SEX AND LOVE. CAPÍTULO III “APRENDIENDO A GANAR”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por GinanoDeCiudad.
Cerca de cinco años más tarde mi madre cayó a la cama enferma de cáncer, Víctor llevaba ya más de tres años fuera de la casa, aquello me reconfortaba, pero para nada la enfermedad de mi madre, como pude me las arreglé para buscar un empleo de medio tiempo de ayudante general en un pequeño restaurante de comida americana por las mañanas, continuar a la vez con mis estudios por la tarde y hacerme cargo de todo en la casa, por más que ella trató la enfermedad la venció, dejándonos huérfanos a Isa de seis y a mí, de diecisiete. El primer año fue el más pesado, no podía con mis estudios y los de Isa, tuve que dejar el bachillerato a mitad del último semestre y buscar otro empleo extra, puesto que debido a mi edad no podía encontrar uno bien remunerado. Vendí todo cuanto estuvo a mi alcance de las pertenencias de mi madre y mías, pero nada era suficiente.
Tenía ya más que fijo en mi mente el hecho de que era homosexual, mi cuerpo se había formado de un modo distinto al de otros chicos; sabía que sufría un tanto de desnutrición, pero debido al intenso trabajo en el restaurante que me dejaba agotado todas las noches había adquirido bastante fuerza, un par de músculos en mis brazos, un vientre plano, con ese par de líneas a los costados; mi pecho normalmente marcado. La curvatura en mi espalda baja se había pronunciado aún más y puesto que utilizaba una faja de presión para cargar objetos pesados mi cintura lucía marcadamente reducida, cada mañana que me miraba al espejo me quedaba observando mi trasero; redondo, firme; enteramente en su lugar, supongo que era la parte que más me gustaba de mi cuerpo, seguido de mis piernas. No hablaba con nadie, no salía de mis actividades diarias de limpieza, acomodo, inventariado de mercancía; etc. Aunque uno de los cajeros de mi edad se me hacía un tipo atractivo jamás crucé palabra con él. Algo parecido me pasaba con el dueño del lugar, Jacobo tenía 27 en aquel entonces, su rostro tan varonil y ciertamente guapo hacía que cualquiera descartara la pancita cervecera que tenía, era demasiado guapo y tenía una voz hipnotizantemente ronca, era como un susurro que te atraía cada vez más hacia él.
Era viernes por la noche, pasaban de las once, el resto del personal había salido ya, puesto que el Sábado siguiente habría un inventario mensual me quedé un rato más para dejarlo todo preparado y al día siguiente entrar a las seis de la mañana. Jacobo ya se había ido desde las cinco de la tarde, sólo quedaba yo, el establecimiento ya estaba cerrado y las luces de enfrente estaban apagadas, yo estaba en la cámara de congelación terminando de prepararlo todo, no llevaba más que mi playera blanca; ciertamente bastante delgada ya, mi pantalón ajustado de mezclilla y el pequeño delantal rojo atado a la cadera. Ya había llamado a un taxi para que me recogiera a las doce, estaba ya cerrando la cámara cuando escuché ruidos en la parte trasera, supuse que sería el taxista en busca de alguien, me asomé discretamente y vi a Jacobo entrando a su oficina. Me aproximé para explicarle que estaba por irme, entré sin llamar, él rebuscaba algo entre los papeles de su escritorio.
— Jacobo me retiro, lo veo mañana temprano para el inventario
— ¡¡Ángel!! ¿Sigues aquí…? ¿Por qué?
— Tenía que dejarlo todo preparado para mañana
— Pero ve la hora y tú mañana abres —se aproximó hacia mi, el aroma de su cara loción comenzó a adentrarse en mis fosas nasales, era ciertamente… embriagante.
— Lo sé… pero llevo haciendo esto más de seis meses y ¿es hasta ahora que lo nota…? —su rostro lucía preocupado al decirle aquello.
— Yo te llevo a tu casa
— No se preocupe, ya llamé a un taxi, yo…
— ¡Nada! Llámalo de nuevo y dile que cancelas el servicio —me ordenó.
— Pero ya…
— ¡¡CANCÉLALO!!
— Está bien patrón… —susurré, su gesto era amable, pero su actitud me molestó.
Hice aquello y me dirigía de nuevo a su oficina, pero ya no estaba, pude ver la luz de la cámara encendida, él estaba allá, estaba cerrando la puerta de su oficina cuando me llamó en un grito.
— ¡¡ÁNGEL!!
Corrí, estaba inspeccionándolo todo y se había detenido en uno de los paquetes de carne; al parecer había encontrado algún error.
— ¿Qué sucede?
— Esa caducidad está vencida
— ¿La carne…? No puede ser la acabo de revisar
— Agáchate y míralo por ti mismo —me ordenó y se hizo a un lado. Incliné sólo el dorso y mientras leía la etiqueta sentí que se pegó a mi cuerpo—. Así te quería
Sobaba mi trasero suavemente, me había quedado en shock, estaba paralizado, independientemente del frío que hacía ahí dentro a más de quince grados bajo cero su acción me había dejado helado. Me incorporé de inmediato y traté de hacer como que no había pasado nada.
— La caducidad es correcta, aún tiene un mes de vigencia
— ¿Estás seguro…? —su tono de voz cambió por completo, parecía que gemía al hablar, sonaba demasiado sensual y candente; como en una Hot Line.
— S…se…seguro —comencé a tartamudear al ver su mirada maliciosa llena de deseo, di algunos pasos hacia atrás y yo mismo le ayudé a aprisionarme esquinadamente contra la pared y el mueble.
— ¿Por qué no checas la mercancía completa…? —dirigió su mano hacia sus genitales. Llevaba un pantalón blanco exageradamente ajustado que hacía notar sus atributos demasiado.
Haciendo un recuento rápido de chismes entre cajas y pequeñas semejanzas vividas mi mente recreó en menos de cinco segundos los últimos siete meses. Desde que me presenté pude notar cómo mantuvo nuestras manos entrelazadas cierto tiempo mayor al de un simple apretón de manos, parecía no querer soltarme, después los comentarios sobre su bisexualidad, decían que era un semental en la cama y también un tanto torpe con todo el tema del amor, puesto que él sólo buscaba sexo; eso si, detallista hasta el extremo más exagerado. Solía hacer regalos demasiado costosos y siempre que terminaba con alguien solía darle una buena cantidad de dinero; como agradeciendo sus servicios. Era una máquina sexual. Algunas ocasiones lo había sorprendido mirándome el trasero, cuando tenía oportunidad y me veía solo me espantaba, llegándome por la espalda y sosteniéndome firmemente por la cintura, parecía susurrar un “Boo” a mi oído… Entrecerrando los ojos trataba de buscar explicación alguna en su mirada, pero no veía nada más que; literalmente fuego.
— Anda, creo que ésta carne no coincide con la temperatura —dijo tocando su miembro por encima del pantalón y meciéndose hacia adelante.
— Señor, no creo que esto sea…
— ¿Qué…? ¿No te gusta? —seguía sobándose por encima de la ropa, poco a poco una pronunciada línea recta en dirección a la izquierda comenzó a formarse entre sus manos.
— Será mejor que me retire
— ¿Sería mejor si te ofreciera dinero?
Aquello me congelo, lentamente sentí un chorro de calor inundando a borbotones mi cuerpo, el tipo estaba tratando de comprarme…
— No tiene nada de malo, sé de tu situación… te deseo; es fácil yo te ayudo y tú me ayudas
Comenzó a desabrocharse el cinturón mientras hablaba, desabotonó en pantalón y lentamente comenzó a bajar la cremallera. Mi mirada se había quedado magnetizada a su entrepierna, mi corazón estaba latiendo fuertemente, me dolía el pecho. Claramente me estaba excitando, tenía que considerarlo rápidamente, el tipo me estaría ofreciendo dinero por estar con él, él me gustaba, no tenía mucho qué perder, sino todo lo contrario. ¿Sería a caso que mi cuerpo podía ser una nueva forma de conseguir lo que necesitaba? Al menos con él podría intentarlo.
— ¿De cuánto estamos hablando? —dije casi en un suspiro debido a la excitación.
— ¿Cuánto ofrecerías por esto…?
Liberó de una aquella bestia masculina, aquel venoso pedazo de carne que palpitaba como con vida propia, colgaba de su pelvis y en dos que tres impulsos golpeaba con su pancita por encima del ombligo, adornada por una hilera de gruesos bellos que culminaban esparcidamente por su pecho y nacían desde una maciza mata de la que provenía aquel trozo de hombre, la calentura pudo más que yo y enseguida me lance a besar sus labios. Mordía los míos intensamente, me lanzó contra la pared y en la cámara de refrigeración; sin importar las bajas temperaturas terminamos semidesnudos en menos de dos minutos. Mordía sus orejas, lamía su cuello, el tipo tenía un muy buen sabor, su hubiese sido por mi me lo habría comido “literalmente”. Lamía mi pecho, jugueteaba con su lengua en mis pezones, enredaba su cabello entre mis dedos, él manoseaba todo cuanto podía de mi cuerpo, enfocándose en mi endurecido trasero en el cual estaba posándose toda esa adrenalina.
— Te vas a comer todo esto
Susurraba, mientras se masturbaba lentamente, quité un tanto bruscamente su mano y comencé a hacerlo yo mismo, escupí en mi palma y empecé más rápido, él gemía y me besaba, respiraba de su aliento, cierta expresión de ternura se dibujaba en su semblante, o tal vez era solo la excitación que tenía a mil dentro de mi. De un salto me monté en su cintura y salimos de la cámara, ni siquiera recuerdo si la cerró. Cargando me llevó hasta su oficina y me recostó sobre el escritorio, no había ningún sonido más que el de nuestras respiraciones agitadas, mientras me besaba comenzaba a juguetear con su miembro en mi entrada, ya estaba lo suficientemente mojado como para comenzar a lubricarme.
— Te va a encantar… lo vas a amar… —decía entrecortadamente entre suspiros.
Me sentía desfallecer cuando su lengua hurgaba dentro de mi boca, lo inspeccionaba absolutamente todo y su miembro comenzaba ya a adentrarse en mis entrañas, le gemía a sus labios y él me miraba de modo que jamás podré describir; pero podía ver fuego en sus pupilas.
— Ya está —dijo en un suspiro y de una lo dejó ir hasta el fondo, dolió pero yo ya estaba lo bastante lubricado, sólo podía ver su pancita chocando contra mis testículos, comenzó a moverse dentro de mi a ratos se endurecía aún más y a ratos parecía sentirse flácido. Lo tomé de la nuca y le obligué a besarme de nuevo y fue ahí cuando comenzó el mete—saca. Recorría su pecho, su espalda, su; ahora endurecido abdomen con mis manos, comenzó a sudar y aquello logró excitarme aún más, comencé a lamerle el cuello, el sabor salado de su piel me embriagaba, lo añoraba. Él palpitaba dentro de mi y cada que su miembro salía yo contraía el ano, haciéndolo gemir de placer, besaba su pecho, sus brazos, prácticamente sudaba su sudor.
En un movimiento pasó mis piernas por en frente suyo y sosteniéndolas en el aire taladraba aún más fuerte, las depositó de nuevo a un costado; era la primera vez que lo hacía en más de una forma; el lamía mi barbilla, mi rostro entero. En un intento por levantarme me abracé de nuevo a él y me cargó de nuevo, tenía su miembro dentro de mi y lo hice retroceder algunos pasos, cuando sintió la silla detrás de él golpear sus piernas comprendió lo que quería, se movió de nuevo hacia el sofá de un costado y se sentó conmigo encima, definitivamente yo estaba aprendiendo a besar.
— Mi turno… —dije en un suspiro.
De rodillas sobre el sofá comencé a cabalgarlo, él sólo lanzaba el rostro hacia atrás, gruñendo como un animal, continuaba con mis contracciones de esfínter para darle aún más placer, casi lo sacaba todo y lo enterraba de nuevo entre mis nalgas. Después de no sé cuánto tiempo dejé de brincotear y sólo me mecía sobre su cuerpo, comenzaba a masturbar mi pene entre mi abdomen y su cuerpo; él no tardó mucho más y entre suspiros comenzó a venirse dentro de mi, yo seguía meciéndome y en silencio a escasos segundos detrás de él me vine yo sobre su pecho, una de esas corridas que te dejan sin aliento, no me inmuté para nada, sólo dejé caer mi cuerpo sobre el suyo y comencé a lamerle el cuello, mientras mi semen se esparcía en nuestros cuerpos.
— Eres un niño muy travieso —rió entre suspiros.
— Dejé de ser un niño hace mucho tiempo —comencé a lamentarme a mí mismo.
— Lo sé y no fallaré con lo prometido
Sabía que no lo haría, pero no me había entregado a él sólo por interés, sino porque realmente llamaba mi atención.
— Lamento haberte obligado a esto —dijo más serio y se salió de mi, queriéndose incorporar.
— No lo lamentes, no lo hice por eso
— Te orillé —con el dedo índice de mi mano derecha cerré sus labios y con la mano izquierda tomé su miembro aún erecto.
— Sh…..!!!! Que yo quería esto —comencé a masturbarlo una vez más. Tenía que asegurarme de que aquello volvería a repetirse, en un instante su mirada se volvió tierna de nuevo, quitó los pocos cabellos alborotados de mi rostro y lo tomó entre sus manos.
— Eres un chico muy especial…
Como si no lo escuchara me lancé hacerle una mamada; no podía quedarme con las ganas, tenía que tener ese miembro en mi boca. Aún sabía a semen, sabía que comenzaba a convertirme en un verdadero animal sexual; de lo más sucio, pero me agradaba, comenzaba a amar los fluidos, fueran los que fuesen; los olores, cualquier sensación, por más mínima que fuera, sabía lo que quería; quería ganar, sentirme querido y de ese modo lo conseguía; al parecer con los sujetos adecuados podía sentirme de ese modo. Así era yo; entregado al placer y los placeres de los demás.
De nuevo comenzó a acariciar mi cabello y me permitió hacer de su miembro mi consuelo, aquella noche no cambiaría nada, yo seguía siendo su empleado y él mi jefe, era sólo que ahora los dos conocíamos un poco más de ambos.
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