Soliloquio… Es que no quiero dormir solito
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
Después de todo, quedaba un viento tormentoso. Por las noches, cuando el frío calaba los huesos, íbamos todos juntos a quemar el monte seco. El aire se tranquilizaba y el frío se apaciguaba.
Cuando regresaba a casa, me quitaba toda la ropa de encima, cogía un short delgadito y a la cama me metía… << o bueno… al menos eso debí hacerlo >>.
Me he acostado a su lado, siento su calor corporal, y poco a poco me voy pegando a su cuerpo, hasta que siento su piel con la mía. Él está acostado boca arriba, mis pompis justas en su cadera. Levanto mi mano y como ya estoy acostumbrado hacerlo, en medio de la oscuridad y dando la espalda, toco con mi palma, su tiesa envergadura, de lado en su trusa. Recorre mis manos desde las bolas, hasta la cabecita, tocando y hasta un poco apretando, su tronco duro. El glande se le sale un poco por el dobladillo elástico. Mis dedos palpan la textura de aquello hinchado, pronto mi boca se hace agua. No aguanto ¡entro en desespero! Y me volteo.
<< Se supone que lo abrazo dormido ¿no? >>
Metido entre su brazo y costado del pecho, me guindo a ese cuerpo. Su piel es lisa, tan suave que me gusta abrazarlo mucho. Sus tetillas están paradas y su abdomen que no es plano, mis dedos tocan a lo terso, y luego bajo a lo tieso. Con el mismo ímpetu, encajo el pulgar en el elástico, y bajo la trusa, liberando la bestia que despierta sale rebotado y soltando un hilo de su sabor a macho.
Fue inevitable que no me estremeciera en su cuerpo. La mandíbula me titirita, culpo al frío dela noche —aunque la verdad el motivo es por mi intención perversa—. Antes de coger ese palo grueso, primero toco sus vello púbico; unos surcos al ras, no los veos, pero imagino que son negros ¿es lo obvio no?
Tan solo una vez, antes, lo he hecho. Y creo que esta vez es la segunda. Lento pero decidido arrastro mi cabeza a su entrepierna, cuando estoy cerca, mi boca se hace agua. El olor de su sexo es lo que termina por darme el aventón a su herramienta. Aquella gota de su elixir, hizo que con avidez pasara mi lengua, y le chupara también el glande con ricura y sabrosura. Goloso como muchacho que ha probado el azúcar, no pude parar y toda esa envergadura de macho me la he tragado completica… << fue mi intención, pero solo una mitad de esa verga pude tragar >>.
Cuando me la corría en el baño, aquello era una cosa que en mí no debía pasar. La inocencia de ese entonces, se mezclaba con una inexperta atracción en mi cuerpo. Entonces, lo que pasaba en el baño con mi mano en mi sexo, pensaba que en unos sucede, pero en mí no podía ser así.
¿Y cómo les sucede a los otros?
Chupe y mamaba toda esa verga de macho, completamente tiesa y caliente. No había un límite en mi saciada infinita, pero si provocaba que hiciera otras cosas. Baje un tantito mi short, solo hasta las puntas de mis glúteos. Ya casi estaba que lo besaba a él, y montarme arriba de su cuerpo, no fue algo que mucho pensé. Sobre él, abrí las piernas y me arrime lo suficiente como para quedar mi raja frente a su erección. El contacto de su punta, me hizo estremecer, me pego mucho más y toda su verga se encaja en mi rajita caliente. En vano me muevo, tratando de emular una cogida de verdad. Y aunque no lo lograba y tampoco era mi idea meterle en mi hoyito, la lubricación de su verga, humedeció mi culito, y la fricción corría rico. Esa cosquilla que me proporcionaba en mi perenne, agito todo mi cuerpo, comienzo a gemir como una hembra, y es que así me siento encima de este hombre, como toda una hembra cabalgada en su potro macho.
Unas manos duras, fuerte y grandes…
Tuve miedo, pero mi miedo se apabullo de mi cuerpo expulsado por el deseo. Apretó duro mi cuerpo contra el suyo, sentí su aliento caliente en mi cuello, luego en mi oreja, susurró un gemido cerca de mi oído. Lamio un poco mi lóbulo, se estremeció de pies a cabeza, encaja su verga en mis nalgas, y apretándolas, comienza un vaivén que me estremece y me calienta.
Solos en la habitación, el respirar nuestro, profundo y excitado, en el cuarto fue música para nuestro deseo perverso. En esa misma posición, siguió frotando su envergadura contra mi upite cerrado. La cosquilla era mucho más rica que hace ahora. Ahora mismo, mi verga también brinca, y apretada con su abdomen, creo que pronto va suceder que lo que pasa en el baño cuando me la corro con la mano.
<< ¿Y acaso puede suceder? >>
— Esto esss… lo que te gusta ahhh..
<< ¿Qué respondo? >>
— Que rico… ahh… ¿te gusta? Ahh…
Y a todo lo que me dice, solo gimo.
Empinó su cadera al aire, levantándome consigo. Toda su tiesa verga en mi raja apoyada, la sentí a plenitud. Bombeo con fuerza y el primer chorro, quemo en mi espalda. Caliente su elixir, gimoteo con bravura, con grito mudo de sabrosura. Después del éxtasis, quedo como agua calmada, después de la tormenta…
Su corazón latía fuerte, y luego era solo pálpitos que podía apreciar calmado, junto con su respirar acompasado, sabía muy bien que estaba cansado. Mi sexo había seguido erecto, pero luego bajo sin proponérmelo.
¿Y ahora qué?
Se levantó y creo que fue al baño. Tuve esperando, quede también agotado y muy asustado ¿pero quizás todo era un sueño?
Me quede dormido y a la mañana estaba acostado a mi lado.
DOS
Goyo era mi muy mejor amigo del colegio. Una mañana nos iban hacer examen médico. En la enfermería estábamos todos los varones haciendo una fila, y de cinco en cinco entraban. Goyo iba a mi lado, cuando nos mandaron a desnudarnos, nos vimos a los ojos y sin vernos de nuevo, nos quitamos el uniforme del colegio.
Una enfermera joven y la otra una vieja muy menudita, pero de carácter muy fuerte. En ropa interior estamos los cincos, luego de uno en uno, nos pasan por detrás de la cortina. Ahí comienza el examen médico, una revisión de todo nuestro cuerpo, luego acostado en la camilla, sin darme chance de retraer las piernas, la enfermera menudita me levanta el bóxer y lanza la vista a mi entrepierna dormida. Con su carácter dominante me indica que me baje de la camilla y que salga de nuevo a vestirme. Cuando salgo ya Goyo estaba vistiéndose, su mirada me preguntaba, si me ha hecho lo mismo que a él, y cuando veo a los demás, también se decían y reían con vergüenza y timidez.
Ya en el salón de nuevo, a más de uno se preguntaban si ya tenían pelos en la verga, y reían a sus comentarios. También oí que se confesaban mis compañeros varones; ellos también en el baño se la corrían. Goyo me veía pero nada me preguntaba. Hasta que lo hizo y como no quise responder, me consolaba que no me preocupara.
<< ¿Qué debía preocuparme? >>
Aún recuerdo la leche que me dejó él en mi espalda, era espesa, abundante y su olor era como el agua de cloro que queda en las manos de mi mamá. Me preguntaba ¿Por qué a mí no me sale tan espeso? Luego me excitaba, y me preguntaba si los muchachos del colegio, también se harán la misma pregunta.
— ¿Por qué me gustan los chicos?
Fue una pregunta que me volvía a repetir ¿pero en realidad me gustan los chicos? O ¿solo a él? Iba en el bus camino a casa, ya he salido del colegio. Goyo es mi muy amigo y compañero, pero de vez en cuando lo notaba que él me pretendía. Solo que era feo, medio gordito y todo lo que decía era estúpido y cuando reía, escupía y con asco me limpiaba el brazo o en el peor de los casos, la cara. Y aquello me daba asco.
Sentía que yo le gustaba, y a todo me acompañaba, me hacía y me daba, pero él no me gustaba. En cambio sí Darwin hubiese sido así conmigo…
<< ¡Si me gustan los chicos! Pero no todos >>
A veces creo que nunca sucedió lo de aquella noche. Su indiferencia es tal, que a veces pienso que yo lo he imaginado todo. Sonríe cuando me ve, me habla y me pide favores, pero aun sí estemos solos en el día o la tarde, y nunca me insinúa algo de lo que hicimos aquella noche.
Como quisiera, cuando anda con sus juegos, si quiera un poco apriete mis nalgas y susurre a mi oído otra vez, pero no lo hace. Y de nuevo siento esas ganas de hacerlo otra vez, ya en el baño no lo puedo apaciguar, en cada acabada, tan solo me deja la necesidad de volverlo a repetir.
Fui el ultimo de en ver televisión en la sala, veía a su habitación, y solo esperaba que la noche más entrara. Y las horas pasaron lentas; que fuese las nueve de la noche, aun lo veía muy pronto para irme a su cama. Luego la hora corrió unos minutos más, y ya no me pude aguantar. Apague el televisor y en vez de irme a mi cuarto, abrí despacito la puerta y cerré cuando ya estuve adentro de su habitación.
Era tal el latido de mi corazón, creía yo que él lo podía oír y se iba a despertar y sentirme en su habitación. Casi mareado llego a su cama, e intentado no hacer mucha presión, para no mover el colchón. Poco a poco me acuesto a su lado, pero estaba lejos de su cuerpo, hice que di la vuelta, pero ni tan lejos estaba de él, cuando caí de nuevo boca arriba, medio de mi cuerpo cayó encima del suyo. Él se movió un poco, yo quede helado y me hice el dormido, pero ni modo de bajar mi medio peso de su cuerpo. Así tieso me quede.
Siguió moviéndose y con mi actuación mala, sigo con la idea que estoy dormido y me muevo dormido y me bajo de su cuerpo, quedando de lado, dando la espalda a él. Se coloca detrás de mí, acostado de lado, siento su panza en mi cadera, se mueve un poquito más y ahora siento el bulto de su entrepierna en mis nalgas. Escalofrío me da, tiemblo y él se aprieta a mi cuerpo, palpita su verga, y seguido respira profundo en mi oído.
Estaba como un toro, apretaba su entrepierna y me cogía de mi short delgadito. Me tumba boca abajo, baja mi short hasta las puntas de mis nalgas. Pasa su dedo en mi raja << y ya no sé si seguir fingiendo que duermo >> Lo que si levanto es mi cola, después de haber escupido mi culo, puso la punta de verga, hizo presión, pero aquello era grande y pensé que eso no podía entrar. Él hizo de nuevo el intento, esta vez me dolió. Acostó todo su peso sobre el mío, susurro a mi oído, lamio mi oreja y apoyo todo el tronco de su verga en mi raja. Era como un tizón a fuego encendido en mi culito hambriento y caliente. De nuevo emulaba que me cogía, esta vez ambos gemíamos. La fricción de su verga se hizo intensa, más duro contra la cama me arremetía. Luego un gemido infinito como un silbido, y su tronco palpita eyaculando su leche hervida…
Tres espasmos y un chorrero de semen regado en mi espalda.
TRES
El monologo del actor, comenzó con una pregunta, para el público y para sí mismo.
— ¿Cuándo me entró el gusto por la homosexualidad?
Negó con la cabeza, dijo; NO. No le entro el gusto, no es esa, la pregunta. La pregunta que el actor hace de nuevo es: ¿Cómo inició mi sexualidad?
Y esa pregunta en mi cabeza la hice, y cuando he salido del teatro, en el trayecto a mi casa lo he venido pensado.
Cuando llego a mi casa, recuerdo otra cosa. Después que mi primo acabo me hizo una pregunta.
— ¿Por qué no duermes en tu cuarto?
<< A que venía esa pregunta >>Pienso hoy en día.
Y le respondí…
¡Es que no quiero dormir sólito!
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