Si, lo acepto ¡soy bisexual! II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En mi narración anterior describí mi primer encuentro con Javier, quien fue mi compañero durante mis tiempos de estudiante en la preparatoria, ya quien he seguido frecuentando hasta la fecha.
Javier y yo tuvimos múltiples encuentros, no con la frecuencia que nos hubiera gustado a ambos, ya que con el paso de los años él se mudo de ciudad, y venia esporádicamente a la ciudad. Fue precisamente en una de estas visitas que me llamo y me pidió que lo recogiera en el aeropuerto. Solo iba a estar un par de días en la ciudad, y coincidió, en forma meramente provincial, que su esposa no lo acompañaría y que mi esposa estaba de viaje con unas amigas.
Después de recogerlo en el aeropuerto fuimos a cenar, y posteriormente lo lleve a un hotel cercano al lugar donde tendría que tratar asuntos al día siguiente. Una vez que se registro me pidió que lo acompañara a la habitación, y me dijo:
-Acompáñame. Te traje un regalito.
¿A quien no le gustan los regalos?, así que subimos al elevador y llegamos a la habitación. Era una suite con dos camas matrimoniales. Javier acomodo su maleta en una de las camas, se dirigió al frigo bar, lo abrió y sirvió un par de bebidas.
Nuestra platica iba de un tema a otro; familia, trabajo, negocios, etc, siempre evitando lo que en verdad nos interesaba, hasta que Javier abrió su maleta y saco una caja de cartón en cuyo interior se encontraba un dildo hecho de latex; muy flexible y suave. De hecho era una extensión que se ponía en el pene y le daba un largo adicional de unos siente centímetros., al mismo tiempo que ampliaba el ancho del miembro.
Mientras yo fijaba mi atención en el juguete, Javier no perdió la oportunidad y me empezó a manosear mi bulto mientras decía:
-Espero que te guste. Lo compre en un sexshope. Desde que lo ví pensé en ti.
Procedió a desabrocharme el cinturón y bajarme la cremallera, y yo hice lo mismo con él . No paso mucho tiempo para que estuviéramos desnudos el uno frente al otro. Le dije que me gustaría darme un baño, así que nos metimos a la regadera, nos enjabonamos, y nos masajeamos mutuamente nuestros penes, algo riquísimo. Esta de más decir las dimensiones que alcance. Se me puso durísimo. El pene de Javier, pese a que es más pequeño que el mío, también llego a su máxima expresión.
Salimos de la regadera, nos secamos y nos recostamos en la cama. Yo me puse boca arriba, y Javier empezó a chupar mi miembro. No es por alardear, pero no le cabía en la boca de lo grande y firme que estaba, sin embargo él estaba concentrado en que mi placer fuera total. Así continuo por varios minutos, hasta que tomo él tomo la iniciativa de cambiar la posición, y por primera vez experimentaba un sesenta y nueve con un hombre. La verga de Javier estaba en mi boca, y la mía en la de él. Javier se movía como si estuviera embistiendo a una mujer, por consiguiente su falo llegaba hasta lo profundo de mi garganta. Por suerte no era ni larga ni ancha y eso me permitía poder contener sus embates, los cuales hacía aplicando todo el peso de su cadera. No puedo negar que ambos gemíamos cuando nuestras lenguas rosaban las cabezas de nuestras varas. Nuestra concentración estaba al máximo en el placer propio y ajeno. Cambiamos nuevamente nuestra posición, y esta vez el quedo boca arriba mientras yo me metía hasta el fondo de mi boca su pene. Javier daba pequeños empujones con su pelvis hacía arriba para que entrara más, lo cual era imposible, estaba toda adentro.
Mientras yo me dedicaba a esta tarea él alcanzo la caja que contenía el regalito, la abrió y extrajo el dildo. Estaba hecho de un latex muy fino. En el extremo contrario a la cabeza tenía un orifico donde se introducía el miembro, y esto hacía parecer que quien lo portaba tenia una verga más grande y más ancha. Me incorpore y me puse boca abajo en la misma cama. Javier fue hasta su maleta, sacó un tubo de lubricante y abriendo mis piernas empezó a untarlo entre mis nalgas. La suavidad del líquido cuando pasaba Javier su mano por mi ano era increíble. Aclaro que nunca había sido penetrado, pero la verdad deje que las cosas fluyeran, no quise negarme a nada aunque el temor me invadía.
Los dedos de mi amigo pasaban de ida y vuelta a todo lo largo de mi raya, solo se detenía ocasionalmente en mi ano a dar un masaje en forma circular. Fue así como poco a poco se fue dilatando, y cuando Javier sintió que el momento era propicio metió lentamente un dedo. No me contuve y gemí al mismo tiempo que en una forma casi instintiva levantaba mis nalgas como pidiendo más. Javier tomo esto como una señal aprobatoria e introdujo un segundo dedo. Pese a la gran cantidad de lubricante, y la excitación, mi ano empezó a dolerme y a arderme. Era una extraña sensación que pedía más y al mismo tiempo quería huir.
Javier se incorporo, se acomodo el dildo en su pene, y la imagen que mandaba era la de un hombre diferente, ahora se veía dotado de una verga respetable. La metió en un condón, agrego lubricante, se acomodo entre mis piernas, y apunto la artificial cabeza hacía mi ano. Poco a poco empezó a entrar. Mi esfínter la rechazaba en forma automática, pero yo resistía, sabía que tarde o temprano mi esfínter tendrá que rendirse ante el embate de ese miembro.
-¿Cuánto ha entrado? – pregunte yo sintiendo el dolor
-Va a la mitad, pero tranquilo. Lo estoy haciendo con cuidado.-me respondió-
Por fin sentí el tope en mis nalgas. Faltaba poco para que los testículos de Javier ya tocaran los míos. Fue entonces cuando impulse mi cuerpo hacía atrás y me acomode a gatas. Los pocos centímetros que quedaban fuera entraron de golpe en mi interior. Ahora venía el momento de entrar en ritmo, y que poco a poco entrara y saliera hasta que mi ano estuviera lo suficientemente dilatado para que el dolor se convirtiera en placer. No paso mucho tiempo para que eso sucediera. A cada golpe mi esfínter cedía más y más, se podía sentir la dureza y firmeza de la verga de Javier, pese a que llevaba puesto el dildo de látex y el condón.
Mientras mi amigo atacaba hacía adelante yo lo hacía hacia atrás, esto provocaba que nuestros testículos chocaran suavemente y de una manera leve. Mi posición no había variado un solo centímetro, estaba a gatas, con las nalgas lo más alto posible, mi pene estaba duro y firme como un garrote, y mi pecho tocando la cama; mis manos apretaban las sabanas para no perder la concentración. En el interior de mi ano se desarrollaba una batalla descomunal entre la punta del falo y mi próstata. Poca gente sabe que la gran diferencia entre una mujer y un hombre que reciben sexo anal esta en la próstata. Ellas son ajenas a la sensación del roce de ese pequeño objeto de placer. Las mujeres solo sienten el pene abriendo el ano, y la invasión a profundidad, nosotros además tenemos un timbre que dispara señales de placer nerviosas a nuestro cerebro cada vez que es tocado por un suave glande.
El ritmo se fue acelerando, Javier empujaba cada vez más fuerte. Me atrevería a decir que el diámetro de mi ano estaba al doble de su tamaño normal; me dolía, pero con un placer increíble. Nunca me había imaginado que esta sensación se pudiera dar, además yo no veía la cara de mi amigo, esto me permitía imaginar que podía estar siendo penetrado por cualquier otra persona. Llego el momento en que Javier hizo un anunció:
-¡Me voy a venir!
Instintivamente me impulse hacía adelante. Sabía que de nada serviría que se viniera dentro, ya que estaba cubierto por el dildo y el condón, así que me zafe . En cuanto hice este movimiento y Javier se vio desconectado de mi cuerpo se quito el dildo junto con el condón de un golpe, se dejo caer en la cama sobre su espalda empezó a masturbarse, y su leche broto con fluidez; algunas gotas llegaron a su pecho, pero las más grandes quedaron sobre su propio pene. El espectáculo que me brindo me obligo a descargarme sobre él, apunte mi herramienta hacía su pene y le agregue mi propia leche. Con esta nueva ración su falo estaba totalmente cubierto de semen caliente, no pude evitar inclinarme sobre ese caramelo y hacer algo que jamás hubiera imaginado…¡pase mi lengua de se base a su cabeza!. Aun estaba caliente. Solo puedo confesar que fue algo extraño, pero delicioso.
Después de esta noche nos despedimos, Javier regreso a su casa, pero me sigue escribiendo a onifagos@gmail.com, donde me gustaría recibir los comentarios de mis lectores, y no se, posiblemente conocernos si es posible.
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