Sodomizando a Enzo
Mi mejor amigo Enzo y su pequeño culito son míos..
Desde que tuve una erección por primera vez y tuve deseos de tocarme, supe que debía mantenerlo en secreto. Mi hogar es un poco conservador, nada de mojigatos, nada de homofóbicos, nada de hostigamiento, solo una tela de pudor que entre todos habíamos tejido al rededor nuestro. Lo consideré hasta sano y prudente.
A mis 23 no podía evitar tener pensamientos muy perversos. No podía evitar querer tener sexo con cualquiera que me la pusiera dura. Hombre, mujer, chicos mayores, chicas lindas y sumisas. Cada cosa miserablemente sexy que veía en cada uno era un excusa suficiente para ir a follar, o, muy amenudo, masturbarme.
Un día conocí a Enzo, 4 años menor, más peque, más infantil, muy reservado y sumamente encantador, a mi gusto.
Para ese entonces yo vivía en un pequeño monoambiente, solo. Enzo solía visitarme pues éramos vecinos, y yo el único hombre joven de entre todos los departamentos.
Un día, Enzo vino a casa. Cómo siempre se sentó en mi sofá y charlaba conmigo, mientras veíamos un partido. En estos momentos al tenerlo cerca, con unas cervezas ya encima y esa sonrisita que ponía, quería agarrarlo y romperle los labios a besos, hacerlo arrodillar y que me la chupara.
Esta vez fue diferente, nuestro equipo estuvo mal, muy pésimo. Recuerdo que apagamos la tele y nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Hasta que ya eran la 1 AM.
Eso era y no era raro, pues si bien solía pasar tiempo con Enzo, mi amigo y protagonista de mis pensamientos más sádicos, no teníamos momentos tan tranquilos. Pero justo en ese momento, donde quedamos uno al lado del otro, con nuestros cuerpos hechados en el sofá y capaces de sentir el calor del otro, pasé mi brazo y encima de sus hombros, y con mi mano volteé su cara para que me mirara.
Yo estaba caliente, tanto tiempo pensando en este maldito niño que no me daba nada más que su amistad. Me mataba, y ya estaba harto, esta vez pasaría algo.
Recuerdos haberlo sujetado del cabello y él no hizo nada, lo acerqué a mi cara y lo besé. Sentí sus manos en mi pecho, tratando de alejarme, pero lo tenía sujeto fuerte de su cabello presionando su cara con la mía, tanto que hasta a mí me dolía.
No pensé mucho nada, no sé si fue el alcohol que ya teníamos encima combinado con la calentura que me generaba tenerlo tan cerca o si solamente no quería recuperar la cordura. Esta oportunidad no se repetiría y era algo que había estado pensando, no quiero no llegar nunca a nada con este chico.
Esa noche, en dónde se notaba un ligero ambiente tenso, con calor veraniego, luz tenue y mi corazón enamorado no me resistí.
Lo solté y me confesé.
-Me gustás.
Y esperé una respuesta de correspondencia que jamás llegó. Eso me molestó mucho.
Él se supo de pie y caminó muy rápido a la salida, pero yo ya había llegado muy lejos, y esta vez no me echaría hacía atrás. Lo agarré de su brazo y lo tire al sofá de nuevo.
-No te puedes ir, Enzo. Tenemos que hacer más que un solo beso.
Él estaba molesto, asustado. Y me respondió:
-¿Qué te pasa Alex, eres un puto de mierda? Yo me voy.
Todo pasó muy rápido, me dió un pequeño empujón y eso basto para que mi mano fuera a parar a su cara; esa actitud tan agresiva no me gustó nada en él. Él debía saber ser más complaciente, al menos hoy, donde más lo necesitaba.
Me miró tan enojado. Quiso pegarme y se fue en mi contra, pero yo soy más fuerte, además del notorio efecto del alcohol en su cuerpo, y lo sujeté de su manos poniendolas detrás en su espalda, las agarré las dos con una mano y con la otra lo sugete de su hermoso cabello castaño, me acerqué a su oreja y le pedi que se comportara.
-En, por favor, no hay necesidad de hacer que esto suceda mal. Sino pones resistencia va a ser mejor, creeme.
Lo volteé, lo puse contra la pared y lo seguía besando. Se notaba su enojo, quería zafarse de mi agarre y salir corriendo, de todos modos yo paso siempre llave. De repente, en pleno forcejeo, tuvo la brillante idea de gritar por ayuda, pero eso solo hizo que me molestara más que antes, y mis dos manos intentaban estrangular su cuello. Pobre, se puso tan rojito y en su cara había tanto terror. Toda la situación me tenía a mil. Lo solté, a pesar de lo que me encantaba tenerlo así, sometido.
Cayó al suelo por lo que supongo es la falta de aire y en seguida me senté en su espalda, sujetando su cuerpo con mis piernas, tomé una boxer de lo que siempre dejaba por todo lados e hice que pasara si cabeza por dónde se supone para una pierna mía, así hasta que quedara en su boca y ya no pudiera gritar más. Ahora solo debía atar sus manos. Cosa que hice apenas encontré con qué hacerlo.
Lo tiré a la cama luchando con sus intentos de correr a la puerta. Pero sujeto de manos poco podía hacer.
Abrí su piernas y subí poco a poco aplastando su cuerpo con el mío, queria de una vez por todas que se quedara quieto y me dejara hacer lo que yo quería, así que pensé que tal vez debía ponerlo de mi lado, hacer que él mismo quiera.
Chupasela
No era algo que hubiese pensado antes, nunca me imaginé a mi Enzo con su pene en mi boca, siempre fue al revés. Sin embargo de alguna forma iba a lograr lo que yo quería, y si quieres que un hombre haga lo que tú quieres, chupasela.
Para este momento ya estabamos casi desnudos los dos, yo estaba maravillado viendo su hermoso cuerpo. Tan blanquita piel, tan delgado. Hermoso desde sus pies en los que me encantaría acabar, hasta esos lindos ojos que ahora reflejan miedo y enojo.
Bajé su boxer, él se quedó quieto esperando ver qué hacía, e hice lo debido; tomé su pene con mi mano y bajé mi cara para olerlo. Él de nuevo intentó zafarse, pero se que no podría hacerlo. Sorpresivamente estaba extasiado al tener mi cara pegada en su pubis, oliendo todo, rozando sus pelitos, viendo su linda verga color ocre.
La metí en mi boca, flácida como estaba, suavecita y tibia.
Yo en mi faena poco me preocupaba por sus intentos de pararme. Era muy adictivo chuparsela.
Poco a poco fue cogiendo dureza, sentí como ya no estaba suave, sino que se tornaba más fuerte, menos maleable, la típica semierección. Y disfrutabamos, tanto él como yo.
Cuando estubo duro en mi boca ni siquiera se quejaba, solo hacía pequeños movimientos y sonidos que terminaban ahogados por el boxer en su boca.
Pasé mi lengua por su glande, y me concentré en chupárselo. Sabía que esto lo volvería loco de placer, a mi me encanta que me lo hagan. Llegas a sentir tan estimulado el glande que hasta agobia, pero te deja al borde de un orgasmo que no llega.
Y funcionó, gemía, se movía desesperado pero del placer, y esto me encantaba.
Subí hasta su cara y bese su mejilla, mire su ojos y él me miró a mí. El bebé está más sumiso ahora.
-Te desato si cooperas, espero que entiendas que hoy no sales hasta que yo quiera. Primero chupala.
Saqué mi boxer y me puse encima de su cuerpo, mi pene ya durísimo golpeó su cara y lo usé como una espada, golpeando sus mejillas. Que maldita imágen más erótica.
-Calladito, si gritas o haces un sonido sin mi permiso te mato.
Y así saqué el boxer de su boca, y gritó. Trato de hacerlo bien pero no, quiere por las malas.
Es increíble como le doy un poco de libertad y confianza y en seguida la caga. Por eso no dude ni un segundo en abofetearlo tan fuerte como pude.
-Cállate, cállate.
Se calló. Mi mano derecha lo sugetó del cuello y él solo denostaba miedo y dolor.
-Te vas a quedar calladito, vas a abrir tu boquita y me la vas a chupar ¿quedó claro, Putito?
Sin respuesta.
-Que si quedó claro, Putito.
Otra bofetada, una con la que un poquito de sangre salió de sus labios.
-Sí.
Muy bien, estábamos progresando por fin.
Por fin pude meter mi verga en su boca, por fin puse sentir la tibiesa de su lengua en mi pene. Era hermoso, era fenomenal mirarlo con sus ojitos cerrados y una lágrimas en sus mejillas, rosas, con los labios carmesí y una que otra manchita de sangre en ellos. Esto para algunos es quizá enfermizo, pero no me importa, jamás me interesó nada que fuera diferente a esto con Enzo, con mi chico.
Hicimos eso hasta que me cansé.
Me acosté al lado de él y lo besé. Ahora Enzo cooperaba, tenía ganas de besarme también porque me siguió besando, y como lo disfruté mierda. Era hermoso sentir sus labios contra los míos, moviéndose, con mi lengua dentro de su boca, saboreando la suya.
Besé su cuello, y compense a tocar su verga, que sorpresivamente no había bajado.
Poco a poco, y mientras succionaba sus pezones y él gemía levemente mis manos pasaron por sus testículos, los acariciaron y por fin llegué a mi parte favorita de su cuerpo. Un culo hermoso, dos nalgas rellenitas, duritas, me gustó mucho pasar mis dedos entre ellas y tocar su ano. Él claramente no estaba preparado, porque se detuvo. En este caso seré benevolente.
Simplemente dejé de hacer todo lo que hacía en él, lo hice sentar y lentamente paso mis manos a su espalda, desaté el nudo que atrapa sus manos. Una vez tuvo sus manos libres las sentí en mi pecho, frías. Y descubrí que sus manos también me gustaban, al igual que sus pies, al igual que su delgado abdomen.
Las tomé fuerte, sin dejar una pizca de duda de que aún debía hacer caso, y le dejé las cosas muy claras.
-Vamos a hacer el amor, Enzo. Yo te haré el amor, y tu único trabajo es dejar que las cosas marchen bien, tu único oficio es obedecer. Haces lo que te pida, como yo te pida.
Me acerqué a su cara, mirando fijamente sus ojos café.
-Ahora acuéstate y abre tus piernas.
En su miedo, embriaguez y, lo que presumo como un verdadero orgullo, excitación. lo hizo.
La puts madre, debía estar en el paraíso. Ahí estaba el chico por el que mi corazón latía con sus piernas abiertas, mostrando su precioso ano rosita rodeado de vello castaño. Esas lindas piernas con mucho vello
Me acerqué y al fin pude hacer algo que siempre le quise hacer, un beso negro.
Al sentirme trato de empujarme con sus manos, pero, yo le aclaré que sin manos. Él no tiene permitido usar sus manos.
Pasé mi lengua, al principio lamí, algo que lo hizo mover, pasé mi lengua por toda su entrada, quería dejarla muy lubricada con mi saliva. Con mi lengua hacia preción en ese pequeño agujerito que tan loco me tenía. Si tan bien se sentía con mi lengua al tratar de entrar en él, no me imaginaba lo que sentiría al destrozarlo con mi verga.
Él solo gemía, y la segundo vez que de atrevió a usar su manos lo puse en cuatro, con sus manos en la espalda y le di una nalgada que dejó mi mano marcada. Pero continúe con lo mío, porque me encantaba, porque me gustaba mucho sentir todo su culo en mi cara, sentir sus nalgas precionando mis mejillas y mis manos tocando sus muslos velludos.
Ay, Enzo, al oirte gemir solo puedo pensar en lo mucho que te amo.
Cuando todo estuvo listo era hora lo que siempre busqué. Así como el estaba, a cuatro y con el culo en pompa, me puse detrás, y por fin pude sentir como mi pene tocaba ese culo dueño de mis muchas pajas.
Que delicioso era sentir la cabeza de mi pene entre sus nalgas. Deslizando y tocando su ano una y otra vez. Quería estar dentro de él.
Enzo se asustó porque sabía que había llegado el momento donde yo quería penetrarlo, pero está vez quería que se sintiera bien, seguro. Le di vuelta y quedamos frente a frente. Su labios se veían hermosoa los besé, me metí entre sus piernas y puse mi verga tan dura como estaba en alineación con su culo, eso fue algo que lo incomodó.
Lo acaricié, lo besé, toqué su cuerpo, me sorprendí por un repentino beso de su parte, y tomé su cabello para besar su cuello, algo que le gustaba al parecer.
Supe que bajar y meter su pene en mi boca mientras mis dedos buscaban su ano en la mejor opción. Le gustó mucho que se la chupara, y a mi me fascinó tener sus gemidos y si culito cediendo ante mis dedos, que entraban y salían de él, sientiendolo húmedo y tibio. Un lugar verdaderamente excitante.
Al llegar el momento supe que debía intentarlo, quería por fin poder clavar mi verga en su culo.
Y así, sin más, lo mire a los ojos y le tape la boca con mi mano derecha, y con la izquierda guíe mi pene a su entrada. Y lo hice.
Por fin entré en él, por fin sentí el calor de su cuerpo rodeando al mío. Las húmedas paredes de su intestino abriendose por mi verga. Estaba en el cielo. Pero Enzo, un putito quejica, no paraba de quejarse y moverse desesperado. En serio me estaba enojando. ¿Por qué no me dejaba hacerle el amor en paz?
No iba a parar, a pesar de la negativa de Enzo metí todo mi pene en él, lo hice y me sentí muy bien. Sentí que se retorcía debajo de mí, que la mano que tenía en su boca ocultaba pequeños gritos de lo supuse era dolor. Y así estuvimos un rato, yo en el cielo y él quejándose.
Me moví, no podía recistieme á entrar y salir de su cuerpo. Sentía, como mi verga entraba hasta donde podía en su culo y salía rápidamente para volver a entrar con desesperación. Él calló sus gritos, lloraba, gemía con agitación.
Enzo por fin era mío. Mis manos en su cintura pegandolo una y otra vez a mi pelvis me lo decían. Su mirada de súplica me lo decía. Sus pequeños suspiros cada que embestía me lo decían. Mis ganas de querer matarlo a mordiscos en los labios me lo decía.
Estaba al límite, comencé a masturbsr su ahora flácido pene, que poco a poco endurecía y parecía molestarlo. Quería acabar dentro de él, dejarle mi leche dentro. Cuando lo oí gemir más fuerte, y vi sus ojos de placer mirarme supe que debía hacerlo más rápido, supe que debía sacarlo todo y meterlo de golpe, pues esto lo hacía poner ojos en blanco.
Nunca lo dejé tocarse, eso me gustaba hacerlo a mí, y apenas sentir que su verga se ponía dura en mis manos y su semen tibio y viscoso era derramado en mis manos y en su abdomen no pude controlar mi excitación y lo cogí tan fuerte como pude. Le dolió, me suplicó detenerme, pero no pude, no hasta que sentí que mi pene duro como piedra se hinchanba en su culito y dejaba salir todo mi semen.
Por fin podía sentir como él recibía mi leche generandome tanto placer. Estaba tan enamorado.
Esa vez caí exhausto y él también. Dormimos así, llenos de la escencia del otro, yo con ganas de no soltarlo jamás y el con su cuerpo sujeto al mío.
como sigue
Grandiosos, me ha encantado tu relato. Tendra segunda parte?
Porque el relato lo merece 🥵🔥🔥🔥
wow ke rico eso me gustó chido