SEX ANDO LOVE. CAPÍTULO IV [PART 2], “SU REGRESO”
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por GinanoDeCiudad.
Pasaron cerca de cuatro días sin que supiera nada de Víctor, no contestaba el teléfono, ni se aparecía por la casa, Isa había ya regresado de su excursión de fin de semana y un tanto triste pareció resignada a que de nuevo no volvería a ver a su papá. Pero no tardó bastante en reaparecer, a penas cerraba la puerta del cuarto de Isa cuando el timbre sonó, acababa de dejarla dormida, traté de ir a prisa, pero en silencio para no despertarla, abrí despacio la puerta y fue entonces que Víctor entró de golpe haciéndome a un lado.
— Bien que hayas vuelto —dije un tanto aliviado.
— Toma, esto es lo que no te di el fin de semana —extendió su brazo con un pequeño fajo de billetes.
— ¿Esto…? Víctor, lo lamento, la otra noche te dije…
— Lo sé, toma esto —volvió a extender el brazo, ahora con un sobre Branco.
— ¿Qué es esto…? —inquirí temeroso.
— ¿Isa…?
— Acaba de quedarse dormida. ¿Quieres café…? — ¡¡¡Qué estúpido acababa de sonar aquello!!! Pero ya lo había dicho.
— No lo creo, te veo mañana —parecía que llevaba prisa, ahora era él el que emanaba incomodidad con mi presencia.
— Luces exhaltado… —le hice notar un tanto preocupado y con el sobre entre mis manos.
— Lo estoy —resoplaba.
— Siéntate —le ordené.
— Esto explica lo… de aquella noche —dijo bastante más nervioso al ver que me disponía a abrir el sobre.
Yo ya había dado aquel tema; en lo absoluto, por terminado, pero al parecer era a él a quien seguía tejiéndole telarañas en la cabeza, logró transmitirme su melancolía, porque con sólo ver su rostro tan triste sentí ganas de llorar y correr a abrazarlo. ¿Qué sería aquello que contenía el sobre que lo tenía así? Era aquella misma expresión de culpabilidad que se dibujó en su rostro cuando se me ocurrió la brillante idea de decirle lo ocurrido… ya había dejado de ser, incluso, tema de conversación entre él y yo. Dio media vuelta y sin despedirse salió de la casa, escuché el auto arrancar y marcharse rápidamente, en verdad su actitud me preocupaba. Permanecí un buen rato sentado, contemplando aquel sobre, preguntándome mil cosas e ideándome otras tantas, me armé de valor y lo abrí. “Clínica Psiquiátrica… Blah Blah Blah… El paciente Víctor… Blah Blah Blah… Trastornos Sexuales: “ADICCIÓN”.
Mi absorta mirada no podía creer lo que estaba leyendo, aquello ni siquiera yo me lo esperaba. Víctor estaba enfermo de adicción al sexo, tenía razón aquello explicaba su comportamiento aquella noche, pero no era suficiente justificación; aunque, ¿a quién quería yo engañar? Desde hacía ya algún tiempo había comenzado a sentir cosas extrañas hacia él, una indescriptible sensación cada vez que su piel hacía contacto con la mía; sus manos, incluso su mirada. Era un tanto claro que él ya se había dado cuenta, pero no mencionaba nada al respecto, ¿sería simple reserva? ¿Ó estaría aún tratando de explicárselo?
De nuevo lo llamé y esta vez contestó, tras algunos minutos llegó de nuevo a la casa, ya se habría despejado lo suficiente. Abrí la puerta antes de que llamara y como si nada lo tomé de la mano y fue como un choque de escalofríos lo que se produjo entre ambos, como una pequeña descarga eléctrica directo a las palmas; fue extraño. Él caminaba justo detrás de mí, sin pensarlo lo tomé por el brazo y delicadamente lo lancé al sofá, cayó de piernas abiertas el pobre, totalmente extrañado por mi actitud.
— ¿Qué sucede Ángel?
— ¡¡Shhhhh…!!
Le susurré, tapando su boca con mi pulgar, mientras acariciaba su mandíbula con el resto de la palma. Su exhorta mirada se cuestionaba mil y un cosas por detrás de las pupilas, instintivamente trató de levantarse, pero no se lo permití, colocando mi rodilla derecha sobre su pierna.
— Ángel esto…
— ¿No entiendes qué es un Shhh…?
Le dije sonriendo, él lucía nervioso, intranquilo, aquello me agradaba extrañamente, terminé de depositar mi pierna sobre el sofá, por fuera de las suyas y coloqué la otra del mismo modo, casi montándome a él. Algo dentro de mi se debatía entre posibilidades y dudas, entre “sí’s” y “no’s”, patéticamente entre bien y mal. De algún modo sabía que él también querría, pero se sentiría culpable, así que tenía que saber que yo lo quería absolutamente de esa manera, pero desde otro punto de vista sabía que estaría haciéndole un mal, al encontrarse en terapia; inducirlo a recaer… pero sabía que tenía que pasar. Tomé su rostro entre mis manos y me lancé a besar su cuello, podía sentir su cuerpo temblar, nervioso, sus manos torpemente intentaban alejarme y a la vez se detenían, simplemente acariciando mi cuerpo. Comenzaba a saborear su piel con mi lengua, ese extraño y único sabor que se forma por detrás de los perfumes, ese singular sabor que desde aquel momento se hizo adictivo para mi, lo amaba, era como algún tipo de caramelo que en todo momento me sabía bien, él comenzó a soltar pequeños gemidos que culminaban en irrespirables suspiros; aquello ya era un hecho consumado.
— Tienes que saber que yo lo quiero —susurré a su yugular.
— Pero Ángel… —pude sentir su cuello vibrar ante el susurro.
— Si tú no quieres yo entenderé —me detuve. No podía simplemente obligarlo, sino sería yo ahora quien estaría abusando de él.
— No… Ángel, si quiero, pero… no debemos… —sus manos parecían no pensar lo mismo, puesto que no dejaba de recorrer mi dorso. Tomé su rostro entre mis manos de nuevo; tenía saber que nada malo pasaría… no otra vez.
— Es la única forma en la que puedo agradecerte todo lo que has hecho por mi —besé su mentón—. Aceptarme —ahora su mejilla—. Quererme —su nariz—. Cuidarme, protegerme —me tomó por la nuca y me llevó directo a sus labios.
Sus dientes mordían desesperadamente mis labios, comencé a meserme entre sus piernas y él con sus largas manos recorría mi dorso, mi trasero, su tacto no era para nada vulgar. Poco a poco comenzó a quitarme la playera, mientras igualmente yo desabotonaba su camisa. no podía alejarme de su cuello, mordisqueaba suavemente saboreándome su piel, su pura y simple esencia, comencé de nuevo aquella labor en sus oídos, aquel sabor era proveniente de toda la extensión de su piel. Me abracé a su cuerpo, él se alzó y dio un giro, me tumbó sobre el sofá; el curso había cambiado de dirección, sería él quien tomaría las riendas, me temí.
— Espera… —le detuve en seco, su exaltada respiración chocaba contra los mechones sueltos de mi cabello haciéndolos bailar sobre mi rostro.
— ¿No quieres…? —exhalaba ya exhausto por la excitación, pero enseguida posó su protectiva mirada sobre mis ojos.
— Si, pero… ¿vas a ser… tierno? —me moría de pena; aquello no era un buen comentario, pero me sentía lleno de nervios, de miedo, sabía lo agresivo que podía llegar a ser. Él se acomodó en cuclillas, prestándome más atención de la que deseaba en ese momento. Lo miré tímidamente a los ojos; me sonrojé, técnicamente aquella noche yo no había hecho, ni sentido nada.
— Claro —susurró con aquella sonrisa que me derritió desde la primera vez que lo volví a ver. Al instante su actitud cambió por completo, a pesar de que yo también estaba a mil, volvió a comenzar, sólo que más lentamente, imitando exactamente mis movimientos.
— Así que… —besó mi mentón—. Será… —besó mi nariz—. Distinto… —acariciándome el mentón besó tiernamente mis labios; susurrando cada palabra suavemente.
Había dejado de mordisquear para sólo besar, igualmente comenzó a utilizar la lengua; en verdad aquello lo hacía más sutil. Me dejé de complejos y la adrenalina a lo desconocido me guió totalmente, a pesar de mi torpeza él seguía maravillado, no lucía exactamente como una recaída, aquello era… distinto. La ropa ya había volado tras nosotros, el intenso frío de afuera no lograba penetrar ese calor tan especial que emanábamos los dos. Sabía de sobra que tenía que guardar silencio para no despertar a Isa, aquella fue la razón por la cual no despegaba mi rostro de su pecho.
Podía sentir su cálido miembro erecto tocando la entrada de mi ano. Con sus manos abría mis nalgas y ya con un dedo ensalivado comenzaba a lubricarme. No podía dejar de acallar mis gemidos contra su piel, él sabía lo que hacía y lo hacía bastante bien, en un descuido me escurrí entre sus piernas y bajé hasta su pene. Su pecho tenía una ligera capa de vello, su abdomen lucía como una selva y su pelvis era todo un bosque que comencé a sobar con mis manos; tanto vello en verdad me estaba excitando. Tomé su firme pene con la palma y comencé a masturbarlo, extendió los brazos por detrás del respaldo del sofá y se dejó hacer. Podía sentir las venas de su pene endurecerse aún más, comenzaba a salir el líquido preseminal que sabía delicioso, ni dulce, ni salado; neutro. Me tomó por el cabello y me jaló hacia su rostro, me monté con desdén de nuevo sobre sus piernas y comencé a juguetear con su miembro entre mis nalgas, resbalaba mucho más fácilmente, estaba plenamente conciente de que era un miembro grande, tomaba su rostro entre mis manos y apretaba los dientes para no gritar.
Para el momento de la penetración yo ya estaba bastante bien lubricado, entró hasta la mitad sin dificultad, ahora tenía que acostumbrarme e irme sentando poco a poco en él. Contraía las paredes de mi ano para darle placer, de su garganta salían múltiples gritos ahogados que acallaba con besos, su lengua quería llegarme a las amígdalas, no tardamos mucho en tirarnos al suelo y ahí comenzó a taladrarme más fuerte, ponía su mano en mi boca, evitando que gritara. Mantenía los ojos cerrados y era como ver llamas sobre el mar, saber que se está haciendo algo indebido y más aún que se está disfrutando tanto como yo lo estaba haciendo. Quería perforarme aún más el ano, su pene palpitante iba y venía a su antojo; entraba y salía ya sin ninguna dificultad, hasta que comencé a sentir algunas contracciones comencé a masturbarme, al correrme contraje mi ano múltiples veces provocando en él mucha más satisfacción al venirse dentro de mi.
Trataba de recuperar el aliento, pero sabía que aquello no acababa, lo lancé de espaldas contra el piso y emprendí la tarea de limpiar su miembro, me fascinaba el olor a sexo puro, la calida sensación de su pene entre mis manos, comencé a chupar la cabeza, tratando de sacar hasta la última gota de su semen, por detrás de mi sentí como su néctar se escurría entre mis piernas. En ningún momento su pene perdió fuerza, después de algunos minutos de estar solo jugueteando con mi lengua me enfoqué en hacerle un oral, masturbaba su pene con mi mano y succionaba desesperadamente, me tomó por el cabello y acompasaba la succión con sus movimientos, estaba cojiéndome por la boca, abundante líquido comenzó a escurrirse por las comisuras de mis labios, con la punta de mis dedos lo recogí y comencé a lubricar la entrada de su ano, él parecía ya no estar dentro de si mismo, gemía como un animal, cuando mi índice estuvo dentro totalmente comenzó a disparar más y más semen dentro de mi boca, lo mantuve cierto tiempo para saborearlo y comencé a tragarlo. De nuevo me di a la tarea de dejarle limpio el pene. Poco a poco comenzó a perder firmeza. Caí rendido a un costado, jugueteando aún con su palpitante y cálido miembro semi erecto, seguía metiéndomelo en la boca, como un niño a su chupón me aferraba al pene de Víctor, él solo sonreía y me acariciaba el cabello.
Lo había hecho bien… bastante bien.
Insisto; no puedo dejar de agradecerles y espero una vez más sus comentarios. En verdad espero también les agrade ésta historia tanto como a mi, lo mejor está por venir… Saludos desde México!!!
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