SEX AND LOVE. CAPÍTULO II “IMPULSOS”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por GinanoDeCiudad.
Hola!! Qué gusto que les haya gustado el primer capítulo de ésta historia. Ahora es cuando la sexualidad toma en verdad sentido para Ángel; el protagonista, En verdad espero les agrade ésta segunda parte. Saludos!!
Los días comenzaron a seguir su curso de un modo “normal” las peleas entre mi madre y Víctor aumentaban día con día, aunque terminaran siempre en sexo, drogas y alcohol… Cuatro años después de aquella tormentosa noche mi madre gritó a los cuatro vientos que estaba embarazada; que tendría una hija de Víctor, traté, pero no pude emocionarme en lo absoluto, mi madre ya le había perdonado bastantes desplantes como para todavía emocionarse por la llegada de una hija suya, irremediablemente a mis once me convertí en el hermano mayor de Isabel, ó Isa como preferí llamarle desde un principio. Tenía los mismos ojos que él, el cabello rubio de mi madre y al parecer la nariz de mi padre, puesto que se parecía a la mía. Debido a las fuertes peleas, corajes y demás pesares que mi madre vivió durante su embarazo Isa nació de siete meses y medio, afortunadamente sana; supongo que al escuchar que podría morir, todo el rencor e incluso odio que pude haber sentido hacia aquel ser; producto de una relación meramente destructiva se convirtió en miedo y justo al verla a los ojos en completo amor. Al parecer Víctor se dio cuenta de que aquella no era la “Gran Vida” que él esperaba junto a mi madre, aunque ella había recuperado su esbelta y envidiable figura, toda su concentración recayó absolutamente en Isa, haciendo a un lado a Víctor, “Sus problemas”… haciéndome incluso a mi a un lado. Aquello no me interesaba, lo que me llenaba de regocijo era que Isa tendría enteramente a la madre que no tuve yo. Así que de buenas a primeras él se fue de la casa, sin decirle nada a nadie. Sin dejar rastro alguno más que una carta de su lamentada despedida.
El sol estaba por meterse, me dirigía a casa, estaba por salir del colegio, faltaban pocos meses, mi cuerpo comenzaba a desarrollarse de una forma normal, aunque diferente, mi espalda baja estaba arqueada descendiendo hacia mi trasero, redondo y firme, igual de firmes que mis piernas que estaban bastante ejercitadas debido a las largas caminatas diarias de cerca de una hora de ida y vuelta. Yo no ponía la más mínima atención en nada más que fueran mis estudios, pero aquella noche algo dentro de mi despertó… algo que desde aquel momento comencé a necesitar en mi vida; amor.
Una espesa capa de nubes cubrió al cielo rápidamente y un fuerte viento soplaba, meneando las copas de los árboles de un lado al otro, decidí tomar el atajo del callejón para evitar atravesar la avenida y el lío de los semáforos, estaba justo a la mitad cuando comencé a escuchar algunos pasos tras de mi, no podía caminar aún más rápido, puesto que con la velocidad que llevaba ya parecería que estaba corriendo. Aquel caminar era firme y continuo, no tardó más de poco más de diez pasos para alcanzarme, un cuerpo más grande que yo se paró en frente de mi. tenía puesta una enorme gabardina, quise evadirlo, pero no me lo permitió, yo iba demasiado sumergido en mis pensamientos como para hacer caso a mi alrededor, pero al ver la insistencia del tipo tuve que mirarle el rostro. A pesar de ser de noche llevaba puestas unas enormes gafas de sol, un peinado moderno y juvenil, no le calculaba más de veintiocho, una muy cuidada barba le daba un aspecto aún más varonil. Le miré intrigado, su par de zapatos de charol sobresalían de aquel pantalón de vestir negro abrillantado, era casi obvio que el tipo no iría a asaltarme ó algo por el estilo, pero su insistencia logró intimidarme.
— ¿Puede hacerse a un lado? Llevo prisa —le susurré, tratando de sonar suficientemente grosero, pero no altanero, no conocía sus intenciones, la ropa no siempre podía advertirlo todo.
— ¡Dame tu chaqueta! —¡¡Maldita sea!! Pensé, el tipo en verdad iba a asaltarme.
Su semblante era serio, a pesar de sus enormes gafas pude ver como recorrió todo mi cuerpo cuando comencé a quitarme la prenda, no pondría objeción alguna ante un asaltante a mis casi doce. Con la mochila me atoré y comencé a demorar, él se desesperó al instante y me hizo girar dándole la espalda.
— ¡¡Date Prisa!!
— Gruñó y tiró fuertemente de la mochila, haciéndome retroceder un par de pasos, jaloneó mi chaqueta y perdí el equilibrio, giré rápidamente y me sostuve de sus ropas, el hombre lucía torpe, me tomó de los brazos y detuvo mi caída. Traté de soltarme enseguida, pero él me sostuvo del brazo, en verdad no tenía en mente demorarme para nada.
No llevaba más que una diminuta y delgada playera blanca, completamente pegada a mi cuerpo. Con una mano me aferraba a él y con la otra se quitó las gafas, la poca iluminación de la calle a la que estaba a punto de llegar me mostró un par de ojos verdes claros, me atonté enseguida.
— Tienes un cuerpo hermoso… —susurró, apretando aún más fuerte mi brazo, pero ablandando el semblante en su rostro.
— Ya tiene la chaqueta, no traigo nada más encima; por favor…
— Ven acá
Comenzó a jalonearme y a adentrarme de nuevo en el callejón, dejando mi mochila y chaqueta en el suelo, al ver que me rehusé volvió a darme media vuelta y pegó mi dorso a su vientre, el tipo era delgado y su abdomen se sentía firme por encima de la gabardina. No sabía si gritar ó correr, sabía que su fuerza era bastante mayor a la mía y no podría hacer nada, de espaldas me pegó a la pared y comenzó a recorrer mi espalda, dando un par de golpes en mis muslos me hizo abrir las piernas, recorría esa curva pronunciada en mi cintura, mi espalda, mis hombros; yo estaba paralizado. No fue para nada necesario rogarle que parara, un masculino aroma mezclado con una cálida esencia comenzó a emanar de su cuerpo; se había abierto la gabardina y se repegó de nuevo a mi cuerpo.
— ¿Qué edad tienes bebé…? —suspiró en mi oído, su tenue voz hizo que se me erizara la piel, el miedo se había convertido en nerviosismo, él seguía recorriendo con sus grandes palmas todo lo que podía; mi pecho, mi vientre, mis piernas, mi trasero, que sobaba más suave y lentamente.
— Doce —dije en un suspiro; no podía concebir la idea de que aquello comenzara a gustarme.
Conocía la excitación, mi cuerpo se desarrollaba día a día y comenzaba a conocerme más a mi mismo, pero aquello era nuevo para mi, podía sentir cierta presión en mi trasero; todos mis nervios se estaban canalizando en aquella parte de mi cuerpo, por dentro, mientras sus manos no dejaban de tocarme entero, la fragancia que emanaba era agradable; era notoriamente loción, pero de un aroma que me estaba hipnotizando, lentamente comenzó a acercarse a mi cuello, podía sentir su respiración chocando contra mi piel. En un descuido suyo y con toda esa emoción dentro de mi al límite di media vuelta y lo topé de frente, debido a que aquella parte del callejón estaba enteramente a oscuras no podía ver más que su silueta frente a mí, su aliento chocaba contra mi rostro con su acelerada respiración; era limpio, enseguida comencé a recorrer su cuerpo, no llevaba ropa por encima de su cintura, más que aquel pantalón, su cuerpo estaba firme como una roca, con aquellas delineadas molduras de lavadero. No sabía lo que me estaba pasando, enseguida se aventuró a lanzar su rostro contra el mío, el impacto me llevó directo a la pared, sus labios mordían por encima los míos, su aroma se competentraba en mis fosas nasales, sus manos querían desnudarme, inconcientemente yo estaba ya recorriendo todo su cuerpo con mis palmas, tenía una delgada hilera de vello desde el ombligo directo al pubis, no pude hacer nada más que detenerme al toparme con el cinturón.
— ¿Qué sucede? Sigue, lo estás haciendo bien —volvió a exhalar directo a mi rostro, lanzándose enseguida de vuelta a mis labios.
Su lengua comenzó a abrirse paso entre mis labios y como en automático seguí recorriendo su cuerpo y le dejé entrar en mi boca, jamás había besado, no sabía cómo hacerlo, pero traté de no morderle torpemente. Abrí el cinturón y sus holgados pantalones cayeron directo al suelo; mis manos habían llegado a su pene, aún dormido, pero grande entre mis manos, el viento chocaba con los árboles por encima de nosotros, el silbido que causaba callaba los sonidos de cualquier parte que estuviese a más de dos metros de distancia. Su piel era suave y cálida, una desvanecida selva de vello recubría sus genitales, exploraba todo aquello con ambas manos, mientras él comenzó a morderme el cuello su miembro comenzó a cobrar vida entre mis manos, resoplaba dichoso y a la vez gruñía contra mi piel, de mi garganta salían solo gritos ahogados y suspiros exaltados, aquel pedazo suave y terso de carne estaba firme y húmedo ahora, lo recorría a lo largo y me detenía en la punta que sobaba, esparciendo aquel líquido que facilitaba mi recorrido.
En un impulsó lo alejé de mi cuerpo y le lancé directo a otro extremo, haciéndolo chocar contra la pared, llevándolo con un par de ligeros empujones, perdí mi rostro en su mandíbula y comencé a saborear su cuello, lo besaba y recorría con la lengua, mientras seguía jugueteando con su erecto miembro, él apretaba mi trasero, como si se tratasen de dos pedazos de goma él parecía querer moldearlos a su gusto, de nuevo en un impulso comencé a descender por su pecho, su pene palpitaba fuertemente entre mis manos y más y más líquido salía de la punta, él lanzó su rostro hacia atrás y se dejó hacer. Mordisqueaba todo su abdomen, iba dejando un rastro húmedo con mi saliva, jugueteé con mi lengua en su ombligo, era de ahí de donde provenía la mayor parte de su esencia; era adictiva. El olor a hombre ardiendo era distinto y provenía de su pene que lentamente comencé a limpiar con mi lengua, era salado y dulce, lamía igualmente mis manos que estaban empapadas de su néctar, cuando percibí que no había más líquido que limpiar comencé a meterme aquel trozo de carne en la boca.
En lo absoluto me cabía, era demasiado largo y gordo, comencé a tomarle gusto a las pulsaciones que sentía entre la lengua y el paladar, enseguida comenzó a emanar más néctar recién salido de su ser. No pensaba en si aquello podría hacerme daño, el sabor era simplemente majestuoso, frotaba sus manos en mi cabeza, despeinando mi cabello por completo, su pene estaba enteramente ensalivado; como un pequeño aferrado a su dulce succionaba en la punta y recorría todo el tronco, comenzaba a exaltarse aún más su abdomen se contraía una y otra vez a la par de sus suspiros. Aquella esencia y el aroma propio comenzaban a fusionarse en una homogénea fragancia que se adentraba en mi nariz y saboreada con la boca, era simplemente un manjar. De un jalón me tomó entre sus brazos y me montó a su cuerpo, yo abracé mis piernas a su dorso por debajo de la gabardina, comencé a enmarañarle el cabello entre mis manos y estudiaba cada movimiento dentro de mi boca de su lengua y sus labios, tal cual jugueteaba con su pene él jugueteaba con mi boca, de la forma en la que me tenía sostenido comenzó a hurgar por debajo de mi pantalón; había tenido Deportes, así que el pants le facilitó su búsqueda.
De nuevo pude sentir toda esa adrenalina amontonarse en mi trasero, lentamente hacía círculos por afuera de mi ano, como un torbellino se adentró en mí, toda la adrenalina hizo a un lado el dolor, esa sensación estaba electrocutando todo mi cuerpo y yo seguía aferrado a su cuerpo, besando su cuello, saboreándome toda su piel, podía sentir su pene aún palpitando por debajo de mis piernas, el mío comenzaba a dolerme de tanta excitación, él seguía jugando con mi ano, metiendo y sacando ya tres dedos, se enjuagaba la mano con el néctar que salía de su miembro y con ello lubricaba mi ano. Podía sentir cómo movía sus dedos dentro de mí, era fabuloso, mordía de vez en cuando con más fuerza y él sólo suspiraba. Reafirmé de nuevo mi posición y él comenzó a frotar su punta a las afueras de mi ano, entre mis nalgas, era extraña esa sensación, pero de una comenzó a meterlo sin dificultad alguna, me abracé fuertemente a su cuello y lo dejé hacerme, se movía armoniosamente, introduciendo centímetro a centímetro su miembro en mí, palpitaba aún más fuertemente, se detuvo unos momentos, yo apretaba y cedía mi esfínter, aquel trozo intruso de carne no estaba dispuesto a salir de mi. Abrazado a mi y con cierta dificultad por el pantalón se puso de rodillas y me depositó suavemente en el suelo ya húmedo por la lluvia. Su gabardina nos cubría en lo absoluto, así que comenzó con un vaivén tan armonioso que para nada sentí molestias. Sus piraba entrecortadamente, en verdad me estaba gustando demasiado aquello, aunque no supiese bien lo mal que estaba haciendo.
Mordió fuertemente mi cuello y comenzó a moverse más rápidamente, el impacto de sus piernas contra mi trasero a penas y se escuchaba, debido a que la lluvia caía aún más fuertemente. Yo estaba aferrado a él, abrazado de su cuello y con mis piernas entrelazadas en su cintura, el roce de su abdomen comenzaba lentamente a masturbarme, el pequeño dolorcito comenzó a convertirse en un excitante cosquilleo, en un par de ocasiones se detuvo, dejando su pene palpitante dentro de mi enteramente, podía sentir sus testículos colgando en mi espalda baja. De repente comenzó a embestir más fuertemente y gruñía desesperado contra mi cuello, yo pellizcaba con toda mi mano la piel en su espalda, él entraba y salía ya a su gusto. En un último impulso apreté fuertemente mi ano en una de sus entradas y sentí cómo exprimía aquel pedazo de carne relleno de su néctar, se había detenido, permitiéndome memorizar exactamente aquella sensación ametrallante golpeando las paredes de mi dilatado ano, lo pegué a mi cuerpo y sin vencerse permaneció algunos segundos exhalando frente a mi rostro, estábamos totalmente empapados. Su rostro protegía al mío de la lluvia que amenazaba con inundar la ciudad.
Un último y debilitado proyectil se lanzó en busca del resto dentro de mi y su miembro comenzó a perder algo de fuera, se recargó con los codos y acariciaba mi cabello empapado, al igual que yo jugueteaba aún con el suyo. Me había venido con el vaivén de su abdomen rozándome el pene, me sentía igualmente exhausto, liberé su cuerpo de mis piernas y dejé caer mis plantas en el cuelo, manteniendo abiertas de par en par las piernas. Cuando recuperó por completo el aliento salió de mi cuerpo, su pene estaba ya suavemente flácido, pero siguió encima mío.
— Lo hiciste perfecto pequeñito… —acarició mi rostro—. No puedo creer que me comí éste perfecto cuerpecito —dijo recorriendome las piernas y apretándome el trasero una última vez más, yo estaba vencido, pero enseguida comencé a hacer el recuento.
No lo conocía en lo absoluto, no sabía su nombre ni nada sobre él; sólo sabía lo bueno y fantástico que había sido, se incorporó cubriéndome con su gabardina para que yo hiciera lo mismo y acomodé mis mojadas ropas torpemente en su lugar, en su distracción me arrodillé nuevamente ante él y besé aquella sobresaliente vena frontal en su semi erecto pene, subí sus pantalones e igualmente los volvía a abrochar, él quiso besarme una vez más, pero mi cabeza daba vueltas; ciertamente me ardía el ano y me punzaba todo el trasero. Lo evadí y volví a por mis cosas, que yacían tiradas y mojadas en el suelo, me puse la chaqueta empapada y él se quedó ahí, como una estatua observando mi partida.
Bueno éste capítulo es un poco más largo que el primero, lo que sigue después de aquella lluviosa noche es la transformación de Ángel; su gusto por sentirse querido y admirado por su cuerpo, al que ciertamente no le prestaba la atención suficiente, pero que sigue desarrollándose al igual que sus ganas por sentirse amado.
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