Sin quererlo, me hice puto (Parte 1)
Un adolescente de 15 años tiene que vivir una experiencia traumática, aunque el placer no se lo quita nadie..
Todo sucedió cuando tenía 15 años. En aquel entonces era bajito (1,70cm), piel un poco morena, pelo castaño, mi cuerpo era lo que se suele decir cómo complexión fuerte, no estaba precisamente delgado, pero tenía un abdomen plano y espalda ancha. Lo que más me gustaba de mi cuerpo eran mis pezones rosaditos, cuya aureola era bastante grande y casi siempre estaban erectos. Para mi corta edad, he de decir que era bastante peludo, aunque la polla me la solía depilar.
Siempre fui un fetichista, me encantaban los hombres musculosos y peludos, con unos pezones enormes, vamos, lo que vendría siendo un «oso». Simplemente me excitaba muchísimo imaginar cómo sería adorar un cuerpo como ese, acariciarlo, besarlo, morderlo, etc. Mi principal forma de satisfacer mis necesidades sexuales era masturbándome, ya que no podía tener sexo y, obviamente, era virgen. Me ponía mi porno favorito y manos a la obra, o lo que me gustaba más, hacer un chat hot con maduritos. Solía emplear aplicaciones para ello. No mandaba fotos aunque ellos a mi sí, y les decía lo cachondo que me ponían, y de paso me calentaba yo de ver cómo les encantaba que les escribiera guarradas.
Un día, me encontré con un tipo de unos 40. Era bastante simpático, la verdad, y no se interesaba únicamente en enviar mensajes eróticos, también quería conversar. En una de esas le conté cual era una de mis fantasías: que me violaran. Se extrañó mucho, pero según le fui describiendo todo lo que me gustaría que me hicieran, se le notaba la excitación. Ese día, fue la última vez que hablé con él, no volvió a responder a mis mensajes.
Unas dos semanas después, cuando salia del instituto, recibí un mensaje de un compañero de clase, pidiendo que le viera en el kiosco que estaba allí al lado. Yo sin sospechar nada, fui. El kiosco estaba en una especie de callejón, no estaba muy oculto, pero no solía haber nadie. Cuando llegué, como ya he dicho, no había nadie. Le mandé un mensaje preguntándole que donde estaba, y me respondió que estaba al final de la calle. Cuando llegué al final, solo había un coche negro, del que se bajó un hombre con ropa de paisano con una pistola.
– Vamos Manuel, entra al coche.
Yo no respondí, solo podia ver el arma. En un segundo, pensé en varias formas de huir de allí, la única salida era correr, pero me dispararían. Aún con la mochila colgada, tuve que obedecer y entrar en el coche. Al entrar, había otro hombre en el otro asiento, aunque creo que no iba armado, pero por su físico, se veía que no la necesitaba.
La mochila la metieron en el maletero, me quitaron el móvil, y me pusieron una venda en los ojos. El coche arrancó.
No podía pensar, no era capaz de idear alguna forma de escapar de ahí, solo pensaba en qué me harían, aunque no tardaría en saberlo. Más tarde llegué a la conclusión de que debían haberle hackeado el móvil a mi compañero para enviarme los mensajes.
En un momento del trayecto, uno de los guardias me acarició la pierna, muy cerca de la polla.
– El jefe ha conseguido una buena adquisición, ¿no te parece?- sugirió a su compañero, que no respondió, mientras seguía sobandome la pierna, cada vez más cerca de mis partes íntimas.
Lógicamente mi entrepierna tuvo que responder dando un brinquito, cosa de la que él de dió cuenta y soltó una risita perversa.
Cuando ya pasó un rato y estuve un poco más lucido empecé a idear lo que estaba por venir.
Te pasas cuando biene lo bueno sigue contando jejejeje… 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉