Si la curiosidad mató al gato… ¡A mí me hizo descubrir mi gusto por la verga!
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por crapaucito.
Diez añitos tenía cuando empecé a sentir de deseos de ver cómo era el “chichi” de un adulto (de niño llamábamos así al pene). Al contrario de muchos de mis amigos que aseguran haber empezado con amiguitos de su misma edad, yo nunca me interesé por otros niños. Yo quería ver y tocar la verga de un adulto. Y esa curiosidad me llevó a vivir algunas de las más calientes historias de mi vida.
La primera de ellas pasó durante un diciembre. Como es costumbre en mi país, esta época del año es sinónimo de fiestas, música, amigos y licor. Bueno, entre esos amigos de la familia estaba Horacio, allegado a mis padres de cuando ellos vivían en un pueblo de Cartago (Colombia) que venía en busca de nuevas oportunidades a la ciudad. De unos 25 años, 1m65 de estatura, con músculos bien definidos (como todo hombre que trabaja en el campo), piel trigueña, cabello oscuro ondulado y ojos color miel. Desde mi punto de vista de niño era todo un hombre. Lo mejor era el gran paquete que se le marcaba. Como se dice en mi país: “Ratón pequeño, cola larga”. Y yo decidí que quería verle la cola a este ratón.
La oportunidad llegó sola. Después de una fiesta de casi toda la noche, todos los adultos de mi familia estaban trasnochados y dormían plácidamente. Los invitados, entre ellos Horacio, se acostaron donde encontraban espacio. Afortunadamente para mí, yo ya estaba despierto cuando él se disponía a acostarse. Así lo vi dirigirse a uno de los cuartos de la casa y acostarse con ropa y todo. Después de esperar unos minutos para que las demás personas se acostaran y para que Horacio estuviera bien dormido, no perdí la oportunidad de saciar mi curiosidad. Temblando y completamente helado (ahora entiendo que era esa mezcla única de miedo y excitación que sentimos cuando cometemos alguna locura sexual), me recosté al lado de nuestro invitado con la excusa de dormir.
Sentir el cuerpo caliente y duro de un hombre cerca al mío ha sido una de las mejores sensaciones que he experimentado. Aun temblando y con la boca seca decidí ir más allá. Con la excusa de no encontrar acomodo en la cama, me levanté y para apoyarme puse mi mano en paquete de mi somnoliento invitado. En mi manita de niño, ese paquete parecía enorme y se sentía delicioso al tacto. Sólo unos segundos bastaron para tomar más confianza y, aprovechando la “incomodidad” en que debíamos dormir, aproveché para tocar varias veces el paquete de Horacio hasta que lo sentí muy grande y duro. Fue ahí cuando me animé a apretarlo con más fuerza hasta que lo sentí palpitar en mis manos. Nunca supe si de verdad estaba dormido o si sólo fingía dormir. Sólo sé que ese primer contacto me dio el valor para ir más allá.
Cosas del destino, como Horacio se quedaría unos días en nuestra casa, lo acomodaron en una cama pequeña en la habitación que compartía con mi hermano. Como eran tres camas, la suya quedó al lado de la mía pero no una al lado de la otra sino su cabecera dando a mis pies. Una vez se pagaron todas las luces, esperé un rato para que todos se durmieran y así poder aprovechar esta oportunidad única. Con mucha cautela y aun temblando de miedo y excitación, me acerqué a la cama de Horacio. Como estaba completamente oscuro, estiré mi mano muy suavemente por su cama con la esperanza de poder tocar su cuerpo. Yo sabía que dormía solamente con una pantaloneta y la idea de su cuerpo casi desnudo me emocionaba todavía más. Los segundos parecían eternidades y el temblor en mi cuerpo era cada vez más intenso.
Poco a poco estiré mi mano sin saber dónde tocaría primero. Por fin sentí su piel cálida y sus bellos abundantes. Esa sensación fue única y quería que no acabara. Empecé a deslizar mi mano y descubrí que era su pierna cuando subí y me topé con su pantaloneta. Deslicé mi mano hasta su abdomen y me deleité acariciando sus músculos bien definidos. Luego descendí de nuevo mi mano hasta su entrepierna y metí mi mano hasta encontrarme con sus huevos. Que delicia sentir esos huevos peludos entre mis manos. Pasé unos cuantos minutos sobándolos y jugando con ellos; luego subí mi mano hasta tocar su verga grande, dura y palpitante. Ni siquiera alcanzaba a abarcarla con la mano de lo gruesa que la tenía. Ya no había vuelta atrás y ahora sabía que podía hacer lo que quisiera. Ya con más confianza, pasé mi otra mano y empecé a acariciar su abdomen y su pecho. Me encantó sentir su piel y pero más me encantaba tener esa verga inmensa en mi manito. Esa verga que ahora era mía y que debía explorar con todos mis sentidos.
Así decidí llevarla a mi boca para saborearla. Poco a poco me acerqué hasta sentir ese olor a macho que me enloqueció. No estaba sucia ni olía a orines, pero tenía un olor particular que todo aquel que ha chupado una buena verga sabe reconocer. La tomé con mis dos manos y pasé mi lengua sobre su glande y suavemente empecé a chupar sus 20 centímetros de verga (23 años después calculo que eso medía de Horacio). Que textura y que sabor. No sé por qué pero parecía que hubiera chupado vergas de toda la vida y estaba dispuesto a hacer mi mejor esfuerzo para complacer a mi hombre y que así me dejara hacerlo de nuevo. En esas estaba cuando Horacio se sentó, se acercó a mi oído y me dijo que saliéramos del cuarto para no despertar a mi hermano que dormía en otra cama contigua.
Cuando nos encontramos en la sala, nos dirigimos a la cocina que, por suerte, quedaba en la parte trasera de la casa después del patio. Una vez allá, aproveché que había un banquito donde me senté para chupar mejor. Con la luz de luna pude ver bien esa belleza de verga que estaba saboreando. Tuve suerte de encontrar una de ese tamaño para mi primera vez. Sentía como Horacio se estremecía con cada lengüetazo que le daba a su enorme miembro. La verdad estaba disfrutando como nunca y creo que él también. Así pasamos varios minutos hasta que me hizo parar y me pidió que le sobara mi verguita en su culo. Yo quedé algo confundido pues con 10 años, mi pene no medía más de 11 centímetros. Igual accedí con tal de darle gusto pero estoy seguro que logré meterle ni la cabecita de mi verga (ahora entiendo que tal vez él ya había tenido experiencias con otros hombres y por eso quería que le diera por el culo). Por fin se cansó y me puso a chupar de nuevo. Esta vez lo chupé hasta que sentí que su respiración se agitaba y, de repente, lo sacó de mi boca y acabó en el suelo de la cocina.
¡Wow! Era la primera vez que veía ese líquido blanco y espeso. Si bien no lo recibí en mi boca (eso no se pasó por la cabeza hasta muchos años después) estaba fascinado de verlo y no pude evitar meterme de nuevo su verga en la boca después de que se corrió. Así descubrí ese saborcito salado y extraño que me fascinó. Así tuve mi primera experiencia con un hombre, al menos, 15 años mayor que yo. Después de eso, tuvimos otros pocos encuentros similares hasta que Horacio tuvo que regresar a su pueblo porque no encontró trabajo en la ciudad. Gracias a mi curiosidad descubrí mi gusto por las vergas duras y ahora sólo debía esperar para encontrar alguien más a quien chuparle la verga o algo más pero eso se los cuento en otras historias.
Espero que les haya gustado, la verdad me decidí a escribir mi historia después de leer muchas de las ya publicadas en este sitio. La verdad, muchas veces me he masturbado leyendo sus relatos. Espero, el mío los caliente alguito. ¡Hasta pronto!
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