Su cumpleaños 18 – Parte 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Issaacc.
Terminamos, nos dimos un baño y Raúl se fue.
Yo sentía culpa por haberme expuesto teniendo sexo a un chavo de 17 años, pero a fin de cuentas era su culpa por espiar, y es me molestaba.
Decidí hablar con él.
Al otro día, llegando del trabajo, no había rastro alguno de Juan.
Yo estuve esperando toda la tarde, "tiene que salir en algún momento", pensé.
Y así fue.
Eran como las 7pm cuando salió corriendo.
Yo abrí mi puerta y empecé a barrer la entrada.
Cuando volvió agachó la cabeza, dijo "buenas tardes" y se echó a correr a su casa, pero lo detuve.
Yo: Espera
Juan: Si.
Mande.
Yo: Creo que tenemos que hablar
Juan [se puso pálido del miedo]: No.
¿de qué.
?
Yo: De lo que pasó ayer.
Necesito que me digas qué tanto viste.
Juan se puso a temblar, estaba muy pálido y no podía verme a la cara.
Yo: ¿Por qué estabas espiando?
Juan: Yo.
Es que.
No.
Yo no quería.
Por favor no le diga a mi mamá.
Y se puso a llorar.
En ese momento sentí compasión y le dije que ok, pero que teníamos que hablar.
Entramos a mi casa y nos sentamos en la sala.
Le dije que solamente guardaría el secreto si me hablaba con total franqueza.
Yo: ¿Por qué estabas espiando?
Juan: Porque me llamó la atención lo que hacían (dijo con voz temblorosa)
Yo: Mmm.
¿Qué es lo que te llamó la atención?
Juan tragó saliva.
Yo: Dime.
Si no eres sincero le diré a tu mamá.
Juan: Es que yo.
Lo que pasa es que yo.
Yo nunca.
Juan se moría de vergüenza.
Yo: ¿Nunca has tenido sexo?
Juan se puso completamente rojo.
Yo: Está bien, no tiene nada de malo.
Entiendo que por el estilo de vida que llevas no tienes mucho contacto con otras personas.
Sólo ten paciencia y espera tu momento.
Juan se veía más tranquilo, parece que sintió confianza.
Yo: Pero no está bien que espíes a la gente, ¿sabes?
Juan: Esque tú.
Me da pena.
Pero yo quisiera que tú.
Yo: ¿Que yo qué?
Juan: Que mi primera vez fuera contigo.
Yo no pude evitar scannearlo completamente en menos de un segundo y luego la culpa me hizo ver a otro lado.
Yo: ¿Qué edad tienes?
Juan: 17
Yo: ¿Cuándo cumples la mayoría de edad?
Juan: Faltan 3 meses.
Yo: Ok, cuando sea legal, lo haremos, te enseñaré todo lo que necesitas saber, pero debes ser paciente, pues yo respeto la ley.
Juan sonrió, se llevó las manos directo a su entrepierna y las dejó en sus muslos (tenía puesto un short corto).
Yo sólo pensé "valdrá la pena esperar".
Yo: Será tu regalo de cumpleaños, tu cumpleaños 18.
Juan: Si, si, voy a esperar.
Al otro día decidí darle a Juan un adelanto de su regalo para que no se desespere, pero sin romper las reglas.
Llegué de hacer ejercicio, Juan estaba en su puerta leyendo con un short y una camiseta sin mangas.
Lo salude y le dije que viniera.
Entramos a mi casa, cerré la puerta, y le dije que se sentara en el sillón.
Me quité la playera, me quité el short y me senté en el sillón con las manos en la nuca.
Juan me veía de arriba a abajo sin la menos intensión de ocultar su interés.
Comensé a acariciar mi pecho y mi abdomen, luego mis piernas, y al final mi pene sobre el bóxer.
Juan estaba temblando pero no dejaba de mirar, comenzó a tocar su entrepierna.
Yo: Ah, no puedes tocarte, no aquí.
Sólo puedes mirar.
Juan: Ok.
(estaba decepcionado pero emocionado a la vez)
Metí la mano en mi bóxer comencé a masturbarme.
El hecho ce estar siendo observado me prendió muchísimo.
Me tocaba los pezones, las piernas, los testículos.
Estaba muy excitado, y Juan también.
En ese momento los dos deseábamos lanzarnos el uno al otro y lamernos cada parte del cuerpo, pero los dos debíamos ser fuertes, debíamos aguantar.
Saqué mi pene del bóxer y empecé a masturbarme más rápido.
Cuando Juan lo vio casi se le cae la saliva de la boca.
Yo lo miré, veía sus piernas de chavo deportista, sus brazos apenas marcados, su cara bonita con una expresión de perversión nueva para él.
Cada parte visible de su clara pero bronceada piel me hacía acelerar el ritmo.
Rápidamente metí un dedo en mi ano y comencé a mover, y Juan expresaba su lucha por no tocarse.
Metí otro dedo y aumenté el ritmo y veía a Juan y su piel y su cara.
Hasta que finalmente terminé.
Sentí el temblor en todo el cuerpo mientras los chorros de semen salían de mi pene y caían en mi pecho y abdomen.
Hice un esfuerzo por mantener los ojos abiertos.
Juan veía cada detalle de mi eyaculación como en cámara lenta.
Se quedó inmóvil viéndome fijamente mientras yo recuperaba el aliento.
Jadeando, le dije: "Esto es un pequeño adelanto, ahora sí vamos a esperar a tu cumpleaños.
Ya te puedes ir.
"
Sin quitar su cara de perversión, sonrió, se puso de pie, dejando ver una gran erección (se veía de buen tamaño), y se fue corriendo a su casa.
Apenas escuché la puerta cerrarse, supe que Juan iba a quedar seco esa noche.
Esos tres meses de espera serían mi forma sádica de hacerme sufrir, pero la recompensa valió cada segundo de espera.
La mejor experiencia de mi vida estaba por llegar.
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