Super K-liente: Introducción
Un adolescente recibe extrañas habilidades tras ser impactado por un rayo, pero en esta historia el prota no usa sus poderes para volverse un superhéroe rollo Superman, sino para satisfacer sus fantasías más sucias.
Ese día fue el pistoletazo de salida para David. Aunque solo tenía quince añitos, no había vivido la verdadera vida hasta ese momento.
David volvía a casa después del colegio. Por el camino, se pasó por un bosque pequeño y solitario cuando, de repente, el cielo se iluminó como si hubiese caído un rayo, luego sintió una energía que le recorrió todo el cuerpo. En su mente de adolescente hormonal, pensó que aquello debía ser como tener un orgasmo. Después de eso, todo se volvió oscuro.
No se acuerda de cómo o cuándo, pero de alguna manera llegó su habitación, en la que despertó por la tarde, supone que seguía siendo el mismo día. Estaba confundido y mareado, con los oídos pitando y la nariz congestionada. Parecía estar enfermo, pero al mismo tiempo, lleno de energía. Entonces, ansioso por saber qué le había pasado, se levantó de la cama para buscar a alguien en casa y hacer preguntas, ya sea su madre o su hermano.
Pero, cuando pasó frente al espejo, se quedó flipando. «Espera, ¿soy yo?» dijo. Se miró en el reflejo y no se lo podía creer. Era como si estuviera viendo una versión mejorada de sí mismo. Tenía la misma cara, pero más perfilada y masculina. La ropa del uniforme del colegio le quedaba grande y sus brazos se veían más fuertes. Emocionado, se quitó la camiseta para ver su nuevo torso. Estaba casi sin grasa, con músculos de tío que se destroza en el gimnasio. No podía ser real, pero lo era. Se dio varios pellizcos para asegurarse de que no estaba soñando.
Después, se puso muy nervioso. No podía haber aparecer allá afuera así de la nada, el cambio era demasiado obvio y no tenía ni puñetera idea de cómo había pasado. Pero sus pensamientos se alinearon con la realidad y su cuerpo empezó a cambiar de nuevo, volviendo a ser su forma habitual, gorda y poco atractiva. Se volvió a poner la camiseta, odiando cómo se veía gordo, y más aún después de haberse visto delgado. Pero se dijo a sí mismo que en cualquier momento podría volver a tener ese cuerpo atlético, aunque no estaba seguro de si eso sería posible.
En fin, David salió de su habitación en busca de alguien con quien hablar en casa. Escuchó voces abajo y se lanzó corriendo hacia ellas. En la planta de abajo se encontró con su hermano mayor y algunos de sus colegas, bebiendo y fumando. Todos le miraron con una cara rara, incómodos con su presencia. Pronto él también se sintió incómodo.
—¿Qué mierdas quieres, chaval? —le preguntó su hermano con desdén.
—Nada, me largo —respondió David nervioso.
Estar en el candelero rodeado de gente le ponía nervioso, especialmente siendo un grupo de tíos mayores y fiesteros. Ese era el tipo de tío con el que quería codearse, pero no tenía colegas y le costaba relacionarse con la peña por su baja autoestima y falta de confianza. Era una mierda, por eso haberse visto delgado y guapo en el espejo había sido la increíble. Eso era lo que deseaba tener en su vida y lo había vivido durante unos segundos. Decidió subir a su habitación para ver si podía repetir sus «habilidades». Total, no parecía que su hermano le fuera a dar respuestas y su madre no estaba en casa, así que se las apañaría solo para descubrir sus nuevos poderes.
Cerró la puerta de su cuarto y se plantó delante del espejo. Sin mucha ilusión, se miró a los ojos. No le gustaba estar consigo mismo. Se quitó la camiseta y soltó un suspiro.
—Quiero volver a estar delgado, quiero tener ese cuerpo atlético de antes. Quiero cambiar, mejorar —dijo David en voz baja, sintiéndose un poco ridículo hablando solo en su habitación.
Pero, para su sorpresa, su cuerpo empezó a cambiar otra vez y esa sensación de vergüenza desapareció, siendo reemplazada por confianza y seguridad en sí mismo. Flipaba viendo su transformación. En solo unos segundos volvía a estar bueno, pero esta vez deseaba que durara más tiempo. Para no olvidarse de cómo era, se estudió a detalle frente al espejo, tocándose cada músculo de su torso desnudo para grabar en su mente su firmeza y dureza.
Estaba muy contento, incluso exitado. Como era un chico muy cachondo, no era raro que se pusiera caliente al tener la oportunidad de tocar su propio cuerpo, sobre todo si estaba en buena forma. Pronto tuvo una erección.
Sin perder el tiempo, David se desabrochó los pantalones y se sacó la polla erecta. Sin preocuparse por las consecuencias, empezó a pajearse con fuerza y rapidez, buscando satisfacer el deseo que le quemaba por dentro. Cada sobada le mandaba oleadas de placer por todo el cuerpo.
Con los ojos cerrados, David se dejaba llevar, imaginándose en situaciones cachondas, mientras seguía tocándose con más intensidad. Notaba cómo la excitación iba subiendo, la respiración se le volvía más entrecortada y su mente se sumergía en una mezcla de fantasía y realidad.
A medida que se iba poniendo más frenético, David se sentía en la cresta del placer. Le ardía el cuerpo y la sensación de satisfacción le envolvía por completo. Le salían gemidos sin control, mezclados con la respiración acelerada.
De repente, sintió un impulso potente recorriéndole el cuerpo. Confiando en su recién descubierto dominio sobre su anatomía, decidió usar sus poderes para hacer crecer aún más su rabo, deseando ver hasta dónde podía llegar con esa habilidad nueva. Concentró toda su energía en su entrepierna y, para su asombro, su polla empezó a crecer rápidamente, llenándole de emoción.
Cada centímetro de su erección se iba expandiendo. Su entrepierna empezaba a pesar, notaba como si su polla fuera a reventar.
Con una sonrisa de satisfacción, David contempló su pedazo verraco, flipando con lo que había conseguido hacer. Se sentía poderoso y cachondo, más colocado que nunca. Decidió exprimir al máximo su nueva habilidad y se dejó llevar por el placer, explorando todas las sensaciones que su cuerpo le ofrecía. Estaba en la gloria, disfrutando de su propio poder y olvidándose de todos sus problemas.
Después de un rato, David alcanzó el éxtasis y se corrió encima del espejo. Aunque normalmente se sentiría asqueado por ver su sémen ahí en su reflejo, esta vez se quedó relajado sobre la pared y se tomó un momento para recuperarse. Luego, se miró en el espejo y suspiró.
«No me puedo creer que se sienta tan bien», murmuró para sí mismo. Pero sabía que no podía dejar rastros de su actividad, así que rápido buscó una toalla y limpió sus líquidos del espejo.
Finalmente, se vistió y se fue a la cama. Sentía que había vivido una vida entera en un solo día, y aunque estaba agotado, también estaba emocionado por todo lo que había experimentado.
Antes de dormir, David se centró en volver a su forma original de gordo. Cerró los ojos y visualizó su cuerpo regordete. Lentamente, su cuerpo empezó a cambiar, volviéndose más blanducho y redondeadito. Notaba cómo los músculos desaparecían y la grasa volvía a ocupar su lugar. Era curioso cómo su perspectiva de sí mismo podía cambiar en tan poco tiempo.
Finalmente, David se quedó dormido con una sonrisa en los labios, esperando ansioso a que llegara el día siguiente y pudiera seguir usando esas «habilidades».
Interesante. El tipo de historias que me gustan, que esten fuera de lo normal.
Espero saber cómo sigue. Saludos