Seduciendo al mejor amigo de mi hijo III
Como un tranquilo fin de semana con mi hijo y su mejor amigo, se convierten en los días más morbosos y excitantes de nuestras vidas (parte 3).
Todo el día me la pasé en el estudio, tratando de trabajar un poco pero en realidad pensando en lo que estaba sucediendo con Gustavo. No solamente me excitaba su cuerpo, su cara, su voz, su pelo, sino también el hecho que tuviera la misma edad de mi hijo y que, además, Esteban estuviera allí con nosotros, sin darse cuenta de lo que sucedía. Ese riesgo de saber que Esteban nos podría descubrir me ponía a mil.
Llegaron las horas de la tarde. Los muchachos habían llegado de su paseo en bicicleta y se habían metido a la piscina. Yo había tratado de evitar pasar cerca de la piscina o de las ventanas por donde pudiera verlos, precisamente evitando ver a Gustavo para así poderme concentrar y, de paso, evitarme mas problemas, muy dentro de mi sabía que lo que estábamos haciendo no estaba bien. Sin embargo, las circunstancias seguían jugando en mi contra. Estaba concentrado trabajando cuando tocaron a la puerta:
Yo: Adelante
Esteban: Hola papa
Yo: Hola hijo ¿Cómo la han pasado?
Esteban: Bien bien, pero ya nos cansamos un poco de la piscina, queremos entrar al jacuzzi, quieres venir con nosotros? No te puedes quedar aquí encerrado todo el fin de semana.
Yo: Bueno Tebi es que tengo unos documentos por revisar…
Esteban: Vamos papá, estoy pasando el fin de semana contigo pero te he visto muy poco – interrumpió Esteban
Yo: Está bien, entren al jacuzzi, yo llego en 10 minutos.
Esteban: OK
Tenía razón mi hijo, debía pasar tiempo con el también, y de paso volví a caer en la tentación de estar cerca de Gustavo, y mas en un jacuzzi, claro que Esteban estaría allí, así que nada podría pasar.
Fui a mi cuarto y me puse mis shorts, no quise usar speedo para evitar quedar en evidencia si algo llegara a pasar que me calentara. Salí entonces hacia el jacuzzi donde ya estaban Gustavo y Esteban:
Yo: Hola Gustavo, no te veía desde esta mañana, la has pasado bien?
Gustavo: Hola, si súper, claro que estoy súper cansado, primero el paseo en bicicleta y luego toda la tarde en la piscina – respondió el muchacho con total naturalidad.
Yo: Funcionó bien la bomba de aire para la bicicleta?
Gustavo: Si perfecto, tuvimos que usarla un par de veces para poder seguir.
Esteban: Aahh no digas nada Gustavo. Lo hubieras visto papá, en la primera vuelta que hicimos íbamos bien, a veces el adelante mío y otras veces yo, pero en la segunda vuelta, después de que vinimos a recoger la bomba de aire, se quedo atrás todo el tiempo, yo creo que haber parado el ritmo le afectó…
Yo: Bueno seguro lo llevaste por un camino muy difícil que tu si conoces mejor, con la edad que tiene Gustavo y siendo deportista no veo por que tendría que perder las energías – dije mientras entraba lentamente al jacuzzi y miraba a Gustavo, este respondió mi mirada pensando lo mismo que yo, el encuentro que tuvimos en el cuarto de herramientas definitivamente lo dejó agotado.
Gustavo: Bueno, no importa, igual la pasamos bien.
Esteban: Si, si, para ser sincero a mi también me pareció difícil jaja.
Me senté finalmente en el jacuzzi tras acostumbrar mi cuerpo a la elevada temperatura del agua. Era un jacuzzi redondo y no muy grande así que nuestras piernas se encontraban en el centro y hasta entraban en contacto. Los jets estaban encendidos por lo que había algo de burbujas, sin embargo, a través del agua agitada podía apreciar el hermoso cuerpo de Gustavo. El sí estaba usando speedo y se veía demasiado sexy en él. Por sobre el agua sobresalían su pecho y sus hombros. Como me gustaba ese muchacho, se que tenía que ser precavido y se que tenía a mi hijo ahí, muy cerca nuestra, pero no aguantaba las ganas de tirármele encima y hacer todo lo que fuera posible con él. Algo se me ocurrió entonces:
Yo: Bueno muchachos, quieren que dirija una relajación para ustedes ya que están tan cansados? Eso les ayudará a dormir mejor.
Esteban: Si hazlo papá… mi papá aprendió a hacer sesiones de relajaciones y masajes cuando estaba en la liga y vaya que lo hace muy bien – le indicó Esteban a Gustavo
Yo: OK, entonces primero subamos la intensidad de los jets.
Estiré entonces mi brazo para aumentar la intensidad de la corriente de agua y de las burbujas, pronto el agua estaba tan agitada que no podían distinguirse nuestros cuerpos bajo la superficie:
Yo: OK muchachos, acomódense para que sus piernas queden extendidas y sumérjanse hasta el cuello.
Los muchachos se fueron acomodando y yo también para darles espacio… y para quedar más cerca de Gustavo claro. Finalmente se sumergieron dejando solamente sus cabezas fuera del agua:
Yo: OK, ahora inclinen sus cabezas hacia atrás de tal forma que queden mirando el cielo. – extendí mi mano nuevamente y apagué la luz interior del jacuzzi.
Yo: Ok, ahora que esta más oscuro pueden ver algunas estrellas, permanezcan así 30 segundos mientras tensionan todos los músculos de sus piernas. Con fuerza, como si estuvieran levantando la carga mas pesada.
Yo: Muy bien muchachos – dije tras los 30 segundos – ahora relajen sus piernas, mantenga su cabeza mirando hacia el cielo y cierren sus ojos lentamente.
Los muchachos me obedecían. Tenía a mi derecha a Esteban con sus ojos cerrados y a mi izquierda a Gustavo de igual forma:
Yo: Muy bien, ahora tensionen nuevamente sus piernas, con mucha fuerza muchachos, quiero sentir esos músculos totalmente tensionados, que sean como una roca – Dije mientras tocaba tanto las piernas de Esteban como las de Gustavo para comprobar la tensión de sus músculos – muy bien, así fuerte…ahora relájense, no abran los ojos.
Por aproximadamente dos minutos les indicaba como relajarse, cada vez bajaba el tono de mi voz y estoy seguro que los muchachos iban relajando sus cuerpos mientras mantenían sus ojos cerrados y sus cabezas reclinadas.
Continué entonces con mis indicaciones, sin alterar mi tono de voz y sin hacer ruido alguno, llevé mi mano, por debajo del agua, al torso de Gustavo. Lentamente acerque mi mano a su abdomen alto, justo donde comienza su marcado pecho. Seguía dando mis indicaciones. Al momento de sentir mi mano, Gustavo levantó su cabeza y abrió sus ojos asustado. Yo lo miré fijamente mientras decía – Mantengan cerrados sus ojos – quería que el entendiera que solo quería acariciarlo un poco mientras aprovechábamos que Esteban no estaba viendo.
Gustavo se mostró algo nervioso y sin emitir ningún sonido movió sus labios pidiéndome que no hiciera eso, y miraba a Esteban como queriéndome decir que podría vernos. Mientras tanto, yo trataba de calmarlo diciendo para los dos: Relájense y mantengan cerrados sus ojos. Lo miraba fijamente para que entendiera que tenía todo bajo control.
Gustavo finalmente confió en mí y llevó hacia atrás nuevamente su cabeza, pero no cerró sus ojos. Yo seguí dando las indicaciones para relajarse. Esteban obedecía y mantenía sus ojos cerrados.
Mi mano empezó a recorrer el cuerpo de Gustavo, bajé por su duro abdomen y me detuve allí un momento para acariciarlo. Que delicia como se sentían sus músculos bajo la piel, era una piel suave cubriendo a un cuerpo fuerte. No tenía ningún bello en todo su cuerpo, salvo por los pocos que había visto alrededor de la base de su verga. Después bajé un poco más, hasta llegar al borde de su speedo. Mirando fijamente a Esteban para reaccionar ante cualquier movimiento, llevé mi mano al bulto que formaba la verga de Gustavo bajo su speedo, el muchacho abrió levemente sus piernas para darle mejor acceso a mi mano. Si bien su verga no estaba dura, si estaba un poco tensa, lo podía sentir, a Gustavo le excitaban mis caricias.
Sin pensarlo más deslicé mi mano por debajo de su speedo, metiéndola bajo su prenda hasta entrar en contacto con su verga. Mi excitación crecía mientras hacía esto con Gustavo, a solo 20 cm. de Esteban. Trataba que mi voz no temblara mientras seguía dando las instrucciones e insistía en mantener los ojos cerrados.
Tras unas leves caricias a su verga y a sus huevos, puse mi otra mano en uno de los muslos de Gustavo, tratando de empujarlo para indicarle que abriera un poco sus piernas.
Cuando lo hubo hecho, llevé mi mano más abajo de sus testículos. Fue un movimiento rápido, pasé por entre sus glúteos abriéndolos hasta que sentí que estaba tocando su ano. Gustavo me miraba y trataba de elevar un poco su cuerpo para darme acceso. Finalmente, pude acariciar sin obstáculos su ano y sus glúteos, el mayor objeto de deseo que tenía en ese cuerpo, lo mejor de Gustavo. Como disfrutaría si pudiera ser el primer hombre en penetrar ese cuerpo, en enseñarle a ese muchacho todas las sensaciones que puede percibir y me dejara hacerle el amor lentamente. Si, que me dejara penetrarlo de la forma en que yo sabía hacerlo.
Estaba extasiado tocando a Gustavo, incluso, sin notarlo, había dejado de dar indicaciones, ahora todo estaba en silencio salvo por el sonido del agua. De repente, Gustavo tomó mi brazo y lo haló alejándolo de su cuerpo. Rápidamente se incorporó dándose vuelta para darle la espalda a Esteban y salió del Jacuzzi caminando hacia una silla donde estaba su toalla. Esteban abrió sus ojos:
Esteban: Que sucede Gus, a donde vas?
Gustavo: Voy a darme una ducha Esteban, no me estoy sintiendo muy bien – dijo Gustavo dándose vuelta, acercándose al jacuzzi nuevamente mientras disimulaba su erección con la toalla.
Esteban: Estás enfermo?
Gustavo: No, no lo se, otra vez me siento un poco sin energías, como esta mañana en la segunda vuelta en bicicleta – dijo el muchacho observándome a mi.
Esteban me miró y yo le hice una seña para que lo dejara irse. Gustavo entró entonces a la casa:
Yo: Tal vez está algo indispuesto… déjame yo voy a ver si le puedo ofrecer algún medicamento.
Salí del jacuzzi – afortunadamente no traje speedos – pensé, pues estaba demasiado excitado y se hubiera notado. Tome mi toalla y entre a la casa. Gustavo había notado que yo lo había seguido y estaba en la sala. En realidad yo estaba preocupado por la reacción del muchacho. Temía que se sintiera mal por lo que hacíamos y pudiera contárselo a alguien… a Esteban incluso:
Yo: Hola Gustavo – dije mientras entraba a la casa.
Gustavo: Regresa al jacuzzi con Esteban o quieres que empiece a sospechar.
Yo: Que te sucede? Por que te saliste?…te viniste? – pregunte pues pensé que ese había sido el problema, que ese cambio repentino de comportamiento se debiera a un orgasmo de Gustavo.
Gustavo: No, no es eso, es que ya no quiero hacer nada más, tu siempre buscas que Esteban este cerca para hacer estas cosas y me da miedo que nos descubra…
Yo: Bueno pero no te enojes por eso, ya tranquilízate que él no sabe nada – interrumpí a Gustavo mientras ponía mi mano en su hombro, pero el muchacho, en un gesto brusco retiró mi mano y se fue a su cuarto mientras decía en tono imperativo.
Gustavo: Ya regresa con Esteban!
Me quedé pensando un momento y decidí que era mejor dejarlo solo. Sin embargo, estaba seguro que algo mas le sucedía. Decidí no estresarme mucho y más bien salir a tener una conversación con Esteban, hasta ahora no había tenido la oportunidad en ese fin de semana de preguntarle por su vida, como estaba etc. Regrese al jacuzzi y tras comentarle a Esteban que Gustavo solo estaba cansado, nos embarcamos en una conversación padre – hijo.
Conversamos sobre temas suyos, como quería a mi muchacho y como me estaba sintiendo de mal por lo que estaba haciendo con su amigo. Escuché a Esteban atentamente sobre sus problemas, sobre sus planes etc. Las vidas de estos muchachos empezaban a complicarse poco a poco con relaciones sentimentales, con decisiones sobre estudios futuros etc. Me sentí tan mal que decidí que era mejor finalizar mis encuentros con Gustavo y dedicar el resto del fin de semana a pensar en mi hijo y en como hacerlo feliz. Mientras, para que Gustavo se sintiera mejor, se me ocurrió algo que podría gustarle hacer…
Cuando llegó la hora de la comida Esteban y yo salimos del jacuzzi y, tras secarnos mientras conversábamos, entramos a la casa:
Esteban: Gus donde estás?
Gustavo fue saliendo de su cuarto cuando nos escuchó entrar, ya se había duchado y se había puesto una pantaloneta y una camiseta:
Yo: Ya te sientes mejor Gustavo?
Gustavo: Si ya estoy mejor, ya me duché y eso me ayudó a descansar.
Pensé que era el momento para dejarlo hacer aquello que seguro le gustaría, es con lo que todos los muchachos sueñan a su edad:
Yo: Bueno Gustavo y ya que estas vestido por que no vas en el carro y compras la comida en el pueblo?
Gustavo: En serio me vas a dejar manejar el carro? – dijo el muchacho algo sorprendido.
Yo: Claro, por que no, tu ya sabes manejar?
Gustavo: Bueno, pues no he manejado en la ciudad, pero…creo que si se.
Yo: Bueno, aquí no hay mucho tráfico, solo ve despacio – me sentía bien al ver la cara de alegría del muchacho, que fácil era tenerlo de mi lado pensé.
Gustavo: bien!
Yo: Esteban, tráele las llaves y llévalo para que le enseñes como manejar las luces del carro…ah! y no me mires así que tu manejaste anoche jaja.
Esteban comprendía que era el turno de su amigo.
Los muchachos salieron para que Esteban le indicara los controles del carro a Gustavo. Mientras tanto, yo entré a mi cuarto a darme una corta ducha antes de comer. Al salir del baño y mientras me vestía sonó el celular de Esteban en la sala.
Desde mi cuarto escuché que mi hijo salió de su cuarto, donde seguramente también estaría vistiéndose, para responder:
Esteban: Hola Gustavo… bien, te perdiste? Jajaja… ah no? Entonces?… ah ok, entonces déjame te paso a mi papá.
«Que le habrá sucedido pensé» Escuché a Esteban caminar hacia mi cuarto y luego tocar a la puerta.
Yo: Sigue hijo.
Esteban: Papá, es Gustavo, al parecer el carro no le quiere funcionar, se quedó parado en la carretera.
Yo: Se le paró el carro? vamos a ver – dije mientras tomaba el teléfono extrañado – Hola Gustavo que te pasó.
Gustavo: No me quedé botado, no le digas nada a Esteban y ven tu solo, estoy a menos de un kilómetro de la casa.
Me quedé un poco confundido y después reaccioné.
Yo: Ok Gustavo entonces voy para allá, no te preocupes no debe ser nada grave.
Gustavo: no se te olvide traer algunas herramientas para que sea más creíble.
Yo: Ok entiendo. – y colgué el teléfono.
Esteban: Que le paso? – preguntó Esteban quien estaba atento a la conversación.
Yo: No creo que sea nada grave por lo que me explicó, yo voy a ir en la bicicleta a ayudarlo, tú mejor quédate aquí por si necesitamos algo más.
Esteban: Ok, yo los espero.
Yo: Tráeme la caja donde tengo las herramientas del carro.
Salí de la casa en la bicicleta un poco preocupado, esa llamada de Gustavo era algo extraña. El camino estaba bastante oscuro. Anduve pocos minutos y pude ver el carro a la orilla de la carretera. Tenía las luces apagadas aunque el motor estaba encendido.
Me bajé de la bicicleta y caminé hacia la ventanilla del conductor donde estaba Gustavo. Toqué en el vidrio. Gustavo estaba escuchando música, se inclinó para apagar el radio y abrió la puerta:
Yo: Hola Gus…que sucede? – pregunté con algo de ansiedad.
Gustavo: Nada, es solo que necesito hablar contigo ya y no encontré otra forma de quedarnos a solas.
Yo: Hablar conmigo sobre que?
Gustavo: No lo hagas más difícil, tú sabes sobre que.
Yo: Está bien – respondí resignándome, sabía que la diversión con Gustavo había terminado y ahora me tocaba afrontar una conversación incómoda donde tenía que convencerlo de cuidar para siempre nuestro secreto.
Yo: Pero no podemos hablar aquí, cámbiate al otro lado, voy a poner la bicicleta en la parte de atrás de la camioneta y voy a manejar hasta un lugar aquí cerca donde podemos hablar tranquilos.
Acomodé la bicicleta, regresé a la silla del conductor y me puse en marcha hacia un lugar un poco apartado de la carretera pero donde nadie nos podría ver. Mientras tanto pensé que era mejor actuar un poco duro y preguntar primero. Cuando llegamos al lugar apague las luces del carro y el motor. Sin esperar un segundo pregunte:
Yo: Bueno, primero dime que sucedió hoy, por que te saliste del jacuzzi.
Gustavo: Porque me dio miedo que Esteban nos viera, a mi no me gusta lo que hacemos y menos si Esteban está cerca.
Yo: Un momento Gustavo, no me digas que no te gusta lo que hacemos, porque yo no te he obligado.
Gustavo: La primera vez yo estaba borracho y tú empezaste a tocarme.
Yo: Ok, lo acepto, los dos estábamos borrachos, pero esta mañana, en el cuarto de herramientas.
Gustavo: Eso es diferente, igual tu empezaste…
Yo: Yo empecé a pajearte, pero el de la idea de ir más allá fuiste tú. Mira Gus, te voy a ahorrar tiempo y más mentiras, conmigo puedes ser totalmente franco. Si sientes que solo querías experimentar y no te gustó, eso esta bien, si estás algo confundido, eso esta bien, pero lo que estés sintiendo no es mi responsabilidad…
Gustavo: Es que no se que me pasa… – respondió Gustavo un poco afligido.
Yo: No seas tan duro contigo mismo Gustavo, a tu edad es normal que quieras experimentar, tal vez en unos años te olvides de esto y no te guste hacerlo, pero mientras le encuentres gusto y tengas la oportunidad de experimentar con alguien discreto y de total confianza como yo, por que te vas a negar? Mírame a los ojos – Gustavo no obedecía – Vamos mírame, mírame a los ojos Gus!
Gustavo llevó entonces su mirada a la mía.
Yo: Esta mañana, cuando me estaba pajeando al lado tuyo, porque te arrodillaste a mamármela?
Gustavo: No se…
Yo: Si sabes.
Gustavo: Está bien, está bien, solo sentí la tentación y ya, lo hice
Yo: Exacto, de eso se trata, no te castigues tanto, no tiene nada de malo que estés haciendo eso, se trata simplemente de hacer lo que tu cuerpo te diga, eso es lo más normal a tu edad.
Pasaron unos instantes de silencio, yo deje que pasaran a propósito, el muchacho necesitaba reflexionar. Después de un par de minutos le dije.
Yo: Ven, dame la mano, hagamos un pacto de silencio sobre lo que pasó, no va a salir de nosotros.
Gustavo: Ok, dijo Gustavo estirando su mano y con una mirada de menos confusión.
Yo: Y hagamos otro pacto, de amistad…yo pasé por lo que estás pasando, así que si algún día tienes una pregunta, solo búscame. Ven, graba mi celular.
Le dicté el número de mi celular al muchacho y este lo guardó en el suyo. Después hizo una llamada perdida para que yo tuviera su número. Con eso quedó claro que lo podría aconsejar cuando él lo necesitara.
Encendí el motor y las luces nuevamente:
Yo: Vamos pues a comprar la comida. Le diremos a Esteban que era un problema con la batería del carro OK?
Tal vez Gustavo no sentía la tensión en el ambiente, pero yo si lo hacía pues de alguna forma presentía que no volvería a pasar nada entre los dos después de esa conversación. No volvimos a cruzar ninguna palabra hasta que llegamos al pueblo y le pedí que se bajara el a comprar la comida. Yo lo esperé en el carro sin poder desviar mi atención de su hermoso cuerpo alejándose hacia el restaurante. Sus piernas largas y con una excelente forma, su espalda igualmente larga y suavemente más ancha a la altura de sus hombros, estrechándose al bajar a su cintura. Su culo, su firme y delicioso culo que en la mañana había podido acariciar un poco y que en el jacuzzi pude masajear a mi antojo. No! No podía dejar la oportunidad con Gustavo. No lo iba a forzar, pero tenía que buscar que las cosas se dieran.
Gustavo regresó al carro e inicié la marcha de regreso a casa:
Yo: Oye Gus, me he quedado pensando en algo.
Gustavo: En qué?
Yo: Sobre lo que hablamos ahora… tú y yo hemos tenido dos encuentros y es claro que a los dos nos ha gustado un poco.
Gustavo no respondía a mis comentarios.
Yo: El problema es que Esteban nos ha interrumpido en ambas ocasiones… cierto?
Gustavo seguía sin responder, solo miraba a través de la ventana lateral y de la frontal, como si no me estuviera prestando atención.
Yo: Tengo una propuesta Gustavo.
Ahora no está Esteban, si quieres puedo manejar de regreso al lugar donde conversamos ahora, yo apago las luces del carro y estamos un rato allí…a ver que pasa…- debo admitir que mi voz temblaba un poco por temor, nervios y excitación al momento de hacerle aquella propuesta.
Gustavo seguía en silencio:
Yo: Que dices? Respóndeme algo…quieres que vayamos.
Gustavo: Si tu quieres…- respondió el muchacho sin abrir mucho su boca, el tono de inseguridad era evidente.
Los pocos cientos de metros desde donde nos encontrábamos hasta el sitio donde «estaríamos un rato» me parecieron kilómetros. Deseaba llegar, ansiaba llegar porque sabía que algo, así fuera mínimo, podría pasar, y ahora con la tranquilidad de no ser interrumpidos.
Cuando llegamos al sitio apagué las luces del carro y apagué el motor. Pronto nos habituamos a la oscuridad y vimos que no había nadie cerca, de hecho yo sabía que nadie pasaría por allí, es un rincón solo y alejado.
Ninguno pronunció ninguna palabra. Yo tuve que romper el hielo:
Yo: Gustavo, de lo que hemos hecho hasta ahora, que te gustó mas?
Gustavo: No se… – respondió el muchacho todavía evadiendo mi mirada.
Yo: A mi me gustó lo que hiciste esta mañana, cuando te arrodillaste frente a mi y te lo llevaste a la boca – le dije mientras lo miraba y ponía mi mano en su hombro. El muchacho seguía mirando hacia el frente.
Yo: No seas tímido, aquí no está Esteban, aquí nadie nos va a ver, es más, mira lo que voy a hacer.
Deslicé mi silla hacia atrás para ampliar el espacio entre mi cuerpo y el volante del carro. Y tras acomodar mejor mi cuerpo en el asiento, me deshice de mis zapatillas y luego tome mis shorts por el borde y los deslicé por mis piernas, hasta quitármelos totalmente. Después las tiré en el asiento trasero. Quedó expuesto el bulto que formaba perfectamente mi verga y que estaba a punto de explotar, tensionando mi boxer. Abrí un poco mis piernas.
Yo: Si ves, estoy casi desnudo y nadie puede verme… no te gustaría hacer lo mismo?
Gustavo me observaba, podía notar que su respiración estaba algo agitada, sin embargo no respondía.
Yo: Ok, tu no estás animado, pero yo si, y bastante como puedes ver. Así que si no te molesta, espérame allí mientras calmo mi cuerpo. Recuerda que yo te he llevado a dos vaceadas entre ayer y hoy y ya es justo algo para mi, así lo haga yo solo. (Obviamente, no pretendía contarle sobre mis pajas)
Tomé mi boxer por el borde y los deslicé igualmente por mis piernas hasta quitármelos totalmente. Mi verga fue liberada por la presión y quedo expuesta a mí y a la vista de Gustavo quien la observaba aun un poco de reojo.
Recliné mi espaldar y, pretendiendo ignorar totalmente la presencia de Gustavo, cerré mis ojos y me embarqué en una paja suave y algo lenta.
No me enteré que hizo Gustavo en esos primeros segundos, pero después de unos instantes pude por fin escuchar su voz:
Gustavo: Seguro nadie pasa por acá?
Yo: No, nadie, sino no estaría yo tan tranquilo
Gustavo: OK…
Yo: quieres ayudarme? Le pregunte mientras lo miraba a los ojos y retiraba mi mano de mi verga.
El observó mi verga por unos instantes y después llevó su mano hacia ella. Yo no hice ningún comentario, simplemente recosté mi cabeza nuevamente y deje que el muchacho jugara con mi verga. Porque eso es lo que estaba haciendo, no estaba masturbándome, solo sobando y observando mi verga y mis huevos, con la ansiedad de alguien que lo hace por primera vez.
Yo esperaba más que simples caricias por supuesto, pero al menos Gustavo había dado un paso, sentía su mano helada por sus nervios seguramente y algo torpe, pero me gustaba.
Gustavo siguió acariciando mi verga unos instantes y después lo escuche respirar más fuerte. Abrí mis ojos, el tenía la mirada concentrada en mi verga. Su respiración mas intensa era una clara señal que se estaba excitando. Pronto supe por que. Se inclinó sobre su silla llevando su cuerpo hacia el mío y, sin soltar en ningún momento mi verga, la alcanzó con su boca y empezó a saborearla como lo había hecho en la mañana.
Si, finalmente Gustavo me estaba dando una mamada, tal vez no la más experta, pero una mamada llena de significado para mí. En esta ocasión tampoco hice ningún comentario para no afectar el valor del muchacho. Simplemente me relajé y suspiré mientras sentía como mi verga entraba tímidamente en su boca. Y digo tímidamente porque no la llevaba muy profunda. Solamente abarcaba mi glande y volvía a sacarla para lamer un poco la cabeza y volver a tomarla en su boca. Su mano se movía entre el tronco de mi verga y mis huevos.
Lo deje experimentar por unos segundos, hasta que mi cuerpo me exigió más acción. Llevé entonces mi mano a la cabeza de Gustavo y empecé a acariciar su pelo que ahora caía sobre su cara y sobre mi abdomen. Primero fue una caricia a su cabeza, como una gratificación por la mamada que me estaba dando, después empecé a ejercer presión, primero muy suave, después más evidente. Gustavo empezó a tomar confianza y empezó a tragar más de mi verga. En una ocasión, pienso que quiso saber cuanto era capaz de tragar pues la llevó tan profundo como pudo, esto le produjo arcadas y tuvo que levantarse y acomodarse en su asiento para calmarse:
Yo: tranquilo, eso siempre pasa al principio – le dije para tranquilizarlo.
Gustavo estaba entonces mirándome y yo a el. Él estaba en su asiento con el cuerpo girado hacia mi. Estaba respirando profundamente y se que en su mente estaba tratando de grabar bien el sabor de una verga, como todos lo hacemos con la primera que nos llevamos a la boca:
Yo: Quítate tus shorts Gustavo.
El muchacho me obedeció quedando en unos boxeas ultra cortos y ajustados que marcaban su enorme bulto. Su verga estaba durísima, podía ver como se le marcaba, inclinada a la derecha, la punta estaba húmeda, muy mojada, Gustavo estaba demasiado excitado:
Yo: Ven acá, quiero que te pases a mi asiento, quiero abrazarte.
Gustavo se pasó entonces a mi asiento, quedo arrodillado sobre a mí, en el mismo asiento. Su perfume y el calor de sus piernas tocando las mías me producían cada vez mejores sensaciones y más deseos. Acaricie sus muslos mientras lo miraba a los ojos y, posteriormente tomé su boxer por los bordes deslizándolo por sus muslos. Gustavo se levantó un poco para poderse deshacer de ellos totalmente y su verga grande, hermosa, mojada, salto frente a mi.
Recliné más el espaldar de mi asiento y Gustavo quedó casi acostado sobre mi. Lo tomé por la cintura, por su pequeña cintura, y manejé desde allí su tierno cuerpo para acomodarlo de tal forma que su verga quedara sobre la mía. El muchacho entendió mi intención y no solo se acomodó como yo pretendía sino que de inmediato empezó a mover sus caderas para que nuestros penes se sobaran, produciéndonos placer a los dos, mezclando su precum, ocasionando un placer que cada vez podía controlar menos:
Yo: Que bien, sigue haciéndolo – le dije en un tono de voz muy bajo.
Permanecimos en esa posición por unos minutos, mientras yo pasaba mis manos desde la parte trasera de sus muslos, subiendo por sus glúteos, repasando su cintura y después recorriendo su espalda. La espalda de Gustavo era dura, su cuerpo era delgado pero era fibroso, era perfecto!. Tras esos minutos, mis manos bajaron nuevamente por su espalda para concentrarse esta vez en sus glúteos. Y allí las mantuve, primero masajeándolos y luego abriéndolos para pasar mi mano por el medio.
Las caricias en su culo le estaban gustando al muchacho. Yo seguía abriendo sus glúteos y una mano mía pasaba rozando su ano. De vez en cuando un dedo ejercía presión, podía entonces notar como su ano estaba apretado, Gustavo lo contraía para endurecer su pene, se notaba que era un ano totalmente virgen. Se me ocurrió que Gustavo ni siquiera habría jugado con sus dedos en su ano mientras se pajeaba. Era mi deber enseñarle entonces el placer que todos los hombres temen descubrir, el placer anal.
Tomándolo por la cintura nuevamente separé su cuerpo del mío. Gustavo se incorporó y quedo nuevamente arrodillado sobre el asiento, con una pierna a cada lado de mi cuerpo mientras yo estaba reclinado a 45 grados en el espaldar.
Acaricié su pecho y bajé por él tocando su abdomen, su ombligo, su pelvis con sus pelos escasos y finalmente tomando firmemente su verga.
Inicié entonces una paja para Gustavo, primero fue suave, acariciando su glande, después fue mas fuerte y abarcando todo su cuerpo. El muchacho cerraba los ojos y llevaba su cabeza hacia atrás mientras pasaba su mano por su pecho acariciando sus pezones.
Lo masturbé por unos minutos y cada vez su pene lubricaba más y la sangre corría con más fuerza por su cuerpo, sonrojando la piel de su pecho y de su abdomen. Cuando supe que Gustavo estaba cerca del orgasmo, detuve la paja, sin soltar su rica verga.
Con mi otra mano tomé entonces mi verga y la dirigí hacia su ano:
Yo: Siéntate lentamente sobre mí. – le susurré
Gustavo: Me va a doler? – pregunto Gustavo con un tono de voz igualmente bajo.
Yo: Te prometo que no.
Seguía tomando firmemente su verga y la mía, mientras el muchacho tomó con sus manos sus glúteos y los abrió. Lentamente se fue sentando, acercando cada vez más su ano a mi glande. Poco a poco descendió su cuerpo hasta que, finalmente, sentí el contacto más deseado: mi pene en su ano:
Yo: Ábrelo bien y relájate. – volví a susurrarle a Gustavo.
La cabeza de mi verga estaba bastante lubricada por mi excitación y eso facilitó el inicio de la penetración. Gustavo empezó a sentarse haciendo presión con mas fuerza, tuve que sostener duro mi verga para que no fuera a perder su posición. Pero lentamente mi glande venció la resistencia y empezó a entrar en el cuerpo de Gustavo.
Su primera reacción fue una cara de dolor, así que empecé a agitar su verga para contrarrestarlo con placer:
Yo: Vamos, sigue, hazlo despacio pero no te detengas.
Gustavo mantenía abiertos sus glúteos con sus manos y seguía descendiendo sobre mi pene. Poco a poco su cuerpo fue tragando mi glande. Su ano era demasiado apretado, el más apretado que yo recuerde, sin embargo, se fue dilatando poco a poco. El proceso tomó tiempo, pero cada vez que su virgen ano admitía un milímetro más de mi, mi pene me transmitía una descarga de sensaciones indescriptibles que iban desde el calor del cuerpo de Gustavo, hasta la presión y la succión de su ano.
Mi paja en su verga continuaba. Gustavo empezó a sudar, pude ver como la piel de todo su cuerpo se puso un poco brillante, también sentía aumentar su temperatura. El muchacho se quejaba cada vez que bajaba más, y la acústica del carro hacia que sus quejidos retumbaran en mis oídos excitándome aun más. Sentía su aliento mientras jadeaba.
Pero fue valiente Gustavo, en ningún momento retrocedió, se detuvo en varias ocasiones, pero nunca retrocedido. Finalmente tuve que retirar mi mano de mi pene pues ya estaba entrando casi todo. Para ayudar a Gustavo levanté con un poco de fuerza mis caderas y termine de penetrarlo. El muchacho se quejó, ese último movimiento le dolió, pero ya había pasado lo peor. Ya estaba totalmente sentado en mí. Mi pene latía con fuerza dentro de su ano y bien hubiéramos podido quedarnos quietos y yo hubiera alcanzado un orgasmo rápidamente. Pero venia lo mejor.
Gustavo se tomó unos segundos para habituarse. Después tomé la iniciativa yo. Solté su verga y llevé mis manos a su cintura tomándola con fuerza. Mirándolo a los ojos, aunque él no me mirara, empecé a mover mis caderas suavemente hacia arriba y hacia abajo. Gustavo empezó a suspirar, a gemir, cerraba sus ojos y estaba disfrutando de su primera penetrada. Mientras yo no lo escuchara quejarse por dolor, sino por placer, aceleraría mi ritmo, y así fue. Poco a poco le imprimí velocidad y fuerza al movimiento de mis caderas hasta que sentí que él también se levantaba un poco sobre sus piernas.
Definitivamente estaba sintiendo placer y ahora se masturbaba mientras yo lo penetraba. Era claro que era su primera vez y le dolería luego, pero yo tenía que penetrarlo como era debido para que también disfrutara como se debe.
A los gemidos del muchacho pronto se unieron los míos, pues sentía que perdía el control sobre mis sensaciones y pronto llegaría a un orgasmo.
Subía mis manos pasándolas por los pezones de Gustavo, por su hermoso pecho, su cuello, su cara. Al llegar a su cara sentí el sudor que corría por su frente. Gustavo se masturbaba con fuerza, los músculos en su brazo ya estaban marcados y fortalecidos con su masturbación frenética. Las sensaciones para mi eran indescriptibles. No solo era una sesión se sexo anal, era la primera vez de Gustavo, el mejor amigo de mi Tebi, el muchacho que desde que vi por primera vez el día anterior no había podido dejar de desear, el muchacho que estaba viviendo sus primeras experiencias homosexuales conmigo.
No aguanté mas, de pronto lo tome con fuerza, con mucha fuerza porque el lo notó y me miró. Cerrando mis ojos y con la expresión de mi cara le deje saber que había alcanzado un orgasmo. Subí mis caderas con fuerza y clavando mi verga tanto como pude, llene su culo de mi leche. Gustavo me miraba mientras gozaba de mi orgasmo y fue tanto el placer al que lo llevé que el sentir como latía mi verga en lo mas profundo de él, soltando fuertes chorros lo hicieron llegar a un orgasmo que estoy seguro nunca antes había sentido, ya que tras pocos instantes, mientras todavía estaba yo eyaculando dentro de su cuerpo, sentí unas rápidas contracciones en su ano. Gustavo estaba alcanzado un gran placer. La leche que disparó su gran verga y que alcanzó a salpicar mi cara y pecho fue acompañado por un gran grito de placer de Gustavo. Confirmé entonces que había sido el mejor orgasmo de su vida. Sentía las palpitaciones de su ano mientras su pene chorreaba mas semen sobre mi pecho y luego sobre su mano cayendo hasta mi abdomen. Gustavo se vino en grandes cantidades. Eso es señal de buen sexo.
Yo seguía acariciando su cuerpo y el seguía masajeando su verga. Por unos instantes mantuvo sus ojos cerrados. Posteriormente, su respiración se fue normalizando y lentamente abrió sus ojos para encontrar los míos.
Su cara había cambiado, lo notaba cansado, pero al mismo tiempo tenía un gesto de satisfacción. Me miró por unos momentos y después soltó su verga. Posteriormente lo tomé por su cintura indicándole que debía elevarse para liberar mi pene. Gustavo se incorporó entonces y tras mover con elasticidad sus piernas pudo acomodarse de nuevo en el asiento al lado mío.
Dejó caer su cansado cuerpo sobre su asiento. Ninguno de los dos tenía ganas de hablar ni de acabar con ese momento. Yo lo miraba, pero el miraba hacia el frente. Permanecimos así por unos minutos. Después el rompió el silencio:
Gustavo: Tienes algo para limpiarme
Yo: Si, abre allí – dije señalándole la guantera.
Gustavo empezó a limpiarse y me pasó a mí también algunos pañuelos desechables. Esta era una pregunta algo absurda pero tuve que hacerla:
Yo: Como te pareció?
Gustavo me miró y por primera vez en la noche lo vi sonreír, al menos un poco. Lo hizo desprevenidamente y sin dejar de limpiarse mientras me dijo:
Gustavo: Bien
Yo: Era la primera vez cierto?
Gustavo: Si claro, pero estuvo bien.
Gustavo giró su torso e inclinándose sobre el espaldar de su asiento tomó mi ropa que estaba en el asiento trasero y me la pasó.
Yo: Gracias.
No cruzamos más palabras, nos vestimos y cuando creímos estar listos nos pusimos en marcha hacia la casa.
Gustavo: Ahora que lleguemos, tenemos que calentar la comida jaja.
Yo: jaja, no me acordaba de eso.
Gustavo tenía buen humor después del sexo – pensé
Fin tercera parte.
Espero tener muchas reacciones y sobre todo comentarios a la tercera parte y así poder muy pronto subir la última parte.
Pueden escribirme también a: [email protected] o a mi Telegram: @l0b0_3st3p4ri0
Un delicioso relato me encantó la cogida esperando la siguiente tengan más encuentros entre los dos
buenisimo, espero la 4ta parte
Mucha leche gracias a este relato
que rico… me hubiera gustado ver como salía