Suggar Daddy (Parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Con cada paso que daba me sentía aún peor.
Y a la rabia se le sumaba el miedo.
Ya no estaba seguro sobre qué tanto de lo que hablé con él era verdad.
Nada tenía sentido, para a la vez todo calzaba.
Todo era parte de su plan para tenerme junto a él.
Seguramente quería estar con un novato como yo, para entrenarlo y amoldarlo.
No como los amigos de Kevin que ya eran más experimentados, de seguro.
Se acercó y se ganó mi confianza para luego, cuando me ofreciera el trato, no saliera espantado.
¿Cómo no lo vi antes? Fui su fetiche, su sucia fantasía.
El camino a casa era largo, y más engorroso si se iba en transporte público.
Me sentí incómodo, además, porque me había percatado que no me había puesto mis calzoncillos.
Mi culo dolía y mis piernas todavía temblaban.
Sentía como si hubiese participado en una lucha de boxeo, porque todo mi cuerpo estaba adolorido por la actividad física que había tenido esa noche.
Apenas estuve a unos metros de mi casa, ordené mi vestimenta y fingí la mejor expresión que pude.
Tenía que disimular para que mi madre no hiciera preguntas.
Entré y saludé en voz alta, para luego evadir a todos y llegar a mi habitación.
Rápidamente me desnudé y entré al baño para darme una ducha y luego ir a trabajar.
Me sorprendí a ver tantas marcas en mi piel blanca.
Manchas rojas decoraban las zonas donde él me había succionado: mi cuello, mi espalda, mis nalgas, mi pecho y abdomen.
Las acaricié rememorando cuando me las hizo.
Algo se rompió dentro de mí en ese momento.
Era increíble que horas antes me sentí tan lleno y libre, y ahora… Sólo quería enterrarme y no volver a salir más.
Golpeé la pared con un puñetazo y grité para mis adentros.
Luego dejé caer el agua fría de la ducha y esperé a todos mis pensamientos se fueran.
Me obligué a olvidarlo.
Por suerte no estaba enamorado, pero debía admitir que sí había un fuerte sentimiento hacia él.
Pero ya no podía ser… -No es el fin del mundo-.
Me repetía constantemente.
Estas cosas pasan, es parte de la vida.
Tuve una mala experiencia, y no por eso me tengo que echar a morir.
¿Verdad?
-Eso es.
Olvídate de todos.
Pasa la página.
Fue bueno mientras duró –me decía-.
Lo pasaste bien y, después de todo tuviste, seguramente, el mejor sexo de la vida.
Ahora no tienes por qué volver a verle la cara.
Pero por más que sonaba bien en mi cabeza, mi corazón no podía dejar de sentirse traicionado y vulnerado.
Era una sensación horrible, como si me hubiesen tendido una trampa.
Me sentía completamente inseguro y temía que esto causara que no pudiera volver a confiar en alguien otra vez.
¿Por qué mi corazón era tan dramático? ¿O es que en, realidad, lo que me había sucedido era algo realmente de preocupación?
Comí algo rápido y salí de mi casa en dirección a mi trabajo.
Llegué a las esquina de mi casa y vi un auto negro con ese característico símbolo de los círculos que indicaba que era un Audi.
Caminé más rápido (haciendo caso omiso al dolor que sentía entre mis piernas) e intenté ignorarlo.
Mi corazón comenzó a latir más rápido y un miedo me invadió.
¿Me quería secuestrar? El auto giró y se encaminó en mi dirección.
Comencé a trotar.
Pero el auto aceleró y fácilmente me alcanzó.
La ventana del copiloto se abrió y Gerard comenzó a gritarme:
-¡Carlos! ¡Detente! –exclamaba-.
¡Necesito hablar contigo!
-¡No me interesa! –le grité-.
¡Puedes irte despacito a la mierda!
-¡Por favor! –rogó-.
¡No pasó como tenía que pasar!
-¡Sólo déjame sólo! –grité cuando cruzaba la calle, sin ver que un auto venía contra mí.
Di un rápido salto y caí contra la vereda.
Gerard bajó rápidamente de su auto y se acercó para ver cómo me encontraba.
Sólo un rasmillón en mi mano y las rodillas sucias.
Por suerte no sucedió nada más.
-Debes tener más cuidado –me dijo mientras me ayudaba a pararme-.
Por favor, hablemos.
-Ahora no –le dije sin ver su cara-.
Tengo que ir a trabajar… y tú también.
-Carlos, de verdad te lo pido…-.
-¡No digas mi nombre! ¡No me hables ni me toques! –grité con histeria.
-Por favor… No quiero perder lo que teníamos-.
-Teníamos….
Ya no –un nudo se formó en mi garganta-.
Eran sólo mentiras.
Ya no hay nada.
Tú te encargaste de eso.
-Carlos… Hablemos -.
-Eso hacemos –le dije ahora enfadado.
-Pero no así… Más tranquilos.
-Me iré a trabajar.
Y más vale que no me sigas o me pondré a gritar –amenacé.
-No harías eso –dijo dolido.
-¡Aaaah! –grité mirándolo desafiante.
Un grupo de personas miró desde la otra esquina-.
No amenazo en vano.
Fue lo último que le dije antes de continuar mi camino.
Lo vi subirse al auto a la distancia y luego irse a toda marcha.
Me obligué a no llorar.
Había hecho lo correcto.
Aun así dolía.
Llegué al trabajo y sacudí mi ropa porque todavía me quedaba un poco de tierra por la caída.
Ese día había mucho que hacer por lo que no tuve espacio en mi mente como para pensar en Gerard.
De todas formas, muchos notaron que mi ánimo no estaba como el de siempre, aunque nadie se atrevió a preguntar.
Salí del trabajo ansioso de llegar a mi casa y encerrarme en mi habitación.
Quería leer algo o ver alguna serie en Netflix, cualquier cosa que mantuviera mi mente ocupada.
Pero apenas di un paso fuera del lugar, apareció el auto de Gerard llamándome a la distancia.
Esta vez se bajó y caminó hacia mí, mientras yo apuraba el paso en un débil intento de huida.
Sentí pasos acercándose con velocidad, y luego una mano que me tomaba del hombro y me estampaba en la pared.
-No vas a ir a ningún lado –me dijo seriamente-.
Tenemos que hablar.
-¿Qué haces aquí? No quiero hablar, por favor entiende –rogué-.
Sólo quiero seguir adelante.
Te prometo que no contaré nada.
Haré como esto jamás pasó.
Sólo déjame tranquilo.
-No quiero que hagas eso –se pasó la mano por el cabello con desesperación-.
Ven conmigo.
He estado todo el día aquí, y no me iré hasta que aceptes venir.
-¿No fuiste a trabajar?
-No.
Y mañana tampoco iré si es necesario.
Carlos, no soy el tipo de hombre que se rinde –me aseguró-.
Ven.
-Yo… -sus ojos encontraron los míos y me quedé algunos segundos perdidos en ellos.
Lucían cansados y tristes, pero su fuerza se apoderaba de mi cuerpo-.
Está bien.
-Bien –hizo una mueca de alivio-.
Iremos a mi departamento.
-No –interrumpí-.
Iremos al parque.
-El departamento es más privado –insistió tomándome del brazo.
-No –me solté-.
O vamos al parque o no iré a ningún lado.
-Está bien, como tú digas –Me monté en su auto y no dije ninguna palabra hasta que llegamos al sitio en cuestión.
Caminaba muy rápido delante de él, mientras me seguía casi con miedo de interrumpir mis pensamientos.
No me detuve hasta que llegué a mi lugar habitual de meditación.
Un enorme sauce que estaba al costado del río y que regalaba una refrescante sombra.
El césped era suave y cómodo, especial para sentarse a charlar con el ruido del agua fluyendo de fondo.
Me tiré en el suelo y apoyé mi espalda en el tronco del árbol.
Gerard venía unos metros más allá y lucía bastante acalorado con ese pantalón de tela oscuro y esa camisa.
¿Acaso no tenía ropa normal? ¡Estábamos en pleno verano!
-Hazlo rápido que me tengo que ir –espeté.
-Carlos, no te ponga así –dijo.
-¿Y cómo te apetece que me ponga? –pregunté enfadado-.
¿Qué crees que soy yo? ¿Un juguete? ¿Un niño estúpido? ¡Me mentiste! Me llevaste engañado a tu cama.
-Bueno, tampoco es que te obligué a acostarte conmigo.
Según recuerdo, lo pasaste muy bien –ironizó.
-No me refería a eso –sentí calor en mis mejillas-.
Me refería a que la intención no fue la que reflejabas en tu actuar.
Creí que… Pensé… Yo sé que es un tiempo muy corto como para decir que había cariño, pero de verdad creí que había un respeto y una relación amistosa.
No pensé que tuvieras intenciones más allá de eso.
¿Querías que fuera tu…? ¿Intentaste ganarte mi confianza para que cuando me lo ofrecieras yo aceptara?
-Yo… -se aclaró la garganta-.
Yo enredé las cosas.
Llevo bastante tiempo sólo y estos últimos años he estado rodeado de personas como Kevin…
-¿Prostitutos? –pregunté.
-Sí… y no –se volvió a aclarar la garganta.
-No entiendo –dije.
-Kevin es un sugar baby –entendió al verme que no estaba muy familiarizado con el termino-.
Son jóvenes que buscan la tutoría, apoyo financiero, o el compañerismo en general bajo los términos de un arreglo acordado.
Ellos son patrocinados por un sugar daddy, que un hombre maduro y económicamente solvente que le agrada estar con compañía juvenil, pero que es lo suficientemente realista como para saber que algún muchacho se le va a acercar sin intereses de por medio, por lo que está dispuesto a pagar por esa compañía sólo que de forma más… ¿elegante? Es decir, dándole regalos, viajes, comodidades, etc.
-En resumen: viejos con mucho dinero para botar y que buscan jóvenes que amen el dinero para hacerlos sus putitas personales.
-Mmm… -no estaba muy de acuerdo con mi definición, pero no dijo nada al respecto-.
Lo importante es que dentro de todo eso existe un muy claro acuerdo.
Y todo lo que suceda no debe escapar de lo anteriormente acordado.
-¿Qué tengo que ver yo en eso? –le pregunté aburrido de la explicación.
-Nada –respondió-.
Ahora me doy cuenta.
Como te decía, estuve envuelto en ese mundo, lleno de jóvenes como tú que estaban dispuestos a estar conmigo a cambio de que yo los mantuviera.
Pero no era lo que yo quería, y no quería rendirme en esperar encontrar a alguien que estuviera conmigo por lo que soy y no por lo que tengo.
« Pero ese día en la fiesta me había rendido, iba a acordar un trato, pero sucediste tú.
Estaba tan paranoico debido a mis amistades, que, luego de que te fui a dejar, y en el momento en que me invitaste a salir, pensé que no querías dejar pasar la oportunidad de estar conmigo.
Creí que lo hacías por interés.
Pensé que eras como ellos, sólo que más sutil ya que no me conocías.
Y te seguí el juego.
Y sí, me confundiste cuando noté que realmente me habías invitado a cenar y pagaste tú, pero en mi mente aún pensaba que era parte de tu táctica.
Sí, cada vez me confundía más cuando hablaba contigo porque nuestras conversaciones eran humanas y poco superficiales, no como las que tenía con los otros chicos.
Pero de nuevo creí que era para no levantar sospechas y pudiera descubrir tus verdaderas intenciones»
«Comencé a sentir cosas por ti, pero no lo permitía porque creía que tu sólo buscabas mi dinero y no me quería decepcionar.
Es difícil, para alguien como yo, saber cuándo tu corazón está seguro con alguien ¿sabes? Vives siempre con el miedo constante de que sólo te quieran por el dinero.
Lo disfracé todo con simpatía y con deseo.
Cuando aceptaste ir a mi departamento supe que querías follar.
Entendí que era el momento de sellar el trato.
No lo hice al inicio porque la excitación era mucha, y porque me agradó el papel que jugabas –ahora sé que de verdad estabas nervioso-.
Y me di cuenta durante el transcurso.
Me lo delataron tus ojos, tu inseguridad, tu poca experiencia… Lo que me decías.
Ninguno de esos chicos hablaba tan profundamente como tú.
Supe que lo había echado a perder, y supe que ese momento era especial para ti.
No dije nada y continué.
Esperaba hablarlo contigo y remediarlo.
Quizás ocultar algunas cosas para no hacerte sentir mal, pero llegó Luis y pasó todo lo demás»
El silencio se hizo y no supe qué decir al respecto.
Era demasiada información y mucho que procesar.
Tenía sentimientos encontrados y no sabía cuál de todos expresar primero.
Sentía la mirada de Gerard esperando alguna respuesta de mi parte, pero yo estaba en completo mute mirando el suelo.
En mi mente estudié mi comportamiento y busqué algún gesto o algo que hubiese dicho y que le diera a él una falsa opinión de mí.
Una parte de mí estaba dolido por eso, pero otra parte, una muy profunda, podía entender que para él fuese difícil confiar, que, quizás, no era al primera vez que le sucedía.
Y eso era lo peor: entenderlo.
Porque no podía enojarme tanto como quería.
-De verdad nunca quise hacerte daño –susurró apenado-.
Creí jugar tu juego, pero fui un tonto al creer que jugabas a algo.
Si de algo me puedes culpar es de eso: ser un tonto.
Pero créeme que mi intención nunca fue dañarte.
-No sé qué decir –solté al fin-.
No sé qué sentir.
No sé si confiar.
-Es verdad.
Todo lo que dije es verdad.
Mis sentimientos hacia ti no han cambiado.
De hecho, se han intensificado.
-No lo sé….
-.
-Es cierto ¡Por Dios! Estuve más de 8 horas esperando para hablar contigo.
Dejé mis responsabilidades de lado por ti –me tomó las manos-.
Siento que entre los dos hay algo, no puedes negarlo.
Déjame descubrir qué es.
Lo necesito.
No quiero permitir que te alejes de mí.
Personas como tú se encuentran una vez en la vida.
-Apenas me conoces –sólo pude decir.
-Por eso mismo.
Quiero conocerte más –suplicó-.
Hago lo que tú me pidas.
Prometo ser sincero en todo.
Por favor, no soy una mala persona.
Esto sólo fue un horrible mal entendido.
-No creo que seas una mala persona –dije, y sentí como el alivio recorría su cuerpo-.
A decir verdad, tampoco me quiero alejar de ti.
Me haces sentir bien, cómodo, protegido, y admiro tu seriedad, inteligencia y madurez.
Pero todavía estoy herido.
Tuve emociones y sensaciones muy intensas, dame un tiempo para procesarlas.
-Todo el que quieras –dijo rápidamente-.
Pero prométeme que me llamarás.
-Lo haré –me sonrió y se levantó alegre.
Me paré y me dirigí hasta su auto esperando a que me llevara a casa.
El ambiente entre nosotros cambió.
Surgieron algunas sonrisas lascivas y miradas de reojo.
Pero, a pesar de eso, nos mantuvimos sin decir ninguna palabra.
Me despedí escuetamente cuando me bajé del auto y entré a mi casa.
Una vez adentro, sonreí con alivio y con una linda sensación en el pecho.
Me alegraba saber que todo había sido aclarado.
Una voz en mi cabeza todavía dudaba, pero sólo el tiempo lo podría demostrar.
Misteriosamente, después de ese día, extraños paquetes comenzaron a llegar a mi casa.
No necesité pensar mucho para saber quién era el responsable.
Los bombones del primer día los disimulé diciendo que los había pedido para regalárselos a una amiga.
Los siguientes los tuve que recibir antes de que alguien en la casa los viera para evitar preguntas.
Una parte de mí no estaba de acuerdo con los regalos, no quería que pensara que me podía comprar.
Pasaron varios días en que recibía esos bombones acompañados con una nota.
Decidí que era momento de hablar con él y parar todo.
Le mandé un mensaje y quedamos en juntarnos en el parque.
-¡Hola! –saludó alegremente una vez que llegó ahí-.
¿Cómo estás?
-Bien, gracias –respondí-.
¿Y tú?
-Muy bien –sonrió ampliamente-.
¿Te gustaron mis regalos?
-Sí.
Pero me sentí incomodo –dije sinceramente.
Su rostro cambió al instante.
-¿No te gustaron? Me dijiste que los amabas.
-Me encantan, de eso no hay duda –le contesté.
Sonreí por dentro al saber que se acordaba que me gustaban esos bombones.
-¿Entonces?
-Encuentro incómodo que después del mal entendido me envíes tantos regalos.
Mis sentimientos por ti no se intensificarán más si me envías más regalos o no.
No busco eso.
Yo puedo conseguírmelo solo.
-No lo hice con ese motivo, en serio.
No buscaba ganarme tu simpatía a costa de regalos –se pasó la mano por la nuca-.
Es mi manera de expresar lo que siento.
Me gusta hacerle regalos a la gente que quiero.
Es normal en mí.
Ya entendí que no puedo comprarte, porque eres un chico decente y de buenos sentimientos.
No lo hice con la intención de conseguir algo; lo hice para que supieras que estaba pensando en ti… Y lo hice porque sabía que eran tus favoritos.
-En ese caso, muchas gracias –respondí sinceramente.
– Perdón si te molestó.
Sé que quedaste resentido por lo que pensé de ti en un principio, pero ya entendí quién eres, así que no es necesario que lo pruebes –dijo-.
Pero debes entender que me encanta hacer esos pequeños detalles.
Lo digo para que no haya doble lectura.
¿Ok? Para mí eso es tan personal y demostrativo cómo decir «Te quiero».
-Está bien, es sólo que no estoy acostumbrado –dije comenzando a sonrojarme por lo que había dicho.
¿Cada regalo era un «te quiero»? Había recibido más de 7…-.
-Si quieres comenzar algo conmigo deberás acostumbrarte –hizo una pausa-.
Si quieres…
-De eso vengo a hablar –lo miré a los ojos.
Me observaba expectante-.
Sí quiero…
-¡Bien! –celebró Gerard.
Pero se silenció al ver que aún no terminaba.
-… pero no estoy seguro-.
-¿Por qué? Te juro, yo quiero intentarlo.
Confío completamente en ti y espero que tú confíes en mí.
-Es algo muy complicado.
La diferencia de edad, la diferencia de clases sociales… Nos estamos metiendo en algo peligroso –le dije-.
No quiero terminar mal después de esto, y tampoco quiero que tú lo hagas.
No quiero que me pongan en duda, ni quiero tener que demostrar que lo que siento por ti no es a causa de tu dinero.
-Eso no pasará… -me contestó acariciando mi mejilla.
-Sí pasará.
Seré un blanco de sospecha.
Pensarán que te estoy engañando, o que soy un interesado.
Siempre pasa –le devolví la caricia-.
Mis años viendo telenovelas mexicanas me lo confirman.
-Pues que no te importe ni un poco lo que los demás puedan decir –me dijo con voz firme-.
¿Tú crees que no dirán nada de mí? Todos creerán que soy un pervertido o un viejo verde por estar con alguien tan joven.
Pero no me interesa porque ellos no saben lo que siento… ellos no vivirán por mí.
Me levanté y le di un beso.
Tenía razón… No debía importarme.
Siempre iban a decir cosas, eso era inevitable, pero no debemos dejar que esas cosas nos impidan vivir.
-Hay que ir lento –susurré-.
Estaremos en un camino peligroso.
Quiero que todo salga bien.
-Me esforzaré cada día por eso –dijo eso y luego me volvió a besar.
Luego nos giramos y nos fuimos del lugar.
Al caminar unos metros un señor de unos 50 años miró asqueado a Gerard, como si hubiese visto a un pedófilo.
Al pasar junto a él le dije:
-Soy mayor de edad –me miró sorprendido, y luego la cambió por una mirada reprobatoria-.
Sólo métase en su vida, que el culo me lo puedo cuidar yo mismo.
Gerard me miró agradecido por haberlo defendido.
Nos subimos al auto y emprendimos el camino.
Gerard me invitó a cenar, pero me negué.
No me apetecía algo tan ostentoso ni lujoso.
Tampoco quería algo tan público.
Quería algo barato y sencillo, pero gratificante y personal.
-Y si vemos algo en tu departamento –le propuse-.
Una película o algo.
-Me parece bien –contestó.
-Déjame en mi casa entonces –le dije.
-¿No vendrás ahora?-.
-Necesito cambiarme ropa –sonreí-.
Va a ser noche de películas, necesito la ropa indicada.
-Está bien –respondió-.
De todas formas tenía que ir al centro a hacer algunos trámites.
Me explicó de lo que se trataba y quedamos de acuerdo en que, apenas los terminara, me fuera a buscar.
Lo esperaría en la calle de atrás para evitar preguntas.
Ya era suficientemente raro mi comportamiento.
Subí a mi habitación y me duché.
Sí, sé lo que pueden estar pensando.
Pero no soy un santo e intuía que podría suceder algo más.
A veces hay que hacerle caso a lo que quiere el cuerpo.
Luego me coloqué la ropa que tengo predeterminada para ver netflix: Un pantalón rojo de algodón, muy ancho y cómodo.
Una camiseta blanca, también de algodón.
Y una sudadera GAP ancha con cierre, de color negro.
Era lo más poco atractivo del mundo, pero me encantaba la comodidad que me proporcionaba el conjunto.
Ese era normalmente mi modo de vestir, completamente despreocupado y fuera de moda.
A veces parecía un vagabundo, pero me gustaba.
Me sentía libre.
A las 7 iba saliendo de mi casa con mi mochila.
Le dije a mi madre que me quedaría donde un amigo, así que no se preocupara.
En la esquina ya me estaba esperando Gerard con una extraña expresión en el rostro.
Barrió mi cuerpo con su mirada y luego me sonrió.
-¿A eso te referías con “la ropa indicada”? –preguntó.
-Sí –sonreí subiéndome al auto.
-¿Y qué traes en la mochila? –preguntó poniendo el auto en marcha-.
¿Tu ropa normal?
-Esta es mi ropa normal –respondí.
-Me gusta –hizo un gesto de aprobación con el rostro.
-Genial, porque el 90 porciento de mi closet es así -.
-¿Entonces? ¿Qué llevas ahí? -.
-Cuando lleguemos lo sabrás –me miró misterioso.
Le devolví una sonrisa.
Llegamos al edificio y nos subimos al ascensor.
Cuando entré, le eché una mirada un poco más estudiosa al lugar.
A la entrada se encontraba un pequeño pasillo.
A la izquierda había una puerta que llevaba hasta un pequeño armario donde se guardaban los abrigos de las visitas y/o los paraguas.
A la derecha, justo al frente del armario, había un baño (más pequeño que el que tenía en su habitación), que imaginé era el baño para las visitas.
Al final del pequeño pasillo, se encontraba el enorme living-comedor.
A mano izquierda se encontraba una cocina americana, que se separaba del living-comedor por una larga y angosta mesa con cinco redondos asientos alrededor de ella.
A unos metros de eso se encontraba una mesa de cristal, de forma rectangular, con seis sillas elegantes.
En la pared del lado derecho, había un gran Smart TV que parecía que ocupara toda la muralla.
Justo en frente había un gran sofá de tres cuerpos, juntos con dos sofás más pequeños a cada lado, dejando en medio una pequeña mesa de centro de cristal redonda, que se componía de tres pequeños y mullidos apoya pies.
Todo era de un minimalista blanco y negro.
Algunas plantas decoraban de verde el ambiente, y algunos detalles rojos brillaban en algunos lugares de la cocina, llenado de elegantes contrastes el ambiente.
Dos grandes ventanales iluminaban el espacio de un color anaranjado, y llevaban a un balcón por el cual se veía hermosamente el atardecer.
Gerard me pidió que eligiera lo que veríamos en netflix mientras él se colocaba algo más cómodo.
Su habitación quedaba en la pared opuesta de donde estaba el Smart TV, y justo en frente de ella, había una puerta que llevaba seguramente a otra habitación- Adivinaba que tenía que ser una habitación más pequeña porque estaba justo entre el gran baño de su dormitorio y donde debería estar el baño de visitas.
Admiré un momento el paisaje por el balcón y luego entré y bajé las cortinas pues comenzaba a hacerse de noche.
Encendí el televisor y busqué algo que ver, pero no encontraba nada bueno.
Luego recordé que en mi celular tenía una película que me habían dicho que era muy buena, y la proyecté en la pantalla del televisor.
Gerard llegó justo cuando yo comenzaba a abrir mi mochila.
-¿Qué es lo tan misterioso que llevas ahí? –preguntó.
Estaba usando unos shorts blancos de algodón, y una camiseta blanca con gris, también de algodón-.
No tengo ropa de películas, así que me puse el pijama.
-Aquí traigo lo más importante de una noche de películas –dije sonriendo por su comentario, y evitando mirar el sugerente paquete que se le marcaba a través de ese short.
-¿Algo más importante que tú? –preguntó mientras se acercaba.
Me sonrojé al ver el movimiento de sus testículos con cada paso.
-Mucho más importante –Y a continuación saqué mi contrabando-.
Un paquete de papas fritas, galletitas con chispas de chocolate, una refrescante Sprite, y salsa para las papas.
-Oh, lo siento.
Me hubieses dicho y hubiese pasado a comprar un pastel o algo –dijo avergonzado-.
Nunca he tenido una estas noches.
-No te preocupes –le dije sonriendo por su sugerencia-.
Con papas fritas estamos bien.
Un pastel ya es exagerar.
Con su permiso, busqué entre los muebles de su cocina y encontré algunos pocillos de porcelana en qué depositar todo, y luego los dejé sobre la mesa de centro.
Sacamos lo pequeños apoya pies y nos recostamos.
La película era “Fenómeno siniestro”.
Y sí, vimos la película.
Estoy tan sorprendido como ustedes.
Y jamás me había reído tanto viendo una película de terror debido a que Gerard entraba en colapso cada vez que aparecía un screamer.
Pero era una risa interna, pues ante él fingía que estaba aterrado.
Él, al verme, fingía ser valiente y me envolvía con su brazo.
Yo aprovechaba para recostarme en sus cómodos pectorales y disfrutar de su masculino aroma.
-Creo que tendré pesadillas –le dije fingiendo terror.
Pero había una idea tras eso, pero que no revelaría aún.
-Estuvo intensa –dijo él.
-Hace tiempo no veía una película de terror tan buena –exageré.
-Yo ni siquiera puedo recordar cuando fue la última vez que vi alguna película –respondió-.
Nunca he sido bueno para verlas, y menos las de terror.
Para cuando terminó, ya habíamos terminado con toda la comida.
Nos quedamos sentados, exactamente en la misma posición: Él con su brazo alrededor de mi cuello, mientras yo descansaba en su pecho.
Cerré los ojos momentáneamente cuando acarició mi cabello, mientras yo le acariciaba el estómago.
Luego, repentinamente, Gerard se levantó.
Fingí no ver la enorme erección que estaba levantando la tela de su pijama.
Hice como que miraba mi celular mientras que él se servía una copa de un licor de aspecto cobrizo.
Mis mejillas estaban encendidas.
Descubrí que ambos teníamos el mismo pensamiento: Queríamos hacerlo, pero no nos atrevíamos a proponerlo.
Era lógico, ambos pensábamos que era muy pronto, ya que sólo ese día nos habíamos decidido a comenzar algo.
Pero, por otro lado, ¿por qué habría que esperar? Sólo sería sexo, y ambos estábamos deseoso.
Simplemente por culpa de la moralidad y los prejuicios.
Cuando caminó hacia mí la carpa entre sus piernas se había bajado, aunque, estaba seguro que se le alcanzaba a apreciaba más morcillona.
Se sentó junto a mí y quedamos brevemente sumergidos en un incómodo silencio.
Era visible lo que ambos queríamos decir, pero nos lo tragábamos.
Gerard se rindió y miró la hora.
-¡Vaya! Es tardísimo –dijo-.
Creo que me iré a dormir.
Mañana tengo trabajo.
-Mañana es sábado –le recordé.
-Lo sé –respondió algo triste-.
Con Luis tenemos un pequeño viaje de negocios.
Sólo iremos por el día.
-Oh, que mal -.
-Sí… -concordó-.
Bueno, puedes quedarte en la habitación de visitas.
No es muy grande, pero es cómoda.
-Gracias –dije caminando temerosamente.
La puerta de la habitación estaba frente a la suya.
Sólo había una cama de una plaza, un pequeño closet, una ventana que daba hacia atrás del edificio, y un pequeño mueble.
-¿Estás bien? –preguntó.
Sonreí internamente.
-Sí… no te preocupes – actué-.
Es sólo que la película me dejó un poco inquieto.
Pero no te preocupes, me las arreglaré.
-¿Estás seguro? Si quieres puedo hacerte compañía hasta que te duermas -«Que tierno este hombre» pensé.
Había mordido el anzuelo, pero todavía no preguntaba lo que importante.
-No quiero molestar, en serio.
Ya estoy bastante grande para tener pesadillas –Lo observé con cara de niño temeroso-.
Además, tienes que descansar.
Aquí estarás muy incómodo…
-Si quieres puedes dormir en mi habitación -«¡Bingo!» celebré mentalmente-.
Así te vigilaré.
Prometo que no pasará nada.
Sé que es muy pronto y…
-Está bien –respondí antes de que diera demasiadas explicaciones.
Caminé jovialmente hasta su habitación.
Él se acostó y desde ahí me observó silenciosamente.
Comencé a quitarme mi ropa lentamente y fingiendo naturalidad.
No había llevado pijama, así que dormiría sólo con mi slip y mi camiseta.
Cuando me quité el pantalón, bajé con mis manos acompañando todo el recorrido hasta mis pies.
Luego me quité los zapatos y los calcetines.
Sin desabrochar, me quité la sudadera, pasándola por mi cabeza y dejando que mi camiseta se levantara hasta mi pecho.
Después ordené mi cabello ya que se me había despeinado al sacarme la prenda.
Bajo su atenta y babosa mirada, caminé de puntita, casi flotando, hasta el otro rincón de la cama.
Lo miré con total inocencia y disfruté viendo su rostro colmado de excitación luego del espectáculo que le di.
-¿Te pasa algo? –le pregunté fingiendo normalidad.
-N-no… -se aclaró la garganta-: No.
Todo bien.
-¿Puedo quitar un par de capas a la cama? Mi cuerpo hierve –le pregunté.
-Luego –dijo aplastado inconscientemente las frazadas sobre su entre pierna.
Luego repuso-: Es decir, sí.
-No te preocupes –le dije complacido por comprobar que había logrado estimularlo-.
No es necesario que lo hagas ahora –No quería ponerlo incómodo-.
-Eh… -se aclaró la garganta-.
Si quieres, mañana puedes quedarte aquí todo el día.
Vamos a estar de vuelta cerca de las 2 de la tarde si sale todo bien.
-¿Y quedarme aquí sólo? –El departamento era genial y con una vista fabulosa, pero me sentiría incómodo estando solo en una casa ajena.
-Sí… Es decir, no.
O sea, estarás con Magdalena, la sirvienta –explicó-.
Puedes pedirle a ella que te prepare cualquier cosa para el desayuno o el almuerzo.
-Emm…-pensé.
-¡Anda! Di que sí.
Quiero que pasemos la tarde juntos –dijo con aire entusiasta-.
Si quieres podemos ir al mirador del cerro.
-Bueno, está bien –acepté.
A continuación me levanté y fui al baño.
Cuando volví, él ya había quitado la cubierta de la cama.
Sonreí.
Caminé hasta mi lugar con sus ojos clavados en mí.
Una vez acostado, le di la espalda y cerré los ojos.
Sentí que hizo lo mismo, sólo que quedó mirando en mi dirección.
No sé si se debió a la noche veraniega, al estar compartiendo cama, o a la calentura que tenía, pero comenzó a darme mucho calor.
Me incorporé brevemente y me quité la camiseta para no empaparla con sudor.
Gracias a eso, empecé a percibir entre mis omóplatos el aire proveniente de su respiración.
Sentí casi imperceptibles movimientos que me indicaron que Gerard se estaba acercando a mí.
Y su respiración más intensa contra mi cuello me lo confirmó.
Sonreí complacido.
Mi corazón latía rápidamente y sentía una vibra adrenalínica.
Era como si estuviera haciendo alguna travesura, y estuviera resultando.
Cuando estuvo a sólo unos centímetros de mí y ya podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo, me giré para quedar boca arriba.
Como lo planee, mi mejilla hizo contacto con su boca.
Giré mi cabeza para buscar sus ojos y nuestros labios se rozaron.
Su mirada verde hizo contacto conmigo y vi como la llama se encendió.
Al ver que yo no rechacé el roce, Gerard tomó el mando y se atrevió a juntar más sus labios con los míos.
Absolutamente complacido lo recibí.
Cerré mis ojos y me entregué a él.
Abrí mi boca lentamente y dejé pasar a su caliente lengua.
Cuando ambas lenguas se juntaron, una explosión de placer movió cada fibra de mi cuerpo.
Besaba con sed, bebiendo cada gota de ese beso con necesidad imperiosa.
Su mano me tomó por la cintura y tiró de mí para que nuestros cuerpos estuvieran en contacto.
Luego sus dedos se fueron a mi espalda y comenzaron a bajar hasta llegar a mis nalgas.
Las apretó por sobre la tela y luego bajó hasta mi muslo, para luego subir por mi costado hasta mi nuca.
Un escalofrío acompañó todoe se trayecto.
Rápidamente, me sujetó y se incorporó quedando arrodillado entre mis piernas.
Desnudó su torso y luego bajó para que nuestras pieles estuvieran en contacto.
Me besó nuevamente a la vez que nuestros abdómenes se frotaban entre sí.
Su erección, bajo la tela de su short, punzaba en mi muslo, mientras la mía palpitaba a la altura de su ombligo debido a que él era mucho más alto que yo.
Besó mi cuello y avanzó dando pequeños lametones.
Se detuvo en el hueco que se formaba sobre mi clavícula y lo besó, para luego dar pequeñas succiones a lo largo del hueso.
A continuación se detuvo en mis rosadas y pequeñas tetillas.
Las besó, pellizcó y mordió a su placer, arrancándome deliciosos gemidos.
Se detuvo por más tiempo cuando llegó a mi ombligo.
Las marcas que me dejó en el vientre esa noche me acompañaron por varios días.
Llegó hasta mi slip, el cual presentaba una potente elevación con una gran mancha de humedad.
Lamió esa zona y luego la capturó con sus dientes.
Introdujo ambos dedos índices y comenzó a bajar el elástico poco a poco.
Mi glande estaba de un potente color rosado y completamente húmedo, que resaltaba con el blanco del resto de la piel.
No se detuvo hasta que me quitó el slip, y luego subió otra vez.
Con su mano izquierda tomó firmemente mi miembro arrancándome un gemido, para luego estrujarlo provocando que un gran borbotón de pre-semen saliera de mi glande.
Con su índice recogió una gran cantidad y la llevó hasta su boca.
Cerró sus ojos y mordió sus labios disfrutando de mi sabor.
Luego, repitió el movimiento pero, esta vez, me dio a mí a probar.
Su dedo se introdujo en mi boca y succioné para degustar el suave y ligeramente salado sabor.
A continuación capturó lo último que quedaba y lo mezcló con mi saliva.
Tomó mis piernas por mis tobillos y las levantó para dejar expuesto mi colorado agujero.
Sin apartar sus ojos de los míos, comenzó a introducir el dedo por mi ano.
Se mordió los labios cuando me vio jadear.
Su dedo se sentía grueso y áspero, pero muy viscoso.
Dejó caer mis piernas y se acostó.
Me ordenó que me subiera sobre él y me acomodó para hacer un perfecto 69.
Apenas acerqué mi culo a su cara, hundió su rostro entre mis nalgas.
Fue inevitable gritar.
Mi cuerpo se retorcía cada vez que su lengua rozaba esa zona tan erógena, por lo que se me hizo difícil quitar su short y liberar su peligrosa erección.
Pero lo logré, y ahí estaba frente a mí… Poderosa, gruesa y hermosa.
Toda para mí.
Apenas la tuve en mis manos escupió pre-semen, que, devotamente, lo capturé con mi lengua.
Lo sentí estremecerse cuando atrapé su glande y succioné.
Sus manos me sostenían cada nalga, moviéndolas y levantándolas para mamarme la verga a su placer.
Amaba sentir su barba raspar entre mis nalgas y entre mis piernas.
A veces tosía cuando me enterraba su verga tan profundo, pero me obligaba a tragar más, casi como si fuera un reto personal.
Y es que ese trozo de carne valía el riesgo de morir ahogado.
Acariciaba sus testículos, que estaba gordos y rebosantes, completamente deseosos de vaciarse en mí.
Mordí mi labio inferior cuando sentí su dedo explorando mi ano.
Lo estrangulé de manera erótica y empujé mi cadera para tragarlo completamente.
Gerard me nalgueó complacido.
Me moví de forma circular sobre su dedo, disfrutando la manera en que se frotaba dentro de mí.
Cuando lo sacó para lubricar y volver con dos, extraje un chorro de pre-semen de su verga y me lo embarré en la entrada.
Gerard hizo los mismo con mi pene, de menara que cuando sus dedos arremetieron, se deslizaron sin molestia alguna.
Sus dedos gruesos llenaban mi canal, haciéndome sentir completo y lleno.
Mordió mi nalga derecha mientras introducía sus dedos hasta los nudillos.
Con la izquierda jugaba con mis testículos y mi verga.
-Quiero hacer algo –me dijo con la respiración agitada.
Me dio una fuerte nalgada y quitó sus dedos de mi interior dejando un vacío.
Me quitó sobre él y se levantó.
Me tomó de la mano y me llevó hasta el living.
Tanto su poderosa verga como la mía, apuntaban amenazantes al cielo.
Me detuve cuando lo vi caminar hacia el gran ventanal.
Subió la cortina y la luz de la luna nos bañó.
Mi piel se veía aún más blanca y perlada.
Se giró y me habló.
-Hagámoslo en el balcón –dijo.
La luz acariciaba la mitad de su fuerte cuerpo.
Unos estupendos hoyuelos se marcaron en las nalgas-.
Nadie nos verá.
-¿Qué? –pregunté sorprendido, aunque una luz lujuriosa se encendió en mí.
-Vamos… Son casi las 1 de la mañana.
Nadie estará pendiente de lo que pasa en la ventana de un edificio gigante –dijo con una sonrisa infantil y traviesa-.
Además, la vista es hermosa y el viento está delicioso.
Abrió la ventana y una calidad pero refrescante brisa nos acarició.
Se acercó a mí enterrando su verga húmeda en mi abdomen, se inclinó y me besó.
Sin soltarnos, me llevó caminando hasta que nuestros cuerpos se expusieron al mundo.
Era inexplicable esa sensación de adrenalina y libertad.
El cielo estrellado sería nuestro motel y la luna el testigo.
El fuego comenzó a quemarme desde adentro, empujándome a hacer esa locura.
Definitivamente es algo que ustedes deben probar algún día.
Me giró y me empujó contra la baranda del balcón.
Su vientre se apegó a mi espalda y su verga descansó sobre mi trasero.
Era alucinante lo hermoso que se veía el paisaje: el bosque era iluminado por la luz plateada de la luna y, al fondo, las luces de la ciudad titilaban como su fuesen miles de luciérnagas.
Me sentía como si fuese más grande que el mundo.
Y, su piel contra mi espalda, sumado a sus besos en el cuello, me decían que, en ese momento, lo era.
De pronto se arrodilló.
Su mano envolvió mi cadera y la tiró hacia él.
Separó mis piernas y se hundió entre mis nalgas.
Tuve que afirmarme para no caer porque mis piernas se volvieron humo.
Con sus dedos separaba mi carne e introducía su lengua hasta los lugares más recónditos.
Se levantó dando pequeños besos a lo largo de mi columna vertebral y afirmó su cabeza en mi hombro.
Con su mano izquierda tomó mi nalga izquierda, y abrió espacio para que con su mano derecha dirigiera su verga.
El calor que emanaba ese glande era preocupantes.
Y era delicioso la frescura del viento cuando tocaba mi ano húmedo.
En el momento que su glande besaba mi agujero, tomé aire y esperé.
El dolor no tardó cuando su carne se comenzó a abrir paso.
Era un dolor fuerte, agudo y que se propagaba por mi interior.
Quedé sin aire y cerré los ojos.
Estuve a punto de abortar la misión, pero sabía que después de eso vendría lo mejor.
-No aprietes aún, Carlitos, mi vida –me susurró en la oreja, derritiéndome por dentro-.
Relaja es culito y recíbeme dentro de ti.
Exhalé relajando mi cuerpo y, por arte de magia, sentí su glande deslizándose en mi interior.
A continuación, Gerard me envolvió su cuerpo y quedamos afirmados mirando la ciudad.
Mordió mi oreja mientras sentí cómo se iba hundiendo su verga más y más profundo.
A veces, como acto reflejo, mi recto se estrangulaba alrededor de su pene provocando que ambos gimiéramos.
En algunas ocasiones proferí algunos gemidos por el dolor, pero Gerard sabia como contenerme y darme fuerzas.
Cuando por fin su verga hizo tope, pasó sus manos por debajo de mi axila y atrapó mis tetillas.
Mordió mi cuello y apretó mis tetillas mientras comenzaba a taladrarme el culo.
No pude contener el grito que salió de mi boca.
Era una mezcla diabólica entre dolor y placer.
Me estaba haciendo adicto al dolor.
Todo el placer que sentía después del dolor, era intensificado por mil.
Y en ese momento sentía mucho ambos.
Tuve que levantar mi pierna y apoyarla sobre uno de los barrotes del balcón para abrir mi estrecho culo debido al grosor de la verga de Gerard.
Era inquietante pero delicioso la forma en que mi interior se adhería a la piel de su verga.
Casi sentí que me voltearía de dentro hacia afuera.
Pero era genial, y me ponía a mil que Gerard disfrutara con eso.
Me envolvía de morbo sentir que mi cuerpo era usado para su placer.
¿Les ha pasado? Con cada caricia, con cada embestida y con cada beso sentía su agradecimiento por entregarme a él.
Su glande me llenaba por dentro frotándose en todos los puntos de sensibilidad posible.
En ese momento, sentía fuegos artificiales en mi culo gracias a sus movimientos.
De pronto sentí que me orinaba, pero esa sensación fue acompañada por una corriente eléctrica enorme que me nubló la vista.
Rápidamente su mano cubrió mi boca y comenzó a acelerar la velocidad de sus embestidas para hacerme ver estrellas de placer.
No era orina, sino que una cantidad alucinante de semen que salió disparada del balcón para volar por el aire y bañar el césped que decoraba los alrededores del departamento.
Lo oír gemir cuando mi ano se contrajo debido a mi intenso orgasmo.
Cuando comenzaba a recuperar la respiración, me giró y se llevó mi pene a su boca para drenar toda la leche que haya quedado allí.
Temblé cuando succionó mi glande debido a la alta sensibilidad que quedaba en el lugar luego de la corrida.
Luego me tiró al suelo y colocó mis rodillas a la altura de mi pecho como si fuese un muñeco de goma.
Escupió en mi ano que boqueaba como pez fuera del agua, y enterró completamente su verga causando que el aire se fuera de mis pulmones.
Me besó para ahogar mis gemidos y pude sentir el sabor y el olor de mi leche en su boca.
Su mano acarició mi ano mientras era penetrado y luego subió por mis testículos, pasando después por mi inhiesto pene hasta llegar a mi abdomen y pecho.
Tomó mi cabello con fuerza y aumento las embestidas.
Comenzó a jadear y a besarme con más pasión.
Contraje mi culo para aumentar su placer y esperé a que me llenara de semen.
Rápidamente comenzó a gruñir como un oso rabioso y a moverse desesperadamente.
Sacó su pene de mi interior haciendo un «¡Plop!» y comenzó a masturbarse frente a mí como poseído.
Antes de que pudiera hacer algo, vi salir un grueso chorro de semen que dio a parar a mi boca, seguido por interminables chorros calientes que cayeron en mi pecho y abdomen.
Me tiró del cabello y acercó mi cabeza a su pene.
-Cómelo, bebé –dijo, mientras con su mano derecha pasaba su glande por boca, metiendo el semen que había caído sobre ella.
Luego abrí mi boca y lo dejé entrar para exprimir hasta la última bendita gota.
Su sabor era interesante, pero era la mezcla de sus fluidos y los míos, lo que lo hacía muy erótico y morboso.
Con mi dedo barrí mi abdomen y recogí más de su leche para saborearla.
Gerard me miraba con deseo.
Estiró su mano y me hizo levantar.
Me dio una sonora nalgada y me hizo entrar.
-Creo que necesitamos un baño –dijo-.
Sobre todo tú.
Caminé hasta el baño y me vi al espejo.
Estaba bañado en sudor, mis mejillas de un color rojo intenso.
Cada lunar de mi cuerpo tenía un halo rojo debido a sus chupetones.
Mi nalga tenía la marca de su nalgada de un rojo encendido.
En resumen, todo mi cuerpo, desde mi cabello en adelante, estaba enrojecido.
-¿Te dije que los pelirrojos eran mi fetiche? –preguntó mientras se acercaba intimidantemente hacia mí.
Me arrinconó contra la pared y me besó con fuerza mientras tiraba de mi cabello hacia atrás.
Me dio dos nalgadas estruendosas y me envió a la ducha.
Mi piel ardió.
El agua vino de todas partes e impactó contra mi piel.
Sin dejar de mirarme, Gerard me asechó como si fuera un león cazando.
-Esto no ha terminado –susurró.
Su verga estaba dura de nuevo.
Me arrojó contra la pared y mi vientre tocó el mármol frío.
Abrió mis nalgas y comenzó a entrar.
Pero la puerta de entrada sonó interrumpiendo el momento.
-¿Gerard? ¿Estás ahí? –llamó Luis.
-Creo que te salvaste –me sonrió-.
Báñate mientras.
Después lo haré yo.
Salió del baño envolviéndose en una bata blanca y me dejó ahí bajo la ducha, con el corazón a mil por hora.
Una parte de mí quería más, pero otra parte agradecía a Luis porque mi cuerpo estaba full agotado.
Terminé de ducharme y me envolví en una toalla blanca.
Salí del baño y vi a Gerard sentado con Luis.
Este último tenía una copa de vino en su mano.
Me miró sonriente y me saludó con júbilo.
-¡Ven aquí, muchacho! –dijo-.
¿Cómo has estado? Lamento lo del otro día.
No quería insultarte.
-Bien gracias y… -Antes de que dijera algo más, se levantó mí me abrazó como si fuésemos grandes amigos.
-Un lindo chico, Gerard –dijo mirándome.
A pesar de que la toalla de Gerard me cubría bastante, me sentí completamente desnudo frente a él-.
Tienes que cuidarlo.
-Lo haré –contestó Gerard sonriéndome-.
Espérenme un momento.
Me iré a dar una ducha y vuelvo.
-¿Interrumpí algo? –me preguntó Luis cuando me dirigía a la habitación.
-Eh… No… -pero me observó como si no me creyera.
Me sonrojé al instante.
-Bueno, ven… -palmeó el espacio junto a él-… conozcámonos más.
Creo que desde ahora te veré bien seguido.
-Yo… Hmm –me sentía incomodo estando sólo con una toalla a la cintura en frente de él.
-¿Dónde vives? ¿Estudias algo?.
–comenzó a preguntar.
No me quedó más remedio que quedarme a responder.
No quería parecer cortante-.
Uff… todavía recuerdo mi época de mi universidad.
Fue ahí cuando conocí a Gerard.
-Genial –respondí.
-Él llegó cuando yo estaba en mi cuarto año –dijo-.
Por cosas de la vida, me atrasé unos semestres y coincidí con él.
Desde entonces hemos sido amigos y compañeros de trabajo.
-Que bien –Comenzaba a darme frío y quería ponerme mi ropa, por lo que no estaba muy interesado en ese momento en su fabulosa historia.
-Sabemos todo sobre el otro.
Lo compartimos todo.
Hay plena confianza… -dicho esto, su mano se posó sobre mi muslo.
-P-perdón, y-yo… -comencé a tartamudear.
Ese movimiento me había puesto muy incómodo.
-Tranquilo, no pasa nada –dijo absolutamente sereno-.
Gerard no se enfadará.
Ya te dije, compartimos todo.
Muchas veces le he prestado a Kevin.
Es justo que él me permita… Eres un chico verdaderamente guapo y encantador ¿Te lo han dicho? Pero no le digas a Kevin que te lo dije, es algo celoso.
-Yo no… -aclaré mi garganta.
Su mano poco a poco iba subiendo-.
Yo no soy como Kevin.
Con Gerard queremos algo serio.
-Lo mío con Kevin es serio.
Tenemos un contrato –sonrió-.
Pero sé a lo que te refieres.
Gerard me lo contó.
Pero vamos, entre nosotros dos… Si tú estás aquí no es porque lo quieras mucho.
-Quizás no lo amo, es muy pronto, pero le tengo mucho cariño.
Y si estoy aquí es porque creo que eso puede llegar a ser algo más.
-No es necesario que me mientas.
Él no está aquí escuchando –estaba muy cerca de mí.
Una erección comenzaba a divisarse en su pantalón-.
Vamos, no te hagas el difícil.
Quizás Gerard todavía no te pague, pero yo puedo hacerte regalos fabuloso.
Quedará en completo silencio.
¿Te gustaría un Macbook? Kevin ya tiene uno.
De seguro se te haría útil para la universidad.
O un Iphone –tomó mi mano y la llevó hasta su paquete.
Mi corazón latió a mil.
¿Un Macbook? ¿Un Iphone? Tanto dinero… sólo por mí.
Su verga se extendía por su costado sobre el muslo, completamente dura y dispuesta, esperando mi respuesta.
«Quedará en completo silencio» Se repitió en mi mente…
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