Soñando con mi Hermano Mayor
Entonces desperté de súbito. ¿Acaso fue sólo un sueño…?.
Yo no podía creerlo. Su gran y gruesa verga estaba entrando en mí, lenta y suavemente, abriendo bien mi anito virgen; en lo que yo gemía por el dolor y el placer simultáneo que estaba experimentando. Sentir ese sólido apéndice viril ingresar a mi recto y abrirse paso hasta mis intestinos, era una sensación nueva e increíble; que mi propio miembro masculino estaba muy duro e hinchado, palpitándome y botando hilos seminales sobre mis sábanas blancas. Y de pronto sentí el áspero roce de sus pelos púbicos contra mis nalgas, por lo que supe que él me había logrado penetrar a pleno, hasta el fondo. Finalmente tenía dentro de mí toda la hombría de mi hermano mayor; mientras él con una mano me sujetaba de la cintura y con la otra me agarró del cuello y con eso comenzó a cogerme, embistiendo mi culito con los fuertes y rápidos empales de sus caderas. Yo sentía que estaba a punto de correrme, cuando su aliento erizó los pelitos de mi nuca y me susurró al oído:
– …Oh… Te amo, hermanito… —Y no pude más y empecé a eyacular en un intenso orgasmo.
Entonces desperté de súbito. ¿Acaso fue sólo un sueño…? Enseguida me di cuenta de que acababa de soñar con mi hermano mayor follándome. Aparté las sábanas y vi que mi verga erecta se sobresalía de mi trusa verde de elástico blanco, reposando dura contra los cuadritos de mi abdomen; los cuales ahora estaban embarrados con mi espesa esperma. Empuñé mi verga, misma que no desistía de estar bien inyectada y firme, y aún con las vívidas imágenes de mi sueño húmedo, me pregunté: ¿por qué había tenido ese erótico sueño con Walter…?
Nunca antes me había pasado eso; ni tampoco estando consciente yo había tenido ese tipo de pensamientos con él. Y en eso lo supe, fue por las fotos que ayer me mostró en su Tablet, de él con una chica; en varias ella se la estaba mamando y en otras él la cogía. Eso tuvo que haber sido, esa era la única explicación; pero por alguna razón yo no podía dejar de pensar en su macizo miembro, tan venoso y velludo, entrando en el culo de la chica, entrando en mí…
De golpe me incorporé en la cama, luchando por dejar de tener esas extrañas ideas y tratando de borrar esas imágenes de mi cabeza. Estaba pensando en otro hombre, todavía peor; en mi propio hermano mayor, y para colmo yo seguía con la verga erecta, incluso después de botar una buena ración de semen sobre mí mismo. Así que me estiré para alcanzar del piso mi camiseta usada del día anterior y con ella me limpié un poco.
A mis 15 años es normal en mí estar perpetuamente caliente y tener constantes erecciones; no por nada me masturbo dos o tres veces diarias, y a veces hasta más. Aunque lo de mi hermano todavía me desconcertaba. Walter tiene 21 años; ya con aspecto de todo un hombre joven, e igual que nuestro padre es muy alto y mucho más corpulento que yo, que soy delgado, y él también es mucho más velludo. Ya tiene barbita y bastantes pelos en el pecho; en cambio yo sólo tengo una hilera de pelitos que me suben al ombligo. Aun así los tres nos parecemos en rasgos y en que somos de tez blanca, de cabello castaño oscuro y ojos café claros. Y admito que desde pequeño siempre he tenido gran admiración por mi hermano mayor, quien todo el tiempo ha estado para defenderme y apoyarme en todo; podría decirse que él es mi ídolo.
En eso escuché un ruido afuera de mi habitación; hasta me pareció escuchar la voz de Walter. Me volteé a ver el reloj despertador sobre la mesita y este marcaba la 1:11am. ¿Estaría él despierto a esa hora…? Entonces me decidí y bajé de la cama, abrí sigilosamente mi puerta para asomarme afuera y del otro lado del pasillo vi luz en la rendija bajo la puerta de su cuarto. Y así como yo estaba, aún empalmado, con media verga por fuera de mi calzoncillo; salí descalzo sin hacer ruido y pegué la oreja contra su puerta. Por el sepulcral silencio que se extendía por toda la casa, no me fue difícil distinguir los sonidos de gemidos masculinos:
– ¡Oh…qué rico…! ¡Ooohhh…! ¡Ya casi me vengo…!
Sin ninguna duda se trataba de la voz de mi hermano Walter, jadeando de gusto. ¿Acaso estaba follándose a una de sus tantas novias…? No, imposible. Mi hermano no metería a una chica a la casa; mi padre es muy estricto para que él se atreviera a eso. Lo más seguro es que se la estuviera jalando; porque, si tenemos algo más en común como hombres de esta familia, estoy seguro de que él también es muy caliente como yo y debe masturbarse muchísimo. Y probablemente esté viendo las fotografías que me mostró, donde cogía a esa morena jovencita.
Sentí mi verga ponerse más tiesa con ese pensamiento, que ya hasta estaba volviendo a botar muchos hilos seminales al piso. No me resistí y me bajé un poco la trusa para dejar bien libre mi palpitante miembro, junto a mis bolas; las cuales sentí subirse e inflarse con una nueva carga de esperma. Recordé la imagen de Walter partiéndole el culo a la chica e imaginé como sería verlo en acción, a él como todo un semental embistiéndola enérgicamente.
Yo ya me estaba haciendo la paja parado en ese oscuro pasillo, apoyado contra la puerta de la habitación de mi hermano mayor; imaginándomelo como estaría acostado en su cama, con su musculoso cuerpo desnudo y todo sudado, con su varonil rostro colorado, y jalando su venosa y velluda verga hasta hacer que sus huevos se sacudieran… No pude más y me corrí ahí mismo, lanzando mis chorros de cremoso semen al suelo; pero el problema fue que no pude suprimir el intenso gemido que solté cuando alcancé mi segundo orgasmo en esa madrugada.
– ¿Hay alguien allí? —Escuché la voz profunda de Walter del otro lado de la puerta, en lo que mi esperma todavía goteaba al piso entre mis pies.
Inmediatamente entré en pánico. Él no podía hallarme así ahí, con la verga por fuera y escurriendo, sabría qué me habría masturbando espiándolo y pensaría lo peor de mí.
Ni me dio tiempo de subirme el calzoncillo, pues lo único que yo hice fue tratar de cruzar corriendo ese pasillo y regresar a mi cuarto; pero justo me deslicé con el charquito de semen que había dejado en el suelo y me caí de espaldas hacia atrás con un sonoro <¡¡PUM!!>
– ¡¡AY!! ¡Mi trasero! —Dije automáticamente, sintiente el dolor del golpe directo en mis nalgas, junto con el frío del piso en mi desnuda espalda y hombros.
– ¡¿Marlon?! ¡¿Qué haces ahí?! —Fue lo primero que él dijo al abrir la puerta y encontrarme de esa manera- Oye, ¿estás bien? Tienes que tener más cuidado, hermanito.
Entonces abrí los ojos y me di cuenta de que me encontraba justo debajo de Walter, con mi cabeza entre sus peludas piernas. Levanté más la mirada y noté que tenía directo en mi campo de visión, el enorme paquete que se le formaba a mi hermano mayor en la entrepierna. Aun invertido como yo estaba, el bulto de sus bolas era más que evidente; pero lo más claro fue que su verga estaba bien erecta y aplastada de costado, debajo del ajustado bóxer gris que traía únicamente puesto.
Eso fue suficiente para que la mía se volviera a poner muy dura en cuestión de segundos, que hasta sentí como se me irguió súbitamente, apuntando directo al techo, y como la luz de su habitación ahora me iluminaba por completo, no había forma de ocultarla. Me giré y apoyé con los codos para incorporarme un poco y poder verle a la cara; Walter me miraba con una de sus tupidas cejas bien arqueada, que yo tragué con un nudo en la garganta.
– Pue…puedo explicar que…que hago aquí… —Comencé tartamudeando y sintiendo como mis vellos axilares ya se empapaban por mi nerviosa traspiración- Lo que pasa hermano, es que…
Pero de un arrebato él me suspendió del suelo, como si yo no pesara nada, y con sus fuertes brazos me metió a su habitación. Caí otra vez boca arriba, pero esta vez sobre su cama, en lo que él se sentaba a mi lado en una orilla.
– ¿Se puede saber por qué estabas en el piso frente a mi cuarto? ¿Y por qué traes la verga parada a tope? —Me preguntó con voz calmada pero contundente.
Quise bajar la mirada para ver si la de él continuaba firme, pero sus ojos miel parecían escanearme, que simplemente no me atreví. De hecho la mía ahora estaba bajándose, a la vez que mi nerviosismo y sudoración aumentaban; que me la agarré y la logré guardar en la trusa, sintiendo la boca tan seca que pensé que no podría responderle.
– ¿Y bien, Marlon? —Me insistió- Y más te vale que me digas la verdad.
¿Decirle la verdad? Ni en un millón de años, pensé. Tragué sintiendo la boca como papel-lija y traté de idear la mejor mentira de la forma más rápida posible.
– No me digas que metiste a una chica. —Prosiguió Walter al notarme muy nervioso- ¿Es eso?
– ¿Chi…chica? —Fue lo que logré decir, algo confundido.
– Sabes qué papá nos ha dicho que no traigamos mujeres a la casa.
– ¿Cuál chica? ¿De qué hablas, hermano…?
– No te hagas. De seguro ella está en tu habitación y tú te tropezaste cuando salías al baño a oscuras ¿o me equivoco? Eso explicaría porque traías la verga parada.
Yo estaba perplejo de como mi hermano mayor había creado para mí toda esa excusa en su cabeza, que no le contesté nada; sólo me encogí un poco de hombros.
– No te preocupes, hermanito. No le pienso decir nada a papá; será nuestro secreto. —Y él me guiñó un ojo- No por nada nos tenemos tanta confianza, ¿o no?
– Eh…sí, ¡por supuesto que sí, hermano! —Y él me alborotó el cabello con una de sus manos.
– Sabes, me alegra que ya estés cogiéndote a muchas chicas.
– ¿En serio?
– Claro, con eso nos parecemos aún más. —Y alzó su pulgar derecho en señal de aprobación.
Eso último que me dijo me hizo sentir muy mal, puesto que yo era virgen todavía, que hasta por uno segundos pensé en decirle la verdad; el que obviamente no había ninguna chica en mi habitación y confesarle que me había pajeado oyéndolo a él hacer lo mismo.
– Hasta me da algo de celos, hermanito. —Volvió a hablar Walter.
– ¿Ce…celos? ¿Por qué, hermano?
– Más bien envidia. —Y él se rio un poco- Yo acá jalándomela solo y tú con ella… Bueno, ya no importa. Será mejor que regreses a tu cuatro y no la hagas esperar más.
Sentí un agujero en el estómago, que seguro era mi remordimiento; pero no podía quejarme, me había zafado de esa situación muy fácil. Que ya estaba por levantarme de la cama e irme, cuando miré que en la mesita estaba su Tablet aún con la pantalla iluminada. Me paré y la tomé, esperando ver las fotos que me había mostrado antes con él y la morena; pero lo que vi me dejó pasmado. Lo que estaba cargado en aquella pantalla era una fotografía nuestra, de Walter y de mí, los dos en cortos y ajustados trajes de baño, en la playa el verano pasado, abrazados de hombros y posando para que nuestro padre nos tomara la fotografía.
– Oye hermano… ¿Por qué estabas viendo esto cuando te masturbabas?
Noté la sorpresa en su varonil rostro y, en lo que ahora era mi hermano mayor el que traspiraba nervioso, agarré la calceta que estaba ahí junto y me di cuenta de que estaba toda húmeda y pegajosa. La acerqué a mi cara y la olí, y su hedor a semen fresco era exagerado.
– ¡Uff~! Y vaya que te ordeñaste mucha leche, ¿pero por qué con esta foto de nosotros?
– No, Marlon… Lo que pasa es que… Yo estaba viendo otra cosa y después se puso esa…
– No mientas. —Y devolví las dos evidencias a su lugar- Te pajeabas con esa foto.
– ¡No, claro que no! Tú eres mi hermano menor y… Y a mí sabes que me gustan las mujeres.
– Sabes, Walter… —Me armé de valor y respirando hondo- Yo estaba masturbándome en lo que te escuchaba, te imaginaba jalándotela y eso me excitó mucho que hasta me vine, y cuando me oíste fue que me resbalé y por eso me caí.
– ¿Hablas en serio? —Me preguntó más asombrado que antes.
– Sí… No sé porque… Pero ahora siento que me la pones muy dura…
– Tu a mí también, hermanito.
Y él se levantó de la cama y con un par de pasos se acercó a mí, tomándome entre sus recios brazos y estrechándome contra su peludo pecho, y luego me besó en los labios.
Ese fue mi primer beso; por lo que al inicio fue algo incómodo, y no porque se trataba de mi hermano mayor, sino porque él me comía la boca con intensa pasión y yo a penas y podía seguirle el ritmo. Mi verga ya estaba erecta, como siempre lista a cualquier excitante estímulo, y la de Walter también lo estaba; pues yo sentía algo enorme y sólido contra mi cuerpo. Él metía toda su lengua dentro de mí y sus rudas manos pronto estuvieron en mis redondas nalgas, apretándomelas, e incluso las deslizó bajo mi calzoncillo, alcanzando mi velluda raja.
– Mmmm… Siempre me has gustado, hermanito… —Me confesó en el momento que su lengua dejó de rozar mi paladar y jugar con mi campanilla- Te mostré esas fotos para tratar de provocarte, de ver si eso te excitaba como tú a mí.
– Pues funcionó muy bien… Porque te deseo, hermano… —Le respondí sintiendo mis mejillas calientes por lo sonrojado que yo debían de estar.
Y sin perder más el tiempo, Walter me besó el cuello haciéndome gemir por lo alto y de allí él bajó a chuparme los pezones, uno por uno, lo que me llevó al extremo de la excitación.
– Mmmm… Hueles y sabes tan rico, hermanito… ¡Me encantas!
Y por segunda vez me lanzó contra su cama boca arriba y él se puso sobre mí. Nos volvimos a besar; sólo que ahora yo le seguía mejor el paso, chupando su lengua y saboreando su saliva. Luego mi hermano descendió lamiendo mi pechito y los cuadritos de mi abdomen, hasta que llegó a mi entrepierna y me quitó del todo la trusa, dejando salir mi miembro empalmado.
– ¡Vaya hermanito, qué buena verga tienes! —Dijo sonriéndome y se relamió los labios, y de ahí se puso a darme mi primera mamada.
Eso se sintió delicioso, mejor que todas las pajas que me he hecho juntas. La boca y lengua de mi hermano mayor en mi glande me hacía sudar y estremecerme de pies a cabeza. Estuve a punto de correrme muchas veces, si no es porque Walter por momentos dejaba de mamármela y se ponía a chuparme también los huevos; diciéndome cuanto le gustaba comerme todo. Y a mí me fascinaba que él me hiciera todo eso. Era una locura increíble.
– ¡Hermano, me vas a hacer acabar! ¡Aaahhh…! —Le gemí cuando sentí como él se había introducido todos mis 17cm de verga; haciéndome una mamada de garganta-profunda, que yo veía mis rizados pelos púbicos contra su atractivo y lascivo rostro.
Entonces Walter se detuvo y se la sacó, dejándomela toda ensalivada que me escurría hasta las bolas, y me abrió de piernas y alzó mi culo, de tal forma que mi raja peluda quedó del todo expuesta y con ella mi rosado y virgen anito. Mi hermano mayor pasó varias veces su lengua, haciéndome experimentar nuevos placeres; que yo me sujetaba de los muslos para abrirme más y que él ahora me comiera bien mi agujerito, dilatándomelo con sus labios, lengua y dedos.
– Mmmm… Tu culito es exquisito, hermanito…
– ¡Ooohhh…! ¿Te gusta, hermano…? ¿Te gusta más que el de una chica?
– ¡Mucho más! Con esto tuyo ya no necesitaré de ninguna. —Me contestó y luego me escupió directo en el esfínter, y con dos de sus dedos metió su saliva dentro de mi recto, abriéndome más y haciéndome arquear la espalda de gusto.
Después de unos minutos más devorándome el trasero de esa manera, Walter se puso en pie frente a la cama y se sacó el bóxer; liberando así su miembro masculino de 20cm, cabezón, macizo, venoso y mucho más velludo que el mío.
– ¿Estás listo para que te la meta, hermanito? —Preguntó al mismo tiempo que se agarraba la vergota por la base y le daba un par de jaladas, sacudiendo sus colosales huevos en el proceso.
– ¡Sí! ¡Sí, hermano! ¡Métamela, te lo ruego! —Me hallé suplicándole; ya que en ese momento eso era en lo único que podía pensar, en ser desvirgado del culo por mi hermano mayor.
Yo no podía creerlo. Finalmente su gran y gruesa verga estaba entrando en mí, lenta y suavemente, rasgando mi ano virgen; en lo que yo gemía por el dolor y el placer simultáneo que estaba experimentando. Sentir ese sólido apéndice viril ingresar a mi recto y abrirse paso hasta mis intestinos, fue una sensación nueva e increíble; que mi propio miembro masculino seguía muy duro e hinchado, palpitándome y botando hilos seminales sobre mí mismo. Y de pronto sentí el áspero roce de sus pelos púbicos contra mi raja y bolas, por lo que supe que él me había logrado penetrar a pleno, hasta el fondo. Sorprendentemente tenía dentro de mí toda la impresionante hombría de mi hermano mayor; mientras él con ambas manos me sujetaba de los tobillos y con eso comenzó a cogerme, embistiendo mi culito con los fuertes y rápidos empales de sus anchas caderas.
– ¡Oh…cómo aprieta tu culo, hermanito! —Me dijo entre jadeos y en lo que sus arremetidas iban aumentando en potencia- Trata de relajarte más…Mmmm…Mmmm…
Él se había encorvado hacia adelante, colocando todo su fibroso y velludo cuerpo sobre el mío, sin dejar de bombearme, alcanzando así mi boca para besármela.
Después, sin sacármela ni por un segundo, me giró sobre la cama para quedar en cuatro sobre el colchón y él cogiéndome de perrito; él como un auténtico perro embramado.
– ¿Te gusta que te de duro por el culo, hermanito? ¿Te gusta que tu hermano mayor te coja?
– ¡Agh~! ¡Sí! ¡Sí, hermano! ¡Agh~! ¡Me gusta! —Respondí entre gimoteos- ¡Me gusta mucho sentirte dentro de mí! ¡No pares, por favor! ¡Más duro! ¡Agh~! ¡Más! ¡Aaahhh…!
Yo sentía que estaba a punto de correrme sin necesidad de tocármela; cuando su cálido aliento erizó los pelitos de mi nuca susurrando a mi oído:
– …Oh…hermanito… No sabes como he soñado con este momento… —Al oír eso, yo no pude más y empecé a eyacular en un agonizante orgasmo; manchando todas las sábanas de Walter con mi tercera descarga seminal en esa madrugada.
– ¡¡AAAHHH!! ¡Esto se siente mejor que en mi sueño! —Grité botando más chorros de semen.
– …Oh…hermanito… Siempre había deseado cogerte así de rico…Ooohhh… ¡¡AAAHHH!!
Y mi hermano mayor también acabó, pero él lo hizo en una grandiosa explosión de esperma en mi culo; pues yo hasta pude sentir dentro de mí cada uno de sus calientes disparos de leche masculina, inundando mis intestinos; en lo que podría llamarse una inseminación fraternal.
Cuando me sacó su vergota, sentí como si me hubiera descorchado, como si yo me hubiera hecho encima; pero sabía que se trataba de todo el semen de Walter, que ahora salía a borbotones por mi aporreado y ensanchado esfínter, escurriéndome hasta los huevos. Entonces él me ayudó a sentarme en el borde de su cama; y en lo que yo sentía el frío del piso en mis pies, vi como la hombría de mi hermano colgaba grande y gruesa entre sus fibrosos muslos.
– ¡Diablos, hermanito! ¡¿Pero si aún la tienes dura?! —Exclamó al mismo tiempo que agarraba por el pegue mi sensible verga; la cual continuaba apuntando al techo, y me la jaloneó un poco, haciendo que yo me estremeciera- ¡Uff~! En ese caso, ahora es mi turno…
Y mi varonil y rudo hermano mayor se dio la vuelta, se abrió las blancas nalgotas con las dos manos y me mostró su ano masculino, todo lleno de pelos negros; para luego empezar a sentarse despacio sobre mí y mi enrojecido miembro.
– ¡Agh~! ¡Mierda! —Se quejó Walter cuando mi glande le entró entero- Definitivamente estas más dotado de lo que pensaba, hermanito… ¡Agh~! ¡Me vas a terminar rasgando el culo!
En cambio yo me sentía increíble. Nunca me hubiera podido imaginar que la sensación de penetrar fuera tan placentera, como lo que estaba experimentando en ese momento con mi hermano clavándose poco a poco mi virilidad. La textura al tacto, la fricción y fuerza con la que entraba y se hacía paso por todo su interior; tan caliente que era como un horno, un estrecho horno que al vacío me succionaba la verga, hasta que ésta entró por completo.
– ¡Oh…hermano! ¡Tú culo se siente estupendo! ¡Siento como si me ordeñaras con el trasero…!
Walter ahora subía y bajaba por mi verga, metiéndosela y sacándosela él solito, con unos sentones enérgicos y francamente deliciosos.
– ¡Hermano…Oh…! ¡Qué rico…Ooohhh…! —Le gemía, dándome cuenta de que yo ya no era virgen tampoco de la verga y que si quería ser machito semental como mi hermano mayor, debía demostrárselo. Así que comencé a contribuir, empujando hacia arriba con mi pelvis al mismo tiempo que Walter me montaba, sujetándolo con mis dos manos por sus anchos hombros, mordiéndoselos y lamiéndole todo el sudor de su musculosa espalda.
– ¡Eso es, hermanito! ¡Cógeme duro! ¡Aaahhh…! ¡Así, sí…!
Y en eso él se giró; cabalgándome de frente, viéndonos cara a cara y sonriéndonos con rostros lujuriosos y jadeantes; mientras yo me recostaba en la cama y ahora colocaba mis manos en sus caderas, clavándosela más rápido y ferozmente, como él había hecho conmigo antes.
– ¡No puedo más hermanito! ¡Me vengo…Ooohhh…! ¡¡AAAHHH!! —Y en lo que mi hermano mayor se hacía para atrás, apoyándose con las manos en mis peludas piernas y su vergota se sacudía con el vaivén de los rítmicos sentones sexuales, empezó a eyacular; largando espesos chorros de su semen sobre todo mi torso desnudo, bañándome el abdomen de lavadero, mi pechito marcado y hasta mi cara. Yo me relamí la gustosa esperma de Walter y eso me llevó otra vez al límite, que me corrí una cuarta vez, ahora dentro del culo de mi hermano mayor.
– ¡Oh…yo también hermano! ¡¡AAAHHH!!
Luego caímos rendidos, calados en sudor y apestando a macho; pero no nos importó, pues estábamos extasiados y satisfechos. Yo me recosté sobre el pecho de Walter, sintiendo las caricias de sus vellitos en mi rostro, abrazándolo y él a mí, entrelazando nuestras peludas piernas, compartiendo nuestro calor corporal e impregnándonos con el aroma masculino del otro. Y sin darnos cuenta nos quedamos plácidamente dormidos, juntos como dos amantes…
<¡¡RiiiNG!!> Sonó mi alarma y desperté de súbito. ¿Acaso fue sólo un sueño…? Estaba solo en mi cama, todo traspirado y con las sábanas adheridas a mi pegajoso cuerpo. Y en eso me golpeó la realización de que otra vez había soñado que mi hermano mayor y yo follábamos. Maldecí mordiendo mi almohada, sintiendo el devastador dolor de la terrible realidad.
Después de un rato, me sequé las lágrimas con los puños y me senté en la orilla de la cama para alcanzar mi celular de la mesita. Cuando desbloqué la pantalla, vi un mensaje de Walter y al abrirlo era una selfie de él desnudo conmigo dormido sobre su pecho peludo, con un texto que decía: Hermanito, aquí te mando una foto como recuerdo del día en que nuestros sueños se hicieron realidad. Te espero esta noche 😉
—El Fin…
Genial este relato, con giros muy interesantes .
Me encanta tu forma de escribir
Gracias.