Sueños cumplidos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Todo empezó cuando tenía 14 años, a punto de cumplir los 15. Empezó el curso en el instituto, y me tocó una clase en la que eran todo chicas, excepto 4 chicos. Nos llevábamos todos muy bien.
Desde que empezó el curso y a lo largo de este, empecé a desarrollar sentimientos por un chico de mi clase, al cual llamaremos Luis, para no decir su nombre real. Luis era alto, de cuerpo atlético, cabello negro y corto, ojos café, cuerpo sin vello. Era muy atractivo. Yo siempre me lo quedaba mirando a escondidas, sobre todo en clase de gimnasia, donde lo podía ver sin camiseta al asearnos.
Yo ya había aceptado mi condición homosexual pero por aquel momento prefería mantenerlo en secreto. Sólo lo sabía una amiga muy íntima, la cuál también era homosexual.
Yo era alto, piel clara, ojos marrones, cabello castaño y muy delgado. Siempre fui el chico tímido de la clase. Solo me abría a personas de confianza. Una vez llegué a mandarle una notita, la cual me froté en el pelo para que oliera a colonia, que ponía: "TE QUIERO". Pero por supuesto no dije nada y él creyó que era de alguna chica. Él siempre estaba rodeado de chicas y era el típico divertido al que todos quieren. Luis y yo no nos acercábamos mucho el uno al otro, pero nos llevábamos bien. Aunque siempre que se me acercaba me hacía algún cumplido, sobre todo cuando me veía dibujar.
Yo sabía que nunca conseguiría nada así que desistí. Fueron pasando los años, seguíamos en la misma clase y todo seguía igual. Toco el piano y estudio música desde los 6 años, actualmente estoy en el último año del grado superior del conservatorio. Desde los 13 años una de mis aficiones era escribir pequeñas canciones y poemas que me guardaba para mí. Fue cuando tenía 14 años escribí una cancioncita que describía lo que sentía por Luis.
A medida que crecía y me iba olvidando de aquellos sentimientos pensé en deshacerme de aquella canción pero siempre la guardé por pena. La llevaba siempre en una funda con todas las letras de mis canciones, a veces llevaba la funda al instituto.
En el último año de secundaria, yo ya había cumplido los 18 y él los 17. Tenía que componer una canción como un proyecto para el conservatorio, por eso llevaba la funda conmigo. Un día que a última hora no teníamos clase, aproveché para avanzar con la letra. Hasta aquí todo normal.
Al día siguiente, antes de salir al recreo me quedé el último recogiendo mis cosas antes de salir. Luis estaba al fondo de la clase, recogiendo. Cosa que me extrañó porque él solía ser de los primeros en salir.
Cuando estaba apunto de salir de la clase me llamó y me acerqué a él. Me pidió que habláramos un momento a lo cual accedí.
Luis: Verás, es que me encontré esto y creo que es tuyo.
Señaló una hoja de papel en su escritorio, la cual yo reconocí inmediatamente. Era aquella canción que escribí sobre él años atrás. Probablemente se me debió extraviar el día anterior cuando avanzaba con la letra de la otra canción. Muerto de vergüenza le dije:
Yo: No, no es mío. Seguramente se le ha caído a alguien.
Luis: ¿Seguro? Para mí que es tuyo, se parece mucho a tu letra.
Intenté inventarme cualquier excusa pero me interrumpió, sonriendo.
Luis: Vamos, no me mientas, no pasa nada. ¿De verdad sentías todo eso por mí, desde hace tanto?
Cabe aclarar que siempre he tenido la estúpida manía de anotar la fecha en la que termino una canción. Ya me había pillado, no servía de nada negarse. Con toda la vergüenza del mundo le dije:
Yo: Pues sí… Cuando escribí eso sentía que me gustabas mucho.
Él parecía disfrutar mucho mi confesión, sonreía como si fuera lo más normal del mundo. En ese momento entró el profesor de guardia y nos dijo que saliéramos al patio o la biblioteca y Luis me dijo que ya hablaríamos más tranquilos en otro momento. Yo no dejaba de pensar en lo que había pasado.
Más tarde me invitó a pasarme por su casa aquella tarde para que le ayudara con las matemáticas, ya que pronto teníamos un examen importante. No quise decirle que no, para que no pareciese que le estaba evitando por lo ocurrido aquella mañana.
A eso de las 4 de la tarde fui a su casa. No era la primera vez que iba. Me abrió y me invitó a pasar. Dijo que no me preocupara, que su padre estaba haciendo cosas en el jardín, pero que estaríamos tranquilos.
Nos pusimos a estudiar como una hora y media encerrados en su habitación y de pronto salió el tema de la canción.
Luis:Bueno, al final no me terminaste de contar lo de aquella hoja que me encontré.
Yo: Ya te dije que la escribí porque me gustabas… Pero fue una estupidez, fue hace años, olvídalo. – Le dije como en broma pero en realidad estaba muy nervioso.
Luis: ¿De verdad? Porque a mí me ha parecido muy bonito.
Me quedé pensando en lo que acababa de oír, sorprendido.
Luis: Ey, ¿me escuchas?
Yo: Sí, claro.
Luis: Bien.
Se acercó a mí y puso una mano en mi muslo, mirándome. Le dije:
Yo: ¿Qué haces?
Luis: ¿Qué? ¿No te gusta?
Me quedé sin saber que hacer, muerto de nervios, sentí como empezaba a tener una erección.
Luis: Jajaja sí te está gustando.
Yo ya no podía más. Estaba excitado a tope, con mi miembro durísimo. Intenté apartar su mano de mi muslo pero entonces me puso la mano en la mejilla y me besó. Eso fue el detonante. Su lengua intentaba abrirse paso en mi boca y yo no pude hacer nada.
Estaba pasando y me desconecté del mundo. Mi amor secreto de la adolescencia me había besado. Me dejé llevar y le seguí el beso. Actuábamos por instinto y cuando quise darme cuenta, entre besos y caricias estábamos ya en su cama con solo la ropa interior.
En ese momento me acordé y me puse nervioso.
Yo: ¿Y tu padre?
Luis: No te preocupes por él, ya te dije que íbamos a estar tranquilos.
Confié en él y me tranquilicé, dejándome llevar. Besaba y acariciaba su cuerpo lampiño y musculoso. Y disfrutaba cuando él hacía lo mismo con mi cuerpo lampiño, delgado y atlético. Notaba un gran bulto rozarse contra mí. En mis bóxer mi miembro estaba tan duro que estaba ya soltando hasta líquido pre seminal.
Le quité el bóxer, dejando ver una gran polla (disculpen la expresión) que encajaba perfectamente en un cuerpo tan hermoso como el suyo. Era grande y gorda, más o menos como la mía, unos 19 ó 20 cm. Sin venas marcadas y con unos huevos deliciosamente grandes.
Él me quitó los míos y nos quedamos completamente desnudos. Empezamos a masturbarnos mutuamente, gozando el uno del otro. Yo le masturbaba mientras él me hacía lo mismo.
Sin aguantar más me escabullí entre sus piernas y me metí esa delicia en la boca. Su aroma era exquisito como su sabor. La masturbaba y jugaba con sus huevos deliciosos mientras mamaba aquel miembro. Escuchaba los gemidos de Luis que me calentaban aún más y de reojo veía su expresión de placer.
Puso su mano en mi pelo y empezó a regular la velocidad de la mamada, gimiendo más fuerte. Siguió así unos minutos y luego paró, diciendo que aún era pronto para correrse. Me besó profundamente y me recostó bocarriba en la cama. Fue lamiendo desde mi cuello, pecho, abdomen hasta llegar a mi miembro. El cual empezó a masturbar y luego se lo metió en la boca.
Se sentía húmedo, su lengua frotándose contra mi miembro me volvía loco. Empecé a gemir instintivamente. Le acariciaba el pelo, su cuello mientras él me mamaba ricamente. Siguió masturbándome y sentí como separaba mis nalgas y me hacía un rico beso negro.
Me dio un escalofrío delicioso y le dejé continuar. Me dejaba hacer mientras él poco a poco iba incorporando un dedo, dos y tres, dejándome en las nubes. Sacó un lubricante y me lo untó en el ano, haciendo un masaje y se lo puso por todo su miembro. Dijo:
Luis: ¿Ya?
Asentí, me abracé de su cuello y rodeé su espalda con mis piernas. Sentí como su miembro empezaba a deslizarse en mi ano. Fue entrando poco a poco hasta la mitad. Se paró y lo metió hasta que entró entero. Se sentía extraño. Dolía un poco y notaba como corrientazos eléctricos. Pero me gustaba.
Me besó hasta que el dolor se desvaneció y empezó a bombear lentamente. Empezaba a sentir un inmenso placer, como calor en el ano mientras notaba el miembro de Luis escurrirse dentro de mí. Mi miembro, aprisionado entre nuestros cuerpos no perdía su dureza y se restragaba entre nuestros cuerpos. No dejaba de gemir. La sacaba casi entera y la volvía a meter haciendo que sus huevos chocaran contra mis nalgas y aumentaba la velocidad. Yo me aferraba fuerte a él sintiendo más sus movimientos y los dos gemíamos mirándonos a los ojos.
Estuvo penetrándome durante mucho rato. Aumentaba más y más el ritmo frenético y gemíamos más fuerte. Empezaba a sentir mucho calor en el ano. Me dijo:
Luis: ¿Dónde quieres el semen?
Contesté que lo quería dentro de mí. Siguió con las embestidas y tuve un orgasmo anal muy intenso. Haciéndome gemir casi gritando, corriéndome salpicando mi pecho y el suyo. Notaba mis contracciones anales que apretaban el miembro de Luis, el cual no tardó en correrse en mi interior, llenandome de semen caliente.
Nos quedamos quietos en la misma posición, nos besábamos, gemíamos. Luis nos hacía un masaje extendiendo mi semen por nuestro abdomen, me haca chuparle los dedos saboreando mi propio semen. Sacó su miembro de mí y bajó rápido a recoger el semen que goteaba y lo compartíamos en un beso.
Le giré despacio, quedándome encima. Admiraba su cuerpo y lo recorría con mi lengua, hasta llegar a su ano. Lo único aún más rico que su pene. Empecé a dilatarlo con mi lengua y mis dedos y como no recibí ninguna queja decidí continuar. Mi miembro ya estaba duro de nuevo. Masajeé su ano con lubricante e hico lo mismo con mi miembro.
Le puse sus piernas sobre mis hombros y le miré a los ojos. Luis asintió e hice presión con mi miembro en su ano, que fue entrando poco a poco. Cuanto más entraba más gemía él. Poco a poco conseguí meterlo todo.
Nuestros cuerpos estaban embadurnados en saliva, sudor y semen. Le penetré durante un buen rato. Me pidió que me corriera en su boca, y así lo hice. Algo de semen que se le escapaba le caía en las mejillas y por toda la cara.
Gimiendo bajé hasta su miembro y le hice una mamada frenética hasta que se corrió. Me guardé su semen en mi boca y lo compartimos en otro beso.
Nos quedamos tirados en la cama exhaustos durante un buen rato. Luego nos vestimos, diciendo lo mucho que habíamos disfrutado.
Luis: ¿Cómo fue todo?
Yo: Genial, para ser mi primera vez. – sonreí.
Luis me confesó que aunque no lo pareciera también había sido su primera vez y le había encantado. Yo no acababa de creérmelo todo lo ocurrido. Su padre no estaba en casa cuando salimos de la habitación. Tomamos unas bebidas y como se hacía tarde, me fui, no sin darle un beso de despedida antes.
Muchas gracias por leerlo, ya que me ha quedado muy extenso. Este fue el comienzo de todo lo que pasó después, ya les contaré. Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. Saludos. — L.C.
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