradiaba el calor de su cuerpo cansado, le gustaba llevar siempre poca ropa:
Yo: Como te sentiste anoche?
Gustavo: Estaba mareado… pero mejor no hablemos de eso que Esteban puede llegar.
Surgió en ese momento una idea en mí y no pude contenerme, era demasiado el tenerlo así tan cerca, tan sexy y además con el gran riesgo de tener a mi hijo a punto de venir hacia nosotros en cualquier momento:
Yo: Él sigue al teléfono – le dije mientras me asomaba nuevamente confirmado esto…quiero mostrarte algo.
Diciendo esto me ubiqué a su lado:
Yo: Quédate quieto tú y mantente vigilando a Esteban.
De pie junto a Gustavo como estaba, baje rápidamente la cremallera de mi pantaloneta y tome con mi mano derecha mi verga que estaba dura como mas no se podía:
Gustavo: Que estás haciendo? Esteban nos va a ver. – Dijo Gustavo mientras dio un paso alejándose, dispuesto a salir.
Con mi mano izquierda lo tomé firmemente por su brazo:
Yo: Espera, solo quédate allí, acompáñame, será rápido.
Diciendo esto Gustavo regresó a su posición junto a mí y empezó a observar la escena. Solo distraía su atención para asomarse a vigilar a Esteban. Yo empecé a masturbarme frenéticamente pues mi idea era venirme frente a Gustavo, era todo lo que quería. El muchacho me observaba perplejo. En su cara había una mezcla de temor y excitación, sus labios estaban secos y el rojo de sus mejillas se había tornado pálido. Casi no parpadeaba.
Seguí masturbándome mirando a Gustavo a los ojos y después cerrándolos por unos instantes. Fue precisamente en un momento en que cerré mis ojos en que sentí la mano de Gustavo acercándose a mis huevos. Los abrí inmediatamente y comprobé que el joven tenía la mirada clavada en mi pene y efectivamente me estaba tocando los huevos. Mire su bulto, su verga había crecido por debajo de la pantaloneta y se notaba bastante. El hecho de no tener ropa interior lo delataba aun más. Gustavo estaba excitado. En un movimiento inesperado y que nos puso a los dos nerviosos, Gustavo se asomó una vez más para comprobar que Esteban siguiera en su posición, y después, poniendo una sola rodilla en el suelo frente a mí, literalmente arrebató mi verga de mis manos para metérsela en su boca.
Sentí una descarga eléctrica cuando mi glande fue invadido por el calor y la humedad de la boca del muchacho. Toda la idea era arriesgada, excitante y fue su iniciativa. Gustavo saboreo mi verga por no más de 3 segundos y volvió a ponerse de pie volviendo a mirar a Esteban. Acomodando su verga en su pantaloneta para que no se notara su erección, estaba jadeando de excitación y en su cara se notaba el miedo por lo que acababa de hacer. Se dispuso a salir. Tuve que tomarlo nuevamente por su brazo:
Yo: Lo habías hecho antes?
Gustavo: No, pero me tengo que salir.
Yo: Espera.
Ubicándolo un poco bruscamente frente a mi, me tiré de rodillas al suelo frente a él, teniéndolo de la cintura para que no escapara. Después, de un solo movimiento, casi arranqué su pantaloneta para deslizarla por sus piernas y liberar esa verga.
Su hermosa verga estaba dura, demasiado dura y mojada, totalmente erecta hacia arriba y se movía levemente a los lados por haber sido liberada de la presión de la pantaloneta. No dejé pasar ni un segundo para llevarla a mi boca. Sentí un gemido de Gustavo y sentí el ritmo de su respiración incrementarse.
En ese momento, arrodillado frente al muchacho, tenía a mi hijo a unos metros y la puerta abierta. Él no podía vernos, pero era cuestión de dar unos pasos para presenciar la escena. Ese factor de riesgo, se sumó al sabor de la verga de Gustavo, y al sexy olor que podía percibir, era un olor viril, producto de la mezcla de sudor, perfume y de la excitación del muchacho. Era una situación demasiado erótica y peligrosa.
Mi mamada era frenética, ahora no importaba mi eyaculación. Ahora, al igual que en la noche anterior, importaba que Gustavo se viniera lo más pronto posible antes que Esteban pudiera interrumpirnos. El muchacho estaba poniendo de su parte. Tomaba mi cabeza con fuerza marcando él mismo el ritmo de la mamada. Su verga entraba en mi boca como un taladro y casi me ahogaba pero no me importaba. Mis manos se movían ágilmente desde su pecho, sus pezones que tocaba por debajo de su camiseta, sintiendo su corazón latir fuertemente, bajando por su espalda hasta tocar su hermoso culo que parecían dos rocas pequeñas y redondas, bajando por sus duras piernas que el muchacho doblaba y movía.
Constantemente el se inclinaba un poco hacia atrás, asomándose a vigilar que todo estuviera en orden con Esteban, sin embargo, a veces concentraba su mirada en la mamada que yo le realizaba, era como si no pudiera creer que su verga, la zona mas intima de su cuerpo, estuviera en la boca de un hombre. Yo pensaba lo mismo. Yo, el padre de su mejor amigo, tenía el privilegio de acceder a la intimidad de este viril y ansioso muchacho.
Su fuerte respiración y algunos gemidos me dejaban saber que su eyaculación era cercana. No me importaba, por primera vez en mi vida estaba dispuesto a permitir que un hombre consiguiera un orgasmo en mi boca y lo disfrutara hasta que depositara en ella todo su semen.
Gustavo estaba cerca de su clímax. Vigiló una vez más a Esteban y dirigió su mirada nuevamente a mí y a su mamada para grabar imágenes de esos últimos momentos. Yo sentía su pene más grande y sentía cada vez más el sabor de su precum. El muchacho quería vivir su orgasmo que, al parecer, se estaba tardando un poco más de lo esperado, tal como la noche anterior:
Gustavo: Esteban!
Dijo Gustavo en vos baja pero alarmado, al mismo tiempo que me empujó y su verga salió abruptamente de mi boca. Esteban venía hacia el cuarto, era claro. Mi reacción fue voltearme, de rodillas como estaba y simular que estaba buscando algo en los estantes bajos de ese cuarto, mientras acomodé mi pantaloneta. Gustavo se subió la suya con la velocidad de un relámpago y apenas lo hubo hecho, entró Esteban:
Esteban: No encuentran la bomba?
Yo: Si, ya la tenemos – dije yo volteando a mirar a Esteban – Pero al parecer le falta un empaque que estoy buscando todavía – añadí mientras me puse de pie. Afortunadamente mi verga estaba aprisionada por el resorte de mi pantaloneta, mirando hacia arriba y no era evidente su tamaño. Asumí que Gustavo había hecho lo mismo. Él me miraba a mí y miraba a Esteban. Gustavo sudaba y pensé que era por los nervios de casi ser atrapados. Pero, mirando un poco de reojo, pude ver como su pantaloneta empezó a exhibir una mancha húmeda blanquecina. Gustavo estaba allí de pie, junto a mi hijo y a mí, teniendo un orgasmo y disparando leche en su ropa, producto del sexo oral que le había practicado. Yo tenía que ayudarlo:
Yo: Esteban hazme un favor, tráeme unas llaves que están en el armario de mi habitación, creo que en ese estante que está cerrado con llave, están los empaques de la bomba.
Esteban: OK.
Mi hijo, mi inocente hijo, salió inmediatamente para hacerme el favor. Fue un alivio para Gustavo y para mí.
Tome entonces un trapo que mantenía en el cuarto de mantenimiento y que, afortunadamente estaba limpio. Se lo pase a Gustavo y este rápidamente lo paso por su verga sin quitarse la pantaloneta, casi tengo un orgasmos al ver como asomaba la cabeza de su verga para limpiar los restos de su leche. Lo paso por su abdomen bajo y también por una de sus piernas. Me lo volvió a entregar, asustado como estaba, como deshaciéndose de una evidencia:
Yo: Ven, salgámonos, este cuarto es muy pequeño y tiene ya el olor de tu semen.
Salimos y cerré la puerta del cuarto. Justo en ese momento Esteban regresaba con las llaves:
Yo: Gracias hijo, que bien, pero no fueron necesarias, ya aquí le entregue a Gustavo la bomba en perfecto estado.
Esteban: OK papá gracias. Vamos rápido Gus para no perder el ritmo, si es que aun lo tenemos. Perdóname por haberme demorado tanto al teléfono.
Se que tanto Gustavo como yo le agradecimos mentalmente el que se hubiera demorado al teléfono.
Apenas perdí de vista a los muchachos, volví a entrar a aquel pequeño cuarto. Ahora que había estado afuera, me olía a sudor, al sudor de Gustavo. Olía a leche también, su leche!. No lo pensé dos veces, tome el trapo con el que se había limpiado Gustavo y lo lleve a mi verga, envolviéndola en ese trapo que contenía la esencia, lo más intimo del muchacho, me hice una paja que me llevo a un orgasmo incluso mejor que el de la noche anterior.
Fin segunda parte.
Espero tener muchas reacciones y sobre todo comentarios a esta segunda parte y así poder muy pronto subir la penúltima parte.
Pueden escribirme también a: [email protected] o a mi Telegram: @l0b0_3st3p4ri0
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