Sexo clasificado
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por VaronSilente.
Soy de Valencia, Venezuela. En cierta ocasión, impulsado por el borboteante queso que tenía por dentro (casi medio año sin tirar) decidí colocar un anuncio clasificado en una página de internet para conseguir una pareja sexual casual. El clasificado decía lo siguiente:
"Chico de Valencia, Venezuela, 24 años de edad, alto (1,80mts), delgado pero con unas nalgas de infarto y piernas bien formadas, piel color canela, ojos café y cabello negro y liso, busca chico versátil con características similares. Si eres de piel clara, bien dotado y con ganas de experimentar, soy tuyo. Contáctame a través de…"
Publiqué mi anuncio y esperé. Fueron días llenos de expectación, por mis ganas que ya la paja no podía calmar. Mi correo recibía una que otra respuesta, pero eran muy mayores, o demasiado jóvenes, o con gustos demasiado raros para mi (uno hasta sugirió imitar "50 sombras de Grey", versión masculina). Hasta que una noche me escribe un tal Alexander. Según me decía, era un muchacho de 25, un poco más bajo que yo, pero de musculatura bien formada. Intercambiamos números, hablamos paja, pasamos fotos y vi que era real. Y vaya que lo era. Era lo más parecido a un Pietro Bosselli venezolano. En efecto, no era más alto que yo, pero tenía un torso que provocaba el más sucio y salvaje de los revolcones. Unos brazos macizos, a punta de gimnasio, por supuesto. Un pecho amplio y abultado. Un abdomen firme y fibrado. Era más de lo que esperaba, y yo era lo que él quería, así que no tardamos en acordar un lugar de encuentro pronto y cercano, para ese mismo día. Él también andaba quesudo, según me decía. Ambos estábamos cerca del C.C. Sambil, así que acordamos vernos en uno de sus baños. Me alertó tan atrevida proposición, pero dije "Sí va" y hasta allá fui a parar.
Rondé por el solitario centro comercial (era un martes por la tarde) esperando a Alex. Llegué a pensar que no llegaría cuando de repente sentí un toque en mi hombro.
Era él. Lo vi, terriblemente guapo, con una camisa a rayas medio abierta. Me sonrió y evaluó con la mirada, como viendo si todo lo conversado era real. Le tendí la mano, sin decir palabra, y lo miré de pies a cabeza. Intercambiamos algunas palabras, como quien no quiere la cosa, y para no levantar sospecha alguna. Luego enfilamos a un baño de planta baja y vimos con gran alegría que estaba solo. El hombre va, y con gran descaro, agarra uno de esos avisos de "No pase, piso húmedo" y lo atraviesa frente a la puerta.
-No queremos que nadie nos moleste, ¿verdad? -me dice con una sonrisa.
Nos vamos hasta el cubículo más amplio (creo que el de discapacitados) y ponemos el seguro.
Agarro su cara entre mis manos y lo beso profundamente. Alex va directo a toquetearme, pasando sus manos por mis hombros, por mi pecho, hasta dejarlas un rato, todas nerviosas, sobre mis nalgas. Primero acaricia sobre el pantalón y luego las mete profundamente por debajo del bóxer. Yo aprovecho y manoseo todo lo que puedo ese pecho duro que ya me estaba haciendo salir el primer pre-cum. Nuestros cuerpos están bien pegados y siento su erección contra mi pierna. Le abro la camisa y comienzo a chupar sus tetillas, bajando poco a poco por su cuerpo de piel clara. Amé los vellos de su ombligo y me detuve allí mientras le quitaba la correa y desabotonaba su jean apretado. Lo bajo, aparto su bóxer ya medio humedecido y libero un guevo enorme circundado de vellos recortados. Aspiro el olor de su hombría y me lo meto poco a poco a la boca.
Siento su humedad preseminal mezclarse con mi saliva y aprieto con mi lengua su glande hinchado. Él gime quedamente y se agarra de la pared. Le doy una mamada gloriosa por un rato, mientras acaricio mi ano, preparándolo para la acción, y me detengo cuando ya lo veo al borde del clímax. Su cara desencajada de gusto me revela que si sigo mamándoselo con tal brío, pronto lo tendré llenándome toda la cara de leche. Pero yo no quería eso; quería primero tenerlo dentro de mi. Le dejo la verga bien parada y babosa y me bajo el pantalón. Le expongo mis nalgas abultadas y las acaricia, lo que me vuelve loco. Pongo mi culo frente a su pene henchido, él aparta las nalgas lo más que puede y lo pone en toda mi entrada. Mi estímulo, queso y excitación del momento me tienen bien dilatado, así que basta la lubricación de mi saliva sobre su guevo para que este se vaya desbocado dentro de mi esfínter. Su cabeza entra dolorosamente, aunque el placer me tenía sin aliento. Luego va empujando poco a poco, acompañando cada centímetro con un gemido, hasta que siento sus bolas entre mis nalgas y su abdomen contra mis espalda.
-¿Qué más quieres meterlo? -le susurro y él me lanza otra de sus sonrisas matadoras.
Empieza un mete y saca bien suave para que yo me vaya acostumbrado a su enorme pedazo de carne. Luego empieza con un bombeo más rápido, y sigue hasta convertirse en un jadeante vaivén que me tiene el culo hecho pedazos. Pero yo no me quejaba. Era demasiado rico lo que sentía. Poco a poco, me dilaté hasta el punto de no sentir tanta presión y solo agradecer el contacto de ese glorioso guevo que me cogía sin misericordia, guiado solo por unas ganas locas de macho veraneado. Se vino entonces sin previo aviso. Sentí el chorro caliente que me llenaba, y que parecía no querer agotarse. Me lo metió unas tres veces más, y en cada empujón sentía que comenzaba una nueva eyaculada. Sentir su semen dentro de mi vientre me llevó al más alto límite de gusto.
El hombre se sale y queda sin aliento contra la pared del cubículo. Está todo sudado y agitado. Mi pene está erecto a más no poder. Casi me duele de lo hinchado que estaba. Sin decir palabra, le hago dar la vuelta y abro sus firmes nalgas. Pongo mi verga y se la meto de un envión. Él sí gritó, pero se metió un puño en la boca y aguantó como pudo mis embestidas. No sé si estaba en sus planes que se lo cogieran de esa manera, pero como que le gustó la cosa, porque no hacía sino empujar con sus nalgas contra mi guevo. Estaba bien apretado, se notaba que no era virgen, pero que tampoco lo había hecho en mucho tiempo. Mi excitación era tal que no pude llevarle el ritmo por demasiado tiempo y eyaculé ferozmente, bien adentro de su culo. Lo tuve bien prensado, abrazando su atlético cuerpo y cubriéndome con su sudor mientras le dejaba metida hasta la última gota de mi abundante leche caliente.
Al salirme su ano escupe parte del semen contenido. Nos damos un último beso agotado, nos vestimos como podemos y salimos a mirarnos al espejo y evaluar el resultado. Medio nos arreglamos (de verdad que habíamos quedado mojadísimos de sudor y bien despeinados), nos damos otro beso y salimos en direcciones opuestas. Un chamo morenito se nos quedó mirando al salir, le piqué un ojo y seguí mi camino. Más nunca tiré con Alexander, pero lo preferí así. Solo fue un polvo fugaz en medio de tanto verano.
Varón Silente
P.D: Si te gustó mi clasificado, escríbeme un mensaje privado o un correo a mi dirección: varon-silente@outlook.es Me gusta conversar con mi lectores. Y tal vez llegar a algo más.
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