SEX AND LOVE. CAPÍTULO VI: “GEOVANNI”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por GinanoDeCiudad.
Sólo quiero agradecerles a todos por sus comentarios, créanme que he tomado todos muy en cuenta y me han sido de mucha ayuda. y pido una disculpa por la tardanza y por lo extenso del relato, pero aquellos a los que le está gustando la historia saben que es para que sepan cada sentimiento que ha embargado mi alma… ahora ya saben:
I "Primera Imagen" http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-15431.html
II "Impulsos" http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-15668.html
III "Aprendiendo A Ganar" http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-16176.html
IV "Su Regreso" [Part 2] http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-16322.html
(Saben que la Parte 1 no fue publicada, pero en los comentarios la expliqué ^_^…)
V "Strike One" http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-16410.html
De nada habían servido mis intentos, aunque si logré retardar el proceso de adopción llenando a Víctor de dudas y culpa. Mi poca discreción al tratarlo hizo que Alethea se diera cuenta de todo, aquello ya no me importaba; aunque también fue un punto menos para él y para mi. Era ya Marzo, tenía lo suficientemente bien cumplidos los dieciocho y tocaba de nuevo el turno de buscar empleo y la oportunidad de continuar con mis estudios. Al centro del condado había una plaza, en la que se encontraba un nuevo local abierto: “El Bufete De Abogados Mill” llevaba ya un par de semanas rondando el lugar y no lo había notado hasta que a las afueras y por toda la plaza había volantes solicitando un ayudante en general; suponía que sería un trabajo de limpieza o archivado, no tenía mucho qué perder.
Justo cuando me disponía a entrar, después de mucho pensarlo me tropecé con una mujer blanca, alta y rubia, tomada del brazo de un hombre maduro y con cierta dificultad para caminar, pero lleno de vida aún; supuse que no rebasaría aún los sesenta, tenía un par de ojos azules muy expresivos. Yo no iba con la mejor indrumentaria para pedir empleo, pero al parecer aquello me lo facilitó un poco más. El sujeto se llamaba Georgino Millán, era el dueño del Bufete de abogados, él estaba por retirarse, así que le dejaría su puesto vacante a su hijo; Geovanni, quien estaba comprometido en matrimonio con la señorita Victoria Montes de Oca; aquella rubia mujer, sacada de alguna revista de super modelos. Gracias al buen corazón del hombre y a cierta ayuda de la señorita conseguí el trabajo enseguida; al parecer les había caído bien a ambos, aquello era bueno.
No pude evitar los retrasos durante las primeras semanas, pero el ambiente en el lugar era bastante relajado; dos secretarias para atención, la recepcionista, la mujer de intendencia y yo como recién integrado; mi labor sería la de un “secretario” más, me habían dejado a cargo de la papelería del señor Millán; escritos, demandas, expedientes, actas… todo aquello nuevo para mi, pero logré acoplarme rápidamente, el señor Georgino no duraría más que un mes más y se iría de vacaciones con su esposa Adelaida un par de meses a recorrer el Caribe y de ahí un año a descansar en Europa; debo aclarar que aquel Bufete de Abogados era de los más reconocidos de la ciudad. Aquel lunes, como de costumbre iba tarde, no miré a nada ni nadie en frente de mi, amarré mi bicicleta al pequeño soporte al lado de la puerta y entré disparado hacia la oficina, pero mi trayecto fue más que evidenciado al ver a todo el personal y otros tantos abogados reunidos en la oficina. Fui bastante escandaloso al entrar; lo reconozco, estaban acomodados en un medio círculo, todas aquellas miradas se posaron sobre mí, no sabía lo que celebraban, pero supuse que sería importante.
— ¡¡Ángel!! Qué bueno que llegas, tengo que presentarte a alguien… —me dio el señor Georgino una efusiva bienvenida, haciendo acallar aquellas miradas de fuego que claramente me miraban con desaprobación. La señorita Victoria lo alcanzó y con cada uno a mis costados me unieron a la junta. Mientras caminábamos la señorita Victoria me ponía al tanto.
— Él es Geovanni Millán, el hijo de Georgino, quién va a tomar su puesto a partir de mañana…
— ¿Mañana…? —inquirí dudoso, no sería hasta dentro de dos semanas que el señor Georgino se había dispuesto a irse.
— Si… es largo de explicar, Georgino cambió de planes y mandó traer a Geovanni lo antes posible.
Aquel pequeño tumulto de gente nos abrió paso y pude ver a quién se refería, estaba de espaldas, con un traje de tela brillosa en color gris bastante bien ajustado; el tipo tenía igualmente un cuerpo bien trabajado y cuidado, un dorso bastante ancho, sin llegar a lo nauseabundo y unas piernas bastante bien formadas, con un trasero redondo y firme. Llevaba la cabellera alborotada, con un desviado pico sobre la frente, el sujeto dio media vuelta y casi me derrito frente a él. De seguro medía cerca de uno noventa; tal vez un par de centímetros menos, de piel trigueña, unos ojos castaños claros que en seguida se posaron sobre los míos y comenzaron a recorrerme de pies a cabeza, sus pobladas pestañas eran cortas, pero bien curveadas y sus cejas parecían ser delineadas.
— ¡¡Mucho gusto!! Geovanni Millán, a tus órdenes —fue bastante efusivo al apretar mi mano entre la suya; bastante más grande y firme que la mía.
— Mucho gusto… —dije casi en un suspiro, sus facciones eran bastante masculinas, desde el mentón hasta su postura, su mirada entrecerrada me observó un par de segundos más y al fin soltó mi mano.
El sujeto suponía que yo era un completo inexperto y al parecer odiaba los retardos, así que no tardó mucho en imponerse y reprenderme. En solo una semana logré acoplarme a su forma tan desbarajada de trabajar, al igual que a su escaso y sarcástico estilo de humor.
— Si el problema es el transporte yo puedo pasar por ti a tu casa —enseguida me guiñó un ojo, mientras mantenía nuestras manos entrelazadas una prolongada vez más al despedirme aquella tarde.
Ni siquiera le había comentado absolutamente nada y él ya se había ofrecido a aquello. Lo cierto era que en cierta medida me irritaba su presencia tan autoritaria e infantil. Incluso pidió cambiaran mi escritorio que estaba a las afueras de su oficina para poder tenerme más “monitoreado”. Debo aclarar de igual manera que incluso me había ya fastidiado ver la forma en la que descaradamente hurgaba en su entrepierna; siempre mirándome a los ojos; yo ya lo retaba con la mirada, toda la guapura de su ser lograba esfumarse con su actitud tan poco responsable y liviana. Aunque todo cambió de repente en un día. Sólo un par de casos habían quedado pendientes de analizar por el señor Georgino, así que fueron trasladados a la cuenta del; ahora señor Geovanni y enseguida me reporté unos cuantos minutos antes de la hora de entrada en su oficina, como acostumbraba ya desde el Lunes pasado; sabía que los Miércoles eran los días más pesados; aunque aún no sabía enteramente la razón, era el día en el que más trabajo se juntaba.
— ¡Ángel! Qué madrugador el día de hoy… aún no llega nadie —dijo al aire, mientras acomodaba un bonche de papelería sobre su escritorio.
— Si, es que debo ser más puntual, yo…
— Mi padre me habló sobre ti —me interrumpió en seco hablando aún hacia los papeles.
— ¿Sí…? —no sabía qué decir, torpemente me aproximé al frente de su escritorio; debía ponerle toda la atención que aquel comentario merecía. Me miraba profundamente a los ojos, casi sin pestañear, tuve que ser bastante fuerte para sostenerle la mirada.
— Me contó sobre tu situación y yo estoy dispuesto a respaldarte si es que quieres recobrar la custodia de tu hermana —se recargó con los puños sobre el escritorio y se abalanzó un tanto al frente, dejando nuestros rostros a escasos centímetros de distancia, en aquel instante pude oler el perfume en su ropa; era exquisitamente masculino.
— ¡¡Ah!! Bueno… yo… muchas gracias señor, pero…
— ¿Quieres que peleemos? Lo haremos juntos —me tomó por el dorso de la mano, abrasando mi muñeca.
— Yo no sé si…
— Lo haremos —afirmó por mi.
Desde aquel día su actitud fue otra completamente, había dejado de usar el sarcasmo para cualquier cosa y ahora su mirada solía ser más seria, sus manoteos y “comezones” en su área genital habían desaparecido, aunque ahora era yo quien por propia cuenta admiraba su hombría; bastante bien pronunciada por aquellos pantalones ajustados. Era como música para mi escucharle orinar fuertemente en el sanitario que tenía dentro de la oficina, ya incluso bromeaba conmigo a cada rato, hasta que la plática llegara a la intimidad con su prometida.
— Ella no ha querido coger… y yo estoy que reviento Angelito —susurró a mi rostro, mirándome de una forma que me derretía.
— Pues debería esperar a que para ella llegue el momento adecuado
— Ya somos adultos, no puede venirme con eso del príncipe ahora… —comenzó de nuevo a sobarse el paquete enfrente mío. Sabía que me miraba a los ojos, pero mi mirada quedó fijada a la silueta de un pene erecto que pensé formaba por si solo su pantalón; sabía que él lo había notado y enseguida dejó la charla de su prometida a un lado.
— Y a ti Angelito… ¿Te gusta coger… o que te cojan? —mis ojos desorbitados subieron de nuevo hasta los suyos, pero la sonrisa burlona de su rostro me hizo esquiva la búsqueda a sus ojos, sentí mi rostro subir de temperatura, no sabía si por pena o por ira hacia mi mismo y hacia su risita burlona.
— ¿Eso importa? Ambos deben ser igualmente magníficos —me disponía a volver a mi escritorio
— Pues puede que importe, porque… Yo caliente y tú en tu día de suerte te tocaba que te cogiera bien rico —casi pude escuchar la fricción de sus dientes rasgando sus labios, tomé mi asiento y lo fulminé una vez más con la mirada.
El resto del día no dejó de hacer comentarios sobre el número y el día, sobre lo “candente” que le ponía imaginarme… yo ya estaba lo bastante nervioso como para esquivarlo, lo miraba sin mirar y me excitaba al escucharlo. Eran las cinco en punto, no estaba dispuesto a pasar un minuto más torturándome con tener a semejante hombre haciendo aquellas insinuaciones, pero su morbosa mirada se transformo de nuevo en algo lindo y placentero para admirar.
— Te llevo a tu casa. Victoria ya debe haberse ido, sólo tengo que encontrar mi bolígrafo… mi bolígrafo
— ¿No lo habrá tirado? —inquirí despreocupado, él volvió a tomar asiento y buscaba con la mirada por el suelo.
— Eres un genio, tenías razón, pero está debajo del escritorio, ¿me lo puedes proporcionar? —reí por lo bajo al ver aquella tremenda figura intentar doblarse para alcanzar el utensilio.
— Claro señor… —me agaché por el frente de él y comencé a buscar con la mano.
— Mejor de éste lado, estás más pequeño y si lo alcanzarás —el espacio por debajo del escritorio estaba bastante bien reducido para su enorme anatomía con un par de cajones a ambos costados y tapizado al frente, cubriendo sus piernas. Echó la silla un poco hacia atrás y de rodillas emprendí de nuevo mi búsqueda.
— ¿Está seguro de que está aquí? —no hallaba nada. Tenía el trasero más que levantado en dirección a él. De pronto sentí su mano firme recorrer mi glúteo derecho y al tratar de incorporarme me golpeé la cabeza con el escritorio, alguien llamó a la puerta y de una patada me arrinconó en aquella comisura entre sus piernas.
— ¡¡Shhh….!! No te muevas —rió por lo bajo y me susurró nervioso. Yo completamente aturdido me sostuve de sus tobillos y sin darme cuenta estaba ya tocando su entrepierna. El espacio era realmente pequeño, mi cuerpo encorvado cubría por completo sus piernas y mi rostro casi chocaba contra sus genitales.
Debía admitir que aquello me divirtió hasta que reconocí la voz de la señorita Victoria. Pude notar en el tono en el que le inquirió que ya se había ido que él también estaba más que sorprendido. Mi corazón se detuvo unos instantes, pero él acercó la silla más al escritorio para cubrirme, podía escuchar los tacones de ella acercarse por el costado derecho. Había entrado buscándome, pero él me negó, argumentando que me había mandado en busca de un bolígrafo especial, entre mi respiración y su cálida anatomía pude notar que el bulto entre sus piernas comenzó a crecer, fingiendo que rascaba su pierna al mantener una pequeña conversación con su prometida me frotaba el cabello, acercándome descaradamente a su miembro semi erecto. Cortantemente y argumentando carga de trabajo se excusó por que llegaría tarde a casa “Ya Vivían Juntos”, discretamente volvió a enmarañarme el cabello y a juguetear con mi oído izquierdo, mantuve lo más posible la respiración hasta que ella se marchó, al besarla pude ver que su miembro entró en total acción, aquella silueta no era solamente del aire producido por el pantalón, sino por su miembro erecto apuntando a su costado izquierdo.
Ella se fue y ahí me dejó un rato más, acariciando mi cabeza y jugueteando con mis oídos, en un descuido pegó mi rostro a su entrepierna, aún no he podido describir enteramente el arome que respiré con todo el gusto durante aquellos escasos segundos; el cierto aroma de su ser, mezclado con el perfume impregnado de su ropa y la misma esencia de la tela, echó la silla hacia atrás y totalmente vuelto loco comenzó a desabrocharse el pantalón.
— ¡Espere! —le susurré deteniéndolo—. Yo lo hago
Echó la cabeza hacia atrás y me dejó hacerle, mientras desabotonaba el pantalón él comenzó a aflojarse la corbata, de un tirón la lanzó lejos y comenzó a desabotonarse la camisa, su pecho estaba completamente cubierto de bello, su marcado abdomen igualmente dejando una delgada, pero poblada línea marcando el camino hacia su miembro. Yo ya estaba más que excitado por la emoción y lo loco que aquel ángel caído del cielo me traía vuelto. Me detuve a acariciar unos instantes todo su pecho, la sensación de mi mano rosando todos esos bellos con una piel firme de fondo me entusiasmaba aún más.
Lo único que salía ya de nuestras bocas eran múltiples suspiros, se aferraba de mi cabello y yo de sus ropas, comencé a bajarle el cierre y sólo levantó un poco su trasero para permitirme bajarle el pantalón, llevaba un bóxer blanco, ya algo humedecido por el costado izquierdo, sus torneadas piernas parecían esculpidas por alguna clase de arquitecto de cuerpos celestiales, con miles de garabatos apuntando en todas direcciones, las sobaba, tratando inútilmente de peinar aquellos vellos-garabatos hacia alguna parte. Su respiración estaba agitada; ahora comprendía que el suertudo aquel día sería él. Pasaba mis palmas por debajo de sus piernas, tocando sus suaves y firmes glúteos, al ver su palpitante verga más que excitada me acerqué a su abdomen a la altura de su ombligo, respiré el olor de su exquisita piel y abriendo la boca tomé entre mis dientes el elástico de su ropa interior, al verme hacer eso lanzó un estruendoso suspiro y volvió a levantar el trasero, lentamente comencé a bajárselo con la boca y pude sentir cierta masa más que caliente; ardiendo rozar las puntas de mi cabello por encima de la frente, lo deposité hasta los talones y dirigí mi mirada hacia aquel mástil en posición de firmes listo para la batalla. Con una mirada de súplica tomó mi rostro entre sus manos y me dirigió hacia su venoso pene erecto, con la cabeza aún escindida por debajo del prepucio, pero ya babeante. No hizo falta tomarlo entre mis manos, comencé a besar aquel pedazo flácido de cubierta y a juguetear con su cabecita. El sabor de aquel néctar era especialmente algo distinto al sabor de Víctor, éste era un tanto… dulce. Al sentir que su prepucio estaba lo suficientemente estirado comencé a llevar el resto de la piel hacia abajo, la cabeza era ciertamente grande, aunque acompasada y nivelada perfectamente con el resto del cuerpo, la mata de vellos que como meduzas me hipnotizaban hacia su pelvis era bastante mucho pronunciada, era como si hubiese otra cabeza en ella. Masturbaba con mi mano su tronco, mientras con la izquierda masajeaba por debajo su pierna, acercándome a su trasero. Sus ojos café claro estallaban desorbitados a la vez que succionada, era como intentar sacarle el alma, los gruñidos que se producían en su garganta los ahogaba en sonoros suspiros al aire.
Lentamente él comenzó a recorrer mi dorso hasta llegar a mi trasero, lo levanté sólo un poco más y comencé a desabrochar mi pantalón, aquello le facilitó la entrada por debajo de mi ropa interior, los bajé de una y él ya estaba sobándome mis glúteos, hacía círculos hacia fuera y los apretaba firmemente, poco a poco comenzaba a juguetear y a hurgar entre mi raya. Yo estaba demasiado entretenido mamando aquel gran pedazo de macho, así que lo dejaba hacerme y deshacerme por completo. Con una nalgada me hizo medio incorporarme, pero me jaló hacia su cuerpo, sentándome sobre sus piernas en la silla, aún dejando de mamarlo su pene emanaba chorros y chorros de transparente líquido, de aquel modo comenzó a jugar en mi entrada, mojándola por completo y cubriendo todo el cuerpo de su pene de sus líquidos, yo estaba a reventar, así que tomando aquel firme pedazo lo emboqué en la entrada de mi ano y comencé a sentarme lentamente en él. Ciertamente no sentía nada más que pis piernas adormecidas y el entero placer de sentir aquel caliente, firme y venoso pene erecto sólo para mi, cuando me percaté ya sólo quedaban sus vellos a las afueras de mi ano, haciendo círculos con el culo me acostumbré y el; ahora si, pequeño dolor que me llenó igualmente el ano comenzó a ceder un poco, sólo con movimientos de cadera de arriba hacia abajo metía y sacaba aquel trozo de macho de mi ser. Apretando en cada salida las paredes de mi ano me aferraba a él, estaba abrazado de su cuello y podía sentir su exaltada respiración chocar contra mi rostro, no había intentado besarlo pero él tampoco lo había hecho, así que no me preocupé en aquel momento por aquello, sus enormes manos seguían masajeándome los glúteos, manoseándome la espalda, abrió ligeramente los ojos y me miró fijamente mientras yo seguía cabalgándolo.
— Te gusta, ¿cierto? —su ronca voz se escuchó como un pequeño gemido, mientras movía un poco la cadera para acomodarse mejor.
— A usted le gusta más… —traté de sofocar mi agitada voz.
Echó el rostro de nuevo hacia atrás y exhalaba hacia el aire, no supe cuánto tiempo estuve así, sólo vi que la oscuridad de la noche comenzaba a inundar la oficina. Su piel que ahora se veía dorada estaba llena de sudor, me aferré a sus hombros cuando supe que no podría retrasar más mi venida y en el instante pude sentir cu miembro contraerse dentro de mi ano.
— Me vengo chiquito… —suspiró. Ahora tomándome de las caderas él me hizo subir y bajar.
Eyaculé sobre su pecho y al instante me tiré sobre él, fusionando el semen entre mi piel, mi sudor, su sudor y su piel, interminables proyectiles comenzaron a dispararse alocadamente dentro de mi, era como si estuviese orinando semen. Aquel líquido espesamente caliente me bañaba por dentro, bajé la intensidad de mi cabalgata y ahora sólo movía de nuevo solo el culo para terminar de masajearle la verga. Fue hasta aquel instante en el que tomó de nuevo mi rostro entre sus manos y me llevó directo a sus labios, aquellos carnosos labios sacados de un cuento hicieron contacto contra los míos, abrió la boca grande y comenzó a abofetear mi lengua con la suya, que estaba bastante bien mojada de saliva, ya había dejado de moverme en ese momento, con su miembro firme aún dentro de mi pude sentir su semen amontonarse en la abierta entrada de mi ano, pero permaneciendo dentro aún por la interferencia de su pene. Otro buen rato estuvo besándome de una manera que jamás olvidaré, mordía mi lengua y mis labios, igualmente yo lo “masticaba”, había ya tomado su rostro entre mis manos y podía sentir su mandíbula contraerse una y otra vez entre mis palmas.
Su pene nada más no perdía firmeza, incluso volvió a comenzar a moverse dentro mío, pero yo ya no sentía las piernas por tanto sube y baja, al levantarme él alzó los pies y un abundante hilo de semen cayó desde mi ano, que ahora me ardía un poco. Se fue directo al suelo. No me importó nada y me arrodillé de nuevo ante aquel mástil aún firme, el olor era predominantemente a su néctar, el sabor era de un dulce más neutro ahora, comencé de nuevo a masturbarlo y ésta vez no tardó mucho en acabar de nuevo abundante en mi boca, necesitaba beber rápido para que nada fuese desperdiciado, el calor producido por su cuerpo disparó por completo el aroma de su perfume inundando por completo la oficina de él. Aquel venoso miembro comenzó a perder firmeza mientras yo seguía limpiándolo, se durmió dentro de mi boca, yo ya no tenía mirada alguna qué dedicarle a Geovanni más que la de deseo ardiente que recorría mis venas.
— Ésta noche cenamos en tu casa —sonrió muy pícaro él.
Abrochó de nuevo su camisa y yo me dispuse a ayudarle con sus pantalones, mientras subía sus bóxers pude notar una semi erección que terminé de completar con mi mano y volví a mamárselo una vez más, debía memorizar el sabor a él y ya lo había hecho, volvió a venirse abundantemente en mi boca, ya vestido él y yo de rodillas me abracé a sus piernas, sintiendo su cálido pene en mi rostro. Salimos de la oficina y amarré mi bicicleta a la parte trasera de su auto. Llevaba casi un mes viviendo solo, tenía el refrigerador lleno y las cuentas pagadas y en la mesa un sobre amarillo grande. Mientras el calentador terminaba de tibiar la ducha me dispuse a hacer unos rápidos sándwiches, con jamón y pollo, el queso comenzó a fundirse al contacto con la sartén caliente. Mientras cenábamos hurgué en el sobre; Víctor tenía llaves de la casa y sabía que podía entrar cuando así le placiera, aunque no lo hacía muy a menudo, sólo cuando sabía que yo estaba. Aquello era el papel de una beca para la universidad, ingresaría en la carrera de “Administración Empresarial” aquello me agradaba enteramente. No supe la razón, pero del rostro de Geovanni se desdibujo aquella sonrisa complacida para abrir paso a una eterna mueca malhumorada, sólo hasta que llegamos a la ducha…
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