Soy un hétero al que le gusta la pija
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Me llamo Claudio y tengo 23 años. Siempre fui hetero, nunca sentí atracción por ningún hombre. Es más, tengo buena facha y me he cogido a muchísimas mujeres desde muy jovencito. Esta es la historia de cómo descubrí el placer anal.
Trabajo para una empresa de productos veterinarios y el verano pasado me enviaron a visitar unos clientes en una ciudad muy pequeña a unos trecientos kilómetros de Buenos Aires. Al día siguiente de llegar, a eso de las cinco de la tarde, me atropelló un auto. En realidad no pasó nada, el auto apenas me tocó y sólo tuve un pequeñísimo raspón en la frente. Sin embargo me llevaron a una clínica donde el médico de guardia, que tendría unos 28 a 30 años, me vendó el rapón y luego me hizo desnudar por completo y me revisó por todas partes.
– La sacaste barata, pibe, no tenés absolutamente nada. Sin embargo te vamos a dejar en observación hasta mañana. Como siguo de guardia te paso a ver luego.
La clínica, de acuerdo a tamaño del pueblo, era muy pequeña y yo era el único paciente internado. Al poco rato me dieron la cena y me puse a mirar televisión hasta las nueve de la noche en que vino a verme el médico que me había atendido cuando llegué. Era un tipo con buena facha y muy amigable y suelto en el trato.
Me tomó la temperatura, la presión, me miró el blanco de los ojos.
– Todo perfecto. La única cosa cuando te revisé es que te noté la panza un poco dura. Hace mucho que no cagás.
– Hace como tres días. Con los preparativos del viaje, el trabajo y todo lo demás….
– Bueno, eso te lo vamos a solucionar en forma muy fácil.
Y ví que escribió ENEMA en la hoja en la que venía anotando los datos de temperatura, presión, etc.
Nunca en mi vida me habían metido nada por el culo. Jamás me habían puesto una enema, aunque sabía lo que era porque una vez que estaba pasando unos días en el campo, tendría entonces 16 años, a un primo mío de mi edad le pusieron una. Yo vi los preparativos y también, como la puerta quedó un poco abierta, pude ver cuando se la metían en medio de rezongos y lamentaciones de mi primo.
Iba a protestar pero no sé por qué no dije nada. Una especie de curiosidad extraña se apoderó de mi. Como sería que te metan una enema? Realmente no puedo explicar el sentimiento de ese momento. No la deseaba pero tampoco quise rechazarla.
A la media hora llegó el enfermero, un tipo más o menos de mi edad, morocho, alto y delgado. Traía un carrito con varios elementos, entre ellos un tacho como de dos litros con una manguera terminada en un tubo de goma del grueso de mi dedo índice.
– Hace mucho calor, así mejor sacate toda la ropa para que estés más cómodo y podamos trabajar mejor.
Iba a protestar, pero de nuevo me callé la boca y obedecí. Me desnudé por completo y me acosté en la cama.
– Quedate de espaldas. Te voy a poner esta chata debajo para levantarte el culo y por si se sale algo del líquido.
Me puso la chata (esos recipientes que se usan para cagar en la cama) con una toalla doblada para levantarme aún más. Así quedé con todas mis partes íntimas totalmente expuestas frente a Ernesto, que así se llamaba el enfermero. La situación de alguna manera me calentaba, pero no entendía bien por qué.
Se pueso un par de guantes metió un dedo en un frasco de gel y me dijo:
-Te voy a lubricar el culito, abrite bien de piernas, relajate y quedate tranquilo que voy a hacer todo lo posible para que la enema sea una experiencia agradable y no algo que te moeste.
-Me da verguenza. Nunca me pusieron una enema. Nunca estuve desnudo como estoy ahora frente a alguien que me va a hacer algo como vos me vas a hacer.
-No te preocupes. Es algo común para mi. Si querés me desnudo yo también para que te sientas más cómodo.
– No. No hace falta. Sólo que me da verguenza estar así.
Abrí las piernas y Ernesto me comenzó a acariciar suavemente el ano con el dedo untado con el gel. Mientras tanto me decía:
– Relajate y abrí el culito. Dejame que te ponga un poquito de gel adentro.
Lentamente me fue metiendo el dedo. Lleno de gel y muy suave. Mi culo se aflojó y mi pija comenzó a levantarse. Sacó el dedo y me fue metiendo el tubo de la enema, lo entró como quince centrímetros, muy poero muy despacio, exageradamente despacio. No sé porqué pero mi pija insistía en levantarse a pesar de todo mi esfuerzo en contrario. Levantó el tacho y el agua tiebia comenzó a fluir en mis intestinos, muy lentamente y produciendo una sensación agradablemente erótica. Mi pija se puso al tope, bien al palo. Me puse muy colorado supongo.
– No te preocupes. Es común que se te pare cuando te hacen una enema. Por otro lado tenés buena pija, me imagino que le darás un buen uso con las mujeres. Je…Je…
– Me da mucha verguenza. Además no es tan buena pija, la quisiera tener más grande (mi pija mide 16×4).
– No. De verdad que está muy buena. Casi un poquito por arriba del standard. Yo la tengo más o menos igual. Puede ser que un poco más gruesa pero más o menos.
– Te parece que está buena. Vos que sos enfermero debés saber. La verdad es que
nunca hablé con nadie del tamaño de mi pija.
– Muchos quisieran tenr una verga como la tuya. Bueno charlando de pijas te entraron los dos litros de agua. Ahorá bajate y andá al baño a cagar. Lavate bien y después te pongo una crema para suavizarte el culo.
Con la pija al palo y la panza llena de agua me fui al baño y cagué. Me lavé y volví con mi pija que se había bajado y con menos verguenza y más confianza con Ernesto que ya parecía un viejo amigo.
– Como te fue?
– Cagué todo. Hasta los chocolatines que comí hace una semana. (bromeando)
– No hay nada mejor que una buena enema. Ahora acostate como estabas antes que te pongo una cremita suavizante en el ortito.
Me acosté sobre la chata y la toalla y abrí las piernas. Ernesto que se había quitado los guantes anteriores se puso uno en la mano derecha, metió dos dedos en un frasco y me dijo:
– Esto te va a dejar el culito suavecito y flojito como el de un bebé.
Me empezó a acariciar suavemente el ano con los dedos llenos de crema. Siguió acariciando por como dos o tres minutos. La sensación era deliciosa. Cerré los ojos. Sentí como muy despacito iba metiendo un dedo. Lo entraba un poquito y lo sacaba. Lo metía un poco más y así. Sin querer hacerlo suspiré y largué un suave gemidito.
– Me parece que este culito se quedó con hambre.
Siguió metiendo el dedo ahora hasta meterlo todo. Suspiré y gemí nuevamente. La sensación era indescriptible.
– Sí. Este culito se quedó con hambre. Tiene mucha hambre. Le vamos a dar de comer otro dedito.
Introdujo un segundo dedo. Si digo que me dolió miento. Molestó un poquito pero enseguida me adapté. Jugaba con los dedos en mi culo. Yo ya no disimulaba lo bien que me sentía:
– Ah……ah……seguí. Que bueno. Nunca pensé que se podía sentir algo así por el culo.
– Hum… Me parece que este culo tiene mucha hambre. No creo que le alcance con estos dos deditos.
Lo miré. Ernesto tenía una poderosa erección que se marcaba por el pantalón de enferemero. Creo que en mi mirada había una especie de asentimiento. Me dijo:
– No te preocupes. Te lo voy a hacer muy suavecito. Te va a gustar. Tu culito lo está pidiendo.
Se desnudó. Tenía una buena pija, más grande que la mía, pero eso no me importó en ese momento. Se sacó el guante. Se puso un forro (condón). Me sacó la chata de debajo de la espalda y me dijo:
– Da la vuelta y quedate de espaldas con el culito al borde de la cama y las piernitas bien levantadas y flexionadas sobre tu pecho, como un pollito asado.
Se puso bastante lubricante sobre la pija, me la apoyó en el ano y comenzó a jugar por mi rajita haciendo círculos alrededor de mi agujerito. Sabía bien lo que hacía. Fue entrando con mucha paciencia. Con ternura. Me dolia pero era tolerable. Aparte tenía razón. Mi culo tenía hambre! Ernesto entraba y salía muy despacito.
-Te gusta?
-Tengo mucha verguenza. Nunca pensé que esto podía llegar a pasarme y mucho menos que podía gustarme tanto.
Suspiré largo…..
-Por favor, seguí cogiendo. Me estás matando de gusto. Nunca me imaginé….Dale metela a fondo, por favor…..Así…Así…..
Me la había metido a fondo. Sus huevos apoyaban contra los míos. Se quedó así quieto un rato con la pija bien a fondo. Una sensación increíble…. Sespués siguió metiendo y sacando……un poco más rápido…. Cuando quise darme cuenta yo estaba acabando sin haberme tocado la pija. Estaba acabando leche a borbotones, como nunca antes y él al mismo tiempo etaba llenado el forro de esperma caliente que a pesar de la goma sentí en mis entrañas.
Mientras tanto, sin que yo me hubiera dado cuenta el médico estaba mirándonos y pajeándose. Ernesto sacó la pija de mi culo y mirando al médico le dijo:
-Creo que el culito de Claudio todavía puede comer un poco más de pija. Estaba muy pero muy hambriento. Querés probar. Tu pija puede ser un buen postre.
-Que te parece Claudio? Te animás a comerte una un poquito más grande?
Miré con atención la pija del médico que ya se había desnudado por completo. Era realmente grande unos 20 cm. de largo y más de cinco de grueso. Pero mi culo estaba bien lubricado y sobre todo bien dilatado, lo sentía.
-Sí dale doctor. Mi culo todavía tiene hambre. Nunca había probado nada y ahora se le despertó un hambre increíble. Metémela despacito por favor, pero metemela.
Se puso un forro (después supe que era XL) se puso mucho gel en la pija pero en lugar de venir y meterla se acostó boca arriba en el piso y me dijo:
– Vení mejor sentate vos sobre mi pija así podés controlar la penetración y no te lastimo.
Me bajé de la cama y me puse con las piernas a ambos lados del cuerpo de Fernando (el nombre del médico) y me fui sentando sobre el enorme mástil que se me ofrecía. Dolió un poco pero entró todo. Subí y bajé hasta que mi culo se adaptó por completo a ese enorme pedazo de carne. Cambiamos de posición. Me cogió estilo perrito y después patas al hombro.
No hubo besos ni ninguna otra cosa que no fuera penetración anal.
Fue una noche inolvidable. Volví a Buenos Aires y no llos volví a ver. Pero cada vez que puedo me meto una enema seguida de una linda penetración con un consolador del tamaño de la pija de Feranando como recuerdo de esa noche. Demás está decir que cuando consigo una buena pija también me la como. Tengo novia, no me considero gay, no siento atracción por los hombres en cuanto tales, solamente soy un hétero al que le gusta sentir un buen pedazo en el culo de vez en cuando.
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